Estamos
a uno de julio y ayer acabó el primer plazo de mi programa de
trabajo, es decir, escribir la novela. Ya tengo el borrador
finalizado. Me ha costado terminarlo, pero acabado está. Ahora viene
la segunda parte, reescribir y corregir.
Uno
de julio y todo lo que tengo hasta este momento son preguntas. ¿Cómo
está el proyecto? ¿He conseguido lo que me propuse? ¿Cuál es el
resultado? ¿Estoy satisfecho?... Preguntas que de momento no tienen
respuesta.
He
analizado lo escrito y me surgen contradicciones sobre mi trabajo. Y
acudo al refrán "no hay mal sastre que reconozca su paño".
¿Por qué no me gusta lo que he escrito? ¿Por ser inconformista?
Cuando he leído la novela de un tirón he visto cosas que quiero
cambiar. Al terminar me he preguntado si era la novela que yo quería
escribir y francamente no tengo respuesta para ello. En el proceso
de creación son muchos los momentos de duda, sobre que camino coger,
que hacer con un personaje o con una acción. Uno lo hace por la
vertiente que cree más correcta, pero ¿qué pasa cuando la novela
está terminada? Surgen dudas sobre si lo que has descartado no
estaría mejor que lo que has mantenido, si no se adecuaría mejor al
personaje... cosas que van asentándose en esa duda eterna que el
escritor inconformista tiene.
La
novela esta acabada. En bruto, ahora tengo quince días para llevarla
a la forma neta, a dejarla lista para el dictamen del tutor del
Máster.
©
Miguel Urda. Texto
Foto.
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