10/19/2024

Modos de ver, John Berger: la mirada para aprender a mirar



Tres premisas vertebran este ensayo: la mirada sobre la mujer, aspectos de la pintura al óleo y la publicidad. Y aunque John Berger está como autor en la cubierta él solo es un partícipe más, junto a los otros cuatro autores. Publicado en el año 1972 al día de hoy en pleno siglo XXI, el libro desprende una pátina obsoleta o añeja, pero como cualquier reliquia hay que ver su aportación al presente y el pensamiento de un momento concreto de la historia respecto a la forma de ver. 

Cómo se veía a la mujer en el último cuarto de siglo pasado es uno de los aspectos principales que desarrolla el libro. Así como el papel ha desempeñado a lo largo de la historia y sobre todo su valoración, teniendo en cuenta la evolución del mundo femenino a partir de que la publicidad supo que tenía un valor en ciernes y lo utiliza para sacarle todo el jugo posible! 

Pero mucho antes de la publicidad, la mujer se retrataba al óleo. Lo cual significaba que alguien debía mirarla (aparte del pintor) es decir, posa para ser contemplada. O en todo caso ¿cómo debe ser el espectador que se ponga delante del cuadro? 

El ensayo formula diversas preguntas al lector, –¿Hay un espectador ideal? — sobre el mundo del arte y de la publicidad, que llegado un momento van de la mano. El arte pasa a ser minoritario, cuando la publicidad se corona en la cúspide de la sociedad del siglo XX, una sociedad de consumo. La pintura reflejaba aspectos cotidianos de la vida privada y de la sociedad (elementos que se plasman, situaciones, relaciones...) sobre todo a partir del auge de la burguesía que fueron sus principales destinatarios. La publicidad, sin embargo, es todo lo contrario, se trata de un instrumento que deja al descubierto una amalgama de productos ante el individuo, con la intención de que compre esos elementos que publicita, y el mensaje de que será más feliz o conseguirá un propósito concreto, gracias a ellos. 

En el libro hay una serie de cuadros y fotografías sin palabras o títulos que recogen todo lo expuesto en los capítulos, que obligan al lector a que sea él mismo quién saque su propia interpretación. Pues no hay que olvidar que una buena fotografía habla por sí misma, sin necesitar un pie de página o título. Cada gesto tiene sus propias reglas o hábitos de comportamiento. La sociedad, desde sus orígenes, mira de forma diferente los mismos hechos, solo que les cambia el nombre. 

Es un libro publicado por GG ediciones, cuyo formato e interior desagrada en un principio dada la escasa calidad: alineaciones a la izquierda, fotos en blanco y negro o letra Arial –que como es sabido por toda editorial que merezca ser llamada como tal, cansa cuando se lee de forma continuada—, pero incluye el nombre de John Berger y eso hace que sea un señuelo muy atractivo. No obstante, el libro te acerca a tener una aproximación más detallada sobre la forma de ver y/o mirar aspectos de la pintura y de la sociedad y hasta se le perdona esa falta de interés en la edición.

© Miguel Urda Ruiz

Texto y Fotografía



10/13/2024

Amigos y amantes, Iris Murdoch: la perfección de la técnica


¿Se puede ser amigos y amantes? o ¿amantes y amigos –que no es lo mismo? ¿Cómo alcanzar una conjugación idónea entre el amor y la amistad? Es de lo que trata la novela de Irirs Murdoch en un primer plano. Pero la historia no es eso, es mucho más. Es una disección de las costumbres morales vigentes en los años de la posguerra, fecha en que se desarrolla la acción. Y en cierta medida la autora aglutina, y podría decirse que homenajea, en la historia una serie de géneros literarios o narrativos en auge en dicha época.. La historia comienza con un crimen (Agatha Christie), el paso del tiempo y la homosexualidad (Dorian Grey) la vida de la aristocracia (Evely Waugh) una historia de amor idilica entre dos personas totalmente dispares (Daphne Du Marier) y una mirada a los clásicos, dónde se permite la licencia de llamar inculto a un personaje por no saber lo que significa.

Murdoch juega con los personajes como si fuesen fichas de un puzzle para que al final todo sea perfecto, como una historia de amor dónde todo debe acabar bien o se supone que la vida tiene que tener un final feliz. Muestra a los personajes tal y como son en la vida diaria, con cambios de pensamientos y actitud dependiendo el momento y la persona con la que interaccionan. En un principio la novela desprende un olor moralista, donde todo tiene que quedar dentro de casa y en el exterior hay que colocarse la máscara o etiqueta que la sociedad que exige en ese momento y provoca, que la novela esté demasiado endulzada, en ciertas partes al ver la bondad que los personajes desprenden. Pero nada es lo que aparenta ser de ahí la grandeza de la novela. Todo y todos simula algo que no es lo que parece.

