6/15/2025

Bibliotecas, una frágil historia. A. Pettegree y A.D. Weduwen: las entrañas del conocimiento (Parte 2)

 


Parte 2


Las bibliotecas necesitan adaptarse para sobrevivir, como siempre han hecho. [...] Las bibliotecas universitarias, atendiendo a las exigencias de los estudiantes, son ahora en la misma medida centros sociales y lugares de trabajo, y el silencio catedralicio que las caracterizaba es algo del pasado.


Los autores entran en el quid de la cuestión de las bibliotecas y lo que supuso, por ejemplo, en el Nuevo Mundo tras el descubrimiento de América o tras la Guerra de la Independencia en los Estados Unidos de Norteamérica. Y sorprende ver cómo el libro fue (y lo es) un arma de negocio; cómo surgieron los coleccionistas o vendedores de segunda mano, incluso la creación de un catálogo de libros para ser vendidos. Otro aspecto a destacar es la colonización de Oceanía y la apertura de las primeras bibliotecas en Nueva Zelanda o Australia. Detrás de todas ellas hay algo más que ser un simple recinto que acoge libros.

La imprenta tiene su propio apartado y sorprende leer cómo su puesta en marcha fue a lo largo de veinte años y los costes que suponía imprimir, teniendo además como enemigos a los monjes que veían peligrar su labor centenaria.

Para todo aquel que lee, escribe o estudia, el término biblioteca tiene una connotación propia y sabe que es un refugio que le ayudará a crecer en su conocimiento personal. Biblioteca: una historia frágil es un libro para acudir a él porque deja muchas aristas abiertas a la curiosidad y a seguir investigando por cuenta de uno mismo, pues proyecta líneas de futuro y de pasado que al usuario de las bibliotecas se nos pasan de largo. ¿Qué libros deben incluirse en una biblioteca? ¿El canon de clásicos ha sido siempre el mismo en la historia? ¿Los libros de una biblioteca tienen valor emocional o económico? Además, los autores muestran cómo el libro ha sido un arma cultural política (biblioteca de judíos en Alemania nazi, por ejemplo, o dictadores) y que ha sufrido los vaivenes de cada época histórica y ahora, cuando se acaba el primer cuarto del siglo XXI, el libro es objeto de debate, sobre su pervivencia, calidad, títulos impresos, Internet (arma de doble filo). Sin embargo, ahí está y sigue sobre los anaqueles de las librerías, en los estantes de las bibliotecas oficiales y ocupando un lugar privilegiado en los hogares.

Publicado por Capital Swing, pasamos por la historia de las bibliotecas con sorpresa y queriendo saber más, pero queda claro que "el artefacto", como definen al libro sus autores, es un arma muy poderosa en cualquier momento histórico y circunstancia. Al igual que una biblioteca un futuro sin libros, es algo impensable. El tiempo y los libros van de la mano. Queda constatado y reafirmado por los autores A. Pettegree y A. der Weduwn que sabe adaptarse a cada momento de forma discreta, simple, básica; solo hay que mirar a nuestro alrededor y contemplar su presencia.

© Miguel Urda Ruiz

Texto y fotografía







6/09/2025

Bibliotecas, una frágil historia. A. Pettegree y A.D. Weduwen: las entrañas del conocimiento (Parte 1)

 

Parte 1

El libro, el artefacto, ha demostrado ser excepcionalmente resistente a lo largo de   los siglos: sobrevivió a la caída del Imperio Romano, al cambio del medio del  manuscrito a la imprenta, a la Reforma protestante y a la Ilustración, a los bombardeos indiscriminados y a los numerosos intentos de limitar el acceso a textos inaceptables. En tiempos más recientes se ha librado de muchos de los enterradores tecnológicos enviados para llevarlo al crematorio: los microfilmes, los CD-ROM y, ahora, el libro electrónico. La pura condición tangible del libro es un elemento clave de su éxito, como también su versatilidad: manual, tótem, enciclopedia y fuente de entretenimiento. Y la biblioteca, como ubicación y concepto, ha compartido esta mutabilidad. 

Este párrafo es un extracto del libro aquí reseñado y que recoge toda su trayectoria argumental que abarca desde sus inicios hasta la actualidad, pero con un afán incitador para el lector con el fin de remover su curiosidad. Existe una ingente cantidad de libros publicados sobre el origen, el papel, de los autores, de todo el proceso que conlleva el libro, etc., pero que trate sobre el edificio que alberga el conocimiento yo no tengo referencias). Este el referente sobre la figura eterna de la biblioteca de Alejandría, pero los datos que existen son pobres e inexactos; o incluso escritores que escriben sobre las bibliotecas de otros escritores, pero en base a su composición bibliográfica. Muy poco sobre el edificio en sí.

