Publicada en 1919 por primera vez, nos encontramos con una novela en la que, a través de un joven reportero local, George Willard, se nos cuenta la vida de los habitantes de un pequeño pueblo imaginario, Winesburg, en Ohio, aunque el hecho de que sea inventado no quita que esté reflejando una auténtica realidad.
Sherwood Anderson perteneció a la generación de escritores formados por William Faulkner y John Dos Passos entre otros, pero es un autor con una visión muy tangencial y crítica sobre lo que en ese momento imperaba a la hora de narrar, lo cual le valió que no fuera reconocido en su categoría dentro del mundo literario de la época, pero sí como un prosista de gran influencia en las generaciones posteriores.
Aquí nos encontramos una novela realista y sin catalogaciones de mágico o sucio, por ejemplo, es un realismo con toda la sustancia de la palabra para mostrar la realidad de un pequeño pueblo a través de veinte de sus habitantes. Un microcosmos donde el autor juega con los rasgos que forman la personalidad del ser humano, así como los estratos sociales que lo componen, para escribir una narración muy atractiva en la que entran ganas de ir a conocer el pueblo o programar un hipotético viaje.
La literatura se nutre de los trapos sucios de muchos personajes y gracias a que no los lavan en casa somos partícipes de ellos y los degustamos. Anderson deja patente el paso a la industrialización que cada vez está más próxima; la economía que de ser autárquica pasa a formar parte de un proceso económico donde solo es un eslabón más; que los personajes todos tienen una vida establecida, a veces incluso cómoda, otras, intentan esquivar lo que se les ofrece con mayor o menor tino. Unos personajes que dejan patente que se puede soñar e incluso ir a por los sueños. Individuos que se fueron en su momento del pueblo y vuelven a él después de una prolongada ausencia constatando que el tiempo todo lo cambia y solo queda el nombre del lugar del que se partió.
La vida de Winesburg puede verse como un puzzle donde todas las fichas encajan y muestran un cuadro social y económico de un país, Estados Unidos, y más concretamente el de una zona rural cuyo sostén es la agricultura que está formado a base de población emigrante. Sherwood detalla una generación donde ya no existen las penurias de sus primogénitos, pero sí la falta de arraigo o de la costumbre que se consigue con el paso del tiempo. Personajes sin ilusión, sin una vida por la que luchar, frustrados, obsesivos o incluso soñadores, pero deja patente que están ahí para conseguirlo otorgando con ello un cierre perfecto a la novela.
© Miguel Urda Ruiz
Texto y fotografía
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