2/28/2025

La mala costumbre, Alana S. Portero: en la ficha equivocada de una sociedad

 




Hay veces que, sin ser consciente de ello, sabes que eres la ficha diferente del puzzle o que no perteneces a él, pero la sociedad te incita a que sí, a que debes encajar. Y esto es lo que deja patente la primera novela de Alana S. Portero, La mala costumbre,que ha llegado para poner un listón muy aceptable en la narrativa actual española y donde se atisban signos de ser una escritora a tener en cuenta.

Narrada en primera persona, nos muestra la vida de una adolescente atrapada en un cuerpo que no es el suyo. La protagonista es la hija de un matrimonio de clase obrera que vive en San Blas, barrio del extrarradio de Madrid (construido en los años del franquismo con el fin de alojar a trabajadores), y que al llegar a la adolescencia descubre que no es como los demás chicos del vecindario. La escritora madrileña nos hace partícipes de una vida para intentar comprender el sentimiento de ser diferente cuando no sabes por qué y estás en las puertas del ser maduro que desemboca tras la adolescencia. Etapa de preguntas y conflictos, pero donde descubres —o tanteas saber— quién eres.

En la novela no hay un héroe, sino que todos los protagonistas son héroes al intentar vivir en una sociedad construida solo para un estamento concreto como son los fuertes. Portero nos muestra dos tipos de convivencia: la que surge o habita en el vecindario, donde el vecino, en un momento de necesidad, es tu mayor aliado y cómplice, aunque todos conocen —o creen conocer— la vida de todos; y el Madrid central (Chueca) de los años noventa, donde los yuppies, la heroína, las divas de la noche —y no tan noche—, cuerpos que tampoco se encuentran en sus cuerpos hacen ver que la diferencia de género no es tan diferente, solo que no está ubicada en el sitio correcto. La novela provoca un giro a Valle-Inclán y sus personajes variopintos siguen vigentes solo que calcados y actualizados a raíz de los cambios que han surgido en una sociedad donde todo parece que es diferente, pero el poso de la supervivencia permanece intacto. Cada uno tiene luces, sombras y la ciudad destila un aire bohemio camuflado bajo el intento de sobrevivir, aunque Madrid no es un personaje que intervenga, solo permanece impertérrito ante los acontecimientos. Los actores llegan, actúan y dejan paso a otro.

A pesar de estar muy bien construida, el final se intuye desde las primeras páginas. ¿Qué sería del héroe si no tiene un retorno? Pero la autora lo hace de forma coherente y sensata al relato. No hay engranajes sueltos que llamen la atención, sino todo lo contrario. Entran ganas de pedir una segunda parte o un axioma de la novela para entrar en la vida de Eugenia, de Paula, de Antonio el camarero o incluso de Margarita, fiel reflejo de la protagonista. Pero queda claro que, según la ley del tiempo, una vida debe irse para que otra ocupe su puesto.


© Miguel Urda Ruiz

Texto y fotografía

2/22/2025

Crimen y castigo, F. Dostioievski: El crimen de un castigo o un castigo para un crimen en la sociedad

 




Un joven de veintitrés años visita a una vieja prestamista de dinero cuyos intereses de devolución son bastante elevados. A partir de ese momento, la cabeza del protagonista, Raskólnikov, comienza a planificar cómo matarla. En tres líneas, este es el resumen de la novela Crimen y castigo, novela que supone el epicentro de un "género" clasificado como "psicológica".

Escrita de un modo rápido, ya que a Dostoievski le apremiaban las deudas, causadas por su afición al juego y narrada en tercera persona, nos muestra a Raskólnikov, un personaje atormentado, aunque no se arrepiente de haber cometido un crimen, sino todo lo contrario, está convencido de que ha hecho un bien para la sociedad. Extirpar un mal para cuestionar al lector si el asesino es una persona mala o acaso es un deshecho del colectivo. La avaricia, ¿cómo debe interpretarse dentro de la sociedad? Sin embargo, Raskólnikov no comete un crimen, sino dos, pero a su vez es un personaje pobre, que no roba por afán de lucro. Siempre está corto de dinero; incluso cuando solo tiene unas pocas monedas en su raído bolsillo, paga un funeral al ver la pobreza de la familia y que no son capaces de poder pagarlo. Lo que se traduce en una dicotomía para mostrar que la sociedad no es perfecta, tiene grietas, socavones y en todos ellos hay personas que se manejan al margen y consiguen un beneficio. ¿Cómo es la persona que intenta eliminar la fricción de una sociedad, teniendo en cuenta que es ella quien establece qué es lo bueno y lo malo, lo que debemos hacer y no hacer? La conciencia vertebra toda la novela, a nivel individual y a nivel colectivo.

