4/16/2025

El peregrino, J. A. Baker: la naturaleza sin prisas




Dentro del género novelístico, todavía existen historias que parecen ser contadas por primera vez o por lo menos que nos sorprenden al adentrarse en ellas. Porque hablar de una novela cuyo eje es la contemplación de la naturaleza resulta atípico, ya que lo normal es hablar de la acción o los personajes, pero aquí Baker, cuya obra narrativa se limita solo a dos libros, se limita a estudiar los dos elementos primarios que forman o son parte de lo que llamamos vida: la naturaleza y el hombre.

El hombre que contempla la naturaleza a raíz de un estudio sobre el halcón peregrino durante un intervalo de diez años. Esta es la base argumental de la historia, que en cierto modo puede parecer insulsa, pues depende del grado de interés que uno tenga con la naturaleza y su forma de leer, porque no hay una trama o una historia al uso tradicional. Sino que se trata de una contemplación de la naturaleza junto al hombre; es, por lo tanto, una convivencia común donde no hay un límite, solo un fin: contemplar la belleza de un ave, el halcón peregrino en el condado de Essex, antes de que las aves sufrieran una mengua de población debido a los pesticidas o productos agroquímicos. Nos detalla las características del ave: el peso, el tamaño, el plumaje, sus hábitos migratorios, la forma de cazar, el oteo de (posibles) presas, así como el desarrollo de su forma de actuar según la estación del año.

A pesar de ello, considero que Baker escribió una novela muy bien trazada y con el mismo ritmo que proporciona la naturaleza, una musicalidad acompasada, para lectores sin prisa y que quieren deleitarse con su minuciosa prosa, al igual que se hace con la naturaleza cuando no hay prisa. Es una novela que hoy en día no se publicaría por una editorial de gran tamaño y que en este caso sirve como reflejo para aprender a narrar lo minucioso sin caer en una somera descripción.

La naturaleza y la prosa pueden ir de la manoEl peregrino es una constatación más de ello, dirigida solo a lectores narrativos exquisitos y que no tengan prisa por encontrar una historia. Es la contemplación del hombre ante la naturaleza y el depredador. Novela publicada originalmente en 1967, pero no llegó hasta el 2018 a España, de la mano de la editorial Sigilo, y bajo la traducción de Marcelo Cohen. Son doscientas quince páginas de una prosa lenta, densa, pero a su vez bella como lo es la naturaleza.


© Miguel Urda Ruiz

Texto y fotografía

4/10/2025

Una velada en la librería Morisaki, Satoshi Yagisawa: El sentimiento propio de una librería




Desde hace unos cuantos años hay una especie de corriente de novelas que tienen como argumento, epicentro o desarrollo (o todo junto) una librería, sobre todo en Japón, donde proliferan los títulos que remiten a ellas. Y sin entrar en el valor social o antropológico del porqué, sí que resulta llamativo el hecho; la impresión que se extrae es de una evasión como lector, dentro de un mundo que sabemos que nunca nos defraudará.

Una velada en la librería de Morisaki es la segunda parte o continuación; aunque ambas pueden leerse de forma independiente, es un libro al que no hay que pedirle nada más, aparte de un rato de degustación literaria dentro de la sociedad japonesa, o de Tokio en concreto. Sin embargo, la novela no está exenta de un contenido que incite a ir algo más allá. A raíz de tres personajes: un matrimonio, Satoru y Momoko, que regentan una minúscula librería de segunda mano con un pedigrí de tres generaciones, y Takako, sobrina de Satoru, quien les regala un viaje con motivo de su aniversario de bodas y debe quedarse a cargo de la tienda. Nos encontramos con personajes que no encajan en la sociedad; con una serie de malentendidos sin resolver, porque la propia sociedad conlleva al individuo a no expresar sus emociones; y que el ser humano tenga una herida intrínseca sin resolver o incluso perpetuada en el tiempo porque la sociedad nipona, a pesar de estar en pleno siglo XXI, sigue arrastrando el lastre de una tradición milenaria.

Una novela de fácil lectura, ya sea en una tarde de playa o de sofá en invierno, pero que consigue llevarte a Jinbocho, el barrio de Tokio dedicado a las librerías de segunda mano. Conseguimos oler los libros, palparlos, indagar en los títulos a los que hace referencia para incrementar nuestra biblioteca e incluso logra transmitir ese amor que el dueño de la tienda siente por ellos. Nos dan ganas de ir a instalarnos allí o incluso abrir nuestra propia librería. Japón nunca deja de sorprender.


