5/13/2024

Canción dulce, Leila Slimani: una oportunidad perdida



De aquellas aguas quedarán estos lodos y esto es, lo que le viene ocurriendo a cierta literatura francesa, de que sobrevive gracias a base de unos ingredientes que en su día fueron elementos esenciales. El bebé ha muerto, así comienza la novela Canción dulce de Leila Slimani. ¿A qué me remite está frase? lo cual ya hace plantearse si la narración estará impregnada de Camus o se tratará de una simple coincidencia.

La autora, de origen magrebí, comienza la historia en alto –que bien usado es algo muy lícito–, destripando el final por lo que ya podemos hacernos una idea de lo que puede ocurrir a continuación y que, en mi opinión, elimina cualquier atisbo de asombro, lo que provoca una caída vertiginosa en la tensión de la historia, y por lo tanto, en su atractivo para un lector consumado o no. La pericia del escritor radica en los ingredientes que emplea para la creación de una historia y cómo los utiliza.  Que una persona –una niñera en este caso– entre en la vida de un joven matrimonio –los Massé– y ello trastoque los cimientos de lo establecido no es nuevo, es necesario saber, qué dientes se manejan para resquebrajar o que pegamento usar para fortalecer relación.

Slimani, aborda temas muy en boga, y en cierta medida, espinosos para la actual sociedad parisina –y la no tan parisina–, pero considero que hay que ser valiente a la hora de escribir y no quedarse en la superficie. ¡Qué no sabemos de lo que se cuenta allí! Desaprovecha las relaciones sociales que se establecen a través del eje matrimonial y de los protagonistas, la infancia, la huida -consciente o inconsciente–, los problemas de conciliación familiar, las dificultades en los mundos laborales. Deja bastante patente que hay un trueque social, y no por ello desprovisto de cierto racismo a la hora de contratar niñeras o personal de segunda categoría como lo consideran ya que no son franceses. Aspectos como las relaciones que se establecen en el mercado de sirvientas o niñeras y que tiene su epicentro en un parque cercano; como el hecho de ver como en la escuela tan solo haya un niño de origen francés, es decir, blanco y los demás sean todos emigrantes; mostrar el escaparate cultural de París desde la mirada que tendría turista avezado que lo observa todo, son aristas presente en la novela, pero sin mojarse en nada.

Al acabar la novela queda la sensación de que la autora ha querido reflejar que tiene un bagaje literario, el ya citado Camus y Carreré (El adversario, idéntico inicio) y tal vez haya una influencia directa a Magda Szabo y a Emerenc, la criada de La puerta. Leila Slimani, se queda en el intento de que sabe escribir, pero la cuestión es cómo traspasar al papel lo que sabe sin que se note.

Punto y aparte sería la cuestión de si es merecedora del Premio Goncourt en el año 2016, pues desde mi punto de vista, su calidad narrativa parece una ofensa a autores consagrados como Proust, Duras, Maalouf e incluso el cuestionado Houllebecq, pero si un jurado de tanto prestigio la ha otorgado dicho premio por algo será, que mi yo lector no ha logrado descifrar.

© Miguel Urda Ruiz

Texto y foto





5/07/2024

Isla: todos los cuentos, Alistair MacLeod. La necesidad de tener una vida





Alistair MacLeod es un autor prácticamente desconocido en nuestro país. Nacido en North Battleford, Canadá, en 1936, tiene una obra narrativa breve, pero que está a la altura de otros autores canadienses como puede ser Margaret Atwood o Michael Ondatjee, solamente le falta una buena campaña de difusión. De origen humilde y autodidacta, trabajó como minero, leñador, pescador y granjero. Estas profesiones tendrán un valor añadido muy destacado en su narrativa. Tenía la costumbre de escribir a mano y pasar sus veranos en una cabaña, en lo alto de un acantilado y sin electricidad ni agua corriente. 

Isla: todos los cuentos, publicado por RBA, es un libro recopilatorio de dieciséis relatos que abarca desde 1968 hasta 1999. Una crónica que nos aparta de la imagen idílica del Canadá, de los folletos turísticos o programas de viaje y que aún no había sido invadida por el turismo masificado. En él encontramos una narrativa desnuda que, de forma hipnótica, nos introduce en historias simples, con las que nos podríamos identificar fácilmente aunque ello conlleve una carga de nostalgia inconformista.

