2/27/2015

Ciudad abierta, Teju: Cole: reflejos de sabiduría






Comprar una novela de un autor desconocido, sin una recomendación previa de alguien que sepa de verdad de literatura es un riesgo, pero para eso está el resumen de la contraportada: Julius, un joven psiquiatra nigeriano residente en un hospital neoyorquino, deambula por las calles de Manhattan. Caminar sin rumbo se convierte en una necesidad que le brinda la oportunidad de dejar la mente libre en un devaneo entre la literatura, el arte o la música, sus relaciones personales, el pasado y el presente. En sus paseos explora cada rincón de la ciudad. Pero Julius no sólo recorre un espacio físico, sino también aquel en el que se entretejen otras muchas voces que le interpelan. Ciudad abierta, novela bellísima y envolvente, supone el descubrimiento de una voz tan original y sutil como extraordinaria. ¿Es o no para ponerse a leerla?

El autor, Teju Cole, nació en Michigan, en 1975, creció en Nigeria, en 1992 se estableció en Estados Unidos. Trabaja como escritor, fotógrafo e historiador de arte. Ciudad abierta es su primera novela, publicada en España por Acantilado. Viene respaldada por varios premios como el PEN/Hemingway, el New York City Book Award for Fiction y el Premio Rosenthal de la American Academy of Arts and Letters, sin embargo, es una novela que ha tenido escasa repercusión en el mercado literario español y poca presencia en las librerías.

Pero el hecho de que venga precedida por unos premios no significa que la novela esté a la altura de las circunstancias. Al comenzar la primera página parece que sí, que todo va a ir como indica el resumen de contraportada, pero al avanzar unas cinco hojas del primer capítulo extraigo una primera conclusión: el autor intenta demostrar que sabe mucho, lo cual se traduce en que la narración va por mal camino. En el capítulo tres, la novela se me hace pesada y tiende a confirmar lo que había pensado momentos antes. Me entran ganas de dejarla. Soy benévolo y le doy una nueva oportunidad, porque intuyo que dentro hay una historia que merece la pena encontrar, pero sigo leyendo y no la encuentro, se desperdicia la historia ante el hecho de reflejar datos sobre música, sobre la historia de Nueva York, o sobre edificios históricos de Bruselas no sin antes pasar por Egipto y contarnos quién mandó construir la Heliópolis.

Fueron varios los momentos de intento de soltar el libro, pero mi tozudez me decía que tenía que acabarla y llegué hasta el final. Más que enfado acabé con una sensación de frustración, porque veía que la novela nos presenta a un personaje, –a un psicoanalista– que recorre las calles de Nueva York como si fuese su cuerpo, buscando una solución a un problema interior de la mente o del alma, sin embargo no es así, si no todo lo contrario, por ejemplo pasa de puntillas por personajes que entran en contacto con él y que darían un atractivo más a la historia si los desarrollase y no los dejase en el aire. La novela esta construida a base de saltos para caer al vacío deprisa y sin conclusión alguna.

¿Qué pretende demostrar el autor? ¿Que ha leído mucho? ¿Qué sabe de música? ¿Qué ha viajado? Y eso que Antonio Muñoz Molina la reseña de forma muy positiva en su columna del País el 19-3-2011: "ha escrito una novela que me hubiese gustado escribir a mí". ¿Me lo puedes explicar por favor, Antonio?

Y recomiendo todo lo contrario que he dicho hasta ahora, leerla; sí, leerla para saber lo que no hay que hacer. Y aunque parezca una pérdida de tiempo no lo es, dado que he aprendido mucho de lo que no hay que hacer a la hora de escribir. No obstante, hay algo que sí me ha quedado muy claro: no volveré a leer ninguna novela de Teju Cole, por muchos premios que le otorguen.

