6/03/2025

Desmembrado, Joyce Carol Oates: el alma humana sin aditivos





En alguna reseña anterior lo he dicho: no es fácil leer a Joyce Carol Oates y en este libro de relatos, Desmembrado, lo vuelvo a reiterar. La autora norteamericana recurre al ser humano en su vertiente más transparente o primitiva, donde refleja que las condiciones sociales le dotan de una serie de capas (disfraces) que camuflan sus instintos más primarios y no siempre con una finalidad benevolente.

Si hay algo que está claro es que a Oates, a pesar de su edad (87 años cuando escribo esta reseña) no le tiemblan los dedos (para teclear o escribir a mano) a la hora de manifestar de forma pública los instintos más perversos del ser humano, ya sea a través de un asesinato, una violación o el maltrato hacia la infancia, entre otros muchos aspectos que son los que vertebran su narrativa. Solo apela a que el lector la haga suya. Conocedora de la Norteamérica profunda y que es la más desconocida para el gran público, sus personajes están desgajados de la sociedad. Hay algo que les hace pertenecer, pero en realidad no pertenecen. Buscan cobijo en el alcohol; en matrimonios para huir del qué dirán o incluso de la soledad; o en asociaciones benéficas para que la sociedad vea que, en el fondo, tiene un alma caritativa.

En Desmebrado, todas las protagonistas son mujeres, e hila muy bien los argumentos de cada relato para hacernos sentir de cerca los hechos y la obsesiones que hay detrás de cada una, desde una vendedora de una casa que no quiere ser consciente de que ya no es suya, hasta cuerpos desembrados, como bien dice el título, pasando por bidones de agua con un contenido que te hacen pensar cuando vas al grifo de tu casa; juegos entre realidad y ficción a través de una garza, para acabar con una visión un tanto descarnada de las instrucciones de vuelo.

La autora tiene la facilidad de hacer que su prosa sea cercana, directa y escueta a través de párrafos breves e incluso, me atrevo a decir, simples, pero a su vez es lacerante, incisiva, descarada y es ahí donde entra la diatriba de la narradora con el lector, porque no recurre a técnicas narrativas complejas, ni da rodeos; todo está claro desde el inicio, con unos detalles mínimos, y solo queda ceñirse a los acontecimientos de la narración.

Al terminar de leer a Joyce Carol Oates, el lector ya no es el mismo. Primero, porque sabe que el ser humano puede actuar de la forma que ella lo muestra, y segundo, porque los personajes son perfectamente traspolables a un mundo cercano, ya sea el vecino próximo o lejano, el familiar más odioso o incluso el propio cónyuge. Hay que huir de la aparente fragilidad que presenta la autora (igual que de la dulzura que emite Ana María Matute) porque solo es el envoltorio donde cobija su forma de ver la vida.

©Miguel Urda Ruiz

Texto y fotografía


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