El escritor ruso es un verdadero maestro del artífice narrativo para elaborar la trama, hilvanar personajes, acción, suspense, etc. y conseguir que en ningún momento decaiga el interés y cada pieza, cada capítulo, cada parte esté perfectamente integrado con lo que le precede o antecede –aunque con algún error nominal–, cuando hoy en día se escribe apoyados en programas informáticos de texto o incluso los hay creados especialmente que dicen al escritor cuándo debe integrar una acción, un diálogo, cambiar de capítulo y demás estrategias. Escribir una novela de más de seiscientas páginas recurriendo a la mente y a papeles manuscritos únicamente deja en evidencia la grandeza del escritor, aunque Dostoievski es un autor que no tuvo reconocimiento en su época; fue Mijtail Bajtin, quién lo leyó le otorgó su mérito y colocó en la historia de la literatura.

¿Cómo se ve la novela cuando estamos acabando el primer tercio del siglo XXI? Es una novela por la que el paso del tiempo no ha mermado la calidad. Bien es cierto que hoy en día se lee diferente a hace ciento cincuenta años y la tecnología nos ha proporcionado unos recursos visuales que no hace falta que las descripciones sean tan detalladas y minuciosas, pero ha envejecido mejor que otras novelas rusas, como por ejemplo Anna Karenina.

Publicada por Alba Clásica Maior, y traducida del ruso por Fernando Otero Macías, adentrarse en sus páginas es una inversión a corto, medio y largo plazo para el alma con rentabilidad asegurada.

© Miguel Urda

Texto y fotografía

2/16/2025

Primero estaba el mar, Tomás González: al estertor de un mágico realismo


Puede parecer que lo es, pero no lo es y lo descubres cuando entras en la historia y vas atando cabos conforme avanzas en la lectura. Primero estaba el mar; tiene una sintonía propia, aunque la fecha de publicación en 1983 y forma de mostrar los hechos, nos lleva directamente a mirar a Santiago Nasar y su anunciada muerte. Pero el escritor Tomás González tiene su propia idiosincrasia y recurre a la cosmología Kogui para dejar patente que lo primero de todo, antes que la luz, incluso estaba el mar y después llegó el resto de la naturaleza, incluyendo al hombre.

Un matrimonio joven formado por J. Y Elena, marcha de Medellín a una isla (¿paraíso?), con una máquina de coser y una maleta llena de libros como equipaje, para adentrarse en un futuro incierto, pero ilusionados al dejar atrás una vida bohemia que desprende un halo de desencanto.

Una inicial y un nombre propio. Es lo primero que llama la atención de los personajes: ¿por qué el protagonista masculino no tiene nombre y Elena sí? El guiño a la mitología está claro, solo que ella no esperó al héroe. Sin embargo, la historia que lo impregna es el cuento de la lechera, pero eso mismo hace al protagonista valiente: arriesga a pesar de que el lector sepa que no va a conseguir lo que se propone. González va construyendo los capítulos con los hilvanes necesarios y justos para que el lector equilibre la historia y saque sus propias conclusiones.

La narración, que a pesar de su dureza, no defrauda en ningún momento y sus capítulos cortos nos hacen ver que la vida es como una novela o viceversa, donde todo se cuenta en intervalos de imágenes. Una historia intensa, igual que la atmósfera donde viven los protagonistas. Ingredientes o recursos de un realismo: la madera, la vegetación, el mar, la crueldad, la muerte... que construyen el marco narrativo para dejar patente que el hombre está de paso por la tierra, o si me lo permiten, en el mar, que estaba antes. Lleno de dicotomías: débil/fuerte, rico/pobre, señor/siervo... Es la máquina de coser quien da sentido a la historia al intentar reconstruir lo que ya no tiene arreglo por muchas puntadas que se den. La vida no se puede cambiar. Es posible que lo diga la cosmología Kogui, o quizás no haga falta adentrarse en ella para saber que el destino es un aliado del mar; el resto no cuenta, solo son los protagonistas de la historia, pero quien mueve la historia no es otro que el mar. 

Hay que tener más en cuenta a Tomás González o lo que es lo mismo, leerlo más.

© Miguel Urda

Texto y fotografía



2/10/2025

Ru, Kim Thúy: la vida, no siempre es vivir




Hay veces, no demasiadas, que la crítica literaria tiene razón, como es en este caso. Ru, una única palabra para narrar la vida de Ann Tῑnh en el exilio que debe de emprender a raíz de la Guerra de Vietnam. El significado del título de la novela en vietnamita se traduce como "flujo – de sangre, de dinero–", mientras que en francés es "arroyuelo", término apropiado en ambos idiomas para establecer el epicentro de la vida de la protagonista.

Es una novela que pasa disimulada por los anaqueles de las librerías y bibliotecas; solo el boca a boca ha provocado un efecto contagioso. Escrita, casi, a modo secuencial bajo una narración simple (cuando hay calidad se nota), pero con una prosa rozando los límites de la poesía, muestra los hechos que llevan implícitos una guerra y lo que el ser humano padece por intentar vivir. Presente y pasado conjugados narrativamente a la perfección. La guerra, la pérdida de los valores tradicionales, los hijos, el futuro, el consumismo, el amor (por la pareja, por la patria, por los hijos) están engarzados en la novela de tal forma que no es consciente de lo que está leyendo porque necesita terminar la historia. En una guerra da igual si eres partícipe, estás a favor o en contra e incluso es muy difícil distinguir y esclarecer quiénes son los perdedores o los ganadores, si es que en realidad los hay, pues habría que clarificar el bando de cada uno y lo que representa. El exilio siempre supone comenzar desde cero, tengas la edad que tengas y la cultura que tengas. La autora coloca a su protagonista en la zona francófona de Canadá, al igual que hizo ella, aunque no queda claro si la novela es autobiográfica o no, pero a buen entendedor/lector pocas palabras más que decir.