10/12/2014

Competición de cangrejos


Es algo de lo que todos nos hemos dado cuenta: la educación se está convirtiendo en algo elitista. Ha sido ahora al volver a estudiar en la Universidad cuando he comprobado los precios tan desorbitados y que no están al alcance de todos los ciudadanos.
Al formalizar la matrícula he constatado que hay ciertos sectores de la población que cuentan con descuentos: funcionarios –una ventaja más para ellos y que después digan que no tienen ventajas (aunque no quiero entrar en este tema ahora mismo, queda pendiente para otro artículo), huérfanos, víctimas del terrorismo... y es en ese momento cuando me salta la pregunta: ¿por qué los desempleados no tienen descuento? Quien es seguidor de este blog ya sabe las vueltas que le doy a ciertas cosas y esta cuestión se merece más de una reflexión.
Si los desempleados -no me gusta la palabra parado- tienen descuentos en los museos, en los gimnasios, en los cines..., por qué no tienen descuento en uno de los sectores que más necesita la sociedad para evolucionar.
Voy a ser benévolo y pensaré que al gobierno o autoridad competente no se le ha ocurrido esto: dar facilidades al desempleado para que vuelva a estudiar, a reciclarse, a incrementar su currículum con unos estudios...; y no se ha dado cuenta de que el conocimiento es uno de los principales pilares para que una sociedad avance y que prefiere todo lo contrario: una sociedad inculta, ignorante, analfabeta para que ellos puedan dominarla a su antojo y perpetuarse en el poder, por lo que queda claro que atendiendo a estos criterios deducimos por dónde va la línea de actuación de nuestro gobierno -¿solo el nuestro?-: menor cocimiento-mayor manipulación.
Cada vez tengo más claro que estamos inmersos en una competición permanente como humildes cangrejos.

© Texto  Miguel Urda

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9/17/2014

¿Espectaculo? ¿Fiesta Popular? VERGUENZA



Un año más ha ocurrido. Un año más la noticia no deja indiferente. Un año más se ha celebrado la fiesta del Toro de la Vega de Tordesillas, donde los vecinos del pueblo, asistentes venidos de otros lares y curiosos, juegan con la inocencia de un animal ¿salvaje?, –dado que no puede defenderse y está en inferioridad de condiciones–, sustentados en el arraigo de una costumbre que cuenta con más de cuatro siglos de vigencia. Antes de cuestionar a los participantes de esta fiesta, debo pensar si una fiesta que tiene arraigo y tradición y que viene recogida en las guías de viaje -me asombraría si estuviese catalogada como fiesta con arraigo cultural- y cuya finalidad es torturar a un animal debe ser discutida o simplemente rechazada por sentido común.
No me cabe en la cabeza que haya personas a favor de esta fiesta ¿Tienen sentimientos? Una parte –¿minoritaria?- de nuestra sociedad tiene asimilado que al toro se le ha "domesticado" para una finalidad: ser el eje de la Fiesta Nacional, pero ¿por qué no le damos la vuelta a la fiesta y en vez de ser el toro quién sufra las consecuencias de la fiesta sea un ciudadano de a pie? Que sea escogido por sorteo entre los admiradores o fanáticos a la fiesta y sea él quien sufra los embistes, las risas, las burlas, el ensañamiento de sus compañeros incluso, si es necesario, que sea tirado desde el campanario; total, la ciencia dice que el hombre es un animal ¿evolucionado? ¿Qué pasaría? ¿Nos daríamos cuenta de que un animal sufre? ¿Qué pasará cuando sus compinches de divertimento lo vean lleno de sangre o cómo agoniza en el suelo? ¿Se divertirán de la misma forma? ¿Reirán igual que lo hacen hoy? ¿Vapulearán a su colega de tortura? ¿o recapacitarán sobre la fiesta en cuestión?
Hay quién compara la fiesta, cuyo componente principal es el toro, con la cacería de zorros en el Reino Unido. Otra salvajada y que pasó de ser una necesidad del hombre, –matar para comer y/o sobrevivir–, a un divertimento en la aburrida sociedad victoriana. Son casos totalmente diferentes de brutalidad con el único nexo de que es el animal el que sufre, el que padece la crueldad –de la mano o del pensamiento– del hombre. Cada país tiene sus costumbres, sus arraigos, sus fiestas... pero, teniendo en cuenta que somos lo que sembramos, me asombro, me echo a temblar al pensar que nuestros antepasados sembraron sangre para cosechar risas.
El próximo año, estoy seguro, hablaremos de la misma salvajada, de que la fiesta tiene detractores y partidarios, porque durante otro año no se habrá hecho nada para remediarla. Solo fue una noticia más, en un día más para los medios de comunicación.


