1/12/2011

De color rosa -2ª Parte-

− ¿Y cree que él me quiere a mi? –le preguntó Estrella, con voz firme
La adivinadora movió tres cartas, mientras asentía con la cabeza.
−Niña, -exclamó con una voz sorprendida y con un deje andaluz. −Lo tienes loquito por tus huesos, lo dicen estas dos cartas “el mundo” y “el loco”. Tú eres su mundo entero solo tiene pensamiento para ti y lo disho, lo tienes loco, loco, loco. Esta carta nunca falla. “El loco” es la locura del amor, bonita.
−Si, pero yo… -comenzó a decir Estrella
−No hay peros que valga, bonita. El amor es así, loco y él esta loco por tus huesos.
−Pero yo creo que él no me quiere, creo que esta con otra− dijo Estrella
−Con otra, con otra –exclamó la adivina. −Todas pensáis lo mismo, cuando el esta loquito por ti. Y si no míralo, aquí lo tienes en esta carta “el emperador” Es el rey de tu vida y tu la reina de su vida. Me he dado cuenta nada mas verte entrar, pero una es muy profesional y no debe dejarse guiar por los sentimientos.
− ¿Y ve algún embarazo? –preguntó Estrella
−Embarazo ninguno, bonita. Mira esta carta –le dijo a Estrella señalando con la larga uña pintada de color rojo intenso del dedo índice. −Es “la rueda de la fortuna” ¿Sabes lo que eso significa?
No le dio tiempo a responder a Estrella, cuando la adivina comenzó a hablar de nuevo:
−La rueda de la fortuna, ¡ay! Cuanta gente que ha pasado por esta sala hubiese deseado que le saliese esta carta. La fortuna esta en tu vida en forma de amor. Ese chico del que me has hablado te va a llevar al altar. Y vas a ser “mu feliz” –dijo la adivina.
− ¿Esta segura de que no ve ningún embarazo? –volvió a preguntarle Estrella.
−Acaso dudas de mi profesionalidad –le dijo Luna.
Comenzó a señalarle todas las cartas.
−Ninguna carta habla de embarazo. ¿Lo ves? −le dijo poniendo la uña afilada y de un color rojo intenso sobre cada carta.
−Sabe usted, es que mi novio y yo reñimos hace tres días. Y no me ha llamado. Usted cree que…- dijo Estrella
−Esas pequeñas peleas de amor confirman que el amor es solido. Son pequeñas marejadillas que hay que pasar a veces. Pero lo vuestro es mu seguro, me lo dice mi interior- dijo la adivina en un tono andaluz algo descontrolado.
−Entonces, usted cree que él… -comenzó a preguntar de nuevo Estrella.
−Bonita, comienzas a ofenderme con tanta duda. Te recuerdo que ya era vidente antes de nacer −dijo la vidente mostrando un tono con algo de ofensa.
Estrella no dijo nada, solamente la miró.
-Si, perdón, pero es a que veces…
−A veces, a veces… −Le interrumpió la adivinadora. −El amor es así, no hay nada escrito en él. Solo las líneas que vosotros queráis escribir.
Estrella no dijo nada.
Se hizo un silencio en la habitación. El sonido de un claxon se escuchó desde la calle.
−Será mejor que me vaya, señora –comenzó a decir Estrella. −Creo que ya es suficiente por hoy.
−Mi tarifa es de cien Euros, pero como tú me has caído bien y eres una muchacha con suerte te lo dejo en veinte euros.
Estrella dio un respingo en su asiento al escuchar el precio. Cogió su bolso abrió el monedero y sacó el único billete que tenía uno de diez euros, y rebusco unas monedas.
−Sólo tengo diecisiete euros –Le dijo con voz apagada, acercándole el dinero.
−No importa, bonita. El dinero es dinero. Déjalo ahí –Dijo la adivina en un tono airado.
Estrella se levantó de la silla y salió a la calle sin despedirse.


Cuando llegó a casa, sacó del bolso lo que había comprado en la farmacia y fue el baño. Cuando salió hizo una llamada más al teléfono móvil de Marcos, pudo escuchar como la voz automática le decía que el teléfono se encontraba apagado o fuera de cobertura. Volvió al baño. Cogió el predictor y vio que había cambiado a color rosa. Tras un momento de quietud pensativa se quitó el anillo de compromiso del dedo y lo arrojó por el inodoro, apretando seguidamente el botón de la cisterna.


©Miguel Urda

2 comentarios:

Loli Pérez dijo...

Estupendo final, Miguel!!!

b7s

demias dijo...

Lo que mueve esto de la adivinacion. Una vez fui a una. No acerto nada. Se aprovechan de las personas con problemas.
El relato muy bueno.
Solo que yo no hubiera tirado el anillo al inodoro. Sino al monte de piedad para empeñarlo.