11/30/2024

Kokoro, Natsume Soseki: los sentimientos pausados





Kokoro es una palabra de difícil traducción, cuya explicación deja clara el traductor Fernando Cordobés en el prólogo, optando por la palabra "corazón", pues es la que más se asemeja a lo que quiere transmitir la historia. En Japón es considerada una obra de culto y de lectura obligatoria en los colegios, pero yo no termino de encontrar el motivo de su importancia.

Publicada a principios del siglo XX cuenta la relación de amistad entre dos personas sin nombre, un joven estudiante y un personaje maduro, al que el narrador apoda Sensei, como si fuese un maestro que le enseña sobre la vida, quién posee cierto rasgo de misterio y que es el eje de la novela. Es una historia que nos puede parecer lenta, pero va acorde a cómo era la sociedad japonesa en el momento de su publicación. Una sociedad que, poco después, al ser derrotada en la Segunda Guerra Mundial, sufriría una profunda transformación, dejando de un lado la tradición milenaria y apostando por lo extranjero como sinónimo de progreso. Sin embargo, hay ciertos momentos donde la narración parece alargarse, como si el autor no se atreviera a poner punto final a la historia, aunque al ser publicada por entregas puede justificar ese alargamiento impostado.

Hay un personaje (lo considero más apropiado que decir un elemento) que, por momentos, pasa desapercibido como es el silencio y que permite construir la trama en la que se sostiene la historia: el secreto de uno de ellos. Es decir, el silencio ayuda a encubrir al cobarde. La verdad solo exige palabras para que tenga sentido y recurre a la escritura de una carta con el fin de justificar todos los hechos, pero sin posibilidad de respuesta, lo que me provoca un rechazo, pues Soseki al dejar indefenso al lector muestra la cobardía del ser humano. Es tirar la piedra, esconder la mano y toca al lector poner la ficha de valentía que no hay en la historia. Pero esto no quita que en algún momento determinado de la narración el lector se apiade y muestre su vulnerabilidad hacia los personajes, a pesar de que la narración podía haber tomado otro cariz y no precipitar los hechos.

Hablar de un clásico, aunque sea moderno, no es fácil, y más cuando la referencia es de un país oriental como es Japón, donde Kokoro es algo semejante a nuestro Quijote, salvando las distancias en un primer momento. Un amo y un escudero; un joven y un Sensei maduro; experiencia e inexperiencia en la vida. La relación entre dos personajes que Cervantes instauró, aquí no pasa de largo y puede verse la misma estructura acompañándola durante toda la obra y que, con sus contradicciones o su querer hacer y no hacer, envuelve la novela con un toque Cervantino, pero marcando claramente las diferencias pues hay tener presente que entre oriente y occidente existe una barrera narrativa y sensitiva que no es siempre fácil de distinguir o comprender. En nuestra literatura priman unos determinados elementos de la historia, mientras que en el país nipón se desarrolla más la forma de expresar la belleza de las cosas que los sentimientos. Tema incómodo y que se aprecia de manera notable en las páginas de la novela citada.

No obstante, Kokoro destila una sensibilidad idónea para conocer o adentrarse en la literatura japonesa. Publicada por Impedimenta con una espléndida traducción de Yoko Ogihara y Fernando Cordobés.

© Miguel Urda Ruiz

Texto y fotografía

11/24/2024

La buena compañía, Bárbara Jacobs: una superficialidad necesaria




Hay veces que, aunque no te convenza el libro, sabes que tienes que decir algo de él, porque hay cosas positivas. Es lo que me ocurre con el libro aquí referido : no termina de convencerme, pero creo que tiene cierto valor para personas que están adentrándose o iniciándose en el mundo de la literatura.

