3/05/2014

Diario de una novela. Desorden cronológico.


No consigo terminar el capítulo dos. Es como volver insistentemente al inicio de la novela y comenzar a escribir. Decido seguir el consejo de los profesores, seguir escribiendo y ya volveré atrás para atar los flecos narrativos. No puedo detenerme en reescribir algo que seguramente tocaré de nuevo en la reescritura final. El capitulo tres me sale sin dificultad, quizas porque es un cambio de narrador y habla un personaje diferente.
Conforme voy avanzado me sorprendo de los quebraderos que tiene un escritor y que pocas veces los conoce el lector. Escribir el capitulo tres sin tener terminado el capítulo uno o el dos es como querer subir una escalera de mano apoyada en la pared y a la que le faltan los dos primeros peldaños. Esto de escribir la novela sin el orden convencional de los capítulos e ir haciéndolo por partes es algo muy común, igual que en el cine no se rueda una película tal y como la vemos. Lo importante es saber unir lo que se ha escrito antes con lo que se ha escrito después y sobre todo conseguir que tenga una coherencia narrativa acorde con el desarrollo de la novela. No sería la primera ni la última vez que al leer una novela me quedo sorprendido cuando leo algo que no cuaja, bien porque se ha escrito deprisa, se ha trabajado en un capítulo aparte o se ha añadido a última hora.
Tengo todas las anotaciones de los capítulos de mi novela escritas en una hoja de cálculo para no perderme y así sé lo que tengo que escribir en cada capítulo para no perder el hilo narrativo. Es un buena forma de no perderse dentro del tinglado que supone escribir una novela. No obstante, la desorientación suele estar acechando en cada tecla.
© Miguel urda. Texto

Foto. Google

3/01/2014

Diario de una novela. Calendario



Hoy he mirado el calendario y me ha dado miedo. Y he contado los meses que quedan hasta junio: cuatro meses. Son ciento veinte días. ¿Es mucho tiempo o poco tiempo para escribir una novela? Realmente no lo sé (o sí lo sé, pero es una forma de autoengaño, es poquísimo tiempo). Cuatro meses. Decido que lo mejor es planificarme. Ya tengo casi veinte folios y no puedo permitirme el lujo de dudar y volver a comenzar. Lo único que tengo claro es que debo seguir escribiendo. Planificación es lo que necesito. 
Preveo que en una primera escritura la novela alcance los cientos cincuenta folios. Decido que debo tener terminado el primer borrador a finales de mayo para poder revisarlo y reescribirlo en junio, por lo tanto me pongo a hacer cuentas de nuevo. Me quedan tres meses para escribir: marzo, abril y mayo. Si son ciento cincuenta folios lo que tengo pensado, ¿cuántos folios debo escribir por día? Me salen 1,66 folios por día, no está mal, pero ¿debo incluir sábados, domingos y festivos? Creo que no, que mejor dejarlo para reposar los textos y la cabeza -aunque esta nunca descansa-, por lo que de nuevo me pongo a hacer cuentas. Redondeando son sesenta días para escribir ¿a cuantos folios sale el día? A dos folios y medio. No me parece mucho, pero esto también condiciona un poco la calidad de la prosa. ¿Es lo mismo escribir a un ritmo sin presión que con ella?
Miro el calendario de nuevo. Me entra un escalofrio por todo el cuerpo. El tiempo apremiacon velocidad desmedida, de la que no puedo huir. Tengo miedo.
© Miguel urda. Texto
 Foto Google.


2/24/2014

Diario de una novela. ¿Por qué?