© Miguel Urda

Imagen Google

7/16/2014

Diario de una novela. Fin



Ayer quince de julio puse fin a la mi novela. Ha sido un fin relativo pues la novela estaba terminada a principios de junio y lo que he hecho estos días ha sido repasar, reescribir, borrar, suprimir, agregar... es decir, pulir un poco más la narrativa para darle la forma que yo quería que tuviese desde un principio.
Ya le tengo enviada y ahora solo me queda esperar a septiembre al informe del tutor que hemos escogido. ¿Qué espero del informe? ¿Debo esperar lo que yo sé? Es decir que me confirme lo que yo sé que esta bien o mal de la novela.
Cuando he releido todos los folios he experimentado multitud de sensaciones que no sabría calificar cual va primera, cual después o el orden de cada una. Por un lado esta lo positivo: la satisfacción de habe terminado una novela en un plazo determinado; satisfacción de saber que soy capaz de hacerlo; satisfacción de haber creado una historia con unos personajes y darle coherencia para que tengan un planteamiento, nudo y deslenlace y en el lado negativo esta la insatisfacción de que la historia no es lo suficientemente fuerte tal y como yo me plantee en un momento; la insatisfacción de no haberme detenido en ciertos puntos que requería más narración, detalles... la insatisfacción de que es una novela que no llega a la extensión de que me hubises gustado... Todo esto son particulas que van dentro del germen del escritor y por lo tanto lógicas cuando un escritor termina un trabajo, pero la conclusión más precisa que he sacado al terminar mi novela es que un escritor se hace escribiendo.

© Miguel Urda. Texto y foto. 










7/01/2014

Diario de una novela. Preguntas.


Estamos a uno de julio y ayer acabó el primer plazo de mi programa de trabajo, es decir, escribir la novela. Ya tengo el borrador finalizado. Me ha costado terminarlo, pero acabado está. Ahora viene la segunda parte, reescribir y corregir.
Uno de julio y todo lo que tengo hasta este momento son preguntas. ¿Cómo está el proyecto? ¿He conseguido lo que me propuse? ¿Cuál es el resultado? ¿Estoy satisfecho?... Preguntas que de momento no tienen respuesta.
He analizado lo escrito y me surgen contradicciones sobre mi trabajo. Y acudo al refrán "no hay mal sastre que reconozca su paño". ¿Por qué no me gusta lo que he escrito? ¿Por ser inconformista? Cuando he leído la novela de un tirón he visto cosas que quiero cambiar. Al terminar me he preguntado si era la novela que yo quería escribir y francamente no tengo respuesta para ello. En el proceso de creación son muchos los momentos de duda, sobre que camino coger, que hacer con un personaje o con una acción. Uno lo hace por la vertiente que cree más correcta, pero ¿qué pasa cuando la novela está terminada? Surgen dudas sobre si lo que has descartado no estaría mejor que lo que has mantenido, si no se adecuaría mejor al personaje... cosas que van asentándose en esa duda eterna que el escritor inconformista tiene.
La novela esta acabada. En bruto, ahora tengo quince días para llevarla a la forma neta, a dejarla lista para el dictamen del tutor del Máster.
© Miguel Urda. Texto
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6/26/2014

Diario de una novela. Joaquín Sabina.



Por cuestiones personales llevo unos cuantos días sin poder tocar la novela, es decir, ponerme en el ordenador a teclear, revisar, mirar hacia donde voy... aunque inconscientemente siempre he tenido ese martilleo en la cabeza: la novela, la novela, la novela... Hoy, por fin, he podido sentarme a escribir con total dedicación. Ha sido difícil retomar el hilo. Aunque tengo en la cabeza cada línea, cada párrafo, cada capítulo, he vuelto a leer todo para que comprobar que el hilo conductor es el correcto. He visto mil cosas que quería suprimir, rectificar, ampliar... pero este no es el momento de hacerlo, eso vendrá en el tiempo dedicado a la reescritura y corrección. Conseguir que los dedos no se fuesen a otro lado ha requerido de esfuerzo y que la cabeza estuviese en lo que tenía que estar. Conforme escribo estas líneas me viene a la mente la canción de Joaquin Sabina 19 días y 500 noches. ¿Cuántos días son necesarios para coger el hábito de escribir y cuántos para perderlo? Sabina es sabio. Muy sabio, pero no puedo dejar de escribir.
© Miguel Urda. Texto
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6/20/2014

Diario de una novela. Plazos.


