Hoy,
de camino a la biblioteca, me he parado en un puesto improvisado,de
un hombre que vende libros de segunda –o tercera– mano,
parapetado en un banco de piedra. Descubrí uno que leí en el mismo
momento de su publicación, a principios de los años noventa, y que
es de esas narraciones que dejan huella. El título en cuestión es
La soledad era esto de Juan José
Millás.
Este
libro me lo podría haber comprado nuevo, pero hay ciertos títulos
que prefiero que tengan pedigrí, es decir, que hayan pasado por
otros lectores, que tengan frases subrayadas, e incluso, que
contengan anotaciones El porqué no sabría muy bien explicarlo.
Durante mi etapa inicial de lector mi economía no me permitía
comprarme todos los libros que leía o que me hubiese gustado tener,
por lo que hacía uso de la biblioteca; de ahí me fueron quedando
marcadas ciertas secuelas -en este caso en positivo- de libros que me
gustaron por diversas razones. Pero la llegada a Madrid y el amplio e
intenso y extenso mercado de libros de segunda mano que existe ha
hecho que poco a poco vaya adquiriendo títulos que yo deseaba tener
para volver a leerlos e incluirlos en mi biblioteca.
Cuando
he visto que La soledad era esto
estaba subrayada no lo dudé ni un instante: tenía que ser mía. Le
he dado al vendedor las monedas que me ha pedido y como si guardase
un tesoro que llevo muchos años buscando, lo he metido en la mochila
junto a los apuntes del Máster de Narrativa.
Ya
en casa, y junto a una copa de vino tinto y unos aperitivos, lo he
sacado de su escondite para saborearlo y cuál ha sido mi sorpresa
cuando me he puesto a leerlo. Sin apenas darme cuenta compruebo que
su protagonista guarda similitudes con mi protagonista, que mi novela
tiene un arranque parecido, es decir, un hecho que provoca unos
cambios -sin marcha atrás- en su vida; lo cual me lleva a
preguntarme si la memoria es tan inteligente que guarda todo. ¿Cómo
es posible que yo no me acordase de esta novela a la hora de
escribir? No estoy haciendo una nueva versión, ni un plagio,
solamente –y de forma que ni yo mismo me explico– mi memoria ha
hecho surgir varios elementos o detalles de esa narración que yo
tenía almacenado de la novela para aplicarlas a la mi novela. La
memoria es inteligente, más inteligente de lo que usted –querido
lector– y yo pensamos.
©
Miguel Urda. Texto
Foto.
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