11/12/2024

Casa de verano con piscina, Herman Koch: una dosis, cínica, de medicina



El autor, Herman Koch parte de cómo el protagonista, Marc Schlosser, un acaudalado médico belga ejerce la profesión de la medicina, pero mostrando la realidad, es decir, eso que alguna vez hemos pensado todos de nuestro médico de familia y que pocas veces somos capaces de hablar, porque si hay algo sagrado en todo el elenco que por una u otra cuestión tiene cabida en una familia, es el médico. 

En los primeros capítulos nos encontramos como nos descubre aspectos de la medicina básica, la más cercana al enfermo, también hay restricciones, con la finalidad de no desviarlo al especialista y así no agrandar la lista de espera y sobre todo la visión de un médico ante el paciente. Sus comentarios son demasiados positivos y llegas a preguntarte cuáles serán los derroteros de la novela. El hecho de tener a un actor como paciente (¿cliente?) que va a rodar una serie de romanos y con un gran presupuesto cambia la trayectoria de la novela. Muy bien enlazado, lleva al médico a unas vacaciones en la playa con su mujer e hijas que lo sacan de la monotonía. Pero ya se sabe que si hay algo que rompe el equilibrio familiar son las vacaciones de verano. El autor belga despliega una narrativa que, por momentos, te hace quejarte, pues querías seguir viendo el cinismo del médico, en lugar de unas vacaciones. Pero nada es lo que parece y los días de asueto cambian de tonalidad, igual que lo hace el mar o el cielo según la hora. 

La novela, en su última parte, provoca un giro que logra olvidar el enfado y retoma el interés para dar sentido a la historia. Pues no todo es lo que parece y lo es, aunque no se ha visto o mirado (en este caso me valen las dos acepciones) la situación como deberían verse, sino como uno desea. Puede parecer una novela de detectives, pero caseros. Sin grandes perspicacias o tecnologías, solo el sentido común y unas pruebas básicas, que seguro que la próxima vez que vayamos a ver al médico de familia lo miremos con otros ojos. 

Por mucho que Marguerite Yourcenar dijese por boca del emperador: que ante el médico uno no tiene ningún poder, nosotros sí lo tenemos: el de seguir leyendo.


© Miguel Urda Ruiz

Texto y fotografía

11/06/2024

Construir lectores, Vicente Luis Mora: una cuestión compartida






Se dice que el libro pierde fuelle con el avance o imposición de las tecnologías; que cada año disminuye el número de lectores y así podría seguir enumerando factores o causas que anuncian su final. Pero ocurrió también lo mismo con el teatro, con la radio o con el cine cuando surgieron nuevos elementos de comunicación que podían apartar a sus acólitos. Con el libro no iba a ser menos y se lleva hablando de su final, con un nivel acentuado desde mediados de los años ochenta, pero Luis Vicente Mora, en su último libro Construir lectores, apuesta, por lo contrario: no se extinguirá si hay un público que lo exija y siga manteniendo la pasión por la lectura. 

Editado en un formato, casi de tamaño breviario, nos habla de lo que significa el libro y sobre todo la función que canaliza desde los albores de la humanidad o de la escritura, para ser más exactos, la de transmitir conocimiento. En el caso de la novela, pues le agregamos que nos entretiene, nos hace crear un mundo propio (cosa que no consigue una serie de televisión dado que nos lo da todo hecho sin dejarnos un atisbo a pensar), y además, nos aporta conocimiento, entre otras cosas. 

Vicente Luis Mora apela al sentido común, tanto de los docentes (algunos) que a la hora de impartir literatura no demuestran profesionalidad (no me atrevo a decir "amor") por los textos que están enseñando, así como al entorno familiar: si los padres leen llegará un momento que los hijos también lo hagan. Hay lectores que se han construido al adquirir una colección de libros; es decir, el lector puede formarse y/o crearse aunque a lo que apela es al cómo darle sentido a esa instrucción. 

La tecnología está instalada en nuestras vidas, lo cual lleva a una falta de concentración de la lectura o de lo que estás haciendo, pero no es algo nuevo, Flaubert o incluso Teresa de Jesús ya aludían a ello, y lo deja bien patente el autor cordobés en un narración muy detallada. Apunta al libro, como objeto físico (y casi de culto), de ahí que surjan ediciones especiales: numeradas; de coleccionista o de autor, por ejemplo. Ambos elementos pueden convivir, y de hecho lo hacen. Dicen las encuestas del Ministerio de Educación que los formatos electrónicos de lectura no terminan de despegar en nuestro país y por algo será. 

Es una cuestión social de doble sentido, el hecho de instruir a nuevos lectores: los poderes públicos y la familia. No obstante, pienso que la persona que está destinada para ser un lector llegará por sus propios medios y cuando sea el momento; obligar a algo no significa obtener resultados positivos o deseados. Sí que hay que abrir un panorama diferente y atractivo para mostrar lo que conlleva el simple hecho de leer, ya que hay momentos donde, sin llegar a conocer el mundo del libro, se prejuzga de aburrido. Nada más alejado de esta opinión, según los lectores. 

Comencé el texto hablando sobre la crisis del teatro, cine, música, es decir, la cultura en general. El libro no iba a ser menos. Solo queda pensar que estar en crisis sale rentable. Por un momento pensemos que no hay crisis. ¿De qué nos quejaríamos?


© Miguel Urda Ruiz

Texto e imagen