Sin embargo, en la novela hay partes de flaqueza y uno puede pensar que la autora se equivocó o no supo darle el tono adecuado, pero al ver el pedigrí de las ediciones se comprueba que la traducción, y por lo tanto, edición que existe es la que se publicó en 1970, de la mano de Esther Tusquets en Lumen. A pesar de que la censura estaba ya dando sus últimos coletazos, las tijeras las utilizó aquí y se nota, pero eso no quita que deje de ser una gran novela y en cierta medida oscurecida por El mar el mar, que fue la obra que catapultó a la fama a la autora irlandesa. Desde aquí una llamada de atención a las editoriales. Urge una edición revisada de Iris Murdoch.

© Miguel Urda Ruiz, Texto

Fotografía, Internet

10/07/2024

Almendra, Won-pyung Sohn: cómo aceptar una vida




Estamos habituados a leer narrativa oriental cuajada de metáforas, de símbolos, de personajes extraños que muchas veces resultan poco creíbles. En Almendra nos encontramos los elementos esenciales de un país asiático, pero llevado a la máxima simplicidad, sin que resulte monótono, aburrido o exento de interés, es decir, una narrativa transparente y que sorprende dada su procedencia, Corea del Sur. 

La novela narra la ausencia de sentimientos del protagonista, Yunjae, que está catalogada cómo enfermedad bajo el nombre de alexitimia. Pero qué ocurre cuando al joven le van sucediendo acontecimientos uno tras u otro y permanece impasible, dado que no puede sentir. Es ahí dónde radica el quid de la narración, en exponer los sentimientos de las personas que son incapaces apreciarlos, pero que debe vivir o adentrarse en la vida, pues ocurren una concatenación de hechos en la novela que le dejan desprovisto del caparazón que le protegía. 

La autora refleja que hay una serie de tradiciones autóctonas que hay que cumplir, pero lanza su mirada a occidente aceptando la convivencia oriental-occidente, como por ejemplo, la Navidad, las hamburguesas o Broke Shields —icono de mujer en los años 80 en Estados Unidos y Europa–. También apela a la condición humana y la supremacía del fuerte sobre el débil, aunque llega un momento de la historia, sin que haya un intercambio de papeles notorios lo que hace que el lector se pregunte ¿quién es el fuerte o quién es el débil? El título remite a la comparación del tamaño de las amígdalas del cerebro del protagonista con el de una almendra, pero que sea pequeña no significa que sea despreciable, sino que es un continuo aprendizaje para el joven y así avanzar en el desarrollo de algo común al ser humano. Y descubrir que a pesar de que no haya sentimientos no hay emotividad más grande que ser consciente de ellos. Así como aceptar el conocimiento de uno mismo.

Una gama de personajes acordes a la inverosimilitud de la novela, porque en un momento dado puede parecer que todo es absurdo, inventado o poco creíble, pero la autora consigue crear verosimilitud en los personajes que rodean a Yunjae y que logre conseguir darle sentido a su vida cuando le obligan a actuar, por lo que todo quede perfectamente encajado. El personaje debe aceptar y asumir que vivir es así, con sentimientos o sin ellos e ir descubriendo por sí mismo todo lo que conlleva.


© Miguel Urda Ruiz

Texto y fotografía



10/01/2024

Elegía para un americano, Siri Hustvedt: exceso de información





Leí hace algunos años la novela, El verano sin hombres, de Siri Hustvedt y no conseguí entrar en la narrativa de la autora. Por cuestiones que no vienen aquí al caso he tenido que leer Elegía para un americano de esta escritora y conforme me adentraba en la historia me venía la anterior novela. Y no, hay algo que no termina de convencerme.

Gran parte de la narrativa de Estados Unidos se nutre de las duras condiciones que sufrieron las primeras generaciones de inmigrantes que construyeron el país, así como los exiliados provenientes de Europa motivados por ambas Guerras Mundiales. Inicia la trama, muy bien construida, a través de una carta del padre que encuentran los hijos entre sus pertenencias al morir este y nos lleva a un intercambio de presente-pasado (Guerra Mundial), pero falla en la credibilidad de los personajes. Hay momentos donde parecen demasiado resabiados. El exceso de información no conduce a nada bueno. Decir que un personaje está escribiendo un poema basado en T.S. Eliot, que leyó una tesis sobre el 11 de septiembre, que vivió el atentado en primera persona o que has leído a Proust, pues, no aporta nada a la historia, todo lo contrario me aparta de ello. Me sobran páginas e información. El conocimiento tiene que ir dosificado en su justa medida y ahí radica la cuestión para encontrar la dosis idónea. Porque no es demostrar que sabes demasiado, sino adecuar el conocimiento al desarrollo de los personajes de forma coherente.

