3/30/2010

Un Marlon Brando muy particular -2ª parte-

Cuando usted venía a casa, frecuencia que fue aumentado con excusas banales conforme yo iba creciendo y adentrándome en la adolescencia, yo corría a meterme al cuarto que compartía con mi hermano alegando que tenía que estudiar, pero usted bien que se las inventaba para que yo saliese a saludarla, tanto a la llegada como a la partida y a darle dos besos.
¿Qué edad tendría usted por entonces?
Un día se lo pregunté a mi madre, la cual me contestó que había cinco años de diferencia entre Doña Paquita y ella.
-¿Y cuántos años tiene usted, madre? –le pregunté.
-Doña Paquita cumplió en el mes de las flores cuarenta años, pero ya la ves, hijo, está como una flor ceniza, viuda, sin hijos y con una mirada de mujer marchita.
Desde que mi madre me la definió así, usted cobró una atención especial para mí. Aunque seguía rehuyéndola, pero cuando usted me acosaba, me fijaba en todos sus detalles. Lo primero que pude comprobar eran sus ojos. Intenté buscar lo que mi madre había dicho, pero yo no vi nada, solo unos ojos marrones. Tardé mucho tiempo en comprender la tristeza de sus ojos.
Me consta que yo fui importante para usted, pero usted no lo fue para mí. Guardé el secreto para siempre, su secreto. No era mío aunque, más tarde me di cuenta de que al callarme, me hice su cómplice. Fue la única pregunta que le hice en aquella primera visita que me hizo a la residencia de estudiantes:
-¿Qué cree usted que diría mi madre si supiese que me obligó a acostarme con usted?
Con su elegancia innata no respondió, dirigió su mirada a una orla con la fotografía de la promoción del año anterior a la mía. Y me preguntó:
- Ya te queda poco para acabar la carrera, ¿no?
Creí que había me liberado de usted cuando marché a la ciudad a estudiar la carrera; pero cuando menos lo esperaba, me encontraba con la ausencia de sus besos, de su delicada y suave ropa interior blanca, de su piel nívea. Usted siempre fue muy astuta, Doña Paquita, nunca permitió algo más, solamente momentos. Consiguió aplacar mi rebeldía, fue atrapándome despacito, enseñándome el sexo paso a paso incluso, aprendiendo los dos a la vez. Nunca he sido capaz de explicarle a mi mujer el por que aborrezco la mantequilla. ¿Se acuerda? Usted había visto la noche anterior “El último Tango en París” y quiso que yo fuese su Marlon Brando particular. Se creó una rutina mensual, una visita a la capital, una pensión discreta y muchos momentos de jadeos.

Todo cambio el día en que usted se enteró de que yo tenía novia formal. Ese día no permitió que yo acariciase su piel ni quiso oír ningún susurro, nada .No quiso atenerse a razones, me dijo que la había engañado, que había jugado con ella. Que la había defraudado. Sería mejor dejarlo. A partir de ese momento, se cancelaron las visitas a la ciudad.

Solo la vi una vez más, en el entierro de mi padre, ella, astuta como siempre, se las ingenio para esquivarme y evitar darme el pésame.
Desde lejos, pude comprobar que el tiempo había corrido muy deprisa por ella.