¿Por qué? es lo primero que me pregunto cuando estoy delante del folio en blanco y no consigo escribir nada ¿Por qué decidí emprender el proyecto de escribir una novela? ¿Por qué escribir una novela y no un libro de relatos? ¿Por qué escribir? Siempre que me pongo a escribir me las formulo sin llegar a una respuesta.
Una novela. Una novela es el proyecto del Máster de Narrativa que estoy realizando para entregar a finales de junio. Comencé a escribirla con el inicio del curso, en octubre, y lo hice con ganas, con ganas de crear una historia, convivir con unos personaje..., durante un año lectivo. Estuve durante todo el verano dándole vueltas a la trama, al narrador, a los capítulos... Todo lo tenía perfectamente planificado en la cabeza. Fue sentarme a escribir y sorprenderme por la la fluidez con que salían las palabras, llenaba hojas y la novela iba por el camino adecuado. Cuarenta folios, más o menos, escritos hasta finales de noviembre. Buen ritmo, me dije, así tendré acabada la novela mucho antes del plazo final, pero... llegó el temido bloqueo, la consabida duda, y el irremediable dejar transcurrir los días. Leía lo escrito y veía una sin historia sin fuerza para desarrollar una novela, los personajes me salían planos, demasiados o pocos capítulos –según el día–... ¿Solución?: todo a la basura, sin miramientos y sin apenas dolor -o eso quise creer- y llegó la hora de ponerme a escribir de nuevo. No había tiempo para buscar una nueva historia. Diciembre estuvo justificado por la Navidad. Enero llegó con prisas, y mis compañeros me hacían preguntas de cómo iba. Sin nada, en blanco, yo era el único que no avanzaba, pero no me preocupaba –o eso quería creer– yo escribo mejor bajo presión. Febrero hizo acto de presencia y los folios seguían en blanco. Decidí volver al principio, a mi forma de encararme con los problemas literarios cuando algo no sale: compré un cuaderno de rayas en Muji y con mi estuche de bolígrafos y lápices puse rumbo a las cafeterías. Escribir a mano es mi receta perfecta porque no hay lugar para ir borrando palabras, ni copiar, pegar o suprimir, sino que entras de forma directa en lo que quieres escribir y así fue, las palabras comenzaron a fluir con algo de dificultad o temor –me atrevería a decir– y cuando levanté la cabeza tenía escrito un folio, con la letra apretujada, unos cuantos borrones. Aquello sí era como yo quería contarlo, por lo que los sucesivos días seguí el mismo ritual.
El fin de semana pasé a ordenador lo escrito, apenas cuatro folios. De forma inconsciente miré el calendario. Junio estaba a la vuelta de la esquina. El miedo me paralizó de nuevo, llegaron la incertidumbre, el temor a una posible vacilación sobre el momento en que me encontraba ¿Y si no era capaz de escribir la novela? ¿Y si volvía a flaquear a mitad de la historia? ¿Y si no estaba capacitado para escribir?... Me puse a ello acompañado de la terrible sombra que se cierne siempre al escritor. El quinto folio lo escribí directamente al ordenador y así hasta el quince. Punto y final del capítulo uno. Sólo un capítulo -el boceto de un capítulo- de los quince que tengo pensados para la novela en una primera versión. ¿Es mucho o es poco? No lo sé. Pero en ese momento me vino una idea a la cabeza, ¿por qué no compartir mis miedos, mi forma de escribir, mis dudas, mis alegrías, mis avances, mis retrocesos...? Y este es el motivo de esta entrada: ir contando de forma paralela a mi novela todo lo que acontece en su creación. ¿Les parece bien? ¿Sienten curiosidad? Pues... atentos al blog.
  © Miguel Urda (Texto y foto)
 


1/13/2014

Verde como el Hielo




No, no estoy equivocado, están leyendo bien, verde como el hielo, son las palabras que dan título al primer libro de Pedro Sánchez Negreira, un autor que en el año 2011 decidió mostrar sus relatos a través del blog, http://entrenuncayquiensabe.blogspot.com.es, consiguiendo en poco tiempo conseguir seguidores acérrimos de su prosa y de su creatividad.
Es un libro que refleja su adicción al microrelato, género que domina con gran maestría. En estas páginas Pedro Sánchez Negreira aborda temas de la vida cotidiana, de esa vida que es la misma en la que usted o yo participamos y donde de la que perfectamente podemos vernos reflejados como personajes –principales o secundarios–. Son historias que parten de situaciones que todos podemos reconocer y perfectamente podrían desarrollarse o ampliarse en un relato corto, medio o incluso en una novela.
Las ciento noventa y tres páginas de Verde como el Hielo están narradas con una prosa delicada, suave y a la vez hechizadora, que consigue atraparnos en la primera historia y no dejarnos ir hasta llegar a la palabra fin. Una vez satisfecha la curiosidad inicial, el libro te exige volver a él, pero de una forma más pausada, a una segunda lectura para detenernos en los detalles, en los elementos no contados, en la posibilidad de una nueva interpretación de la historia.
Como ejemplo, en sus páginas podremos tener la certidumbre de que los niños siempre dicen la verdad; de que a veces una efemérides es una razón de peso para reafirmarnos en una decisión; nos sorprendemos de cómo un pos-it puede ser el eje en un triángulo amoroso; o cómo continente y contenido incluyen una cláusula especial que a veces se le escapa al lector; el informe de una autopsia revela datos que el forense es incapaz de analizar; el aprendizaje del abuelo siempre tendrá un punto de vista diferente; la incomprensión despiadada la hora en un despido laboral.
La narración de Pedro Sánchez Negreira se complementa con las ilustraciones de Dictinio de Castillo-Elejabeytia, quien ha conseguido captar instantes, trozos de la imaginación de Pedro y plasmarla en dibujos deconstruidos, en mosaicos indefinidos o en aparentes garabatos no aleatorios.
Este libro es el primero a nivel individual de Pedro Sanchez Negreira, partícipe de una nueva generación de microcuentistas, en la que no impera la juventud ni el interés comercial por publicar, sino que está presente el talento, la ingenuidad, su visión particular de lo que les rodea... Entre ellos destacan Elysa Brioa, http://elystone.blogspot.com.es en la que podemos apreciar microrelatos con su particular sonrisa negra y Javier Ximens, http://ximens-montesdetoledo.blogspot.com.es quien a través de Benicio y Justina nos muestra una forma muy particular de ver la vida.
Lo aviso, hay que estar muy atentos a estos autores porque prometen. Se lo aseguro.
El libro está editado por la editorial Zaera Silvar, en la colección Lenguas de Ornitorrinco. (http://www.zaerasilvar.es/silvareditor/catalogo/verde-como-el-hielo/)



