3/01/2014

Diario de una novela. Calendario



Hoy he mirado el calendario y me ha dado miedo. Y he contado los meses que quedan hasta junio: cuatro meses. Son ciento veinte días. ¿Es mucho tiempo o poco tiempo para escribir una novela? Realmente no lo sé (o sí lo sé, pero es una forma de autoengaño, es poquísimo tiempo). Cuatro meses. Decido que lo mejor es planificarme. Ya tengo casi veinte folios y no puedo permitirme el lujo de dudar y volver a comenzar. Lo único que tengo claro es que debo seguir escribiendo. Planificación es lo que necesito. 
Preveo que en una primera escritura la novela alcance los cientos cincuenta folios. Decido que debo tener terminado el primer borrador a finales de mayo para poder revisarlo y reescribirlo en junio, por lo tanto me pongo a hacer cuentas de nuevo. Me quedan tres meses para escribir: marzo, abril y mayo. Si son ciento cincuenta folios lo que tengo pensado, ¿cuántos folios debo escribir por día? Me salen 1,66 folios por día, no está mal, pero ¿debo incluir sábados, domingos y festivos? Creo que no, que mejor dejarlo para reposar los textos y la cabeza -aunque esta nunca descansa-, por lo que de nuevo me pongo a hacer cuentas. Redondeando son sesenta días para escribir ¿a cuantos folios sale el día? A dos folios y medio. No me parece mucho, pero esto también condiciona un poco la calidad de la prosa. ¿Es lo mismo escribir a un ritmo sin presión que con ella?
Miro el calendario de nuevo. Me entra un escalofrio por todo el cuerpo. El tiempo apremiacon velocidad desmedida, de la que no puedo huir. Tengo miedo.
© Miguel urda. Texto
 Foto Google.


2/24/2014

Diario de una novela. ¿Por qué?



¿Por qué? es lo primero que me pregunto cuando estoy delante del folio en blanco y no consigo escribir nada ¿Por qué decidí emprender el proyecto de escribir una novela? ¿Por qué escribir una novela y no un libro de relatos? ¿Por qué escribir? Siempre que me pongo a escribir me las formulo sin llegar a una respuesta.
Una novela. Una novela es el proyecto del Máster de Narrativa que estoy realizando para entregar a finales de junio. Comencé a escribirla con el inicio del curso, en octubre, y lo hice con ganas, con ganas de crear una historia, convivir con unos personaje..., durante un año lectivo. Estuve durante todo el verano dándole vueltas a la trama, al narrador, a los capítulos... Todo lo tenía perfectamente planificado en la cabeza. Fue sentarme a escribir y sorprenderme por la la fluidez con que salían las palabras, llenaba hojas y la novela iba por el camino adecuado. Cuarenta folios, más o menos, escritos hasta finales de noviembre. Buen ritmo, me dije, así tendré acabada la novela mucho antes del plazo final, pero... llegó el temido bloqueo, la consabida duda, y el irremediable dejar transcurrir los días. Leía lo escrito y veía una sin historia sin fuerza para desarrollar una novela, los personajes me salían planos, demasiados o pocos capítulos –según el día–... ¿Solución?: todo a la basura, sin miramientos y sin apenas dolor -o eso quise creer- y llegó la hora de ponerme a escribir de nuevo. No había tiempo para buscar una nueva historia. Diciembre estuvo justificado por la Navidad. Enero llegó con prisas, y mis compañeros me hacían preguntas de cómo iba. Sin nada, en blanco, yo era el único que no avanzaba, pero no me preocupaba –o eso quería creer– yo escribo mejor bajo presión. Febrero hizo acto de presencia y los folios seguían en blanco. Decidí volver al principio, a mi forma de encararme con los problemas literarios cuando algo no sale: compré un cuaderno de rayas en Muji y con mi estuche de bolígrafos y lápices puse rumbo a las cafeterías. Escribir a mano es mi receta perfecta porque no hay lugar para ir borrando palabras, ni copiar, pegar o suprimir, sino que entras de forma directa en lo que quieres escribir y así fue, las palabras comenzaron a fluir con algo de dificultad o temor –me atrevería a decir– y cuando levanté la cabeza tenía escrito un folio, con la letra apretujada, unos cuantos borrones. Aquello sí era como yo quería contarlo, por lo que los sucesivos días seguí el mismo ritual.
El fin de semana pasé a ordenador lo escrito, apenas cuatro folios. De forma inconsciente miré el calendario. Junio estaba a la vuelta de la esquina. El miedo me paralizó de nuevo, llegaron la incertidumbre, el temor a una posible vacilación sobre el momento en que me encontraba ¿Y si no era capaz de escribir la novela? ¿Y si volvía a flaquear a mitad de la historia? ¿Y si no estaba capacitado para escribir?... Me puse a ello acompañado de la terrible sombra que se cierne siempre al escritor. El quinto folio lo escribí directamente al ordenador y así hasta el quince. Punto y final del capítulo uno. Sólo un capítulo -el boceto de un capítulo- de los quince que tengo pensados para la novela en una primera versión. ¿Es mucho o es poco? No lo sé. Pero en ese momento me vino una idea a la cabeza, ¿por qué no compartir mis miedos, mi forma de escribir, mis dudas, mis alegrías, mis avances, mis retrocesos...? Y este es el motivo de esta entrada: ir contando de forma paralela a mi novela todo lo que acontece en su creación. ¿Les parece bien? ¿Sienten curiosidad? Pues... atentos al blog.
  © Miguel Urda (Texto y foto)
 