© Miguel Urda Ruiz

Texto y fotografría

4/04/2025

Aquí y ahora, Cartas. P. Auster - J. M. Coetzee: dos grandes de tú a tú




¿Qué ocurre cuando la amistad de dos escritores, –grandes, por supuesto,– llega a hacerse pública? Primero, que entramos en una parcela de su vida privada; y segundo, un sentimiento de admiración-aprendizaje-envidia, todo junto o separado, da igual el orden, porque lo importante es que el libro reseñado deja al descubierto el intercambio de correspondencia durante cuatro años de Paul Auster y J. M. Coetzee, mostrando su intimidad, pero sin caer en la vulgaridad o traspasar la línea del espectáculo que Guy Debord consideró necesaria o adictiva para el gran público.

Cuatro años de escritura epistolar motivados por una admiración mutua y que tuvo como origen el encuentro de ambos escritores en el Adelaide Literary Festival del año 2008, reto propiciado por Coetzee, manifestando a Auster el deseo de un proyecto común. Aunque no queda claro si son a través de cartas escritas como tal, de emails o mediante fax. Publicado a través de una colaboración entre las editoriales Anagrama y Mondadori en 2012.

No hay un "yo te escribo, me escribes tú" y una respuesta al unísono, sino que es un intercambio de correspondencia cuando uno de los dos escritores lo requiere. Entrar en la intimidad de dos escritores es lo similar a entrar en el vacío de un salto, pues no sabes lo que te puedes encontrar. Ya sea de Coetzee o de Auster, percibimos que bajo la capa de escritor –a veces, puesta a modo de excusa o haciendo gala de ella– existe un individuo con idénticas inquietudes que el ser humano que va cada día a trabajar, o con los mismos problemas familiares que cualquier familia: hijos, suegra, matrimonio, etc. Dialogan sobre temas muy variados, dando cada uno su peculiar visión de los hechos y, por citar algunos, son: la crisis económica del 2008; el gusto por el cine y la adaptación de sus novelas; los nervios del escritor ante una conferencia; errores que comete un escritor o incluso lo que el lector espera de ellos; cómo afrontar una cena de Navidad; o si es pertinente dejar la lectura de una novela a medias, dada su escasa calidad.

El tiempo ha pasado por esta correspondencia dejando elementos que podrían considerarse caducos, pero eso no quita, que se aprecie un valor narrativo tanto de la forma subjetiva, como sobre el hecho concreto o la manera de pensar de cada autor. Uno se queda con las ganas de saber más de ambos. 

Paul Auster nos dejó en 2024 y esta parcela de su vida, que él quiso exponer al gran público, no solo deja patente su calidad como escritor; sino que también proporciona una curiosidad acrecentada sobre el resto de la obra de Coetzee. Quedan muchas dudas en el aire, a la par que ninguna, pues el deleite de ambas conversaciones es sublime. Solo lanzar una cuestión a las editoriales: ¿por qué no hay más colaboraciones de este tipo? El lector se lo agradecería.

© Miguel Urda Ruiz

Texto y fotografía


3/29/2025

Carmiña. Correspondencia, Julián Oslé: los réditos de una amistad




Soy consciente de que tendré opiniones desfavorables en mi contra sobre lo que voy a decir de este libro que entra por los ojos, sin duda alguna. La literatura está plagada  de personas que hablan, que dicen, que compartieron, que fueron amigos, conocidos, cónyuge, amantes de tal o cual escritor. Sin embargo, llega un momento donde esa relación traspasa una línea porque la sensación que se percibe es que se puede sacar unos réditos de dicha amistad, y más cuando el autor/a ha fallecido.

Carmina. Correspondencia es un libro profusamente editado, y publicado por la editorial Tres Hermanas, mostrando una faceta privada de la vida de Carmen Martín Gaite y Julián Oslé, basado en la "excusa" de una larga e intensa amistad. Publicado en el año 2024 como un avispado pre-adelanto de todas las publicaciones que este año (2025) están viendo la luz, motivadas por el centenario de su nacimiento.

Al incluir e intercalar objetos personales (postales, fotografías, caligramas, recortes periódicos...) que atestiguan esa amistad, y la estancia de Martín Gaite por la costa gaditana,  no hay que exigirle más, su lectura es amena e incluso curiosa. Es el testimonio de una amistad. Y esa es la excusa, mostrar una parcela de la intimidad para acercarnos más a la escritora. Aristas o trozos de su vida privada al descubierto. Como testimonio, sí, pero para mí subyace un interés peregrino en "demostrar que eran amigos" cuando la verdadera amistad no necesita mostrarse. ¿A quién quiere asombrar? Es posible que sea al propio autor.