© Miguel Urda

3/27/2010

Un Marlon Brando muy particular -1ª parte-

.
Hay llamadas de teléfono que no dejan buen sabor de boca. Era mi madre quien me llamaba para comunicarme la muerte de Doña Paquita. En un principio, la noticia me ha dejado indiferente o, por lo menos, eso he intentado mostrar. Mi mujer me ha preguntado si la quería mucho, si fue parte importante en mi vida. No he sido capaz de responderle, tampoco ella ha insistido y he intentado continuar con lo que estaba haciendo, pero hay cosas que, por más que uno intente olvidarlas, no se consigue fácilmente. Muchas veces pretendemos ocultar los recuerdos innecesarios en vez de afrontarlos, aceptarlos como parte de uno mismo. En un momento pensé ¿cuántos recuerdos hay en la vida que no queremos recordar? Una barbaridad. Pero la mente no juega así, no te deja tener los recuerdos a tu antojo. Cuando menos te lo esperas, ¡¡Zass!! Va y te los arroja al presente, en el momento que tú menos esperas. Y así me ha sucedido a mí.
Era muy joven cuando todo comenzó, (con los catorce años recién cumplidos) y por eso he intentado olvidar todos estos años. A veces me pregunto si lo hice de forma premeditada, pero la inocencia intrínseca de la adolescencia me provocó que lo realizase así. Con el paso del tiempo y la experiencia que la vida te hace adquirir, he aprendido que lo primero es ser sincero con uno mismo, si no, todo lo demás carece de valor alguno, y con semejante consigna debo decir que nunca he olvidado los besos de aquella primera vez y la forma en que usted, Doña Paquita, me atrapó para llevarme al huerto. Sí, de una forma premeditada y literal, me llevó al huerto de su Hacienda.
Quizás había algo de mí que yo no sabía y que usted sí y era lo que provocaba que me pusiese nervioso cuando la veía en casa con mamá. Sentía como me miraba, como su mirada me atrapaba y seguía todos mis movimientos. Cuando nos encontrábamos por el pueblo, intentaba esquivarla, pero un día usted se quejó a mi madre:
-Hay que ver, Matilde, que tú chico mayor me ve por la calle y no me saluda.
Mi madre me regañó y me castigó sin el postre de los domingos durante todo el mes.
- Que yo no me entere que veas a Doña Paquita y no la saludas –me dijo mi madre, con una voz que había que tener mucho en cuenta.
De esta manera, me vi obligado a saludarla cada vez que la veía. Aunque más de una vez me entro ganas de sacrificar el arroz con leche y canela de los domingos por no darle los dos besos que usted me exigía. Estoy convencido de que usted sabía mis pasos y mi rutina diaria y, cada vez que podía, salía a mi encuentro.
-Pero, Guillermito, hijo, ¿No le das dos besos a Paquita, la amiga de tu madre y de toda la familia? Pero qué criatura más linda. Ojalá Dios te dé mucha salud.
Y yo sin poder llegar a protestar o esquivar los dos besos, porque no eran unos simples besos: usted me agarraba, me apretaba contra su regazo, un achuchón que hacía incrustar mi cara entre sus pechos y hacía que me empapase de su aroma. El olor a jabón Heno de Pravia siempre lo he asociado a usted así como la colonia Maderas de Oriente.
Nunca le dije, doña Paquita, que este olor la delató el día que fue a visitarme a la Residencia de estudiantes. ¡Cómo se las ingenió para sacarles la dirección a mis padres con la excusa de que iba a la capital y me llevaría un paquete con embutidos!
-Matilde –le dijo usted a mi madre-, voy a la capital a resolver unos asuntos; si quieres que le lleve algo a Guillermito, por mí encantada. El pobre, con tantas leyes como tiene que meterse en la cabeza, imagino que no tendrá tiempo para comer en condiciones.
Cuando me anunciaron que tenía una visita, me extraño, pero conforme fui andando hacia la sala de visitas, ya supe que era usted. Y allí que estaba cuando atravesé la puerta. De pie, vestida de negro, siempre la conocí de negro, doña Paquita. Creo que se habituó tanto al luto, que pasó a formar parte de su piel. Y delgada, muy delgada, ahí estaba, junto a un paquete envuelto en papel de periódicos, por algún lado se entreveía El caso, que reposaba en una mesa. Nada mas verme, corrió a mi encuentro, me dio dos besos y un intenso abrazo obligado acompañado por el olor a Maderas de Oriente. Pocas veces le he dado las gracias a Dios, pero una de las veces que más se lo he agradecido fue cuando estaba prohibido subir visitas a nuestro cuarto. ¿Cómo le hubiese a usted gustado ver mi lecho? Me la estoy imaginando tirada allí, encima de la áspera colcha azul marino, abriéndose la camisa y reclamándome. “Ven, ven Guillermo, ven. Hazme tuya… Ven, ven… Hazme tuya”.