La novela tiene un principio que engancha, sin embargo, decae a las pocas páginas al ser todo  previsible. El título me parece muy acertado para la trama de la historia, dado que cuando un país está en guerra todos sus habitantes son necesarios y los poderes públicos los alaban y aplauden, pero cuando ya no los necesita los reciben con una elegía. La radiografía que hace de los personajes de New York con sus relaciones y su forma de ver la vida resulta a veces densa, a pesar de que refleje la mentalidad neoyorquina posterior a al atentado de las Torres Gemelas; así como las relaciones familiares, donde siempre hay rencillas ocultas o no y la forma de asimilar los acontecimientos, pues va justificando los hechos y el porqué de cada relación.

Considero a Siri Hustvedt como una escritora valiente, al firmar sus obras con nombre propio y no asirse al apellido de su cónyuge que tiene un peso —y además consolidado— mayor que ella en el mundo de la literatura por lo que siempre su nombre y calidad está expuesta a una crítica comparativa y exhaustiva. No obstante, tiene su público fiel entre el que no me encuentro yo.

© Miguel Urda Ruiz

Texto y fotografía


9/25/2024

Baumgartner, Paul Auster: la ética de una despedida



Cuando terminé de leer Baumgartner constaté lo que un principio intuía: es la despedida de un escritor por la puerta grande. 

Con un argumento acorde a su extensa trayectoria narrativa no encontramos que no hay nada nuevo, pero a su vez todo es diferente y nos lleva a la ilusión de leer una novela suya como si fuese la primera vez. Auster es un maestro en manejar el azar, cruzar personajes, hechos cotidianos o semblanzas y aquí no iba a ser menos. La historia de un profesor de filosofía a punto de jubilarse cuya vida cambia en unos instantes y todo se derrumba. Es ahí donde radica la cuestión, cómo es capaz de mostrar que la vida son etapas y hay que abrir otra cuando se acaba una. 

Paul Auster es un narrador que facilita la lectura de sus novelas, cuyas páginas devora uno sin muchas veces ser consciente de ello. Nos traslada al pasado y al presente del protagonista con un intercambio de personajes que nos deja con ganas de más. Se acerca el final de una vida y Auster no era indiferente a la enfermedad y supo elaborar una despedida acorde a su narrativa reflejada en un amor con doble vertiente: el amor por la esposa del protagonista y por su profesión de escritor y profesor; los achaques de la vejez, la ilusión por un nuevo comienzo e incluso la búsqueda de una identidad como es el origen de su apellido. Es difícil no inmiscuirse, e imaginar si las vidas del autor y el personaje serían paralelas, pero cuando acaba la historia, surge la sensación de que podría aparecer la palabra continuará. 

Al poco tiempo de publicarse la novela en algunos suplementos culturales se dijo que las historias intercaladas eran para hacer bulto y tener más páginas. No lo voy a discutir ni a negar, aunque tampoco afirmar. Sí que las historias intercaladas tienen su propio peso dentro del argumento general, y que si se suprimieran, la novela seguiría teniendo sentido, pero me inquieta una duda donde pienso que la historia se me ha quedado corta y considero que es el esbozo de algo que podría haber sido más extenso, sin embargo, las circunstancias son lo que son y no lo pudo desarrollar. 

No será la mejor novela del escritor neoyorkino, ni tampoco la peor. Simplemente es Paul Auster. Disfrútenla.

© Miguel Urda Ruiz

Texto y fotografía

9/19/2024

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9/13/2024

La vida, después. Abdulrazak Gurnah: la oportunidad de vivir




Porque pase lo que pase siempre habrá una vida. Es lo que nos dice la novela de Abdulrazak Gurnah. Que por muchas vicisitudes que sucedan, la oportunidad para vivir, al final llega.  

El autor, de origen tanzano, nos sumerge en la África colonial de la Primera Guerra Mundial y la devastación que supuso para los habitantes y la política en general, a través de tres personajes imbricados por la familia Afiya, nos muestra lo que acarreó el fin de los imperios coloniales europeos, sentando las bases para las futuras reivindicaciones independentistas y de su matriz política.  