Bárbara Jacobs, autora que desconocía, recorre el mapa literario que ha ido construyendo a lo largo de su vida junto a su esposo Augusto Monterroso, pero orientando al lector con títulos de obras literarias y su justificación. Sin embargo, llega un momento donde uno, al ver el pedigrí o currículum que posee la autora, piensa que se queda corta o que no quiere implicarse más, pues son obras de renombre que el lector, a poco que se asome en la literatura, las encontrará sin apenas dificultad. Dividido por géneros, no olvida ninguno e incluso aporta alguno como son los prólogos, los libros inclasificables o autores que no escriben en su lengua patria. Pasa por la novela, diarios, cuentos o relatos, crónica periodística, etc., incluso habla de las versiones de los clásicos con el fin acercar a la literatura a los jóvenes o niños, pero pierde una oportunidad exquisita para recomendar o hablar de libros que están fuera de la línea narrativa conocida por el gran público; aspecto que ayuda a consolidar su carrera literaria, pues si me hablas de lo que todos hablan ¿qué novedad aportas? ¿Se tratará de un mero encargo de la editorial?

No obstante, y lo he dicho al principio, considero que es un libro válido para los que se inician en la literatura y que puede servir como referencia para colegios o en bibliotecas con clubs de lectura dónde muchas veces no hay una orientación sobre qué leer y fomentar e ir creando una posible lista de libros para leer, adquirir o, en definitiva, a tener en cuenta. La autora aporta una bibliografía básica que puede servir como nivel iniciador y que, poco a poco, el lector se volverá más exigente y le irá añadiendo títulos marcados con un estilo personal. La cuestión es que la editorial lo intenta vender como algo exquisito cuando no aporta nada nuevo al mundo de la literatura y la autora pierde una oportunidad de mostrar su paladar literario más exquisito.

© Miguel Urda Ruiz

Texto y fotografía

11/18/2024

Lo raro es vivir, Carmen Martín Gaite: una novela en azul



¿Qué hablar o decir de Carmen Martín Gaite cuando hay una cantidad ingente de información sobre ella y cualquier aspecto de su obra literaria? No obstante, soy osado y con toda humildad me atrevo a hablar de su libro Lo raro es vivir.

Una novela que, a ojos de un lector, sin una bibliografía lectora a sus espaldas, puede parecer insulsa o, mejor dicho, incomprendida. Y es aquí cuando entra en juego la "Teoría del autor", de si es necesario conocer datos de su vida o del resto de obras, o se debe mantener al margen. 

Gaite sabe lo que hace y lo que quiere transmitir al lector —no todos los escritores lo consiguen— y domina a la perfección el lenguaje y lo utiliza a su capricho. (Más de una vez recomiendo a mis alumnos que quieren aprender a escribir, que hagan algo tan simple como copiar. Un dictado como los de antes, pero copiado por sí mismo. Se llevará más de una sorpresa al ver la entonación, puntuación, y pausas por citar algún aspecto del lenguaje escrito. Aquí me refiero a Carmen Martín Gaite, pero cualquier buen autor puede valer). Nos encontramos con Águeda, una archivera, que baja al submundo (¿Infierno? ¿Dante?) para intentar salir de él de una forma coherente y todo mediante un juego. Elementos usados por la autora con la finalidad de mantener al lector atento a su lectura. Idas y venidas de la mente al sentido común; de personajes secundarios que mantienen apuntalada a la protagonista para que no caiga la narración, sin ser consciente ella del papel que están jugando en su vida en ese momento.

Madrid. El de la Movida es otro personaje más. La autora recorre sus calles, comercios, bares. Un viaje que la protagonista necesita para encontrarse a sí misma. El conflicto de la madre (tan presente en la narrativa de la generación de los cincuenta) aquí no iba a ser menos y adopta una postura que el lector no espera. Su familia despunta aires nuevos acordes con los tiempos que están llegando y sobre todo ese ambiente liberal que se respiraba en el Madrid de los años ochenta. Vida personal y sociedad van de la mano en la historia. Dos intentos de dar sentido a la vida, porque en el fondo –o no tanto– ya lo dice la autora y no hay que quitarle razón: lo raro es vivir. Cuesta más vivir que morir. 

El azul es el color que predomina en la novela: habitación,, vestido, cuadro... Es como si la autora intentase construir un cuento de hadas, pero donde muestra que la realidad es otra por mucho que lo refleje en un final. Porque aquí radica la grandeza de toda su narrativa. Cierra la historia, pero ¿dónde subyace la duda de si me está contando lo que creo o no es tal lo que cuenta? 

