5/14/2025

El zorro ártico, Sjón: una emoción narrativa al desuso




Por una vez, y que no sirva de precedente, estoy de acuerdo con que haya países que están de moda, como es el caso de Islandia, porque conlleva descubrir cosas que estarían relegadas a su propia cultura, como es el caso del autor Sjón, seudónimo de Sigurjón Birgir Siguroson. He llegado a él a través de la novela aquí reseñada, El zorro ártico, que compré en una exposición sobre dicho país, motivado más por la curiosidad del país que por el interés en sí de la historia. Una sorpresa en todos los sentidos narrativos posibles. Es un libro admirable, que se acepta sin justificaciones y que se disfruta. Tres cualidades esenciales para considerarla como una buena novela.

Sjón es un autor contemporáneo (nacido en 1962) cuya obra está catalogada como de las más innovadoras en su país y que toca varias artes, como por ejemplo escribir canciones para Björk. Aunque en este caso toma como parte la tradición, leyenda y folclore popular conjugados en una prosa escueta, pero certera y que parece imitar al clima del gélido país, para adentrarnos en una historia bonita. Porque la palabra es esa, bonita. No hay que pedirle más porque todo lo que viene a continuación va implícito en lo que el lector quiera exigirle al texto. Y por supuesto que lo tiene. No hay nada al azar.

Los hechos comienzan en 1883, donde todavía las fronteras no están tan divididas como en la actualidad, ni el mundo tan usurpado, ni la naturaleza tan esquilmada como hoy en día. Dividida en tres partes, lanza ante el lector la lucha entre el hombre y la naturaleza, el hombre y su propia lucha y una lucha continua para saber si el hombre pertenece a la naturaleza o es algo aparte, que te llevan directamente a pensar en Jack London o Hemingway, donde sus obras tienen un contacto directo con la naturaleza. Sin embargo, Sjón no cae en excesos, va al quid de lo que la escena requiere en ese momento, ni existe una didáctica moral; quiere contar una historia. Nos cuenta una historia, pero entrando en ella de forma tímida, donde todo es comprensible, aunque hay cosas que no terminan de cuadrar, pero hay que dar gracias a la espléndida traducción de Enrique Bernárdez; con su justificado epílogo da sentido a toda la narración y a que en cierta medida nos pueden pasar como extraños o ajenos dado la idiosincrasia de los factores culturales de este país y que son desconocidos para nosotros.

Islandia tiene una tradición literaria, mantenida de forma oral durante muchas generaciones, que ha permitido que la sustancia que forjó su costumbre no se haya perdido, dado que es un país ajeno al comportamiento del resto del mundo. Tiene una idiosincrasia que no se deja malear y son los demás quienes ponen su mirada en el país.


© Miguel Urda Ruiz

Texto y fotografía

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