© Miguel Urda



10/08/2013

Stoner, John Williams


Había querido ser profesor, y lo fue, aunque
sabía, siempre lo supo,que durante la mayor
parte de su vida había sido uno cualquiera.




Mucho tiempo. Hacia mucho tiempo que no pasaba por mis manos una novela tan intensa, de esas que no podemos soltar hasta llegar a la palabra fin: Stoner, de John Williams –por favor no confundir con el compositor de Bandas Sonoras–.
A lo largo de sus doscientas cuarenta páginas nos encontramos con una historia simple, contada de forma cronológica: la de un profesor de Universidad, William Stoner, en Missouri, en los Estados Unidos de principios del siglo XX, desde que sus padres lo mandan a la Universidad hasta su muerte. Publicada por primera vez en 1965, está claramente influencia por las secuelas que dejó la generación perdida. Nos muestra la melancolía, el desencanto, la tristeza que ocasionó en Estados Unidos la primera Guerra Mundial, la crisis del 29, la ley seca,...
¿Qué es lo que tiene de extraordinario la novela, si narra la vida cotidiana de un profesor de Universidad? Y es eso mismo, el hecho de que sea una historia simple, sencilla, verosímil, lo que nos seduce y nos lleva a continuar leyendo página tras página. Recorremos su historia, desde sus comienzos como estudiante en la Universidad –en un principio va a estudiar agronomía, pero la cambia por la literatura–, su graduación, su boda, sus problemas –tanto en el trabajo como en el día a día–, su descendencia ..., es decir, la vida de una persona, de un ciudadano de a pie, de un individuo que no se rebela contra nada ni nadie, lo que puede provocar que sea considerada como una vida monótona o aburrida. Es la forma ágil de narrar lo que atrapa, cómo nos muestra la vida de William Stoner y la de los personajes satélites que pasan por la vida del protagonista, sobre los que quisiéramos saber más y que son merecedores de tener su propia novela.
Por otro lado surge el inconformismo del lector sobre el modo de actuar del protagonista ante los hechos que se le van presentando: ¿Actúa con coherencia? ¿Es cobarde al no rebelarse, al aceptar todo lo que le sucede?... y es por ese motivo por el cual la novela no deja indiferente al lector, que no puede permanecer pasivo al finalizar su lectura. Bajo una narración sencilla subyace un trasfondo de ideas, de sentimientos que provocan interpretaciones múltiples sobre lo que nos cuenta John Williams en su novela.
Stoner es un libro al que le ha faltado una campaña de publicidad adecuada. Ha sido el boca a boca lo que la ha ido asentando como una de las novelas más recomendadas últimamente. La novela esta publicada en Baile del Sol. Va por su cuarta edición.
Su lectura no defraudará. Estoy convencido.

© Miguel Urda


5/09/2013

Una caja de pannettonne




A un señor le cortaron la cabeza pero como después estallo una huelga y no pudieron enterrarlo, este señor tuvo que seguir viviendo sin cabeza y arreglárselas bien o mal1. Su cabeza cayó olvidada en la esquina de los desechos de la frutería. Yo me la llevé a casa, pero no le dije nada a mamá, ya que se pondría furiosa diciendo que solo le llevo cosas inútiles y que recojo todo lo que me encuentro por la calle. La escondí entre el oso de peluche y el payaso de tela. Por la noche esperaba que todos estuviesen dormidos para sacarla de su escondite. Una noche me habló y me dijo que si la llevaba a la calle.