Una novela redonda. Capítulos circulares que no dejan ningún cabo suelto; así como la trama que le otorga un cierre perfecto.Son pocas las novelas que en el panorama español de los últimos veinticinco años lo consiguen. No hay ninguna queja a la novela, en todo caso a la autora, aunque sabemos que ella no tuvo la culpa: el irse demasiado pronto. El Premio Cervantes estaba al caer, estoy convencido. Gaite siempre es y será Gaite y sus letras nunca defraudan.

© Miguel Urda Ruiz

Imagen y texto

11/12/2024

Casa de verano con piscina, Herman Koch: una dosis, cínica, de medicina



El autor, Herman Koch parte de cómo el protagonista, Marc Schlosser, un acaudalado médico belga ejerce la profesión de la medicina, pero mostrando la realidad, es decir, eso que alguna vez hemos pensado todos de nuestro médico de familia y que pocas veces somos capaces de hablar, porque si hay algo sagrado en todo el elenco que por una u otra cuestión tiene cabida en una familia, es el médico. 

En los primeros capítulos nos encontramos como nos descubre aspectos de la medicina básica, la más cercana al enfermo, también hay restricciones, con la finalidad de no desviarlo al especialista y así no agrandar la lista de espera y sobre todo la visión de un médico ante el paciente. Sus comentarios son demasiados positivos y llegas a preguntarte cuáles serán los derroteros de la novela. El hecho de tener a un actor como paciente (¿cliente?) que va a rodar una serie de romanos y con un gran presupuesto cambia la trayectoria de la novela. Muy bien enlazado, lleva al médico a unas vacaciones en la playa con su mujer e hijas que lo sacan de la monotonía. Pero ya se sabe que si hay algo que rompe el equilibrio familiar son las vacaciones de verano. El autor belga despliega una narrativa que, por momentos, te hace quejarte, pues querías seguir viendo el cinismo del médico, en lugar de unas vacaciones. Pero nada es lo que parece y los días de asueto cambian de tonalidad, igual que lo hace el mar o el cielo según la hora. 

La novela, en su última parte, provoca un giro que logra olvidar el enfado y retoma el interés para dar sentido a la historia. Pues no todo es lo que parece y lo es, aunque no se ha visto o mirado (en este caso me valen las dos acepciones) la situación como deberían verse, sino como uno desea. Puede parecer una novela de detectives, pero caseros. Sin grandes perspicacias o tecnologías, solo el sentido común y unas pruebas básicas, que seguro que la próxima vez que vayamos a ver al médico de familia lo miremos con otros ojos. 

Por mucho que Marguerite Yourcenar dijese por boca del emperador: que ante el médico uno no tiene ningún poder, nosotros sí lo tenemos: el de seguir leyendo.


© Miguel Urda Ruiz

Texto y fotografía

11/06/2024

Construir lectores, Vicente Luis Mora: una cuestión compartida






Se dice que el libro pierde fuelle con el avance o imposición de las tecnologías; que cada año disminuye el número de lectores y así podría seguir enumerando factores o causas que anuncian su final. Pero ocurrió también lo mismo con el teatro, con la radio o con el cine cuando surgieron nuevos elementos de comunicación que podían apartar a sus acólitos. Con el libro no iba a ser menos y se lleva hablando de su final, con un nivel acentuado desde mediados de los años ochenta, pero Luis Vicente Mora, en su último libro Construir lectores, apuesta, por lo contrario: no se extinguirá si hay un público que lo exija y siga manteniendo la pasión por la lectura. 

Editado en un formato, casi de tamaño breviario, nos habla de lo que significa el libro y sobre todo la función que canaliza desde los albores de la humanidad o de la escritura, para ser más exactos, la de transmitir conocimiento. En el caso de la novela, pues le agregamos que nos entretiene, nos hace crear un mundo propio (cosa que no consigue una serie de televisión dado que nos lo da todo hecho sin dejarnos un atisbo a pensar), y además, nos aporta conocimiento, entre otras cosas. 

