1/01/2021

Lluvía fina: La (im)perfección familiar del ayer





Ya lo constató Tolstói en Anna Kareninna: Todas las familias felices se parecen; las desdichadas lo son cada uno a su modo. Y no es cuestión de equiparar al autor de la novela aquí reseñada, Luis Landero, con Lev N. Tolstói pero sí que lo podemos tomar como referencia o punto de partida para dejar al descubierto que por mucho que transcurra el tiempo en todas las familias hay un cuarto de atrás oscuro, un cuarto de lleno de miserias, insatisfacciones, reproches, verdades y mentiras.

Lluvia fina es una novela de carácter familiar y de recurso fácil para argumentar, pero que una vez sumergido en la lectura de la novela uno percibe que no es así. El autor utiliza como elemento narrativo a un personaje agregado a la familia: Aurora, la nuera y que recurriendo a términos comparativos es la persona que aporta o lleva luz a la familia. 

El punto de partida de la narración es la idea de Gabriel –el hijo mayor–, de celebrar el cumpleaños de mamá con una comida con todos reunidos. A partir de la idea del primogénito la vida de todos personajes quedan al descubierto. El hieratismo de la madre y su forma de actuar; como ha sido la vida de los tres hijos: Gabriel, Andrea y Sonia.

En la novela nos encontramos con personajes cotidianos, de la clase media y perfectamente identificables con un vecino, amigo o incluso con nuestra propia familia. Una madre, que enviudo al poco de casarse y tres hijos para sacar adelante, en una España que comienza a despertar del letargo del franquismo.

Mediante conversaciones telefónicas con Aurora, (la benévola Aurora) los personajes se van construyendo, mostrando la espinas o pétalos que cada familia posee y el lector pasa a conocer todas los sinsabores que perviven la familia y que afectan a los familiares que se agregan a ella. La felicidad cuesta y a veces incluso se desconoce que exista.

La celebración del cumpleaños de la matriarca suscita en el lector (más que a los propios personajes) concernientes a cuál es la verdadera intención del primogénito, pues a partir de su decisión todos los personajes se convulsionan y quieren hablar. El ayer no es tan perfecto así como tampoco lo es el presente. Todos saben, conocen, sienten, padecen su propia versión de la familia.

Luis Landero consigue que el lector se identifique con los personajes, asista a una historia tangible y le proporcione un incómodo fastidio cuando se llega a la palabra fin.


© Miguel Urda Ruiz  

Textos y fotos 


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