A la caja de panettone de la Navidad anterior le abrí dos agujeros. Y el sábado por la mañana metí la cabeza dentro y nos fuimos a dar un paseo por el pueblo. Conforme íbamos caminando, le preguntaba si conocía por dónde íbamos. Me decía que sí, que le sonaban algunas calles y comercios. De repente, noté cómo se alteraba y cómo daba saltos dentro de la caja y me decía a la derecha, a la derecha. Miré a la derecha y entendí su agitación.


© Miguel Urda
1Frase correspondiente a Julio Cortázar.
Imagen de Google

1/29/2013

El calendario me ha dicho que...



- Cuando los sueños se hacen realidad y no son del color que esperabas.
- Cuando ves que la vida no danza al ritmo que tú quieres.
- Cuando las piedras están tan vacías que el propio golpe no provoca dolor.
- Cuando te sitúas desnudo delante del espejo y solo transmite una soledad persistente y perpetua.
- Cuando descubres que la persona que quieres es cobarde y opta por seguir bajo la comodidad que otorga la familia.
- Cuando ves que los amigos ya no son tan amigos.
- Cuando te dicen, sin ruido apenas, aquí estoy.
- Cuando compartes con cuerpos anónimos, jadeos, sudor y sábanas y te sientes vacío.
- Cuando la noche parece no tener fin para dar cabida a los pensamientos.
- Cuando consigues la ansiada libertad, pero continuas preso.


Cuando volqué esta entrada en mi blog, la más personal de todas las que he realizado hasta la fecha de hoy mi vida navegaba por la deriva, por debajo de la subcapa freática de los sentimientos. Eran momentos de confusión, de tempestades internas,... Cómo punta del iceberg estaba la salida de una relación cobarde y ni siquiera llegaba a plantearme un futuro, solo eran dudas, dudas y más dudas acompañadas de cierta frustración personal. Hoy el calendario me indica que cumplo años y de una manera intrínseca mi mirada se vuelve hacia el ayer, hacia esa entrada que reflejaba todo lo que yo sentía. Hoy soy distinto y no es porque el tiempo haya transcurrido, que en cierta forma todos sabemos que ayuda a curar herida, sino porque he estado dispuesto a que estas cicatricen; a pasar página; a evolucionar y sobre aprender que:

- Cuando los sueños se hacen realidad y no son del color que esperabas a admitir la nueva tonalidad del sueño.
- Qué la vida danza a un ritmo que difícilmente puedes imponer y alcanzar. Lo mejor es solo acoplarte a él marcando uno mismo el paso cuando lo considere oportuno.
- Qué el vacío dolor que provoca la piedra no sirve para quejarse, ni tampoco es aconsejable devolverla, sino quedarme con ella para que no pueda ser arrojada de nuevo.
- Qué la soledad que transmite el espejo ante mi desnudez es real pero ya no incomoda o molesta sino, todo lo contrario, la disfruto.
- Qué no todos tenemos el mismo de vista del amor y no todos queremos por igual.
- Qué las amistades son perecederas y hay que desprenderse de amistades innecesarias y oportunistas para que otras nuevas lleguen.
- Qué la mejor forma de decir "aquí estoy" sigue siendo en silencio;
- Qué cuando se comparte un jadeo, una sabana y sudor con un cuerpo anónimo no hay más responsabilidad que ese momento de placer;
- Qué cuando la noche parece no tener fin hay un amanecer para vivirlo;
- Qué el preso se habitúa fácilmente a la preciada libertad.

Hoy que cumplo cuarenta y seis años estoy en una etapa de mi vida arriesgada y llena de ilusión. Hace cuatro meses comencé una andadura nueva viniéndome a vivir a Madrid para realizar un proyecto cuya duración son dos años, que a la vez es poco y mucho tiempo y que por la cuenta que nos trae, a la ciudad y a mi respectivamente hemos decidido a llevarnos bien, aunque por el momento debo de decir que todo va encajando de forma perfecta, demasiado bien diría yo y que dada las características y circunstancias de mi vida me permiten proyectarlo. No obstante no permanezco quieto ni impasible a todo lo que me sucede, así como nuevos proyectos e ilusiones ya sean a corto medio y largo plazo existen: Canadá, esa espina que a veces se hace notar y que sin duda alguna tendré que quitármela algún día; Japón también cobra fuerza; proyectos narrativos o literarios;... Eso sí, teniendo en cuenta que debo de disfrutar el presente, el ahora y receptivo a todo, a todo lo que la vida me va poniendo por delante.
Espero que sigamos leyéndonos como mínimo otros cuatro años.
Gracias por dedicarme parte de vuestro tiempo al leerme.

© Miguel Urda