Vicente Luis Mora apela al sentido común, tanto de los docentes (algunos) que a la hora de impartir literatura no demuestran profesionalidad (no me atrevo a decir "amor") por los textos que están enseñando, así como al entorno familiar: si los padres leen llegará un momento que los hijos también lo hagan. Hay lectores que se han construido al adquirir una colección de libros; es decir, el lector puede formarse y/o crearse aunque a lo que apela es al cómo darle sentido a esa instrucción. 

La tecnología está instalada en nuestras vidas, lo cual lleva a una falta de concentración de la lectura o de lo que estás haciendo, pero no es algo nuevo, Flaubert o incluso Teresa de Jesús ya aludían a ello, y lo deja bien patente el autor cordobés en un narración muy detallada. Apunta al libro, como objeto físico (y casi de culto), de ahí que surjan ediciones especiales: numeradas; de coleccionista o de autor, por ejemplo. Ambos elementos pueden convivir, y de hecho lo hacen. Dicen las encuestas del Ministerio de Educación que los formatos electrónicos de lectura no terminan de despegar en nuestro país y por algo será. 

Es una cuestión social de doble sentido, el hecho de instruir a nuevos lectores: los poderes públicos y la familia. No obstante, pienso que la persona que está destinada para ser un lector llegará por sus propios medios y cuando sea el momento; obligar a algo no significa obtener resultados positivos o deseados. Sí que hay que abrir un panorama diferente y atractivo para mostrar lo que conlleva el simple hecho de leer, ya que hay momentos donde, sin llegar a conocer el mundo del libro, se prejuzga de aburrido. Nada más alejado de esta opinión, según los lectores. 

Comencé el texto hablando sobre la crisis del teatro, cine, música, es decir, la cultura en general. El libro no iba a ser menos. Solo queda pensar que estar en crisis sale rentable. Por un momento pensemos que no hay crisis. ¿De qué nos quejaríamos?


© Miguel Urda Ruiz

Texto e imagen

10/31/2024

Nubes flotantes, Hayashi Fumiko: el intento de vivir


¿Qué ocurre cuando la posguerra es peor que la guerra? ¿Cómo se sobrevive a ello? En estas dos preguntas puede sintetizarse la línea que vertebra la novela de Hayshi Fumiko: el intento de sobrevivir —que no vivir, que ya sería demasiado pedir— en el Japón tras la derrota de la Segunda Guerra Mundial y humillado por Estados Unidos, aunque la verdadera derrota fue la pérdida de una tradición ancestral. Dos protagonistas del escalafón más básico de la sociedad como son una mecanógrafa (Yukiko) y un profesor (Tomioka)que participan de los hechos que van aconteciendo en su país sin saber por qué ocurren o asimilarlos en la medida de lo posible. 

La novela presenta una lectura algo “insulsa” si no se tiene un conocimiento sobre lo que que aconteció en el país nipón tras finalizar la guerra, pero eso no quiere decir que no pueda leerse. De hecho, viene acompañada por una detallada Introducción de Kayoko Takagi que nos sitúa en el contexto de la época y el porqué la forma de actuar de sus personajes que consiguen dar una hegemonía a la narración, lo cual te hace comprobar que no hay punto innecesario en el desarrollo de la historia. La autora fue una mujer arriesgada para la época, donde el papel predominante lo tenía el varón. La escritora no deja ningún aspecto social sin tocar: los barrios del placer, las debilidades del hombre, la ilusiones de la mujer, el crimen o asesinato que según el punto de vista o necesidad puede resultar hasta positivo para la sociedad, la religión siempre tan oportuna en momentos de crisis y cuyo fin es obtener un lucro del necesitado; el cambio de valores que acarrea la victoria y muestra a la sociedad japonesa  intentando adaptarse, introduciendo elementos hasta entonces desconocidos como podía ser el jazz o el cabaret por citar alguno.  