No lo voy a negar, he disfrutado contemplando –todos tenemos algo de voyeur– el intercambio de correspondencia. Pero quien conoce un poco la figura de Carmen Martín Gaite, sobre todo a través de sus obras, puede apreciar que no aporta nada nuevo. Su forma de ver la vida y la literatura (o la literatura como una forma de vida), lo generosa que fue con sus amigos, la etapa más nefasta de su vida motivada por la muerte de su hija. Me quedo con un sabor agridulce que no consigo aclarar: amargo porque desvela una parcela demasiado íntima para reflejar una amistad, y que podría llevar a pensar si a la autora le hubiese gustado semejante exposición de su privacidad, y dulce, pues nos muestra que bajo esa escritora subyace una mujer cuyo propósito fue vivir.

No obstante, me remito a las palabras que Carmina dijo en alguna ocasión respecto a su vida: "Quien quiera conocerme, que lea mis novelas".

© Miguel Urda Ruiz

Texto y fotografía



3/23/2025

La extraña, Sándor Márai: la llaga de la sociedad








Sándor Márai no rebusca argumentos para nutrir sus novelas, parte de hechos simples y que están presentes en la sociedad. En este caso es un hombre, a punto de entrar en el medio siglo, con una carrera de profesor de estudios orientales en París, abandona a su mujer e hija para irse con otra. Pero, la cuestión es cómo lo ve la sociedad, un hecho que a ojos vista todo el mundo se lo puede recriminar, mientras que en los interiores de cada vida es algo más tolerado o quizás, menos cuestionado. 

Un tema moral, o como la sociedad del momento acepta el hecho, podría ser la línea que atraviesa la novela, y pienso que sí que por ahí va lo que el escritor quiere contar, una serie de cuestiones ideologicas que forjan al individuo, pero que desconoce su misión o cómo sustentarlas. El protagonista, Viktor Askenasi, emprende un viaje por el Mediterráneo para intentar solventar unas cuestiones morales que le llevan atosigando bastante tiempo. Lo cual se traduce en la culpa como un primer elemento que construye la novela; la felicidad que puede ser duradera, eterna o solo es efímera;

El profesor se rodea de personajes que forman el decorado de los momentos de su vida, pero que no le resuelven nada, todo lo contrario, le incitan a un viaje, que más que ser geográfico profundiza en ciertas cuestiones morales en las que está envuelto. Es una bajada al infierno que le hace daño a sí mismo, al intentar buscar respuestas a preguntas cuya incertidumbre no lo deja vivir y que solo le afecta a él, pues su mujer tiene otra forma de ver la vida (más acomodaticia), la amante no se cuestiona nada y solo vive el momento y su hija es un elemento más fruto del matrimonio que es para lo que se crea una familia: asegurar la descendencia.

Una novela redonda, pero a la vez extraña, al estar llena de dudas sobre la condición del ser humano, ¿es maleable?, ¿sus hechos están justificados?, ¿el matrimonio ¿es necesario?, por citar algunas cuestiones que surgen de la diversa amalgama de esta lectura. Una diatriba muy suculenta que forma el escritor húngaro a través del profesor: alguien que enseña, pero no consigue aprender de la vida. ¿Qué es lo que esta quiere enseñarle? ¿Por qué? ¿Por qué? y ¿Por qué? Todo para reflejar que hay una frágil línea que delimita la locura de la cordura, pero escrito con una maestría que no dejará indiferente a nadie.

Márai es Márai, por eso nunca defrauda.


©Miguel Urda Ruiz

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3/17/2025

Ella pisó la Luna (Ellas pisaron la Luna), Belén Gopegui: una carta en femenino




Y digo bien cuando título esta recensión como una carta en femenino, porque pienso que es así. Bajo el cobijo del formato de conferencia, impartida en el CaixaForum de Madrid, en el año 2019, y en el ciclo Ni ellas musas ni ellos genios, Belén Gopegui se adentra con Ella pisó la luna en la cicatriz social para mostrar el desequilibrio entre ambos géneros, pero motivado o justificado en el matrimonio de sus padres. 