Escrito de una forma amena y con una proliferación de datos que en ningún momento se hacen pesados, sino todo lo contrario; anima a seguir leyendo sobre las entrañas del conocimiento y del lugar que lo alberga. Lo cual lleva directamente a una pregunta que puede carecer de sentido, pero es necesario hacerla porque el tiempo se encarga de modificar los conceptos. ¿Qué es una biblioteca? A lo largo de la historia no siempre ha tenido el mismo significado y utilidad. Pero muy pocas veces se piensa en toda la vivencia que hay detrás. Y eso es lo que nos encontramos en el libro de Andrew Pettegree y Arthur der Weeduwen, un recorrido por las historias de las bibliotecas y sobre todo, su valía según el momento social o histórico. El libro toma como referencia una idea que permuta con el paso del tiempo y es: ¿cuál es el significado de una biblioteca? Es decir, una biblioteca tiene que tener un propósito o una justificación. Parte de los albores de las primeras civilizaciones, las sociedades clásicas donde el conocimiento estaba en manos de los esclavos, pues escribir o copiar era un trabajo tedioso; las bibliotecas en la Edad Media, donde la cultura la ostentaban los monasterios; y lo que supuso el resurgir de las ciudades en el Renacimiento y su adaptación, lo que provocó un traslado a la ciudad de la curia con el fin de seguir manteniendo fieles.

CONTINUARÁ

© Miguel Urda Ruiz

Texto y fotografía



6/03/2025

Desmembrado, Joyce Carol Oates: el alma humana sin aditivos





En alguna reseña anterior lo he dicho: no es fácil leer a Joyce Carol Oates y en este libro de relatos, Desmembrado, lo vuelvo a reiterar. La autora norteamericana recurre al ser humano en su vertiente más transparente o primitiva, donde refleja que las condiciones sociales le dotan de una serie de capas (disfraces) que camuflan sus instintos más primarios y no siempre con una finalidad benevolente.

Si hay algo que está claro es que a Oates, a pesar de su edad (87 años cuando escribo esta reseña) no le tiemblan los dedos (para teclear o escribir a mano) a la hora de manifestar de forma pública los instintos más perversos del ser humano, ya sea a través de un asesinato, una violación o el maltrato hacia la infancia, entre otros muchos aspectos que son los que vertebran su narrativa. Solo apela a que el lector la haga suya. Conocedora de la Norteamérica profunda y que es la más desconocida para el gran público, sus personajes están desgajados de la sociedad. Hay algo que les hace pertenecer, pero en realidad no pertenecen. Buscan cobijo en el alcohol; en matrimonios para huir del qué dirán o incluso de la soledad; o en asociaciones benéficas para que la sociedad vea que, en el fondo, tiene un alma caritativa.

En Desmebrado, todas las protagonistas son mujeres, e hila muy bien los argumentos de cada relato para hacernos sentir de cerca los hechos y la obsesiones que hay detrás de cada una, desde una vendedora de una casa que no quiere ser consciente de que ya no es suya, hasta cuerpos desembrados, como bien dice el título, pasando por bidones de agua con un contenido que te hacen pensar cuando vas al grifo de tu casa; juegos entre realidad y ficción a través de una garza, para acabar con una visión un tanto descarnada de las instrucciones de vuelo.

La autora tiene la facilidad de hacer que su prosa sea cercana, directa y escueta a través de párrafos breves e incluso, me atrevo a decir, simples, pero a su vez es lacerante, incisiva, descarada y es ahí donde entra la diatriba de la narradora con el lector, porque no recurre a técnicas narrativas complejas, ni da rodeos; todo está claro desde el inicio, con unos detalles mínimos, y solo queda ceñirse a los acontecimientos de la narración.

Al terminar de leer a Joyce Carol Oates, el lector ya no es el mismo. Primero, porque sabe que el ser humano puede actuar de la forma que ella lo muestra, y segundo, porque los personajes son perfectamente traspolables a un mundo cercano, ya sea el vecino próximo o lejano, el familiar más odioso o incluso el propio cónyuge. Hay que huir de la aparente fragilidad que presenta la autora (igual que de la dulzura que emite Ana María Matute) porque solo es el envoltorio donde cobija su forma de ver la vida.

©Miguel Urda Ruiz

Texto y fotografía