Hay una serie de personajes y elementos a lo largo de la novela con un cometido especial cada uno: el americano, por ejemplo, supone un atisbo de esperanza para la protagonista, pues, al ir con él imagina que obtendrá una calidad de vida algo más óptima; como la mujer es reclutada por el país para satisfacer a los hombres sin tener en cuenta su condición, solo es un elemento a usar.

El título remite a los barrios de placer. Tradición que estuvo vigente durante siglos hasta 1957 que fueron eliminados, pero a su vez permite jugar con las sensaciones que extrapola: la vida es una nube y a veces solo hay que subirse a ella. Percibir como un país que nunca había sufrido una derrota se lame las heridas y debe de asumir los cambios que se están produciendo. La tradición es eso, tradición y aceptar que la guerra trae un nuevo modelo de vida cosa que los protagonistas no se plantean si deben aceptar o no, pues están sumergidos en sobrevivir. 

Cada país que haya pasado una guerra tiene una novela principal que relata los sinsabores que vienen con su final. En España fue Nada de Carmen Laforet donde Andrea muestra la desilusión de un país. En Japón es Nubes Flotantes de Hayashi Fumiko, con una espléndida traducción de Kayogo Takagi y publicada en Satori.

Una vez que se consigue adentrar en la novela solo se sale al llegar a la palabra fin, pero no sin haber aprendido que Japón como cualquier país tiene muchas aristas ocultas en la sociedad por muy atractivo que resulte. 


 © Miguel Urda Ruiz

Texto y fotografía


10/25/2024

El año del pensamiento mágico, Joan Didion: la vida no pregunta




Al terminar la lectura de esta novela de J. Didion, deja la duda sobre si el momento en que llega la hora de morir se puede considerar alguna vez "justo”. La respuesta está clara en una primera visión: nunca es el momento apropiado para morir, pero sabemos que tiene que ocurrir y en la mayoría de los casos no estamos preparados para enfrentarnos a ello y a la situación que viene después. 

En el transcurso de un año la autora norteamericana vive el ingreso de su hija en un hospital con una enfermedad de larga duración y la muerte de su marido unos cuantos días después. Lo cuenta en una narración fácil, con una construcción del presente y del ayer muy bien imbricadas. Muerte, enfermedad y vida son las palabras que definen El año del pensamiento mágico y que forman el sustrato del día a día, porque todo está presente en el vivir, solo que a veces no somos conscientes de ello o no queremos mirar, para no ver la cruda realidad. Lanza a su vez reflexiones o preguntas indirectas sobre el hecho de morir y la enfermedad.

La narrativa de Didion es incisiva en los aspectos que quiere resaltar: cómo volver a la vida; cómo se afronta un duelo o como es el momento de darte cuenta de que estás viuda y al llegar a casa no hay nadie a quién contar lo que ha pasado en tu día, tus miedos, tus dudas... y cuando las pertenencias —¿la vida?— de tu marido están en una bolsa de plástico que te entregan los profesionales de la muerte.

Asimilar que el nuevo estatus social es el de viuda con su aceptación o no, porque los caprichos de la vida son así, no te pregunta si te viene bien ahora o más tarde, te da un sopapo y solo tienes que aprender de nuevo. A pesar de ello aboga por una cuestión que muchas veces no se aprecia, como es el poner en valor una vida en común. Cuarenta años de matrimonio es todo éxito y ello lo recalca con miras a momentos felices o no, porque al fin y al cabo es una vida compartida.


No es el primer libro o novela que habla sobre el hecho de afrontar la muerte. Joyce Carol Oates lo trata de forma muy directa en su novela Memorias de una viuda y las similitudes entre ambas obras son bastantes, casi idénticas me atrevo a decir. De cómo la vida en un instante se altera y además provoca un cambio de estatus en los documentos –de casada a viuda– y en la sociedad en sí; el duelo; los amigos; el negocio de la muerte y que todo va en función de la rentabilidad que puede proporcionar el difunto. Incluso la duración del matrimonio de ambas autoras es prácticamente la misma. No obstante, son dos novelas y estilos diferentes, pero a tener en cuenta, pues, hablar cuando la muerte toca de cerca suele ser un tema tabú y ambas autoras dejan al descubierto la intimidad que provoca la muerte del esposo. 