Una vez que te adentras en la lectura, te das cuenta de que no aporta nada nuevo que la sociedad no sepa o sea consciente de ello, sino que entra en la esfera privada de su vida. Es un ejercicio individual de mostrar al público algo que considera que debe saber y se intuye un cierto poso de resquemor o de queja, pero sin llegar a ser un ajuste de cuentas. Y ahí radica el quid del asunto: no profundiza en ningún tema en concreto. Habla de aspectos de la mujer que la llevan a ser relegada al hogar, poniendo como ejemplo a su madre, que tuvo que cuidar de la casa y de sus hijas (una con discapacidad) mientras que al marido le otorgan un puesto relevante en el Instituto Nacional de Técnica Aeroespacial que colabora con la NASA. Es decir, la mujer a la casa y el hombre a trabajar. Se puede estar de acuerdo o no con esto; sin embargo, es lo que imperaba en la época franquista.

 Sobre dicho tema hay una cantidad ingente de literatura y ensayos, pero Gopegui no aporta nada nuevo, solo muestra el sacrificio de la mujer en pos del reconocimiento del hombre. La mujer, si tenía que trabajar, era en puestos triviales para el hombre, pero esenciales para la sociedad, como podían ser: enfermeras, maestras, dependientas… Lo cual provocaba un sentimiento de culpa al intentar destacar y tener una valía propia. Porque había una cosa clara: la mujer se sacrificaba por amor a los hijos y al marido, es decir, a la familia. (Aspecto no integrado totalmente en la sociedad de hoy en día, pero es otro punto a debatir en otra ocasión). 

Dentro del libro, se percibe material para profundizar en el tema central y hacer un trabajo más exhaustivo y de notable calidad. El texto editado por Random House va acompañado de fotografías del álbum familiar. Sabemos que el hombre pisó la luna, pero la mujer conquistó su propio espacio aportando la sabiduría que otorga la "leche materna", como reflejó Helene Cixous. Belén Gopegui desnuda una parcela de su intimidad, pero es demasiado tupido el velo para poder ver algo nuevo.

                                                                                                       © Miguel Urda Ruiz, Texto

                                                                                                                 Fotografía Internet

3/11/2025

Amsterdam, Ian McEwan: una moral social bajo el acorde de una sinfonía




La historia lo sostiene desde tiempos inmemoriales: en público las virtudes y en privado los vicios. Sin entrar a destripar el argumento, es la línea en que Ian McEwan (www.ianmcewan.com) desarrolla en Amsterdam (sin tilde por ser nombre extranjero en este caso) y que cuestiona los principios morales de la sociedad británica, aunque es perfectamente traspolable a cualquier otra. 

Una novela que comienza en alto, con el funeral de Molly Lane (¿un guiño a Joyce?, ¿intertextualidad?), una mujer de costumbres amorosas atípicas y los cuatro hombres más importantes de su vida allí presentes, aunque la historia toma a dos como epicentro de la narración. Un director de periódico y un compositor de música, ambos en un momento de decrepitud de sus vidas. A raíz de esa situación asistimos a una serie de hechos que refleja la idiosincrasia del ser humano y lo despoja de cualquier atisbo innecesario para hacer ver que está compuesto y se nutre de sus propias miserias. 

En la novela abundan los acontecimientos que te arrojan a un vacío como lector, facilitando su lectura, pero que carecen de emoción. Asistes a ellos, aunque no te impregnas o implicas, bien porque al estar narrada en tercera persona no provoca un acercamiento o que te decantes por ningún personaje. McEwan nos muestra que la sociedad británica del último tercio del siglo XX está corroída, corrupta y enferma, pero a su vez deja patente que no es algo nuevo, pues está sostenida por esos pilares. 

Sin embargo, bajo la narración subyace la cuestión sobre el grosor de la línea que traspasa la moralidad del ámbito privado al público e incluso si existe, y cuál es su definición. Desde que se publicó el libro, en 1998, la sociedad ha cambiado muy deprisa, y el nacimiento de las redes sociales estaba muy próximo, son empresas que pugnan por hacer público lo que siempre ha sido de puertas para adentro y dónde todo vale por incrementar el número de seguidores. 

La excusa de un funeral, momento muy bien logrado para constelar toda la trama donde los hechos de los personajes inciten al lector a juzgarlos o no: la amistad, el político, el dinero, la credibilidad de un medio de prensa, así como la muerte y la finalidad que esto conlleva. Nada es aleatorio. Todo está perfectamente encajado en la novela, incluso el título que parece estar de adorno no es como aparenta. Ahí radica el quid del buen escritor. Que el lector sepa encajar todas las piezas al final de la narración. 

Para mí queda una duda: ¿cómo sería la novela hoy en día con las redes sociales de por medio?

© Miguel Urda Ruiz

Texto y fotografía