Escrito con grandes miras a la narración oral Gurnah deja patente las tradiciones de las castas y el peso que produce a la hora de tomar decisiones o intentar tener una vida propia cuando los avances sociales van llegando tan deprisa que no hay tiempo para pensar, sino adaptarse a ello sin poder mirar atrás. En la zona donde transcurre la acción, África Oriental, es el contrapunto de las grandes tragedias que están sucumbiendo en Europa y el autor lo refleja manifestando la dureza de las condiciones en que vivían los habitantes que encarnan a los protagonistas. Refleja que la zona siempre fue un lugar receptor de gente proveniente  de  mar o de  tierra, pero con fines comerciales o de paso, mientras que ahora llegan gentes con fines muy distintos y un propósito concreto: conquistar lo que el otro no pudo hacer o no consiguió. La vida para los habitantes del lugar no es fácil, pero sobreviven acogiéndose a la costumbre o a la tradición, cosa que el autor utiliza como crítica pues, por ejemplo, considera al Ramadán como práctica anticuada y que oculta una pátina para acogerse a la pereza. Pero los extranjeros llegan imponiendo su fuerza, llenando todo de cadáveres y sangre. Sobrevivir no es fácil. 

La Academia sueca concedió en 2021 el Premio Nobel de Literatura al autor y, cada recensión que escribo respecto a algún premio lo digo y aquí me reafirmo, la institución sabe lo que hace y cuando otorga un Premio por algo es. Con Abdulrazak Gurnah, no se ha equivocado, sino todo lo contrario, ha puesto en relieve una literatura destinada a ser minoritaria. África es un continente que desprende tradición, pero siempre se ha usado con fines lucrativos por parte del hombre blanco. La vida continúa, no obstante, cuando se termina de leer al autor tangones nos damos cuenta de que vivir, a veces, es una oportunidad. 

 © Miguel Urda Ruiz

Texto y foto


9/06/2024

La ventana inolvidable, Menchu Gutiérrez: Un hilván narrativo


Soy seguidor de la obra de la Menchu Gutiérrez y en cierta medida sabía lo que podía encontrarme en La ventana inolvidable: una prosa plagada de sensaciones. El inicio narrativo es una reja, elemento que va unido a una ventana, su significado, sus puntos de vista, diferencia entre interior y exterior, ya sea de una casa de campo, un monasterio o un apartamento. Es una prosa hilada a base de reflexiones personales: sueños, pensamientos, confinamiento, pero llega un momento que uno se pregunta: ¿Cuál es el argumento de la novela? sobre todo al acabarlo, sin embargo, eso no quiere decir que no me haya gustado la prosa. Porque en el fondo es eso, una prosa bonita, lírica en detrimento de un argumento visible. Para ser considerada novela le falta contenido tal y como la cataloga la editorial que la pública Galaxia Gutenberg. Por ejemplo, la enumeración de personajes nombrados tan solo con una inicial, (A. L. M...) que parece denotar miedo a construirlo, o que sean reales pero prefiere mantenerlos en el anonimato y que por ello no se sostengan por sí mismos, ya que podía haberle sacado mucho más jugo a la narración. La novela pierde fuelle al poco de su inicio, pues cansa el sentirte perdido mientras se busca o discierne de qué va la novela.

La autora no engaña y su toda su prosa está construida mediante reflexiones poéticas lo cual sostiene su estilo, pero si es la primera obra narrativa con la que te adentras a ella puede que no vuelvas a leer nada más. Menchu destila sensibilidad, sentido común, coherencia, pero para escribir una novela hay que ser valiente y dotarla de los elementos que la teoría literaria o narrativa exige. No reflexiones o visiones sobre algo que en su justa medida viene bien, pero "lo demasiado" puede llegar a agotar.

© Miguel Urda Ruiz

Texto y foto


8/31/2024

El extranjero, Richard Sennett: La herida de unas raíces



Leer o entender el ayer para intentar comprender el hoy. El extranjero, un ensayo que recoge  dos conferencias de Richard Sennet y publicado por la editorial Anagrama, las cuales abordan un punto de vista más, sobre el exilio. Un tema muy recurrente para ciertos autores, pero la cuestión es cómo enfocarlo.

