5/10/2025

Oposición, Sara Mesa: cuando la comodidad te convierte en un ser atonal



¿Es un ganador o es un perdedor el funcionario? Es la pregunta que me surgió cuando terminé de leer Oposición. Porque tener un puesto de trabajo seguro para toda la vida laboral garantiza seguridad económica, pero ¿no desaloja de los sueños que se tuvo alguna vez al estar instaurado en un trabajo repetitivo y monótono de forma perpetua? La cuestión es que el cuerpo de funcionarios siempre estará en entredicho (ya lo dijo Larra en el siglo XIX: "Vuelva usted mañana") o, lo que es lo mismo, pagan justos por pecadores o pecadores por justos cuando los hay que trabajan de verdad. Sara Mesa trabajó como funcionaria y en sus páginas habla de algo que conoce muy bien. Sabe cómo funciona la administración, su maquinaria y todo el engranaje que la circunscribe, y lo deja al descubierto con esta madura novela, donde no hay nada al azar.

Lo primero que se encuentra el lector es una mirada hacia Kafka, donde pervive al día el universo tan particular que creó y que en la novela está perfectamente transpolado; el mundo de la administración y todo el engranaje que hay dentro, desde lo que hay que hacer para mover un papel o para dar parte de un fallo en un ordenador. BUROCRACIA.

Con un lenguaje gris, triste, apagado, pero no simple o aburrido, que lleva intrínseco el tono oficial de la administración y sin caer en tecnicismos, nos sumerge en una novela desarrollada en tres tiempos o en tres partes, como si jugase con un proceso administrativo donde está el inicio, los pliegos de preguntas, la de respuesta y la conclusión que corresponde ni más ni menos que al equipo de "los sabios". Lo cual ya dice mucho sobre ella, pues tiene muy claro lo que quiere contar y en quién deja la responsabilidad de emitir un veredicto.

A lo largo de la novela nos encontramos con todo un desglose de funcionarios, que cualquier ciudadano de a pie conoce (dudo que haya alguien que no haya tenido alguna experiencia), y que son perfectamente identificables a nivel particular: el entregado y que parece que va a heredar la administración correspondiente; el pasota y que solo va a cumplir con el tiempo mirando el reloj; o aquel que ni el ojo de la pantalla y no ve otra cosa. Y otros que pasan de largo por el lugar, pero que cobran religiosamente su propia nómina.

La autora juega con los elementos del argot del mundo funcionarial: el tiempo para desayuno o para medir la efectividad de los trabajos; el surrealismo de crear programas para dotar de trabajo a personas que llevan meses con los brazos cruzados; la funcionaria que desarrolla la poesía en su tiempo de trabajo o el amor por los gatos; aunque todo puede sintetizarse a través de los tiempos del café. El tiempo que dedica el funcionario a desayunar (cada compañero de mesa pertenece a un rango de desayuno, aunque seas de otro rango jerárquico); el juego con las cápsulas de café y donde subyace la "crítica" de si el funcionario siempre está tomando café; el hecho de que dentro de la propia administración esté mal visto que un funcionario interino o en prácticas tenga dudas sobre si opositar; el entrar a dedo en un puesto, ya sea relevante o no.

Oposición no caerá al olvido fácilmente, ni se convertirá en una historia obsoleta, sino que irá cogiendo solera con el paso del tiempo, donde el lector (exigente) sentirá la historia viva y podrá estar a favor o en contra de ella según el punto de vista desde el que se mire, pero lo que está claro es que Sara Mesa toca en el quid intrínseco de la administración, de la burocracia, del funcionariado. Nada es desconocido para el lector, ni siquiera los sueños que se dejan por el camino por culpa de una tediosa (¿y ansiada/obligada/esperada?) Oposición.

© Miguel Urda Ruiz

Texto e Imagen 


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