1/13/2014

Verde como el Hielo




No, no estoy equivocado, están leyendo bien, verde como el hielo, son las palabras que dan título al primer libro de Pedro Sánchez Negreira, un autor que en el año 2011 decidió mostrar sus relatos a través del blog, http://entrenuncayquiensabe.blogspot.com.es, consiguiendo en poco tiempo conseguir seguidores acérrimos de su prosa y de su creatividad.
Es un libro que refleja su adicción al microrelato, género que domina con gran maestría. En estas páginas Pedro Sánchez Negreira aborda temas de la vida cotidiana, de esa vida que es la misma en la que usted o yo participamos y donde de la que perfectamente podemos vernos reflejados como personajes –principales o secundarios–. Son historias que parten de situaciones que todos podemos reconocer y perfectamente podrían desarrollarse o ampliarse en un relato corto, medio o incluso en una novela.
Las ciento noventa y tres páginas de Verde como el Hielo están narradas con una prosa delicada, suave y a la vez hechizadora, que consigue atraparnos en la primera historia y no dejarnos ir hasta llegar a la palabra fin. Una vez satisfecha la curiosidad inicial, el libro te exige volver a él, pero de una forma más pausada, a una segunda lectura para detenernos en los detalles, en los elementos no contados, en la posibilidad de una nueva interpretación de la historia.
Como ejemplo, en sus páginas podremos tener la certidumbre de que los niños siempre dicen la verdad; de que a veces una efemérides es una razón de peso para reafirmarnos en una decisión; nos sorprendemos de cómo un pos-it puede ser el eje en un triángulo amoroso; o cómo continente y contenido incluyen una cláusula especial que a veces se le escapa al lector; el informe de una autopsia revela datos que el forense es incapaz de analizar; el aprendizaje del abuelo siempre tendrá un punto de vista diferente; la incomprensión despiadada la hora en un despido laboral.
La narración de Pedro Sánchez Negreira se complementa con las ilustraciones de Dictinio de Castillo-Elejabeytia, quien ha conseguido captar instantes, trozos de la imaginación de Pedro y plasmarla en dibujos deconstruidos, en mosaicos indefinidos o en aparentes garabatos no aleatorios.
Este libro es el primero a nivel individual de Pedro Sanchez Negreira, partícipe de una nueva generación de microcuentistas, en la que no impera la juventud ni el interés comercial por publicar, sino que está presente el talento, la ingenuidad, su visión particular de lo que les rodea... Entre ellos destacan Elysa Brioa, http://elystone.blogspot.com.es en la que podemos apreciar microrelatos con su particular sonrisa negra y Javier Ximens, http://ximens-montesdetoledo.blogspot.com.es quien a través de Benicio y Justina nos muestra una forma muy particular de ver la vida.
Lo aviso, hay que estar muy atentos a estos autores porque prometen. Se lo aseguro.
El libro está editado por la editorial Zaera Silvar, en la colección Lenguas de Ornitorrinco. (http://www.zaerasilvar.es/silvareditor/catalogo/verde-como-el-hielo/)



© Miguel Urda