© Miguel Urda Ruiz

Texto y fotografía



10/19/2024

Modos de ver, John Berger: la mirada para aprender a mirar



Tres premisas vertebran este ensayo: la mirada sobre la mujer, aspectos de la pintura al óleo y la publicidad. Y aunque John Berger está como autor en la cubierta él solo es un partícipe más, junto a los otros cuatro autores. Publicado en el año 1972 al día de hoy en pleno siglo XXI, el libro desprende una pátina obsoleta o añeja, pero como cualquier reliquia hay que ver su aportación al presente y el pensamiento de un momento concreto de la historia respecto a la forma de ver. 

Cómo se veía a la mujer en el último cuarto de siglo pasado es uno de los aspectos principales que desarrolla el libro. Así como el papel ha desempeñado a lo largo de la historia y sobre todo su valoración, teniendo en cuenta la evolución del mundo femenino a partir de que la publicidad supo que tenía un valor en ciernes y lo utiliza para sacarle todo el jugo posible! 

Pero mucho antes de la publicidad, la mujer se retrataba al óleo. Lo cual significaba que alguien debía mirarla (aparte del pintor) es decir, posa para ser contemplada. O en todo caso ¿cómo debe ser el espectador que se ponga delante del cuadro? 

El ensayo formula diversas preguntas al lector, –¿Hay un espectador ideal? — sobre el mundo del arte y de la publicidad, que llegado un momento van de la mano. El arte pasa a ser minoritario, cuando la publicidad se corona en la cúspide de la sociedad del siglo XX, una sociedad de consumo. La pintura reflejaba aspectos cotidianos de la vida privada y de la sociedad (elementos que se plasman, situaciones, relaciones...) sobre todo a partir del auge de la burguesía que fueron sus principales destinatarios. La publicidad, sin embargo, es todo lo contrario, se trata de un instrumento que deja al descubierto una amalgama de productos ante el individuo, con la intención de que compre esos elementos que publicita, y el mensaje de que será más feliz o conseguirá un propósito concreto, gracias a ellos. 

En el libro hay una serie de cuadros y fotografías sin palabras o títulos que recogen todo lo expuesto en los capítulos, que obligan al lector a que sea él mismo quién saque su propia interpretación. Pues no hay que olvidar que una buena fotografía habla por sí misma, sin necesitar un pie de página o título. Cada gesto tiene sus propias reglas o hábitos de comportamiento. La sociedad, desde sus orígenes, mira de forma diferente los mismos hechos, solo que les cambia el nombre. 

Es un libro publicado por GG ediciones, cuyo formato e interior desagrada en un principio dada la escasa calidad: alineaciones a la izquierda, fotos en blanco y negro o letra Arial –que como es sabido por toda editorial que merezca ser llamada como tal, cansa cuando se lee de forma continuada—, pero incluye el nombre de John Berger y eso hace que sea un señuelo muy atractivo. No obstante, el libro te acerca a tener una aproximación más detallada sobre la forma de ver y/o mirar aspectos de la pintura y de la sociedad y hasta se le perdona esa falta de interés en la edición.

© Miguel Urda Ruiz

Texto y Fotografía



10/13/2024

Amigos y amantes, Iris Murdoch: la perfección de la técnica


¿Se puede ser amigos y amantes? o ¿amantes y amigos –que no es lo mismo? ¿Cómo alcanzar una conjugación idónea entre el amor y la amistad? Es de lo que trata la novela de Irirs Murdoch en un primer plano. Pero la historia no es eso, es mucho más. Es una disección de las costumbres morales vigentes en los años de la posguerra, fecha en que se desarrolla la acción. Y en cierta medida la autora aglutina, y podría decirse que homenajea, en la historia una serie de géneros literarios o narrativos en auge en dicha época.. La historia comienza con un crimen (Agatha Christie), el paso del tiempo y la homosexualidad (Dorian Grey) la vida de la aristocracia (Evely Waugh) una historia de amor idilica entre dos personas totalmente dispares (Daphne Du Marier) y una mirada a los clásicos, dónde se permite la licencia de llamar inculto a un personaje por no saber lo que significa.