CONTINUARÁ
.
©Miguel Urda

3/24/2010

Detalles


Cuando le presentarón a su nueva compañera de trabajo, como siempre, él se enamoro al instante.
Tras mucho insistir, ella accedió a una cita.
El se esmeró en todos los detalles: rosas, champagne, fresas, luz tenue, música suave…
La noche estaba siendo increíble.
En el momento más íntimo de la velada él la llamó por el nombre de su ex mujer.

©Miguel Urda

3/20/2010

DOMINGO

Hoy sábado acaba mi experiemento-creativo-literario. Quiero dar las gracias a todos los que de una u otra forma me habéis hecho comentarios, ya hayan sido por e-mails, por el blog o en viva voz. He tomando buena cuenta de todo lo que me habéis dicho. Hay cosas que me han sorprendido y otras que esperaban que fuese así, pero todo queda anotado para seguir trabajando en él.
No me ha sido fácil adaptar casi veinte folios a el formato que este medio exige para leer y es posible que a vosotros os haya resultado algo pesado a lo último, personajes que no cuadran en un pensamiento lógico, silencios, alguna incoherencia... pero he considerado que era necesario hacerlo de esa forma, para obtener el resultado que yo quería obtener.


G R A C I A S
Miguel


Domingo 15
He dormido solo en casa. Ni una escusa, ni una justificación de su ausencia. Incluso diría que faltán cosas suyas en el cuarto de baño.
Como forma de compensación he ido a relajar mi cuerpo. Hoy le ha costado más a la prostituta que me corriese. No consigo empalmarme. Me estoy quedando arruinado entre las putas y el psicólogo.
Igual debería tomar una decisión. Ponerla entre la espada y la pared, aunque es posible que ella ya haya tomado la decisión. Creo que yo saldría perdiendo. De todas soy un perdedor nato desde que nací, no le temo a la verdad, solo le temo a una soledad obligada.

©Miguel Urda

3/19/2010

SABADO


Sábado 14
Me he armado de valor y se lo he preguntado: “¿Tienes un amante?”
Cómo respuesta, he recibido un esbozo de sonrisa.
¿Es justo? ¿Me merezco este trato?
¿Cuántos días hace que no hablamos? Quisiera que me hablase, que me mirase a los ojos y me dijese “si” o “no”. Duele más la incertidumbre que la verdad.
Las horas pasan con una inexorable lentitud.
Los sábados el teléfono esta mudo. Presiento que esto llega a su fin. El silencio hace un daño mortífero. Mi soledad es cada vez es más acusada. La temo a pasos agigantados.

© Miguel Urda

3/18/2010

VIERNES


Viernes 13
¿Debo ser supersticioso? Le temo a este día y no es porque sea viernes y trece, sino porque significa el comienzo de cuarenta y ocho horas de densa tensión, de silencios incómodos en casa, donde el tiempo parece no querer transcurrir.
Hoy me he preguntado si tendrá un amante. Igual ésta es la respuesta a todas mis preguntas, pero en caso de que sea afirmativo, ¿por qué continuar con esto?
Once de la noche. Acaba el viernes, me voy adormir. Igual consigo despertar el lunes.
©Miguel Urda

3/17/2010

JUEVES

A lo largo de esta semana (de domingo a sábado) iré volcando aquí un diario-experimento-creativo-literario que estoy intentando desarrollar. He adaptado el tamaño de las entradas a la rapidez que exige el lector internauta. De las opiniones o comentarios que vosotros me deis optaré por un camino u otro para seguir trabajando en estos textos.
Miguel

Jueves 12
¡Que mierda de vida! El psicólogo me ha preguntado si creo que tengo la culpa de algo. Sí que la tengo. Tengo la culpa de quererla tanto. “¡Qué mierda de vida!”, me digo a mí mismo repetidas veces. En ocasiones creo que ir a terapia me pone peor, me deja más trastocado de lo que yo iba. Dicen que eso es bueno, que te hace replantearte las cosas de otra forma. No estoy muy seguro de que sea así ¿Cuántas preguntas le formulo al hombre que está detrás de la mesa? Y no me responde a ninguna con claridad. “Te doy caminos, opciones para que tú tomes lo que creas más conveniente o correcto”, me dice. ¿Cuál es el camino correcto cuando ves que tu mujer te ignora, pasa de ti?
©Miguel Urda

