6/08/2010

A mi no me gusta


Yo no soy como esas mujeres que pasan las horas muertas delante del televisor. A mi no me gusta mirar la televisión.

Bueno, no voy a mentir, un poco sí que la veo. Cuando llego por la mañana de llevar los niños al colegio y de haber desayunado con el grupo de madres, me siento un poquito a reposar los churros con chocolate que suele ser a la hora que comienza el programa de Susana Griso, que es una verdadera profesional y una seria competencia en la audiencia para Ana Rosa. Yo os voy a ser sincera, a mi me gusta más Ana Rosa. Vamos que las dos son más profesionales que los Reyes saludando con la mano, lo que pasa que el programa de la Griso es como más formal, menos natural mientras que el de Ana Rosa es más sincero, se critica –perdón, se habla- de una forma directa, expresando lo que realmente dicen los contertulios. Aunque para clase la que tiene Concha García Campoy cuyo programa comienza justo cuando acaba el de Ana Rosa. Me gusta mucho la forma que tiene de entrevistar a los famosos, con esa verborrea tan nítida que parece que tiene metido todo el guión del programa en la cabeza, así que con esa profesionalidad tan profunda me deja tan emboba que cuando me quiero dar cuenta, se me ha echado encima la hora de ir a recoger a los niños.

Evidentemente, anoche se me olvidó poner los garbanzos en remojo para el puchero, porque estaba viendo Cuéntame, así que no puedo hacer de comer lo que tenía pensado. Como me pilla de paso para el colegio la pollería, encargo dos pollos asados y tres raciones de patatas fritas. A los niños le gusta mucho el pollo y como mi marido no viene a comer, pues ya está todo solucionado.

En la comida los niños son los dueños de la televisión y no me dejan ver nada con tranquilidad. Mientras grito a los niños que se pongan a hacer los deberes estoy metiendo los platos en el lavavajillas porque Sálvame está a punto de empezar y hoy hay un debate muy interesante sobre el presunto hijo secreto que tuvo Sara Montiel con Johnny Weisssmuller. ¡Qué me gusta el maricón de Jorge Javier Vázquez! Hablarán mucho de él, pero es un periodista de los pies a la cabeza, cómo maneja los debates, lo que dicen uno y otro, o cuando tiene que criticar –uy, perdón otra vez- que decir algo de alguien pues también lo dice. Se le ve bajito, pero matón. Si uno de mis hijos fuese maricón, -perdón, gay, que queda más fino-, ya me las apañaría yo para liarlo con mi niño.

A las seis los niños tienen clase de ingles, de siete a nueve karate, así que es el único momento del día donde yo puedo ver la televisión con algo de tranquilidad. Aprovecho los intermedios, como son tan largos, para recoger un poco la casa: pongo la lavadora, hablo con mi madre por el móvil y llamo a mi marido para ver que quiere de cenar.

Como yo soy una mujer tan sentimental, me quedo enganchadita perdida al Diario de Patricia. Son unas historias sacadas de la vida misma, aunque a veces me da lastima la presentadora de Antena 3 porque tiene cara de payaso y la gente que va a su programa a declararse se ríen de ella, no sabe imponerse, aunque hay algunas historias que levantan el corazón hasta a un muerto.

Casi sin darme cuenta se me ha echado encima la hora de cenar, y no tengo nada preparado, pero yo soy una mujer de recursos y no me apuro, llamo a Pizzería Juan y le encargo tres pizzas, además tengo ya llena una cartilla de cupones, de esos que te van dando cuando haces la compra allí y yo ya tengo mis quince cupones pegaditos, para que una pizza me salga gratis. Y encima los niños no me protestan, les gusta mucho la pizza.
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Mi marido es el que me discute un poco cuando llega a casa y ve que, otra vez, había pizza para cenar. Yo le digo que no se queje porque anoche pedimos comida del chino. Me lo he camelado con dos besitos y prometiéndole guerra a la noche, pero eso si, será después que acabe la gala de Supervivientes, porque está de lo más emocionante. Ha sido descubierta la doble personalidad de uno de los concursantes. Se dieron cuenta porque orinaba sentado, bueno sentada, bueno como quiera que lo haga, pero yo lo comenté un día a mis chicas del desayuno, que no me daba buena espina, y es que donde yo pongo el ojo...

Cuando le propuse colocar una televisión en nuestro cuarto me dijo que por ahí no pasaba, y como me estaba reclamando para cumplir unos de los mandamientos del matrimonio me he tenido que ir a la cama sin saber si hubo pelea entre Marujita Díaz y Carmen Sevilla en el especial de La Noria, pero lo que no entiende mi marido es que si yo veo Gran Hermano, Supervivientes o un programa de rabiosa actualidad es para poder comentarlo en los desayunos con las mamas de otros niños porque él sabe que a mí no me gusta mirar la tele.

Eso sí, cuando le he dado la guerra que me ha pedido he pensado que era el torero de Supervivientes.


©Miguel Urda

3 comentarios:

T.M. dijo...

Qué pena me ha dado...además es así como la vida misma....¿Qué tendrá la TV que tanto engancha? nos vuelve gilis totalmente. La clave está en no encenderla de buena mañana, y escuchar mejor la radio.
saludos.

Alforte dijo...

Lo mejor es que nadie confiesa ver ese tipo de programas, pero luego están las audiencias millonarias jajaja
Bsote televisivo.

Loli Pérez dijo...

jajajajajajajajajaja
Miguel XDXDXDXD

Qué ironía y qué voz la de tu personaje, lo que me he reído leyenendo la crónica de esta pobre mujer que no ve nunca la tele...

Un abrazote