Ahí llega, como siempre tarde.
Su demora diaria hace que me fije en ella. Cuando la clase lleva diez minutos comenzada hace su aparición. Con un gesto tímido pretende pedir perdón por la tardanza, -yo creo que lo hace aposta-, camina hacia su sitio al final del aula intentando no hacer ruido pero sus tacones la delatan desviando la atención de todos hacia ella. Llega el ritual de quitarse el abrigo de pieles y abrir el maletín. El profesor retoma la clase, dos minutos después se escucha la música de su ordenador indicando su apertura. Casi todos la miramos de nuevo y nos esboza una sonrisa profiden, repleta de satisfacción y felicidad. Es la única que utiliza portátil en clase.
He intentado analizar algo de ella, pero no puedo, sobrepasa mi capacidad. Más de un día me he preguntado, ¿que hace una mujer como tú aquí en un cursillo de literatura sin tener idea de literatura?
No hemos cruzado ni una palabra pero me has engatusado; esa forma que tienes de destacar en clase me ha vuelto loco. He cambiado mi sitio y ahora me siento en una fila posterior a la tuya, para poder verte mejor. Estoy toda la clase evadido. No sé que me has dado, eres el polo opuesto a mis gustos, pero me pones a cien. Desconozco absolutamente todo de ti, solamente sé una cosa, que escribes fatal.
Soy el único que te sonríe cuando haces preguntas que carecen de sentido. Estoy seguro que no te fijaste en la cara de incredulidad que puso el profesor cuando le preguntaste si había alguna rivalidad femenina histórica entre Dulcinea del Toboso, Caperucita Roja y Bridget Jones. O que ni te inmutaste cuando dijiste que tus autoras de cabecera son Corín Tellado y Bárbara Cartlan. Tampoco has reparado en los apuros que pasa el profesor cuando tiene que opinar sobre algo de lo que has escrito.
¿Para qué coño te has matriculado en un curso de literatura creativa si no tienes ni idea? ¿Esta de moda o qué?
Cuando te veo llegar pienso que eres una modelo publicitaria andante: el ordenador de Apple con los bordes dorados, el Ipod sobresaliendo del bolso de Loewe, la funda de las gafas de Cartier, que dejas encima del minúsculo pupitre, la pluma Mont Blanc y la agenda de Piel con un logotipo de Prada en su cubierta, etc., aunque no sé para que, pues después no escribes nada en ella.
He intentado cruzar alguna palabra contigo en el descanso, pero siempre estas con el iPhone al oído: que si no se que de los caballos: que si me ha invitado Carolina y no puedo ir a Mónaco; que no, Penélope, que no puedo asistir a los Goya, porque el cursillo de literatura me tiene absorbida por completo, besitos a Javier… Cuando retomamos la clase aún continúa al teléfono y de nuevo vuelve a entrar tarde en clase.
Desconozco porque te has apuntado a este cursillo, pero lo que es seguro, es que eres un personaje perfecto para una novela.
© Miguel Urda