5/08/2022

El lunes nos querrán, Najat El Hachmi: una libertad apresurada

 





Dejar atrás un mundo anclado en la tradición cultural vertebrada por la religión, para encontrar la felicidad. Así podría resumirse el argumento de la novela El lunes nos querrán de Najat El Hachmi ganadora del premio del año Nadal en el año 2021. Una historia que permite al lector imbuirse en lo que significa vivir bajo los estigmas del patriarcado al ser hijo de inmigrantes, cuando se está disconforme con ese estilo de vida y se quiere ser libre.

Con la intención de mostrar un amor, y bajo el paradigma de confesión/carta la autora recorre la vida cotidiana de los magrebíes que han trasladado sus costumbres a un país, supuestamente, más avanzado social y culturalmente. Aspectos como la sumisión de la madre (mujer), la veneración (el obedecer y silencio) hacia el hombre, las comidas, las relaciones familiares, los vecinos, el que dirán, el salvaguardar la apariencia, los matrimonios concertados, el uso del velo, etc., queda patente en la novela. Bajo el punto de vista de la protagonista se refleja la dureza de la vida del inmigrante y el intento de seguir con el arraigo de su cultura en el extrarradio de una ciudad como es Barcelona. Es hacer un viaje continuo al interior de sí mismo y al exterior de las costumbres que refleja dos mundos, dos culturas, dos micro vidas que se delimitan a raíz de las vías de un tren que delimitan el extrarradio con la ciudad y la ciudad con el extrarradio y dónde el deseo de pertenecer a la matriz urbana mayor es esencial para seguir viviendo y donde los ojos de la gran urbe hacen la vista por no mirar las postillas de la sociedad arrojadas al extrarradio.

Bien estructurada con capítulos cortos y una narrativa ágil, nos encontramos con dos partes bien diferenciadas en la novela. En la primera construye el presente a través de la ilusión de una chica de diecisiete años. Su deseo de salir de una sociedad anquilosada, de ser una chica normal -léase una chica sin tener tabúes culturales arcaicos– donde puede ir al instituto e incluso a la universidad, enamorarse y ser feliz. Elementos que en la cultura musulmana están al margen o prohibidos para una mujer. Una segunda parte donde la realidad ya ha pasado por el filtro de la ilusión y el resultado es lo que hay y no queda más remedio que vivirlo o aceptarlo. Luchar contra el destino no siempre se puede o no siempre hay un resultado óptimo. A pesar de ello, esos capítulos breves y ágiles son el mayor obstáculo de la novela. La acción transcurre tan deprisa que la autora no se detiene en escenas que requieren más atención para así entrar un poco más en el palpitar de los sentimientos que perviven bajo una consigna religiosa. Incluso hay personajes como La parabólica, por ejemplo, que pide una historia propia; o Javier, construido superficialmente con la intención de reflejar un amor no permitido y que en la historia es desaprovechado.

No es hasta el final cuando queda patente la intención de la autora al dejar al descubierto la idealización de la protagonista del amor. No todo el amor reflejado en la literatura es idílico ni en la vida real lo es. No obstante, los esquejes de conocer la literatura que suelta por toda la novela son innecesarios y parece que quiere decir que ha leído a Bovary, Becquer o Karenina.. Hay muchas formas de utilizar la literatura, para no transmitir la sensación de querer decir que la conoce.

Najat nos aproxima al centro de dos micromundos dentro de dos culturas tan distintas, pero a la vez tan cercanas y que están obligadas a entenderse por la necesidad recíproca de cada una. La novela permite identificarse con la claustrofobia social de una religión, la ansia por tener una vida propia y la ilusión por traspasar las vías de un tren para buscar una libertad, solo que a veces no siempre tiene las características que se había soñado.


© Miguel Urda Ruiz

Texto e Imagen





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