5/19/2010

Realidades paralelas


Odiaba estas cosas, que la hubiese llamado así de pronto, la fastidiaba. Ya tenía sus planes hechos, pero una compañera suya había tenido un accidente y ella estaba como reserva. Eran cinco días solamente, pero eran muy intensos; prisas, para arriba, para abajo, comer en la calle, etc. Lo peor llegaba después cuando estaba en casa con muchas horas de trabajo por delante.

Cogió una postura cómoda, se colocó las gafas y con bolígrafo en mano comenzó a leer:

“María se despertó empapada en sudor. La eterna idea de estar sola otra vez le atormentaba. Después de dar una vuelta en la cama se levantó, salió al balcón y se fumó un cigarrillo. Le costaba pensar que habría sido un simple juguete para él”.

Solamente había leído tres líneas, las suficientes para poder desconcentrarla de su lectura, apartó a un lado los papeles, que tenía encima de su regazo, se levantó, buscó un cigarrillo en su bolso, a la par que las cerillas o un mechero, intentando no hacer ruido, en silencio, para no despertar a su marido. Cuando tuvo ambas cosas en la mano salió a la terraza a fumar el cigarro. Casi que parecía repetir los mismos movimientos y sentimientos que la protagonista de los papeles que estaba leyendo. Se pudo a recordar y sin esfuerzo alguno le vino el recuerdo y aunque había pasado mucho tiempo, cada vez que le venía a la memoria, éste le provocaba un sabor amargo.

Siempre pensó que fue un juguete para él, pero ella no fue engañada a la relación. Él le dijo: ¡No te enamores de mí, por favor! causo mucho daño a quién lo hace.

Nunca pudo comprobar con total veracidad si decía la verdad o no. Un coche que conducía a gran velocidad le atropelló dejándolo muerto al instante, provocándole el dolor y la duda de por vida. Ha pasado mucho tiempo de aquello. María, -cuyo nombre coincidía con el de la protagonista que coincidencia el mismo nombre que la protagonista, parecían vivir “realidades paralelas”, recuerda con mucha frecuencia aquel noviazgo, más bien motivada por saber si era verdad lo que decía o porque realmente comenzaba a notar algo intrínseco por él.

Sé dio cuenta que el cigarro llevaba un tiempo apagado entre sus dedos. Suspiró y pensó para sí misma: ¡cuantas vueltas da la vida! Regresó al salón y retomó la lectura de exámenes de literatura. Nunca le gustó ser tribunal de selectividad.



© Miguel Urda

2 comentarios:

Loli Pérez dijo...

Miguel, me intrigan las realidades paralelas, me gusta este relato, ¿o sigue? Espero una II parte.

B7s
L;)

Alforte dijo...

Tribunal selectividad?, examenes?? El final es terrorífico ;-)
Bsote