
Que complejo son los problemas ¿no? ¡Cuantas vueltas le damos! Cómo nos bloquea la mente, nos desconcentra de nuestras tareas diarias, no nos deja dormir. Lo analizamos por activa y por pasiva, de derecha al revés, de tantas formas que no es posible verle o encontrarle solución alguna. Y es que a veces somos nosotros quienes nos obcecamos con ello que somos quienes lo agrandamos o lo empequeñecemos. Desde dentro las cosas tienen un cariz diferente a lo visto desde fuera, pero hay veces que pensamos tanto que complicamos las cosas, por ello aquí os dejo un cuento zen que probablemente nos ayudara a tener una visión diferente de los problemas para poder resolverlos.
"Erase una vez un emperador que quería escoger como primer ministro al más sabio, al más avisado de sus súbditos. Tras una serie de pruebas difíciles, sólo quedaron en liza tres competidores:
“He aquí el último obstáculo, el último reto –les dijo-. Estaréis encerrados en una habitación. La puerta estará provista de una cerradura complicada y sólida. El primero que consiga salir será el elegido”.
Dos de los postulantes, que eran muy sabios, se sumergieron inmediatamente en arduos cálculos. Alineaban columnas de cifras, trazaban esquemas embrollados, diagramas herméticos. De vez en cuando se levantaban, examinaban la cerradura con aire pensativo y volvían a sus trabajos con un suspiro.
El tercero, sentado en una silla, no hacia nada. Meditaba. De repente, se levantó, fue hacia la puerta y giró la manilla: la puerta se abrió y él salió".