9/27/2010

Me dijiste... -Detrás de una mirada-


Me dijiste que te esperara y aquí sigo, esperándote.

A los pocos días de estar aquí colocaron la tupida reja en la ventana de tus aposentos y que el paso del tiempo ha ido oxidando. De tanto estar apoyada en la farola está se inclino hacia la izquierda.

He vivido la metamorfosis de la plaza que preside tu señorial casa. He pasado frío y calor, me he alimentado de las sobras de la taberna que arroja a la basura e incluso he tenido alguna pelea con los gatos en la madrugada al robarle las raspas de pescado que había en ellas. Y todo porque un día me dijiste que te esperara. Muchas veces me he preguntado si fui tonta al hacerlo, pero cuando se cae en la enfermedad del amor no hay remedio alguno contra ello. Y aquí me tienes postrada ante el tiempo y ante tu balcón.

Tenía las dos arterias principales de la plaza localizados por si te veía salir o entrar. Pero nunca más te vi hacerlo. No quise hacer caso a los comentarios que decían que vuestro padre os había puesto en una encrucijada y habíais partido hacia nuevas tierras. Ni sí quiera os vi aparecer para dar entierro a vuestra querida madre y vuestro padre, cinco años después.

La paredes de tu casa fueron perdiendo blancura, la mala hierba se abrió paso en tejados y terrazas; nunca volvieron a abrirse las persianas de tu alcoba; los muebles fueron vendiéndose a traperos. Los fuertes muros de la casa la hicieron resistir al inexorable transcurrir del tiempo. Incluso yo me fui, pero deje mi sombra, sentada y con la cabeza agachada, bajo la farola por si algún día decides asomarte al balcón.

Me dijiste que te esperara y a pesar de todo, aquí sigo, esperándote.


© Fotografía María Ureña
© Texto Miguel Urda

9/20/2010

La espera -Detrás de una mirada-




Al mirar esta foto podría decirse que se ha tomado a escondidas, de refilón, casi con miedo diría yo. Me fijo con detenimiento y veo que esta realizada desde la puerta entreabierta del altillo de lo que parece ser un armario, pero no puede ser, cuando se mira a través de ahí solo se ven cosas arrinconadas, viejas, en desuso es imposible ver nada más. Incluso desafía nuestro sentido lógico de mirar. Hay que dirigir la mirada hacia arriba, para comprobar que el fotógrafo reta a la realidad y nos abre una ventana al exterior, mostrando unos elementos muy simples pero presentes en nuestra vida diaria.
El azul intenso del cielo es el primer fogonazo que nuestra mirada recibe. Las nubes enseguida nos trasladan a un momento de tranquilidad, aunque parecen que avanzan sin dilación y con vuelo firme. Hay una figura sentada en un banco, acompañado únicamente por un árbol. Pienso que las nubes vienen a por él, a avisarle que ya le toca y el árbol es un infiltrado, para detenerle en caso que quiera escapar. Es posible que esta esperando su turno en las puertas del cielo y las nubes vienen a avisarle que ya le toca.
Casi nunca hay gente esperando a las puertas del cielo.


© Fotografía María Ureña
© Texto Miguel Urda

9/13/2010

Dudas sobre una bañera -Detrás de una mirada-


A simple vista la foto resulta curiosa y dice mucho, una bañera llena de libros, pero por más que la miro para intentar crear una historia no puedo, sólo me produce interrogantes. ¿Por qué hay una bañera llena de novelas que parecen ser del Oeste? ¿Se cruzarán los tiros de rifles de los vaqueros y las flechas de los indios en ellas? ¿Habrá intercambio de protagonistas entre ellas? ¿Mantendrán diálogos los personajes de distintas novelas al estar todas apiladas sin orden alguno?

¿Qué pasará si el grifo se abre sin querer y comienza a inundarse la bañera de agua? ¿Se hundirán los protagonistas? ¿Seguirán siendo los mismos finales? ¿Llegará el dueño de la bañera y de las novelas a tiempo para salvarlos? ¿Tomara algún baño en ella o los libros le han obnubilado el sentido y ha decido no bañarse más? ¿Hará sus abluciones entre libros? ¿Será un experimento de alguna universidad para ver el efecto del agua en el desarrollo de los personajes de las novelas?

Vuelvo a mirar la foto de nuevo y me doy cuenta que hay un montón de libros con intención d querer hacer el salto de trampolín y lanzarse de lleno a ella. ¿Qué tiene la bañera para querer sumergirse en ella? ¿Lo conseguirán? Me inclino a pensar que sí, que lo consiguen, y entonces se produce una orgía literaria. Y con total seguridad, sí, cambian roles, protagonistas, se entremezclan historias, principios, finales... La literatura es una locura. Me imagino a un Don Quijote luchando contra gigantes ensimismado por los versos de amor de Oscar Wilde; a una codiciosa Celestina llamada Teresa de Jesús apostando por los suspiros de un imposible Federico García Lorca; observo como camuflan su historia de amor Fortunata y Jacinta en un Macondo aún sin encontrar en los mapas del siglo XXI; cómo Sancho Panza sonríe a las travesuras de su Lolita preferida;… Me quedo petrificado al ver los derroteros por los que puede salir la literatura.

