1/26/2023

La biblioteca de la piscina, Alan Hollinghurst: una narración elitista



La biblioteca de la piscina es una novela que, sin tener una relevancia destacada en los anaqueles de las librerías o en prensa, siempre ha obtenido el beneplácito por parte de los lectores que no se dejan llevar por las listas de los más vendidos (o comerciales) desde el año de su publicación en 1988. Es la primera novela publicada del autor inglés, que narra la vida de un joven homosexual promiscuo y adinerado, de veinticinco años donde su vida cambia al encontrarse con el anciano Lord Nantwich en modo flirteo en unos urinarios públicos. Un lugar poco recomendable para un miembro de la aristocracia.

Hollinghurst hace un extenso recorrido por el siglo XX, desde la sociedad del Imperio Británico y deteniéndose especialmente en las colonias donde estaba destinado Lord Natwich, hasta los años ochenta, un periodo en que el SIDA comenzaba a causar sus estragos entre la población homosexual. El autor deja al descubierto la excesiva opulencia de la aristocracia: sus clubs, su forma de ver la vida, como vive un homosexual dentro de ellos, así como el cargo que ostenta le permite usarlo para conseguir privilegios.

La prosa de Hollinghurst es detallada, minimalista, salvaje, brutal, elegante, sexual y hasta elitista me atrevería a decir, lo cual enlaza con la tradicional narrativa más exquisita de la novela inglesa, es decir, está a la altura de Austen, Wolf, Forster e incluso Wilde, icono de la cultura gay por excelencia. Y por lo tanto tiene el requisito esencial que el tiempo exige para calificar una obra maestra en mayúsculas: calidad.

El título extraña a primera vista, pero tiene diferentes lecturas y cometidos en la acción: el nombre con que los alumnos de la escuela privada llaman a los prefectos, bibliotecarios; como la piscina alude a los vestuarios tan visitados por los homosexuales, así como a los restos de una piscina romana situada en el sótano de la casa del aristócrata Natwich y que cobra sentido cuando se llega al final de la novela, pues sorprende que existe una conjugación exquisita entre narración, argumento y título.

Esta obra derrocha una calidad narrativa por los cuatro costados y a pesar, de que la editorial Anagrama prescinde de la etiqueta de novela gay u homosexual y apuesta por una calidad continuada (toda la obra del autor se ha publicado en ella) se sigue manteniendo esa barrera estereotipada sobre novelas de este colectivo y cierto reparo para adentrarse en sus páginas. En el mundo homosexual es una novela de cabecera, pero fuera de ese ámbito son muy pocos los lectores que se atreven con ella y no la toman como opción para una compra o lectura directa, si no que tiene que llegar por parte de alguien esa recomendación. Sin embargo, saben rendirse a ella cuando la acaban.

Allan Hollinghurst no es un autor muy prolífico, es de narrativa lenta y en toda su obra hay aspectos de la hierática e intocable aristocracia británica que no dejan indiferente. No extrañaría que algún día sonará su nombre como Premio Nobel. Sería algo completamente acertado y dejaría constatado que una buena prosa no es cuestión de géneros o temáticas si no de saber escribir.

© Miguel Urda Ruiz

Imagen y texto












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