2/18/2009

MORAGA DE JUVENTUD -Parte II-

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Moraga de Juventud
- 2ª Parte-
...en el grupito que íbamos a la playa, venia la chica del chiringuito –aún no sabía su nombre-. Ella me miró igual que yo la miré a ella. No intercambiamos palabra hasta que estuvimos sentados juntos delante del fuego. Aunque en un principio estuvimos sentados enfrente, al poco, ella se levantó, fue a por una bebida y, al regresar, sin preguntar si el sitio estaba libre y si podía sentarse, se sentó junto a mí. Me dijo que me conocía del chiringuito y a esto siguió un intercambio de nombres. Durante casi tres horas estuvimos juntos, y aquellas palabras fueron el comienzo de algo muy bonito. Siguió una conversación que iba desgranando el cocimiento de uno y de otro: edad, ciudad donde vivíamos, días que estaríamos de vacaciones… Las palabras salían sin esfuerzo alguno por parte de los dos y llegó un momento en el que parecíamos no pertenecer a la moraga, como sí el fuego se hubiera producido para los dos, como si no existiera más gente, como si la música procedente de la guitarra desafinada sonara para nosotros únicamente. Se me acabó mi bebida, e hice ademán de levantarme para ir a por más, pero ella me dijo que aun tenía el vaso casi lleno y que podiamos compartirlo. Cuando me acerco el vaso, roce sus dedos un instante. El momento me pareció una eternidad: el roce de unos dedos suaves y fríos a pesar de la calidez de la noche. Bebí observado por ella, le sonreí al hacer el gesto de devolverle su vaso. Volvió a repetirse el movimiento, esta vez de forma más lenta e intencionada. Sentí sus dedos sobre los míos al coger el vaso, el cual pasó rápidamente a la otra mano de ella mientras, que con la derecha, agarraba mi torpe mano para entrelazarla con la suya. Noté como su fría mano daba serenidad a mi temblor, que denotaba inexperiencia en este terreno. Parecía no existir nada ni nadie en ese momento, solo su mano agarrada a la mía. Nuestras miradas se encontraron, ella intentaba aplacar mi nerviosismo. Solo me dijo: “no digas nada”. Acerco su cabeza a la mía y posó sus labios sobre los míos. Sin tener experiencia, sin saber hay conocimientos innatos que salen a la primera lección pues mis labios se adaptaron perfectamente a los suyos. Buscaron forma, sentido; notaron calidez, vida, temor y ganas de más. Ese beso provocó un desconcierto en mí, pero no dudé en repetir la sensación. Mis labios buscaron los suyos. Los encontré sin demasiado esfuerzo a pesar de ser un hecho totalmente nuevo para mí. Encontré una sonrisa cómplice como respuesta. Le dije que ella había sido la primera chica a la que había besado. Desde ese momento, estuvimos todo el tiempo que la noche nos otorgaba juntos, agarrados de la mano e intercalando besos; unas veces yo tomaba la iniciativa y otras, ella. ¡Qué rápido se aprenden las cosas bonitas! Pero ella no podía estar toda la noche en la playa, sus padres le habían puesto hora de llegada a casa. Cuando me dijo “tengo que irme”, yo decidí acompañarla. Nos pusimos las chanclas de goma, la toalla al hombro y comenzamos a andar dejando atrás una hoguera y un grupito de gente que parecía pertenecer a la noche.
El verano es el despertar de muchos sentimientos, fui sin saber lo que es el amor y regrese con la sensación de haber despertado un sentimiento nuevo: el sentimiento del amor, de mi primer amor.
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