El
enigma,
última novela de Josefina Aldecoa que escribió y publicó,
presenta un argumento simple pero a la vez interesante: Daniel
Rivera, un profesor universitario de cuarenta y ocho años, acomodado
en su trabajo y en su vida diaria, va a Nueva York a realizar un
curso, allí conoce a Teresa y comienza un idilio. Las dudas sobre su
matrimonio, sobre lo que le está ocurriendo, el regreso a Madrid, a
su infancia, los contrastes culturales y educativos entre ambos
países... son los ejes por donde transcurre la novela. Daniel,
Berta y Teresa, son los tres personajes que utiliza para desarrollar
un buen triangulo sin que ningún lado llegue a encajar en la
perfección, para que el lector pueda cerrarlo con su interpretación
pero se queda en el intento.
Leí
con verdadero placer la trilogía Historia
de una maestra
formada por dicho título, Mujeres
de negro y
La fuerza del destino;
sin embargo, a pesar de que había cosas que me rechinaban, las dí
por buenas, con una calidad literaria notable, con la idea de
reflejar la sociedad de un país que obligaba a emigrar al que no
estaba de acuerdo con su ideología. Cuando terminé de leer El
enigma me
cuestioné si estaba leyendo a la misma autora y sí, es la misma
escritora porque en el fondo están los mismos temas por los cuales
ella luchó y defendió: la educación, la igualdad de la mujer, la
crítica a la sociedad consumista, etc. Pero es hasta ahí donde
encuentro una similitud con sus primeras obras porque recurre a
elementos fáciles para ello: frases cortas, simples, propias de un
escritor principiante que no puede narrar con soltura y precisión;
cuenta la historia en tercera persona, lo cual conlleva un
alejamiento de los personajes sin permitir que nos adentremos en sus
sentimientos, los describe pasando de puntillas como si tuviese
miedo a profundizar en ellos, no vaya a ser que le cobren vida y se
apoderen de la historia. Además se nota demasiado el toque
autobiográfico en los ideales de los personajes.
La
novela fue publicada por Alfaguara en el año 2002, las
comunicaciones no estaban lo desarrolladas que están en el momento
actual, dando un toque añejo a la novela, pero que al mismo tiempo
gusta ver cómo en el pasado se acordaba para llamar a tal o cual
hora, o se escribía una carta, incluso sabiendo que nunca esperaría
respuesta: "No eran cartas que esperaran respuesta".
La pregunta que cabe plantearse es de saber si esta novela no
hubiera venido avalada por el apellido Aldecoa ¿se hubiese
publicado? ¿Qué ocurre cuando el cónyuge se apodera del apellido
de su marido o esposa para escribir y publicar sin una calidad digna?
¿Todo es licito?
Soy
un lector que intenta sacar siempre el lado positivo o algo de
provecho de un libro malo, pero tras El
enigma
se me han quitado todas las ganas de seguir leyendo a esta autora, a
pesar de que tengo unas cuantas novelas pendientes ocupando sitio en
la estantería.
©
Miguel Urda Ruiz
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