¿Cuántos días me quedan para terminar la novela? ¿Cómo la llevo? La fecha tope para la entrega del proyecto es el día 14 de julio. Estamos a veinte de junio, lo cual quiere decir que aún me queda algo de tiempo para terminarla. Pero no he seguido el ritmo que me marqué al principio de este diario. Ni llevo los folios escritos que me gustaría tener. Me queda mucho trabajo por delante. He reestructurado el plan de escritura y tengo diez intensos días para terminar el primer borrador de la novela. No me falta mucho por terminarla, pero no estoy conforme con lo que he escrito. Cuando leo para retomar el hilo me digo que no tiene calidad, que no tiene consistencia, que no tiene fuerza y me entran ganas de mandar todo a la papelera de reciclaje; pero no puedo hacerlo, tengo que entregar la novela el 14 de julio, así que escribo con una inercia obligada.
La primera quincena de julio la voy a dedicar a reescribir, a tachar y sobre todo a suprimir. No le tengo miedo a suprimir, es más, creo que así quedará lo bueno, lo que tiene tirón y una historia con cierta solidez narrativa . Es muy probable que de lo que tengo escrito quede la mitad. No tengo miedo de ello, solo tengo miedo de que llegue la fecha tope y no haya podido terminarla.

© Miguel Urda. Texto
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6/17/2014

Diario de una novela. Capítulos.


¿Cuántos capítulos llevo escritos? ¿De cuántos capítulos debe constar una novela? ¿Tienen que ser cortos o largos? Evidentemente todas estas preguntas tienen una respuesta personalizada. ¿De cuántos capítulos consta mi novela? En un principio tenía planificados unos quince, de entre diez y quince folios -siempre hablo de la primera versión-, pero la realidad es otra y me están saliendo capítulos más cortos, de un promedio de cinco folios, por lo tanto el resultado final de capítulos va a oscilar entre veinte y veinticinco.
Escribir un capítulo es como escribir un relato independiente, pero sin que llegue a serlo, es decir, en cada capítulo debe haber un planteamiento, un nudo y un desenlace, y a la vez debe tener la semilla que provoque una serie de dudas e interrogantes para que genere el interés en el lector y continúe con su lectura. ¿Cómo debe escribirse un capítulo? En los talleres de escritura siempre te llenan de teoría sobre lo que debes hacer y no hacer, así como de los elementos de que debe constar un relato -en este caso capítulo-: no debe faltar una metáfora, un punto de giro en el argumento, una evolución en el personaje... Y yo estoy de acuerdo con la teoría, pero la teoría está hecha para no respetarla, pues de la misma manera que para cocinar una paella esta debe contener ciertos ingredientes indispensables, pero ¿qué pasa cuando falta uno o se cambian las judías verdes por los guisantes? La paella sigue siendo paella. Pues en la escritura ocurre igual. Me gusta saltarme las normas sobre lo que debe contener y no contener un texto, como por ejemplo agregarle dos puntos de inflexión, una metáfora de situación en el titulo, o agregar un epilogo de dos lineas para cerrar el texto. La creación es algo personal, de cada uno. Los talleres están para aprender unos conocimientos básicos pero después es uno mismo, en su posterior desarrollo, quién los utiliza para, como y cuando quiere.
© Miguel Urda. Texto
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6/07/2014

Diario de una novela. Hopper.


