2/07/2010

La extraordinaria e increible suerte de Federico Fernández Figueroa


A las 23:59 horas los medios de comunicación interrumpieron su programación para dar un avance de la noticia: había un único acertante de la lotería primitiva, cuyo premio ascendía a casi 683 millones de Euros.

En los programas matinales todas las televisiones fueron buscando la noticia y pisándoselas unas a otras. Le pusieron nombre al agraciado: Federico Fernández Figueroa. Unos decían que tenía cuarenta años; otros que cincuenta y dos; otros que era casado y tenía cinco hijos; otros que era viudo, y otros que soltero y sin novia conocida,… el cruce de información fue permanente. Fue el principal titular de los servicios informativos; se montaron programas debates a toda prisa; hicieron conexiones en directo, desde lo que parecía ser la puerta de su edificio, en un barrio de trabajadores de una ciudad cualquiera que intentaba sobrevivir a la Navidad.

A las cámaras de televisión se asomaba gente de todo tipo: personas que decían conocerle desde la infancia, le surgieron familiares que no estaban registrados en ningún libro de familia cercano a él y ni siquiera aparecían en la raíz de su árbol genealógico, incluso vecinos que no habían vivido en esa calle decían que era buena gente; los amigos del colegio comentaban que nunca fue un buen estudiante; surgieron compañeros del servicio militar, del trabajo…. Los carroñeros, perdón, los representantes de los bancos intentaban ocupar posiciones a la entrada del edificio para ser los primeros en ofrecer sus servicios al afortunado ganador cuando saliese por la puerta.

Era increíble la extraordinaria suerte que había tenido Don Federico Fernández Figueroa, ahora era Don Federico, al ganar la semejante cantidad de dinero con una sola apuesta.

A media tarde los medios de comunicación también interrumpieron su programación. La noticia era muy diferente: habían encontrado al ganador de la lotería primitiva muerto en su casa. Las televisiones volvían a retransmitir en directo: la llegada de coches de Policía, Ambulancias, el juez encargado de levantar el cadáver llegando en un auto negro y con los cristales tintados. De nuevo volvieron a cruzarse las noticias: que si había sido de un disparo; que si había probado el caviar y se había atragantado; que si su esposa le había matado para quedarse con el dinero, que si hubo una extraña visita,… todos los medios de comunicación aseguraban tener los datos más veraces, los más precisos, pero en el descuido de ser los primeros en contar las noticias nadie se dio cuenta que ese día era veintiocho de diciembre.

© Miguel Urda

4 comentarios:

Loli Pérez dijo...

Miguel, me gusta el humor negro que le imprimes a este relato y la manera de contarlo. Es corto pero intenso.

Abrazos
L;)

Shurakay dijo...

Lo del atragantamiento con el caviar, es que es la caña... jejejeje

Víctor dijo...

Hacía días que no pasaba por aquí, Miguel. Me gustó este texto: buen ritmo, bien estructurado, irónico (y no sólo el final), y remate final. Enhorabuena.

Un saludo, y disculpa mi ausencia.

Miguel dijo...

Ya sabes, Loli, que intento aplicar una capa de humor a todo lo que nos rodea.

Víctor, mil gracias de nuevo. Te tengo un poco abandonado pero prometo ponerme pronto al día.

Shurakay, ya ves con lo rico que estan las patatas fritas con huevo y escogío caviar.

Gracias por dedicar vuestro tiempo a leerme. Con ello haceis que cada día me esfuerze más