¿Qué ocurre cuando la amistad de dos escritores, –grandes, por supuesto,– llega a hacerse pública? Primero, que entramos en una parcela de su vida privada; y segundo, un sentimiento de admiración-aprendizaje-envidia, todo junto o separado, da igual el orden, porque lo importante es que el libro reseñado deja al descubierto el intercambio de correspondencia durante cuatro años de Paul Auster y J. M. Coetzee, mostrando su intimidad, pero sin caer en la vulgaridad o traspasar la línea del espectáculo que Guy Debord consideró necesaria o adictiva para el gran público.
Cuatro años de escritura epistolar motivados por una admiración mutua y que tuvo como origen el encuentro de ambos escritores en el Adelaide Literary Festival del año 2008, reto propiciado por Coetzee, manifestando a Auster el deseo de un proyecto común. Aunque no queda claro si son a través de cartas escritas como tal, de emails o mediante fax. Publicado a través de una colaboración entre las editoriales Anagrama y Mondadori en 2012.
No hay un "yo te escribo, me escribes tú" y una respuesta al unísono, sino que es un intercambio de correspondencia cuando uno de los dos escritores lo requiere. Entrar en la intimidad de dos escritores es lo similar a entrar en el vacío de un salto, pues no sabes lo que te puedes encontrar. Ya sea de Coetzee o de Auster, percibimos que bajo la capa de escritor –a veces, puesta a modo de excusa o haciendo gala de ella– existe un individuo con idénticas inquietudes que el ser humano que va cada día a trabajar, o con los mismos problemas familiares que cualquier familia: hijos, suegra, matrimonio, etc. Dialogan sobre temas muy variados, dando cada uno su peculiar visión de los hechos y, por citar algunos, son: la crisis económica del 2008; el gusto por el cine y la adaptación de sus novelas; los nervios del escritor ante una conferencia; errores que comete un escritor o incluso lo que el lector espera de ellos; cómo afrontar una cena de Navidad; o si es pertinente dejar la lectura de una novela a medias, dada su escasa calidad.
El tiempo ha pasado por esta correspondencia dejando elementos que podrían considerarse caducos, pero eso no quita, que se aprecie un valor narrativo tanto de la forma subjetiva, como sobre el hecho concreto o la manera de pensar de cada autor. Uno se queda con las ganas de saber más de ambos.
Paul Auster nos dejó en 2024 y esta parcela de su vida, que él quiso exponer al gran público, no solo deja patente su calidad como escritor; sino que también proporciona una curiosidad acrecentada sobre el resto de la obra de Coetzee. Quedan muchas dudas en el aire, a la par que ninguna, pues el deleite de ambas conversaciones es sublime. Solo lanzar una cuestión a las editoriales: ¿por qué no hay más colaboraciones de este tipo? El lector se lo agradecería.
© Miguel Urda Ruiz
Texto y fotografía