9/06/2010

No es lo que parece (Detrás de una mirada)


Serán muchos los que piensen que somos dos vulgares copas de vino, que estamos en el suelo a la espera de un oportuno comprador en este mercadillo de segunda mano. Apenas nos miran a pesar de que nos venden por una ridícula moneda. Quizás no sepan la importancia que tenemos y la historia que hemos vivido, ¿acaso no se dan cuenta del escudo que preside nuestro cuerpo?

A simple vista parecemos dos copas sin nada, sin ningún tipo de lujo, lisas, de elegante estilo pero no saben que fuimos fabricadas una a una, con un vidrio soplado de especial calidad. En su día formamos parte de la colección más grande jamás realizada para un Gobierno. Hoy estamos sucias, empañadas, pero a pesar de todo nuestro periplo de exiliadas puede comprobarse la notable calidad de la que estamos hechas, ni un arañazo presentamos. La vajilla de cristal completa era más de ocho mil piezas, entre copas de agua, de vino, de ponche, de champagne… cada una de un tamaño diferente. Éramos limpiadas a mano por delicados pañuelos de lino fabricados expresamente de la India. El servicio tardaba cinco días en tener toda la cristalería resplandeciente y ahora, nadie es capaz de apreciarnos.

Fuimos encargadas para las grandes ocasiones, donde nuestro señor lucía orgulloso un pecho lleno de condecoraciones. Las fiestas daban comienzo con un vals, bailado por el General y su esposa. La música no dejaba de sonar durante días y días. “¡Qué no faltase de nada a los invitados!”, era la consigna general de su anfitrión. Por ellas pasaron, aunque ahora lo niegan, gente de la nobleza europea, banqueros norteamericanos, cantantes, actores y actrices de la época dorada de Hollywood, incluso una reina exiliada, y cualquier persona con un precio disponible para obtener la amistad del régimen.
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Los cambios no son buenos para todo el mundo. Los amigos y adscritos del general huyeron cuando la tormenta política daba señales de comenzar. El miedo y las malas noticias competían velocidad en el pequeño país. El cerco sobre El General se achicaba. La música dejo de sonar, las copas dejaron de brillar. Y hay quienes dicen que incluso murió con una copa de vino en la mano.


© Fotografía María Ureña
© Texto Miguel Urda

2 comentarios:

maria dijo...

Preciosa la historia Miguel....estas dos copas Venecianas pueden estar orgullosas!!!

Loli Pérez dijo...

Cualquier objeto puede tener mucho que contar, un trozo de historia que ya nadie recuerda...

b7s
L;)