Murdoch juega con los personajes como si fuesen fichas de un puzzle para que al final todo sea perfecto, como una historia de amor dónde todo debe acabar bien o se supone que la vida tiene que tener un final feliz. Muestra a los personajes tal y como son en la vida diaria, con cambios de pensamientos y actitud dependiendo el momento y la persona con la que interaccionan. En un principio la novela desprende un olor moralista, donde todo tiene que quedar dentro de casa y en el exterior hay que colocarse la máscara o etiqueta que la sociedad que exige en ese momento y provoca, que la novela esté demasiado endulzada, en ciertas partes al ver la bondad que los personajes desprenden. Pero nada es lo que aparenta ser de ahí la grandeza de la novela. Todo y todos simula algo que no es lo que parece.

Sin embargo, en la novela hay partes de flaqueza y uno puede pensar que la autora se equivocó o no supo darle el tono adecuado, pero al ver el pedigrí de las ediciones se comprueba que la traducción, y por lo tanto, edición que existe es la que se publicó en 1970, de la mano de Esther Tusquets en Lumen. A pesar de que la censura estaba ya dando sus últimos coletazos, las tijeras las utilizó aquí y se nota, pero eso no quita que deje de ser una gran novela y en cierta medida oscurecida por El mar el mar, que fue la obra que catapultó a la fama a la autora irlandesa. Desde aquí una llamada de atención a las editoriales. Urge una edición revisada de Iris Murdoch.

© Miguel Urda Ruiz, Texto

Fotografía, Internet

10/07/2024

Almendra, Won-pyung Sohn: cómo aceptar una vida




Estamos habituados a leer narrativa oriental cuajada de metáforas, de símbolos, de personajes extraños que muchas veces resultan poco creíbles. En Almendra nos encontramos los elementos esenciales de un país asiático, pero llevado a la máxima simplicidad, sin que resulte monótono, aburrido o exento de interés, es decir, una narrativa transparente y que sorprende dada su procedencia, Corea del Sur. 

La novela narra la ausencia de sentimientos del protagonista, Yunjae, que está catalogada cómo enfermedad bajo el nombre de alexitimia. Pero qué ocurre cuando al joven le van sucediendo acontecimientos uno tras u otro y permanece impasible, dado que no puede sentir. Es ahí dónde radica el quid de la narración, en exponer los sentimientos de las personas que son incapaces apreciarlos, pero que debe vivir o adentrarse en la vida, pues ocurren una concatenación de hechos en la novela que le dejan desprovisto del caparazón que le protegía. 

La autora refleja que hay una serie de tradiciones autóctonas que hay que cumplir, pero lanza su mirada a occidente aceptando la convivencia oriental-occidente, como por ejemplo, la Navidad, las hamburguesas o Broke Shields —icono de mujer en los años 80 en Estados Unidos y Europa–. También apela a la condición humana y la supremacía del fuerte sobre el débil, aunque llega un momento de la historia, sin que haya un intercambio de papeles notorios lo que hace que el lector se pregunte ¿quién es el fuerte o quién es el débil? El título remite a la comparación del tamaño de las amígdalas del cerebro del protagonista con el de una almendra, pero que sea pequeña no significa que sea despreciable, sino que es un continuo aprendizaje para el joven y así avanzar en el desarrollo de algo común al ser humano. Y descubrir que a pesar de que no haya sentimientos no hay emotividad más grande que ser consciente de ellos. Así como aceptar el conocimiento de uno mismo.

Una gama de personajes acordes a la inverosimilitud de la novela, porque en un momento dado puede parecer que todo es absurdo, inventado o poco creíble, pero la autora consigue crear verosimilitud en los personajes que rodean a Yunjae y que logre conseguir darle sentido a su vida cuando le obligan a actuar, por lo que todo quede perfectamente encajado. El personaje debe aceptar y asumir que vivir es así, con sentimientos o sin ellos e ir descubriendo por sí mismo todo lo que conlleva.


© Miguel Urda Ruiz

Texto y fotografía