1/13/2014

Verde como el Hielo




No, no estoy equivocado, están leyendo bien, verde como el hielo, son las palabras que dan título al primer libro de Pedro Sánchez Negreira, un autor que en el año 2011 decidió mostrar sus relatos a través del blog, http://entrenuncayquiensabe.blogspot.com.es, consiguiendo en poco tiempo conseguir seguidores acérrimos de su prosa y de su creatividad.
Es un libro que refleja su adicción al microrelato, género que domina con gran maestría. En estas páginas Pedro Sánchez Negreira aborda temas de la vida cotidiana, de esa vida que es la misma en la que usted o yo participamos y donde de la que perfectamente podemos vernos reflejados como personajes –principales o secundarios–. Son historias que parten de situaciones que todos podemos reconocer y perfectamente podrían desarrollarse o ampliarse en un relato corto, medio o incluso en una novela.
Las ciento noventa y tres páginas de Verde como el Hielo están narradas con una prosa delicada, suave y a la vez hechizadora, que consigue atraparnos en la primera historia y no dejarnos ir hasta llegar a la palabra fin. Una vez satisfecha la curiosidad inicial, el libro te exige volver a él, pero de una forma más pausada, a una segunda lectura para detenernos en los detalles, en los elementos no contados, en la posibilidad de una nueva interpretación de la historia.
Como ejemplo, en sus páginas podremos tener la certidumbre de que los niños siempre dicen la verdad; de que a veces una efemérides es una razón de peso para reafirmarnos en una decisión; nos sorprendemos de cómo un pos-it puede ser el eje en un triángulo amoroso; o cómo continente y contenido incluyen una cláusula especial que a veces se le escapa al lector; el informe de una autopsia revela datos que el forense es incapaz de analizar; el aprendizaje del abuelo siempre tendrá un punto de vista diferente; la incomprensión despiadada la hora en un despido laboral.
La narración de Pedro Sánchez Negreira se complementa con las ilustraciones de Dictinio de Castillo-Elejabeytia, quien ha conseguido captar instantes, trozos de la imaginación de Pedro y plasmarla en dibujos deconstruidos, en mosaicos indefinidos o en aparentes garabatos no aleatorios.
Este libro es el primero a nivel individual de Pedro Sanchez Negreira, partícipe de una nueva generación de microcuentistas, en la que no impera la juventud ni el interés comercial por publicar, sino que está presente el talento, la ingenuidad, su visión particular de lo que les rodea... Entre ellos destacan Elysa Brioa, http://elystone.blogspot.com.es en la que podemos apreciar microrelatos con su particular sonrisa negra y Javier Ximens, http://ximens-montesdetoledo.blogspot.com.es quien a través de Benicio y Justina nos muestra una forma muy particular de ver la vida.
Lo aviso, hay que estar muy atentos a estos autores porque prometen. Se lo aseguro.
El libro está editado por la editorial Zaera Silvar, en la colección Lenguas de Ornitorrinco. (http://www.zaerasilvar.es/silvareditor/catalogo/verde-como-el-hielo/)



© Miguel Urda



10/08/2013

Stoner, John Williams


Había querido ser profesor, y lo fue, aunque
sabía, siempre lo supo,que durante la mayor
parte de su vida había sido uno cualquiera.