La verdad, casi siempre, duele. Ser consciente de que lo que cuenta ha pasado, de que el ser humano es caprichoso, cruel y miserable cuando sus miras son unos intereses propios, lo sabe el lector. Conocer que los hechos que cuenta Kim Thúy son verdad, —sean biográficos o no es otra cosa—, pero la guerra la crea el hombre, sin tener en cuenta sus consecuencias. El pueblo vietnamita sabe lo que es padecer la guerra que marcó un antes y un después en Estados Unidos como país perdedor, pero, aunque ganes una guerra, siempre hay perdedores dentro de ella. Sobre todo, cuando el exilio te hace pagar una factura con la pérdida obligada de tus raíces y te provoca la duda de si debes volver o es conveniente volver al sitio que una vez perteneciste, pero solo te queda el nombre familiar. El progreso avanza a la misma velocidad que la guerra. Sin mirar las consecuencias y sin preguntar.

Conocer a la escritora Kim Thúy supone conocer la verdad en manos de sus protagonistas. Oriente no es solo Japón o China. Hay una literatura (Viternamita, Coreana, por ejemplo), buena narrativa, que viene con intenciones de quedarse y mostrar su forma de ver la vida o, lo que es lo mismo, de vivir la vida.

Texto y fotografía

© Miguel Urda

2/04/2025

Vengo de ese miedo, Miguel Ángel Oeste: cuando el dolor es verdadero






Comenzar una narración en alto y mantener el ritmo durante una novela no es fácil. Tienes que tener muy buena destreza con la prosa y sobre todo con el argumento. El autor malagueño lo consigue en un principio al iniciar la historia con la noticia de la muerte de la madre del protagonista justo cuando iba a tomar un vuelo. Lo que detalla a continuación es la disección, sin prolegómenos, de una familia a la que le viene grande tal denominación. Porque no todos los individuos valen para el matrimonio, ni para ser padre/ madre, o para amar.

A través de la autoficción —¿Cuánto hay suyo en esta historia?— plasma la desestructuración de una familia de clase media y la violencia doméstica en los años ochenta. Dos engranajes que van unidos, pero sin saber cuál va primero o qué desencadena lo siguiente. 

Vivir de rodeados de sexo, drogas y alcohol, además con la distinción de que el mayor se lleva todos los palos mientras que el pequeño por alguna razón que se nos escapa recibe más benevolencia por la parte del progenitor, y siempre bajo el cobijo de la "abuela" que "paciente" todo lo ve y todo lo "acepta" aunque a su generación no se le permitió quejarse o expresar sus sentimientos. Y si la infancia es el pilar que define la madurez del individuo, cómo será la persona adulta que ha crecido rodeado de todo ello. Miguel Ángel lo muestra al hacer ver como el presente de su personaje está plagado de los miedos forjados en el ayer e intenta que no revierta en la familia que ha construido o las personas que tiene a su alrededor. Aunque hoy en día hemos avanzado en cuestiones de violencia (doméstica, de géneros…) En la época de los albores de la democracia la sociedad era otra y todavía se miraba a otro lado. En un bloque de vecinos todo se sabe, o por lo menos se intuye lo que pasa cuando los gritos, los golpes y las visitas de la policía son habituales. Y ahí radica la cuestión de la novela, te hace partícipe de algo que el lector sabe que existe y que quién más o quién menos conoce algún caso cercano, familia o conocido próximo, y el silencio y hermetismo con que se rodea todo. 

Al dolor uno se acostumbra o se habitúa, lo acepta como tal, pues, es lo que ha tocado vivir. La primera pregunta que surge en torno a la historia es por qué no tomó otro camino cuando tuvo la mayoría de edad o porqué siguió viviendo en la misma ciudad o barrio que abastecen el infierno de su cotidianidad. Desprenderse del pasado no es fácil y más cuando las heridas supuran al saber que tu progenitor está cerca y merodea en tus mismos lindes, lo cual muestra que la cobardía siempre está al acecho y puede asomar por la puerta. Sin embargo, llega un momento donde la narración parece estereotipada: los malos son los padres que crean el infierno y los hijos tienen que aprender a salir de él. Una prosa que requiere una depuración para centrarse en el verdadero asunto y narrarlo de forma más continúa sin tantos saltos de página con la finalidad de aumentar el grosor de la novela. Pero también se puede sentir cierto rechazo hacia ese protagonista o narrador en primera persona que nos hace creernos cada una de las palabras que escribe porque no existe el temor de que tenga un punto de vista diferente. La verdad es única cuando solo hay una versión.

El miedo está en el presente y en el pasado de cada vida o de cada ser humano. Es algo innato, y a veces hasta necesario para superarlo.


© Miguel Urda Ruiz

Texto y fotografía