3/16/2010

MIERCOLES

A lo largo de esta semana (de domingo a sábado) iré volcando aquí un diario-experimento-creativo-literario que estoy intentando desarrollar. He adaptado el tamaño de las entradas a la rapidez que exige el lector internauta. De las opiniones o comentarios que vosotros me deis optaré por un camino u otro para seguir trabajando en estos textos.
Miguel

Miércoles 11
Las prisas matutinas han provocado que nos encontremos los dos casi desnudos en nuestra habitación. Yo salía del baño hacia el cuarto y ella entraba. Ha sido un momento incómodo para los dos, pero creo que para mí algo más. Al ver su cuerpo desnudo envuelto únicamente en una toalla he recordado lo mucho que nos amamos tiempo atrás. Me gustaría preguntarle si aún me quiere. Y no es que me falte valor, solo que no obtendría ninguna respuesta por su parte. Ella apartó la mirada cuando me vio salir con la toalla alrededor de la cintura. ¿Abrumada? ¿Sorprendida? No lo sé.

Me doy cuenta de que hay días en que salgo de casa con el pensamiento trastocado y regreso así, sin poder apartarlo un momento de mi cabeza.

Hoy he acudido al placer de pago de nuevo, pero creo que lo utilizo como una forma de desahogo de mi vida diaria. Ya soy conocido en la casa de citas, casi siempre las chicas son diferentes, excepto las que te reciben. Es un mal rato el que paso, por mucho que uno use sus servicios. Hoy he tenido un “gatillazo”; sí no se me ha levantado, pero no me ha preocupado, y creo que a la persona que estaba conmigo tampoco. Ella solo pone su cuerpo y, en esa situación, no tiene derecho a opinar. Son las circunstancias las que me provocan esto.

Cuando termino, me siento sucio, culpable. ¿Por qué?

© Miguel Urda

3/15/2010

MARTES

A lo largo de esta semana (de domingo a sábado) iré volcando aquí un diario-experimento-creativo-literario que estoy intentando desarrollar. He adaptado el tamaño de las entradas a la rapidez que exige el lector internauta. De las opiniones o comentarios que vosotros me deis optaré por un camino u otro para seguir trabajando en estos textos.
Miguel
Martes 10
Más de una vez pienso que me gustaría acabar con todo esto de forma inminente. Hoy hemos discutido por una tontería, la rotura de una taza de café. Si soy sincero, me ha sacado de mis casilla, me hubiese gustado matarla allí mismo, estrangularla en la mesa de la cocina, intentando imitar alguna escena de cine negro clásico. He tardado mucho tiempo en tranquilizarme. Cogí el coche y me marché porque no me veía responsable de mis actos. Cuando he parado a repostar gasolina me eché a llorar. ¿Por qué esta situación? ¿Por qué ha cambiado tanto ella? ¿Dónde está toda aquella ternura? ¿Por qué me maltrata de esta forma? Ella sabe que la quiero, que lo es todo para mí. No lo entiendo. Cuando comenzó el distanciamiento, le propuse ir a una terapia de pareja pero ignoró mi propuesta. No obstante a pesar de todo lo que me está haciendo sufrir, lo vuelo a repetir: yo la quiero. Aún me gusta verla dormir, sentir su olor en la casa, notar su presencia.
Llevo sufriendo mucho tiempo y sin una razón, sin un por qué. El terapeuta me lo dice: “hay veces que no somos conscientes del dolor que provocamos”, nos metemos en nuestro mundo y no dejamos participar al otro. No le he dicho que voy a un psicólogo; pero esto me duele menos que el hecho de acudir a la prostitución. Cuando voy a ella, siento que la estoy engañando. Me siento sucio. Una vez me eché a llorar. Por la cara de circunstancia de la pobre dominicana, creo que nadie le había echo algo así.
© Miguel Urda