Hoy en día estamos familiarizados con la palabra "exilio" y casi no nos conmueve cuando vemos en los medios de comunicación personas implicadas en ello. El exilio significa iniciar, de nuevo, una vida; volver a comenzar desde cero o casi; empezar a vivir sin raíces, pero tampoco es algo nuevo y desde que las civilizaciones tienen nombre el hombre lo ha sufrido siempre y más cuando el pensamiento no sigue la línea acorde a los dirigentes o a la gran mayoría.

Sennet aborda en el primer ensayo, de forma muy amena, mostrándonos lo que significó el exilio de los judíos (pueblo que lo lleva sufriendo dos mil años, en términos generales, tanto que hay quien lo considera unos emigrantes permanentes) en la Venecia de principios del siglo XVI con el aporte de datos cercanos de la vida social de la época en la espléndida ciudad, que se alejan del formalismo académico y, por lo tanto, más comprensible. Expone las causas que la sociedad alega para apartarlo del del epicentro de la vida social y lo margina tras unos muros o al extrarradio de la ciudad, en la Europa dónde el hombre tenía como lema ser epicentro del conocimiento.

En la segunda parte nos remite a principios del siglo XX, donde los nacionalismos inculcan la búsqueda de una identidad. Vemos que una guerra no se provoca de la noche a la mañana. Las heridas (políticas e ideológicas en este caso) van cimentando un poco de inconformismo que desembocó en dos contiendas mundiales.

Vemos por tanto, dos puntos de vista de cómo actúa el hombre cuando tiene que dejar sus raíces (en algunos casos es que no llegan ni a plantarlas) y esto nos ayudará a comprender la sociedad de hoy. El presente sin el ayer no puede construirse. La historia y el tiempo suelen repetir patrones y heridas. El exilio es una de ellas. Nadie está libre de padecerlo. Richard Sennet lo muestra de una forma clara y precisa. Solo queda que el lector lo aprecie.

© Miguel Urda Ruiz

Fotografía y texto






8/19/2024

Habíamos ganado la guerra, Esther Tusquets: la otra perspectiva




Lo dice la autora en una nota al inicio del libro: disponíamos de menos material procedente de los vencedores. ¿Cómo era la burguesía franquista en la Barcelona de los años cuarenta y cincuenta, a los ojos infantiles y luego adolescentes de uno de sus hijos? Y en efecto, eso es lo que nos encontramos en sus páginas, una visión de la realidad de aquel momento de una niña perteneciente a una clase privilegiada en la España de la postguerra y además en Cataluña.

El libro, un híbrido entre narración y ensayo, no engaña y sobre todo no decepciona. Esther Tusquets tiene un nombre propio y con mayúsculas dentro de la literatura española en el último tercio del siglo XX y principios del XXI. Adentrarse en la prosa de la autora catalana conlleva leer calidad. Ella sabe lo que es literatura y las motivaciones que hay entre autores para dirigirse a los diferentes tipos de público. Su novela El mismo mar de todos los veranos, la elevó al cenit de la literatura española en la transición, pero con el calificativo de para minorías. No es una lectura fácil y ella lo sabe, pero hace todo lo contrario con Habíamos ganado la guerra, se acerca al lector de la calle, al próximo para contarle aquello que no necesita más vuelta de hoja o interpretaciones, si no las cosas contadas bajo el prisma que otorga una edad todavía inocente, en un momento donde el país se lamía las heridas de una guerra y los malos eran los perdedores, como bien se encargó el régimen de proclamar. 

Más que entrar en una radiografía de la sociedad la autora narra cómo recuerda los hechos que dada su corta edad vivió y lo que significaron para ella. Por ejemplo, hablar de que en el seno familiar tenía un tío, además orgulloso de ello, de ser proclive al régimen nazi; que las chicas que no se casaban a una determinada edad ya se las consideraba desechadas o como la soltería era considerada una enfermedad; estaba mal visto que una mujer hiciera deporte en los años 40 o 50 por lo tanto inexistente para su género; sus vacaciones en la Costa Brava, lugar de veraneo de la clase pudiente, y como hoy en día es asequible para cualquier economía.

Tusquets ha dedicado muchas páginas de su prosa a detallar la relación con su madre y aquí no pasa de largo, aunque no está presente de una forma tan prístina la confrontación y todas sus reverberaciones que conlleva a lo largo de una vida, pero sí deja claro que la relación no sería fácil, a pesar de presentarla como una madre atípica.

Una lectura sin recovecos o metáforas por descubrir, pero que muestra que las perspectivas de una época siempre son diferentes por mucho que intenten mostrar que no es así. Tusquets tiene muchas variantes narrativas, pero no defrauda nunca.

© Miguel Urda Ruiz

Texto y foto