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Cuando los sueños se hacen realidad y no son del color que
esperabas.
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Cuando ves que la vida no danza al ritmo que tú quieres.
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Cuando las piedras están tan vacías que el propio golpe no provoca
dolor.
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Cuando te sitúas desnudo delante del espejo y solo transmite una
soledad persistente y perpetua.
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Cuando descubres que la persona que quieres es cobarde y opta por
seguir bajo la comodidad que otorga la familia.
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Cuando ves que los amigos ya no son tan amigos.
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Cuando te dicen, sin ruido apenas, aquí estoy.
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Cuando compartes con cuerpos anónimos, jadeos, sudor y sábanas y te
sientes vacío.
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Cuando la noche parece no tener fin para dar cabida a los
pensamientos.
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Cuando consigues la ansiada libertad, pero continuas preso.
Cuando
volqué esta entrada en mi blog, la más personal de todas las que he
realizado hasta la fecha de hoy mi vida navegaba por la deriva, por
debajo de la subcapa freática de los sentimientos. Eran momentos de
confusión, de tempestades internas,... Cómo punta del iceberg
estaba la salida de una relación cobarde y ni siquiera llegaba a
plantearme un futuro, solo eran dudas, dudas y más dudas acompañadas
de cierta frustración personal. Hoy el calendario me indica que
cumplo años y de una manera intrínseca mi mirada se vuelve hacia el
ayer, hacia esa entrada que reflejaba todo lo que yo sentía. Hoy soy
distinto y no es porque el tiempo haya transcurrido, que en cierta
forma todos sabemos que ayuda a curar herida, sino porque he estado
dispuesto a que estas cicatricen; a pasar página; a evolucionar y
sobre aprender que:
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Cuando los sueños se
hacen realidad y no son del color que esperabas a
admitir la nueva tonalidad del sueño.
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Qué la vida danza a
un ritmo que difícilmente puedes imponer y alcanzar. Lo mejor es
solo acoplarte a él marcando uno mismo el paso cuando lo considere
oportuno.
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Qué el vacío dolor que provoca la piedra no sirve para quejarse, ni
tampoco es aconsejable devolverla, sino quedarme con ella para que no
pueda ser arrojada de nuevo.
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Qué la soledad que transmite el espejo ante mi desnudez es real pero
ya no incomoda o molesta sino, todo lo contrario, la disfruto.
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Qué
no todos tenemos el mismo de vista del amor y no todos queremos por
igual.
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Qué las amistades son perecederas y hay que desprenderse de
amistades innecesarias y oportunistas para que otras nuevas lleguen.
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Qué la mejor forma de decir "aquí estoy" sigue siendo en
silencio;
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Qué cuando se comparte un jadeo, una sabana y sudor con un cuerpo
anónimo no hay más responsabilidad que ese momento de placer;
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Qué cuando la noche parece no tener fin hay un amanecer para
vivirlo;
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Qué el preso se habitúa fácilmente a la preciada libertad.
Hoy
que cumplo cuarenta y seis años estoy en una etapa de mi vida
arriesgada y llena de ilusión. Hace cuatro meses comencé una
andadura nueva viniéndome a vivir a Madrid para realizar un proyecto
cuya duración son dos años, que a la vez es poco y mucho tiempo y
que por la cuenta que nos trae, a la ciudad y a mi respectivamente
hemos decidido a llevarnos bien, aunque por el momento debo de decir
que todo va encajando de forma perfecta, demasiado bien diría yo y
que dada las características y circunstancias de mi vida me permiten
proyectarlo. No obstante no permanezco quieto ni impasible a todo lo
que me sucede, así como nuevos proyectos e ilusiones ya sean a
corto medio y largo plazo existen: Canadá, esa espina que a veces se
hace notar y que sin duda alguna tendré que quitármela algún día;
Japón también cobra fuerza; proyectos narrativos o literarios;...
Eso sí, teniendo en cuenta que debo de disfrutar el presente, el
ahora y receptivo a todo, a todo lo que la vida me va poniendo por
delante.
Espero
que sigamos leyéndonos como mínimo otros cuatro años.
Gracias
por dedicarme parte de vuestro tiempo al leerme.
©
Miguel Urda