¡Qué cosa más complicada! Tengo que escribir una historia partiendo de dos palabras que cada alumno ha escogido a su libre albedrío y ha escrito en dos papeles blancos de tamaño no muy grande y de forma cuadrada. Después, esos papelitos han sido doblados tres veces hasta quedar reducidos a tamaño casi minúsculo. A continuación, los hemos introducido en una cesta de mimbre de color marrón oscuro que hemos pasado de mano en mano repitiendo el mismo gesto mecánico cada alumno: alargar el brazo e introducir los dos papelitos en dicho recipiente.
Me pregunto qué palabras habrá escrito cada persona. ¿En qué se habrán basado para escribirlas? ¿Serán palabras que tengan un significado especial para él o ella? ¿Habrán escrito lo primero que se les haya pasado por la mente? ¡Qué variedad de palabras hay en ese cesto! Dos palabras por persona, y somos doce alumnos, lo que hace un total de veinticuatro palabras, casi a una por letra del abecedario, menos mal que no ha sido así, si no, habría sido aún más difícil elaborar una historia. ¿Cuántas historias pueden crearse con esas veinticuatro palabras?
Ahora que lo pienso detenidamente, qué rabia que el profesor haya ordenado escribir dos palabras, podía haber dicho escribid tres y la cosa hubiese sido más fácil, y yo, por ejemplo, con tres palabras, ya hubiese sabido hilar la historia fácilmente, hubiese sido como el bolero “Tres Palabras”: con Tres Palabras te diré todas mis cosas, solo con tres palabras te diré…” ¡Ay!, qué tonto me pongo cuando escucho un bolero. Y es que yo soy muy romanticón y cuando menos me lo espero… zas, me ponga a soñar. Me imagino que las tres palabras que me han tocado son: corazón, rosa y princesa. Qué historia tan bonita me hubiese salido a mí con esas palabras, pero no, el profesor ha dicho que escribamos dos palabras.
¿Qué palabras he escrito yo? Con esta mala memoria, ahora no me acuerdo. ¿A quién le habrá tocado? Esto es parecido al juego del asesino y el policía, donde hay que ir guiñando el ojo, pero con cuidado, para que no te descubran. Me entran ganas de ir guiñando los ojos a mis compañeros para ver si me responden, pero debo estarme quieto; esto no es un juego, esto es algo muy serio: es literatura, aunque dentro de ella hay muchas vertientes, entre ellas el humor. Debo centrarme en mis dos palabras y buscar una historia, algo que unan las dos palabras y que consiga rellenar un folio. Vuelvo a acordarme del Bolero: Con tres palabras te diré cómo me gustas. ¡Mierda! Que fácil hubiese sido escribir una historia con tres palabras, pero no, son dos palabras, dos palabras que no están en ningún bolero, así que, manos a la obra. Quitó el capuchón al bolígrafo, tomo posición delante del folio en blanco. Todo listo para escribir.
Por cierto, se me olvidaba, mis dos palabras para desarrollar una historia son: Amarillo y Crepúsculo.
Miguel