Con solo siete novelas publicadas, la Academia Sueca le concedió el Premio Nobel de Literatura en el año 2006. Y todo por culpa de su padre. Un niño que soñaba con ser pintor, pero que vio cómo su progenitor escribía en casa y se convirtió en escritor. Es a él a quien le dedicó el discurso de dicho galardón por haberle transmitido la vivencia de la escritura y la literatura y que se recoge en el libro La maleta de mi padre junto a El autor implícito, que leyó al serle entregado el premio Puterbaugh otorgado por la revista norteamericana World Literature, y En Kars y en Frankfurt que pronunció al recibir el Premio de la Paz de la Unión de Libreros Alemanes en 2005 donde manifiesta su relación con el proceso de escribir y la lectura.
Una maleta que su padre le legó dos años antes de morir, llena de papeles con todo lo que había escrito durante su vida, y otorgándole la facultad para que hiciese con ella lo que quisiera, lo que supuso conocer el mundo su figura paterna, así como la relación entre ambos y, sobre todo, que se convirtió en escritor gracias a él. Pero dentro del marco de un país, como Turquía, donde la religión tiene un papel preponderante en la sociedad y rige su comportamiento sin poder expresar libremente lo que se siente. Y cuyo vehículo de transmisión es la novela. Instrumento que sirve para constatar la historia, construir sociedades, aprender y además divertirte.
Pamuk utiliza la novela como instrumento para mostrar las dos sociedades: la turca y la europea. Esta última, a grandes rasgos, pero sobre la convivencia entre ambos continentes y el uso que uno y otro hacen de cada uno. Costumbres, arraigo, jerarquía, política,y familia, por citar algunos ejemplos, tienen una forma diferente de verse en cada lugar y más cuando Turquía es un país fronterizo entre oriente y occidente.
Con un tono cercano, sin llegar a ser el de ese amigo confidente, pero muy próximo, no solo habla de cuestiones sociales, sino del escritor como tal. Cuenta de cómo se recluye en una habitación a escribir en soledad durante diez horas cada día; de lo que significa ser lector y la geografía de cada uno (¿dónde me leerán?); de qué está construida una novela y si es verdad que está plagada de imaginación o es al revés la imaginación construye la historia; hasta qué punto convergen los mundos del autor y del lector; qué novelas le han influido en su vida (¿Pueden separarse vida personal y vida profesional en el caso de un escritor?); si un novelista es otra persona cuando escribe o se pone en el lugar de otro.
Orhan Pamuk destila sensibilidad y te acerca su mundo, con cierta envidia, al querer ser por momentos como él.
© Miguel Urda Ruiz
Texto y fotografía
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