Era
una asignatura pendiente desde hace mucho tiempo, introducirme en la
obra narrativa de Natalia Ginzburg,
y ha sido con la novela Querido Miguel cuando he podido
hacerlo, y para ser más exacto, ella ha acudido a mí. Quien me
conoce o sigue mi trayectoria narrativa y lectora, sabe de mi
devoción por Carmen
Martín Gaite. Días
atrás, pasaba por
delante de una tienda de libros de segunda mano –ídem sobre mi
afición a estas tiendas– cuando vi cómo el librero estaba
colocando un montón de libros en un cesto de mimbre. Llamó mi
atención el nombre de Carmiña
y al ver que traducía
a la autora italiana, no tuve que pensarlo dos veces para comprarlo.
Escrita en un género que está prácticamente en desuso, el
epistolar, el eje visible de la novela es la relación de una madre
con su hijo, Miguel, a través de un periodo de tiempo de diez meses.
Nos adentra en una Italia –no muy diferente de la España de esos
instantes– de finales de los 70, que vive momentos difíciles y
arrastra las secuelas de los movimientos del 68, con unos
protagonistas que reflejan la verdadera cara del país: una Italia
donde los personajes no comen obligatoriamente pasta y que están
fuera del estereotipo que tenemos sobre ellos.
En un primer plano, la autora italiana nos muestra el miedo que
tiene una madre a lo que puede sucederle al hijo, que camina siempre
por un borde ajeno a lo establecido. Pero no es solo la relación
materno-filial lo que llama mi atención, sino la parte del iceberg
narrativo que no es visible. ¿Cómo es la relación entre la madre y
el hijo? ¿A qué se debe ese desapego familiar? ¿Qué hay en él
que ni la muerte de su padre, ni la enfermedad de su madre le hace
regresar a su país? ¿Qué existe en los personajes de la novela que
genera una duda provocativa al lector? ¿De qué huye Miguel
realmente? De su madre, de sus relaciones familiares, de una duda
sexual, de su país... Más que respuestas, la autora emite preguntas
indirectas al lector para finalizar con la sensación de que los
personajes son incapaces de enfrentarse a la vida.
Es una historia por la que ha pasado el tiempo –pero no por ello
ha perdido vigencia– , dada la velocidad actual de las
comunicaciones, lo cual me lleva a cuestionarme si esta novela podría
escribirse hoy en día y con qué resultado.
Querido
Miguel, –publicada
por Acantilado– (insisto) es la primera novela que leo de Natalia
Ginzburg pero, vista
su bibliografía, el lector hasta puede hacerse una idea de que el
eje de su obra son los conflictos familiares. Hay que profundizar más
en ella.
©
Miguel Urda
texto y foto
1 comentario:
Te leo.
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