Cabo Bretón, es el eje territorial de la acción de sus protagonistas, un lugar que en la época estival alcanza una temperatura máxima de 20º. En estos parajes con una naturaleza virgen, abrupta, agresiva, bella, maldita y rencorosa nos muestra a través de sus personajes –casi todos inmigrantes– que aceptan las profesiones que les otorga el territorio, sin cuestionarse si son adecuados para su desempeño o no: pescadores de langosta, madereros, mineros, fareros... Todos llegados para comenzar a construir una nueva vida, que camufla una identidad perdida. Esto provoca una huida hacia su encuentro incierto de no saber que dejando al descubierto los sentimientos o emociones que conforman la condición humana están implícitos en cualquier lugar donde se encuentre el hombre.

Adentrarse en la prosa del autor canadiense supone destacar la supervivencia del ser humano en una tierra donde las condiciones de vida son extremas "Nadie dijo que la vida tuviera que ser fácil. Sólo hay que vivirla" y auscultar la parte escondida del alma. Hay que volver a respirar cuando se acaba de leer cada uno de los relatos, porque recoge la enseñanza cuando el camino no está trazado, cuando se busca un motivo para vivir y para saber quién es y cuando la naturaleza es el rival más mortífero, pero a la vez el aliado más inesperado. Lo que conlleva a cuestionar si esa lucha entre la naturaleza y el hombre o viceversa habrá un ganador o existe una posibilidad de quedar en tablas, porque no hay que olvidar que el hombre es  homo homini lupus.

© Miguel Urda Ruiz

Texto y foto

5/02/2024

El lugar, Annie Ernaux: un contrapunto social




Algo que está haciendo últimamente la concesión del Premio Nobel de Literatura es dar a conocer nuevos autores al gran público lector (Abdulrazak Gurnah 2021, Louise E. Glück, 2020, Jon Fosse 2023). Asumo mi culpa e ignorancia: Annie Ernaux era una gran desconocida para mí hasta que la Academia Sueca la elevó a la categoría de escritoras consagradas. Tras devorar El lugar y tal vez siendo muy precipitado opinar con haber leído solo esta novela, considero que el premio es acertado. 

Ernaux, es una autora consolidada en Francia con una larga trayectoria profesional, basada en escribir novelas breves con toque autobiográfico, pero con una prosa afilada, lacerante que va al grano de lo que quiere contar y no se anda con adornos superficiales narrativos

La novela aquí reseñada, escrita de forma secuencial, abarca un periodo desde la Primera Guerra Mundial hasta los años sesenta, donde ya está asentada la clase media francesa, que tuvo su auge después de la Segunda Guerra Mundial. A través de la mirada de una profesora narra cómo fue la vida de su padre, que era analfabeto y considerado una persona inferior, la relación con él y los diferentes puntos de vista que otorgan los cambios generacionales. Acude a la esencia de la vida (y de la narración) sin dar rodeos o palabras huecas, y como a veces el dolor personal tiene que ser relegado porque hay obligaciones que atender. Es el reflejo de la sociedad o estado del bienestar, y que poco a poco fue apartando esa mirada de culpabilidad sobre el analfabeto, solo que se obvia algo tan importante como que este sepa leer en su propio argot, idioma o medio de trabajo y de ahí que la protagonista quiera optar por dedicarse a la enseñanza. Para ajustar cuentas con la sociedad y con su padre. 

La autora establece los límites que marcan un estatus social para sobrevivir a las miradas ajenas y cómo Francia se lamió las heridas provocadas por la Segunda Guerra Mundial. Deja al descubierto la condición femenina y muestra cómo la hija consigue mucho de lo que el padre no pudo conseguir. Lo que desemboca en un ascenso social en su familia y que tiene un lugar para definir a la persona, para crecer y para ser alguien en la sociedad. 

Las editoriales Tusquets y Cabaret Voltaire tienen mucho trabajo pendiente para ponernos al día de toda la narración de Ernaux. El cuchillo para cercenar la sociedad siempre tiene que estar muy bien afilado. 

© Miguel Urda Ruiz

Imagen y texto