Mucho tiempo. Hacia mucho tiempo que no pasaba por mis manos una novela tan intensa, de esas que no podemos soltar hasta llegar a la palabra fin: Stoner, de John Williams –por favor no confundir con el compositor de Bandas Sonoras–.
A lo largo de sus doscientas cuarenta páginas nos encontramos con una historia simple, contada de forma cronológica: la de un profesor de Universidad, William Stoner, en Missouri, en los Estados Unidos de principios del siglo XX, desde que sus padres lo mandan a la Universidad hasta su muerte. Publicada por primera vez en 1965, está claramente influencia por las secuelas que dejó la generación perdida. Nos muestra la melancolía, el desencanto, la tristeza que ocasionó en Estados Unidos la primera Guerra Mundial, la crisis del 29, la ley seca,...
¿Qué es lo que tiene de extraordinario la novela, si narra la vida cotidiana de un profesor de Universidad? Y es eso mismo, el hecho de que sea una historia simple, sencilla, verosímil, lo que nos seduce y nos lleva a continuar leyendo página tras página. Recorremos su historia, desde sus comienzos como estudiante en la Universidad –en un principio va a estudiar agronomía, pero la cambia por la literatura–, su graduación, su boda, sus problemas –tanto en el trabajo como en el día a día–, su descendencia ..., es decir, la vida de una persona, de un ciudadano de a pie, de un individuo que no se rebela contra nada ni nadie, lo que puede provocar que sea considerada como una vida monótona o aburrida. Es la forma ágil de narrar lo que atrapa, cómo nos muestra la vida de William Stoner y la de los personajes satélites que pasan por la vida del protagonista, sobre los que quisiéramos saber más y que son merecedores de tener su propia novela.
Por otro lado surge el inconformismo del lector sobre el modo de actuar del protagonista ante los hechos que se le van presentando: ¿Actúa con coherencia? ¿Es cobarde al no rebelarse, al aceptar todo lo que le sucede?... y es por ese motivo por el cual la novela no deja indiferente al lector, que no puede permanecer pasivo al finalizar su lectura. Bajo una narración sencilla subyace un trasfondo de ideas, de sentimientos que provocan interpretaciones múltiples sobre lo que nos cuenta John Williams en su novela.
Stoner es un libro al que le ha faltado una campaña de publicidad adecuada. Ha sido el boca a boca lo que la ha ido asentando como una de las novelas más recomendadas últimamente. La novela esta publicada en Baile del Sol. Va por su cuarta edición.
Su lectura no defraudará. Estoy convencido.

© Miguel Urda


5/09/2013

Una caja de pannettonne




A un señor le cortaron la cabeza pero como después estallo una huelga y no pudieron enterrarlo, este señor tuvo que seguir viviendo sin cabeza y arreglárselas bien o mal1. Su cabeza cayó olvidada en la esquina de los desechos de la frutería. Yo me la llevé a casa, pero no le dije nada a mamá, ya que se pondría furiosa diciendo que solo le llevo cosas inútiles y que recojo todo lo que me encuentro por la calle. La escondí entre el oso de peluche y el payaso de tela. Por la noche esperaba que todos estuviesen dormidos para sacarla de su escondite. Una noche me habló y me dijo que si la llevaba a la calle.

A la caja de panettone de la Navidad anterior le abrí dos agujeros. Y el sábado por la mañana metí la cabeza dentro y nos fuimos a dar un paseo por el pueblo. Conforme íbamos caminando, le preguntaba si conocía por dónde íbamos. Me decía que sí, que le sonaban algunas calles y comercios. De repente, noté cómo se alteraba y cómo daba saltos dentro de la caja y me decía a la derecha, a la derecha. Miré a la derecha y entendí su agitación.


© Miguel Urda
1Frase correspondiente a Julio Cortázar.
Imagen de Google

1/29/2013

El calendario me ha dicho que...



- Cuando los sueños se hacen realidad y no son del color que esperabas.
- Cuando ves que la vida no danza al ritmo que tú quieres.
- Cuando las piedras están tan vacías que el propio golpe no provoca dolor.
- Cuando te sitúas desnudo delante del espejo y solo transmite una soledad persistente y perpetua.
- Cuando descubres que la persona que quieres es cobarde y opta por seguir bajo la comodidad que otorga la familia.
- Cuando ves que los amigos ya no son tan amigos.
- Cuando te dicen, sin ruido apenas, aquí estoy.
- Cuando compartes con cuerpos anónimos, jadeos, sudor y sábanas y te sientes vacío.
- Cuando la noche parece no tener fin para dar cabida a los pensamientos.
- Cuando consigues la ansiada libertad, pero continuas preso.


Cuando volqué esta entrada en mi blog, la más personal de todas las que he realizado hasta la fecha de hoy mi vida navegaba por la deriva, por debajo de la subcapa freática de los sentimientos. Eran momentos de confusión, de tempestades internas,... Cómo punta del iceberg estaba la salida de una relación cobarde y ni siquiera llegaba a plantearme un futuro, solo eran dudas, dudas y más dudas acompañadas de cierta frustración personal. Hoy el calendario me indica que cumplo años y de una manera intrínseca mi mirada se vuelve hacia el ayer, hacia esa entrada que reflejaba todo lo que yo sentía. Hoy soy distinto y no es porque el tiempo haya transcurrido, que en cierta forma todos sabemos que ayuda a curar herida, sino porque he estado dispuesto a que estas cicatricen; a pasar página; a evolucionar y sobre aprender que:

- Cuando los sueños se hacen realidad y no son del color que esperabas a admitir la nueva tonalidad del sueño.
- Qué la vida danza a un ritmo que difícilmente puedes imponer y alcanzar. Lo mejor es solo acoplarte a él marcando uno mismo el paso cuando lo considere oportuno.
- Qué el vacío dolor que provoca la piedra no sirve para quejarse, ni tampoco es aconsejable devolverla, sino quedarme con ella para que no pueda ser arrojada de nuevo.
- Qué la soledad que transmite el espejo ante mi desnudez es real pero ya no incomoda o molesta sino, todo lo contrario, la disfruto.
- Qué no todos tenemos el mismo de vista del amor y no todos queremos por igual.
- Qué las amistades son perecederas y hay que desprenderse de amistades innecesarias y oportunistas para que otras nuevas lleguen.
- Qué la mejor forma de decir "aquí estoy" sigue siendo en silencio;
- Qué cuando se comparte un jadeo, una sabana y sudor con un cuerpo anónimo no hay más responsabilidad que ese momento de placer;
- Qué cuando la noche parece no tener fin hay un amanecer para vivirlo;
- Qué el preso se habitúa fácilmente a la preciada libertad.

Hoy que cumplo cuarenta y seis años estoy en una etapa de mi vida arriesgada y llena de ilusión. Hace cuatro meses comencé una andadura nueva viniéndome a vivir a Madrid para realizar un proyecto cuya duración son dos años, que a la vez es poco y mucho tiempo y que por la cuenta que nos trae, a la ciudad y a mi respectivamente hemos decidido a llevarnos bien, aunque por el momento debo de decir que todo va encajando de forma perfecta, demasiado bien diría yo y que dada las características y circunstancias de mi vida me permiten proyectarlo. No obstante no permanezco quieto ni impasible a todo lo que me sucede, así como nuevos proyectos e ilusiones ya sean a corto medio y largo plazo existen: Canadá, esa espina que a veces se hace notar y que sin duda alguna tendré que quitármela algún día; Japón también cobra fuerza; proyectos narrativos o literarios;... Eso sí, teniendo en cuenta que debo de disfrutar el presente, el ahora y receptivo a todo, a todo lo que la vida me va poniendo por delante.
Espero que sigamos leyéndonos como mínimo otros cuatro años.
Gracias por dedicarme parte de vuestro tiempo al leerme.

© Miguel Urda

12/26/2012

Impuntualidad formalizada




Sabe usted, doctor, ella juega conmigo, es plenamente consciente de ello.
Cada día llega tarde y bien que me desespera. El segundo día que llegó tarde a clase le hice saber que la puntualidad era algo vital para su buen funcionamiento y no perder el ritmo. Ella asintió a todo lo que yo le iba diciendo y me prometió que nunca más volvería a ocurrir, pero al día siguiente llego con veinte minutos de demora. Delante de todos sus compañeros se justificó echando la culpa al tráfico, y como yo vivo ese problema cada día pues no pude replicarle; el cuarto día apareció cuando la clase llevaba quince minutos empezada, pero si le soy franco yo sabía que iba a llegar tarde. Unos golpecitos en la puerta y entró intentando andar de forma sigilosa pero sus zapatos de alto tacón marcaban con un sonoro ruido cada paso.
— ¡Lo siento! –dijo ella con una voz suave y casi infantil a la vez que despojándose de su abrigo negro que le llegaba hasta los pies, dejando al descubierto una blusa blanca casi transparente donde perfectamente podía distinguirse los encajes del sujetador. Apreté la tiza con más fuerza como forma de contención.
No puedo seguir, doctor, perdóneme pero no puedo seguir así. Es una provocación diaria. Se ha creado una especie de impuntualidad formalizada. Ella sabe que llega tarde a propósito y mediante esa forma tan delicada y sensual que tiene de quitarse el abrigo o gabardina en invierno, o cuando hace menos frío dejando ver el vértice que existe entre sus enormes pechos, sabe que bloquea mi capacidad de reprobarle su demora. No sabe usted, doctor, lo que estoy lo sufriendo. En mis veinte años de profesión nunca me había pasado algo así. No sé que pensar o que hacer, doctor. Me tiene loco, pierdo el sentido. Deseo que llegue la clase para verla pero no quiero que llegue. Tengo miedo, me pongo nervioso, transpiro constantemente, paso las noches inquieto pensando en la primera clase del lunes, del miércoles y del viernes. Porque la veo llegar a ella tarde, con un promedio de unos veinte o treinta minutos y cómo, de forma apurada, intenta tomar el hilo de la clase. No puedo, doctor, no puedo seguir así, no es la típica estudiante recién salida del bachillerato. Días atrás revisé su expediente: acaba de cumplir los veinticinco años y tiene dos carreras terminadas con CUM LAUDE por lo no que puedo quejarme de que sea una mala estudiante y hasta el día de hoy todos los trabajos me los ha entregado con un resultado estupendo. ¿Qué hago, doctor? ¡No puedo seguir así! Cada día que pasa es un tormento. A veces cuando estoy escribiendo en la pizarra noto como su mirada me ametralla, como me observa, como estudia cada gesto mío. Consigue que pierda mi serenidad habitual.
Si he venido hoy a su consulta es porque no puedo más, doctor. Ayer me la encontré por los pasillos de la facultad y claramente vi como se abría el abrigo para que yo pudiese ver su blusa casi transparente. Buenos días, Don José, me dijo con esa voz melosa que sabe poner. Y tuve que correr al baño, doctor, no podía más, mi mástil que últimamente anda sin ganas de desplegar velas me pedía guerra y me masturbé allí mismo como un adolescente. Ya no estoy para estas cosas, doctor, no tengo veinte años, traspaso el medio siglo de edad y las pocas veces que estoy en encima de mi mujer pienso en ella. No puedo más, doctor, no puedo más.
Miguel Urda