3/14/2010

LUNES

A lo largo de esta semana iré volcando aquí un diario-experimento-creativo-literario que estoy intentando desarrollar. He adaptado el tamaño de las entradas a la rapidez que exige el lector internauta. De las opiniones o comentarios que vosotros me deis optaré por un camino u otro para seguir trabajando en estos textos.
Miguel

LUNES 10
Pienso en lo que hago con cierta frecuencia y me digo que no soy culpable. He llegado hasta donde estoy motivado por los hechos intrínsecos de mi relación de pareja. Dicen que un matrimonio lo forman dos personas, pero hoy por hoy no estoy muy seguro de que sea así. ¿Es una relación la convivencia de dos personas? donde no existe la mínima expresión de cariño por parte de un miembro, donde el silencio es perpetuo...
Recurro al sexo de pago porque ella -no considero apropiado aplicar aquí el término de “mi mujer”- no me deja satisfacer mis necesidades primarias (y tantas otras cosas que un matrimonio debe compartir). Quizás puedo parecer un poco machista al hablar así, pero llegó un momento donde el sexo con ella no era nada. Primero se fue espaciando en el tiempo; después, las excusas, llevo prácticamente un año sin tocarla. Fue en un momento de calentón súbito lo que me condujo a recurrir al servicio de putas. Al ver una imagen sugerente de una chica en la publicidad de un periódico, mi polla notó algo que la hizo removerse y crecer un poquito bajo mis pantalones. ¡Cuánto tiempo llevaba a base de pajas, en la ducha, en el sofá, viendo las películas porno del canal de pago! Llamé enseguida, sin pensarlo, porque creo que si lo hubiese pensado no lo habría hecho.
—Cincuenta euros un completo. — Me dijo una dulce voz al otro lado de la línea. Si lo desea, la chica puede desplazarse a su hotel o donde usted diga, pero corre por su cuenta el traslado.
–No, no, voy yo. ¿Me da la dirección, por favor?
No quedaba lejos de donde me encontraba; unas tres paradas de metro.
La primera vez dio paso a una segunda; la segunda a una tercera, convirtiendo esta visita en una rutina condicionada a la satisfacción básica de mis instintos sexuales. Bien sabe Dios que no me gusta lo que hago, que me provoca un rechazo total, pero hay momentos donde ya no puedo más.
Pienso en ella cuando estoy encima de un cuerpo que finge placer. ¿Por qué es así? ¿Por qué anda siempre en silencio total? ¿Por qué no quiere hablar? ¿Ella no tiene necesidades sexuales? ¿Cómo las mitiga? ¿Por qué me hace sentir culpable de algo que ella me ha obligado a hacer?
©Miguel Urda

3/08/2010

Cultura social -2ª parte-


Manolo, te lo vuelvo a repetir: podías haberme dicho algo, que yo estuviese preparada para la ocasión, pues yo te hubiese dejado suicidarte de todas formas. Por tu culpa, no he visto hoy a Karlos Arguiñano y, mientras a ti te maquillaban para ponerte guapo en este escaparate, he ido corriendo a casa, a programar el DVD para no perderme “Amar en tiempos Revuelto” y al Cantizano. Además, apenas me ha dado tiempo de ojear los suplementos de bodas y entierros de la revista Hola, que sabes que yo colecciono desde hace muchos años, pues por mucho que tu protestes eso es cultura social. Pero como tú nunca has sabido apreciar a una mujer como yo, te diré que no me ha hecho falta repasarlos mucho. Para que veas si estoy yo bien puesta en cosas sociales te diré que desde ahora, que son las diez de la noche, hasta las doce del mediodía que van a quemarte, aun me queda desmayarme como hizo la Pantoja en el entierro de su marido; me arrojaré a tus pies gritando con lágrimas vivas, “¡no te vayas, no te vayas!”, como hizo Carolina de Mónaco cuando enterraron al marido. Sí Manolo no pongas esa cara, el que se mató con el hidropedal y era muy jovencito. Y por último, tengo que dar las gracias a los periodistas como hizo Letizia con un pañuelo en la mano cuando se le murió la hermana, aunque tienes tan poca clase, que no ha venido ninguno a tu entierro, solo las cotillas del barrio.

