2/16/2025

Primero estaba el mar, Tomás González: al estertor de un mágico realismo


Puede parecer que lo es, pero no lo es y lo descubres cuando entras en la historia y vas atando cabos conforme avanzas en la lectura. Primero estaba el mar; tiene una sintonía propia, aunque la fecha de publicación en 1983 y forma de mostrar los hechos, nos lleva directamente a mirar a Santiago Nasar y su anunciada muerte. Pero el escritor Tomás González tiene su propia idiosincrasia y recurre a la cosmología Kogui para dejar patente que lo primero de todo, antes que la luz, incluso estaba el mar y después llegó el resto de la naturaleza, incluyendo al hombre.

Un matrimonio joven formado por J. Y Elena, marcha de Medellín a una isla (¿paraíso?), con una máquina de coser y una maleta llena de libros como equipaje, para adentrarse en un futuro incierto, pero ilusionados al dejar atrás una vida bohemia que desprende un halo de desencanto.

Una inicial y un nombre propio. Es lo primero que llama la atención de los personajes: ¿por qué el protagonista masculino no tiene nombre y Elena sí? El guiño a la mitología está claro, solo que ella no esperó al héroe. Sin embargo, la historia que lo impregna es el cuento de la lechera, pero eso mismo hace al protagonista valiente: arriesga a pesar de que el lector sepa que no va a conseguir lo que se propone. González va construyendo los capítulos con los hilvanes necesarios y justos para que el lector equilibre la historia y saque sus propias conclusiones.

La narración, que a pesar de su dureza, no defrauda en ningún momento y sus capítulos cortos nos hacen ver que la vida es como una novela o viceversa, donde todo se cuenta en intervalos de imágenes. Una historia intensa, igual que la atmósfera donde viven los protagonistas. Ingredientes o recursos de un realismo: la madera, la vegetación, el mar, la crueldad, la muerte... que construyen el marco narrativo para dejar patente que el hombre está de paso por la tierra, o si me lo permiten, en el mar, que estaba antes. Lleno de dicotomías: débil/fuerte, rico/pobre, señor/siervo... Es la máquina de coser quien da sentido a la historia al intentar reconstruir lo que ya no tiene arreglo por muchas puntadas que se den. La vida no se puede cambiar. Es posible que lo diga la cosmología Kogui, o quizás no haga falta adentrarse en ella para saber que el destino es un aliado del mar; el resto no cuenta, solo son los protagonistas de la historia, pero quien mueve la historia no es otro que el mar. 

Hay que tener más en cuenta a Tomás González o lo que es lo mismo, leerlo más.

© Miguel Urda

Texto y fotografía



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