Imagen Google

12/05/2012

El silencio inquieto

Hoy abro una nueva ventana a la cultura, es decir, un blog donde voy a ir plasmanado las opiniones de los libros que voy leyendo o de una u otra forma van marcando mi vida lectora.

Comienzo la nueva andadura con una recomendación de Miguel Delibes. 

Dicho sitio es:

http://elsilencioinquieto.wordpress.com


Espero veros por alli.

Gracias 


Miguel Urda 




11/26/2012

GAFAS DE SOL



I

LLUEVE. MANUELA SALE DEL METRO AL EXTERIOR. MIRA HACIA ARRIBA. EN LA MANO IZQUIERDA LLEVA LAS GAFAS DE SOL. COMIENZA A ANDAR DESPACIO. SE COLOCA LAS GAFAS. JULIAN LA VE DESDE EL CAFÉ DE LA ESQUINA. DEJA UNAS MONEDAS ENCIMA DEL MOSTRADOR. SALE APRESURADO. SE COLOCA A UNA DISTANCIA CORTA DE ELLA. NINGUNO DE LOS DOS LLEVA PARAGUAS. COMIENZA A LLOVER MÁS FUERTE. HAY GENTE CORRIENDO EN BUSCA DE COBIJO EN LOS SOPORTALES.
ELLA SE LEVANTA Y JUNTA LAS SOLAPAS DEL ABRIGO NEGRO. ALIGERA EL PASO. ÉL SE COLOCA AL MISMO NIVEL QUE ELLA. LA MIRA. SE DETIENEN AMBOS. LA MUJER VUELVE A ANDAR. JULIAN LE DICE ALGO. ELLA LE GRITA. JULIAN LA COGE DEL BRAZO Y LE SEÑALA EL REFUGIO. SE DIRIGEN ALLÍ. SOLO HABLA ÉL. SIGUE LLOVIENDO. COMIENZAN A DISCUTIR CUANDO ESTÁN CUBIERTOS. ELLA SE LEVANTA LAS GAFAS Y LE HACE UN GESTO INDICÁNDOLE EL OJO. EL HOMBRE SIGUE HABLANDO, PONE LAS MANOS JUNTAS SOBRE SU PECHO. LE DICE ALGO QUE ELLA NIEGA CON LA CABEZA.

II

MANUELA SE DESPIERTA. MIRA A SU LADO DERECHO. JULIÁN ESTA DORMIDO. HAY POCA LUZ. ELLA SE SIENTA EN LA CAMA. SE PEINA CON LOS DEDOS Y SUSPIRA. COGE DEL SUELO UN SUJETADOR ROJO, SE LO COLOCA, SE LEVANTA, DA UNOS PASOS Y SE AGACHA PARA COGER SUS BRAGAS. BUSCA EL RESTO DE LA ROPA. JULIAN SE GIRA. MUEVE EL BRAZO EN BUSCA DE ELLA. LE DICE ALGO A MANUELA. ELLA SE ECHA A LLORAR.

© Miguel Urda



FOTO  TOMADA DE  GOOGLE