Ayer en clase nos han preguntado cómo nos imaginamos nuestro libro publicado. Ha habido respuestas de todo tipo, y es algo en lo que no había pensando hasta el momento. Sí sé qué editorial me gustaría que me lo publicase, pero ello no significa que me lo publique, bien porque no tenga calidad, bien porque no esté dentro de su línea editorial, bien porque.... A partir de ahí he ido formulándome preguntas sobre la cuestión, sobre el tema. ¿Cuántas páginas tendrá mi libro? Sé que hay una fórmula matemática que te multiplica o divide el número de palabras por el número de folios y te dice el número de páginas impresas de las que puede constar tu libro, pero no la recuerdo y no voy a perder el tiempo en ello. Tampoco me preocupa ahora mismo ni el tipo de letra, de papel, el tamaño. Lo único que me ha preocupado ha sido la portada. ¿Cómo debe ser la portada de una novela? Me levanto del ordenador y me voy a mi biblioteca y escogo varias novelas al azar, cada una de una editorial diferente. Las pongo sobre la mesa y las miro. Las hay de todo tipo: con fotos de familia, de paisajes, collages, cuadros impresionistas, abstractos, naif; mezclas de fotografías con dibujos y photoshop...Todas son diferentes pero a la vez todas tienen algo en común: hablan del libro.
Lo que sí tengo claro es que la portada de mi novela tiene que ser sencilla y atraer al ojo dubitativo que está buscando -o pasando el tiempo- entre las mesas de novedades de las librerías1. Tengo unn amigo dibujante-fotógrafo de mucha confianza y estoy seguro de que sabrá recoger mis ideas sobre lo que quiero que sea. De lo que estoy completamente seguro es de que no quiero una cubierta con un cuadro. Cada vez que veo una novela cuya cubierta es un cuadro de Hopper directamente la descarto de una posible compra. Es increíble el daño que se le está haciendo a este autor con tanto abuso de sus cuadros: Hopper para ilustrar una novela de a escritora de turno y que realmente no sabe lo que es una novela; Hopper para ilustrar que la presentadora de tele-astro, tele-cocina express o tele... no-sé-que ha publicado un libro; Hopper para ilustrar la reedicion de unos relatos ambientados en Estados Unidos. Por favor, seamos originales. Dejemos a Hopper con su función de mostrar la soledad de los personajes de un país, de una ciudad, de una habitación; dejemos a Hopper para contemplarlo e indagar en su pintura; dejemos a Hopper libre de responsabilidades sobre ilustrar otra obra de arte que no sea la suya. Pongamos la máquina de la mente a pensar para crear nuestras portadas, nuestra forma de ver lo que nos rodea, nuestra propia opinión de la vida que yo, mientras tanto no paro de darle vueltas a la cabeza cómo será la cubierta de mi novela.
© Miguel Urda. Texto
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1Permitame, lector, que no diga el porqué de esta frase. La explicaré en su momento.

6/01/2014

Diario de una novela. En el punto de mira.


Ayer estuve en la presentación de una novela. El autor, conocido; el libro, con una pinta suculenta –para hincarle los dientes cuando lleguen los días de relax en verano–; y el local, atiborrado de gente. Consigo un hueco de pie, casi al final de la sala. No me importa, no soy de los que gritan o hacen gestos a unos y a otros para hacerse notar y dejar caer sonrisas hipócritas sobre lo mucho que te gusta el autor. Hace calor y la presentación comienza con unos diez minutos de retraso. La mesa preside la sala y eleva del público al escritor, acompañado a su derecha por el editor y por otro escritor de la misma editorial a la izquierda. Comienzan a echar flores sobre la novela el editor y el escritor invitado, casi treinta minutos de alabanzas ininterrumpidas. Por fin tiene la palabra el autor de la novela. Comienza a soltar palabras y en ese momento me echo a temblar.Pienso en mi novela, en la novela que estoy escribiendo, la que no me deja dormir con tranquilidad, la que me acusa cada vez que miro al calendario cuyo punto y final queda lejos. Pienso en ella y en el día que tenga que presentarla. No quiero pensar en eso, pero soy consciente de que si estoy escribiendo es para que algún día se publique y de que antes de que llegue ese momento hay muchos pasos previos, como es la corrección final, la corrección gramatical, la búsqueda de editorial, que te den el sí... pero me pongo en el día X, en el día que tenga que estar sentado en el centro, como padre de la criatura que se presenta. ¿Qué pasará ese día? ¿Acudirá mucha o poca gente? ¿De quién estaré acompañado? Veo que el autor da agradecimientos a su familia, a su alumnos... Me entran escalofríos. El público. Ser el centro de atención durante ¿cuánto tiempo? Todas las miradas estarán puestas en mí. Debo ser sincero y decir que no me veo ahí, en una mesa similar a la de la última cena, acompañado de dos "cómplices". Miro al autor y veo que está cómodo y que las alabanzas de flores sobre uno y otro siguen. ¿Haré yo lo mismo? La gente aplaude. Yo de forma mecánica me pongo a hacerlo también. Estoy sudando. Busco la forma de escabullirme.
© Miguel Urda. Texto

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