Con este despliegue de dolor, seguro que no hay duda alguna de que todos entenderán que estoy destrozada por tu pérdida. Te lo he dicho más de una vez, Manolo, que el mundo de arte español se ha perdido una gran actriz conmigo. Mi madre me lo decía de pequeña: “qué teatrera eres, hija”. Y todo por tu culpa, Manolo. Que no quisiste que siguiera con mi vocación. Estoy segura de que, si yo hubiese seguido mi carrera, tendría por los menos dos o tres Oscar en mueble-bar del comedor.
.
Ya me acuerdo, Manolo, del nombre, que me ha venido a la mente el nombre de la actriz: Lola Herrera. Qué gran actriz, qué gran mujer, porque hay que tener lo que hay que tener para hacer lo que hace ella: hablar cinco horas al mario en una silla y, cuando le pica el asunto, pues… Eso es una mujer, Manolo. Además no te digo yo que cuando me reponga de tu dolor haga igual, porque a mí más de una vez me ha picado… y… no te voy a contar lo que he hecho para aliviarlo, porque no es sitio ni momento.

Que tú me hayas hecho esta faena, Manolo, no te lo perdono. Que te quede bien claro. Y que sepas que hambre yo no voy a pasar, no, no, no. He estado pensado que mañana, una vez que haya descansado de este lio que has armado sin avisarme y cuando haya metido los pies en agua un ratito, me pediré en el restaurante de la esquina, sí ese, Manolo, ese que tu dices que es muy caro y donde las cervezas parecen oro líquido unas cigalitas y unos percebes y voy a descorchar la botella de riojita de reserva de los mundiales de fútbol del año 82 que guardabas para un gran momento. Y qué mejor ocasión que celebrar tu suicidio, porque yo, Manolo, a pesar de todo y aunque tú nunca lo hayas tenido en cuenta, tengo mucha clase.
© Miguel Urda

3/04/2010

Cultura social -1ª parte-


Manolo, esto que me has hecho no te lo perdonaré nunca. Jamás has tenido clase alguna, ni siquiera para irte de esta vida. Siempre has sido igual para todo, Manolo.

Estaba en la peluquería dándome el tinte cuando un agente de la policía nacional, seguido de una marabunta de cotillas entró preguntando por mí. Después del aturdimiento inicial comencé a llorar en el coche patrulla, pero no era de tristeza, no te lo vayas creer, era de alegría, y me iba diciendo por favor que no sea una broma; por favor, que sea de verdad. Y ha sido verdad. De buenas a primeras se te ocurre suicidarte, sin decirme nada. Manolo, que eres interventor de un banco, vas y te quitas la vida en el archivo, en medio de papeles, polvo y ratas en lugar de hacerlo en la caja fuerte, rodeado de billetes de quinientos euros. Ya que te suicidas, hazlo a lo grande, Manolo.

Estoy aquí delante tuya, porque tu hermana lleva mirándome de reojo todo el día, y esa mirada no presagia nada bueno, Manolo, no la quiero tener con ella. Yo soy una Señora con mayúsculas y no voy a meterme en fregaos con ella en la noche de tu velatorio. Bastante tengo yo encima con lo que acabas de hacerme, Manolo. Me he sentado aquí, en esta incómoda silla, apartada de todos, porque me he acordado de que en televisión echaron una obra de teatro donde una mujer se sienta a hablar cinco horas al marío que acaba de morir. Es una magnifica actriz lo que no me acuerdo es del nombre, aunque lo tengo en la punta de la lengua, es ésa que salió en televisión diciendo que, cuando el picaba el asunto, pues… se alquilaba a uno de esos que… vamos, a un puto, para qué dar más rodeos al asunto. A las cosas hay que llamarlas por su nombre. Mira si te conozco bien, que me estoy imaginando la cara que estarás poniendo estés donde estés conforme vas oyendo mi intensa charla interior que estoy teniendo contigo. Además, si es verdad, lo dijo en Salsa Rosa, que se buscaba a alguien para quitarle el óxido a su cuerpo.

