Una
vez a la semana, durante este último trimestre del curso, tenemos
una asignatura que se llama psicología de la creatividad. El
nombre en sí ya resulta curioso, pues no hay rama de la vida o de la
sociedad que la psicología no haya investigado y si a esto le
añadimos algo tan peculiar como el acto de crear, pues... tenemos el
binomio perfecto para aplicar al mundo de la literatura. Cuando
descubrimos que esta clase
significa aplicar la Terapia de Gestalt a los personajes de nuestros
proyectos, nos quedamos un poco descolocados, sin saber muy bien en
qué consiste dicha terapia y mis compañeros y yo nos sorprendemos
cuando la profesora nos pide que arrinconemos todas las mesas contra
la pared y coloquemos dos sillas en el hueco que han dejado. Y
pregunta quién quiere salir. ¿Cómo? Y sin dejar tiempo a más
preguntas manda salir a un compañero. Y es en ese momento cuando veo
que mi compañero está en un escenario de un teatro cuyo público
somos sus siete colegas y la profesora es la directora de la función.
Le hace preguntas sobre su personaje, que se cambie de sitio y sea el
personaje quien responde.
Ayer
me tocó a mi salir a la palestra, hablar de mis personajes, con mis
personajes y sobre ver cómo mis personajes me hacían preguntas y
pedían justificaciones sobre ciertos hechos que transcurren en la
novela. Y para qué negarlo, en esos momentos te sientes observado y
los nervios actúan, pero para mí lo difícil no ha sido hablar de
mis personajes, de la novela,... sino el efecto que deja la clase una
vez acabada porque durante la clase yo soy el protagonista y estoy
más pendiente de la profesora y de mis compañeros que de lo que
ocurre en sí. Es al finalizar, camino a casa, cuando la cabeza se
llena de preguntas. ¿Qué hay de autobiográfico en mi novela? ¿Qué
personajes tienen más de mí? ¿Por qué quiero contar esa historia
y no otra?...
Preguntas.
¿Cuántas preguntas me hago desde el trayecto de la escuela a mi
casa? ¿Cuántas tienen respuesta? Es verdad que en toda novela, en
todo relato siempre hay algo autobiográfico, pero está bien
camuflado. Y en este proyecto no va a ser menos, en los tres
personajes principales hay algo de mí, pero como he dicho antes
están bien camuflado, sin embargo, hay un personaje que me ha
costado más definirlo, buscar su sitio en la novela y que cómo
característica especial es que le gusta la carne y el pescado.
¿Por qué tanta dificultad para construirlo? ¿Quizás porque
conozco a alguien que le vayan esos gustos? Y directamente me
digo,que no, que yo no conozco a nadie que le vaya la carne y el
pescado, pero es en esos momentos de relajación mental o de un
pensamiento descuidado, cuando me viene a la mente una imagen. Sí,
ahora lo entiendo todo: la complejidad del personaje, esa
caracterización tan difícil, las dudas que me acarreaba su
creación.
Sí,
la terapia tiene razón. Hay más de nosotros de lo que pensamos en
la ficción -o creemos que es ficción- que creamos. En la novela no
va a ser menos. Solo me dejo sorprender -una vez más- por lo
juguetona y sabía que es nuestra mente.
©
Miguel Urda. Texto
Foto.
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