Otra cosa, Manolo: ¿cómo se te ocurre suicidarte antes de irnos de vacaciones de Semana Santa?, Pues que sepas que la reserva del hotel en Chiclana está hecha y no sé si podrá anularse. Podías haberte matado a la vuelta, así, por lo menos, yo tendría algo de color y no que me ha pillado pálida total. ¡Ay!... para todo has sido siempre igual: muy desconsiderado conmigo. No has pensado ni un momento en mí. Y para colmo de males, la fecha en que se le ocurre matarse al caballero es a finales de marzo, cuando el tiempo está loco y una no sabe qué ponerse, pues no se sabe si va a hacer frío, si no lo va a hacer, si abrigarse mucho, si ponerse poca ropa… Mira que no avisarme, Manolo. Tú sabes que el negro no me favorece nada por muy elegante que sea y yo no tengo ropa negra. Si tú me hubieses avisado, o por lo menos, insinuado algo, pues yo voy al outlet del Corte Inglés me compro unos cuantos trapitos para la ocasión, que yo con este cuerpecito de princesa madurita que tengo a pesar de tener cincuenta y pocos años recién cumplidos, sabes que todo lo que me pongo me sienta bien. Aquí me tienes con un jersey negro de Zara de tu hija y mal peinada. Esto yo no te lo perdono, Manolo. Aunque antes me ha dicho Paquita, la peluquera, que igual puede hacerse una escapadita antes de abrir el negocio para darme unos arreglos en el pelo. Es un cielo esta mujer.

Continuará

© Miguel Urda

3/01/2010

Miedo, pero...

"Empezar una novela es meterse de lleno en un laberinto cuya salida siempre se esconde tras una cortina de dudas".

Mercedes Salisachs




De siempre la he tenido perfectamente localizada, una carpeta de color amarillo mostaza intenso, colocada en el último anaquel de una de las estanterías del cuarto del ordenador. Lleva mucho tiempo en ese sitio y ha habido veces que libros, papeles, revistas, etc. la han querido ocultar, pero siempre un pico, un borde,… intentaba sobresalir para recordarme su existencia.

Hace una semana me armé de valor y la cogí entre mis manos. Con mi irregular letra y un rotulador azul un día escribí “notas novela”. Me ha sorprendido su grosor, la imaginaba más delgada, aunque no son muchos los folios que realmente hay escritos, sino muchas notas, ideas, esquemas,…

Debo ser sincero y decir que me provocó miedo y volví a colocarla en el sitio de donde la cogí. Me puse a otros menesteres aunque en la cabeza no paraba de rondarme. En un acto de valentía fuí a por la carpeta de nuevo. Me senté en la mesa del comedor y comencé a leer folios, post it, cosas subrayas, a tomar nuevas notas. Estuve casi tres horas sin levantar la cabeza de los papeles.

Estos días he ido percibiendo como Lola, Álvaro y Ricardo –personajes principales de mi novela- han ido tomando la palabra otra vez. Han reclamado mi atención quizás porque saben que ahora estoy escribiendo de forma diferente, porque los nuevos conocimientos literarios que he adquirido tengo que aplicarlos y porque creen que ahora puedo expresar lo que quieren decir de una forma correcta.

Me he marcado un horario para intentar hilvanar todas las notas que tengo e ir dando forma a estos folios en forma de novela. Ya he pasado unas cuantas horas con el procesador de textos suprimiendo, añadiendo, corrigiendo, leyendo, releyendo, agregando, tachando… -¡bendito Word, que buen invento! Todo esto me produce inseguridad, miedo, dudas… pero me gustan las cosas difíciles y a ello que voy.

Igual próximamente vuelco aquí un trozo del primer capitulo, mientras tanto quiero compartir mi miedo con vosotros y espero que no pueda conmigo.

Os iré informando de los avances de Lola, Álvaro y Ricardo.

© Miguel Urda