Una vez más observo la fotografía y me doy cuenta que la bañera parece presidir el centro de la alcoba o habitación, sustentada por cuatro piedras y ladrillos apoyados en un suelo tosco. Pienso muchas cosas, que son los aposentos de un loco desbordado por la literatura, que es la trastienda de una biblioteca, un pajar; un cuarto habilitado para los trastos… Me gustaría poder centrar mis pensamientos pero no puedo, no lo consigo, la literatura y la locura del párrafo anterior me han hecho perder mi serenidad. Mi pobre imaginación me dice que es una bañera de época en una chamarilería en una ciudad clásica, por ejemplo, Venecia, pero seré iluso yo, allí sólo hay canales y gondoleros que pasean a parejitas de enamorados asentando su felicidad eterna. Yo no sé donde esta tomada la foto, sólo lo sabe la dueña de la fotografía, pero… por más que insisto no me lo quiere decir. ¡Qué coraje!
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© Fotografía María Ureña
© Texto Miguel Urda

9/06/2010

No es lo que parece (Detrás de una mirada)


Serán muchos los que piensen que somos dos vulgares copas de vino, que estamos en el suelo a la espera de un oportuno comprador en este mercadillo de segunda mano. Apenas nos miran a pesar de que nos venden por una ridícula moneda. Quizás no sepan la importancia que tenemos y la historia que hemos vivido, ¿acaso no se dan cuenta del escudo que preside nuestro cuerpo?

A simple vista parecemos dos copas sin nada, sin ningún tipo de lujo, lisas, de elegante estilo pero no saben que fuimos fabricadas una a una, con un vidrio soplado de especial calidad. En su día formamos parte de la colección más grande jamás realizada para un Gobierno. Hoy estamos sucias, empañadas, pero a pesar de todo nuestro periplo de exiliadas puede comprobarse la notable calidad de la que estamos hechas, ni un arañazo presentamos. La vajilla de cristal completa era más de ocho mil piezas, entre copas de agua, de vino, de ponche, de champagne… cada una de un tamaño diferente. Éramos limpiadas a mano por delicados pañuelos de lino fabricados expresamente de la India. El servicio tardaba cinco días en tener toda la cristalería resplandeciente y ahora, nadie es capaz de apreciarnos.

Fuimos encargadas para las grandes ocasiones, donde nuestro señor lucía orgulloso un pecho lleno de condecoraciones. Las fiestas daban comienzo con un vals, bailado por el General y su esposa. La música no dejaba de sonar durante días y días. “¡Qué no faltase de nada a los invitados!”, era la consigna general de su anfitrión. Por ellas pasaron, aunque ahora lo niegan, gente de la nobleza europea, banqueros norteamericanos, cantantes, actores y actrices de la época dorada de Hollywood, incluso una reina exiliada, y cualquier persona con un precio disponible para obtener la amistad del régimen.
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Los cambios no son buenos para todo el mundo. Los amigos y adscritos del general huyeron cuando la tormenta política daba señales de comenzar. El miedo y las malas noticias competían velocidad en el pequeño país. El cerco sobre El General se achicaba. La música dejo de sonar, las copas dejaron de brillar. Y hay quienes dicen que incluso murió con una copa de vino en la mano.


© Fotografía María Ureña
© Texto Miguel Urda

9/01/2010

Detrás de una mirada -Manos en reposo-

Manos en reposo


Difícil tarea hablar, mejor dicho escribir, por primera vez sobre una foto que en apariencia no dice nada. ¿Qué puedo decir de unas manos cruzadas y que están en reposo sobre lo que se intuye que puede ser una pashmina de color blanco?

Lo primero que me llama la atención son los abalorios que lleva su dueña y que resaltan bajo una piel nívea: un anillo en su dedo anular izquierdo y una pulsera, ambos de formas sencillas y estilizadas, probablemente plata.

Debería ser objetivo y escribir sin ceñirme a quién pertenecen esas manos, pero no puedo, conozco a su propietaria desde hace bastante tiempo y por lo tanto sé el porqué son tan simples. Unas manos que durante muchos años han estado poniéndome un café con leche, un croissant o un pitufo para mi desayuno diario. Los itinerarios de la vida provocó una separación entre nosotros y cada uno tomo un rumbo diferente, yo dejé de desayunar esa cafetería y ella partió a otros lares. La puerta del cine-club del que tanto hablamos en esos desayunos nos volvió a juntar años después, un abrazo sincero, muy sincero y cariñoso a pesar que entre los dos sólo existía la confianza o la amistad que hay entre un cliente y una camarera. Nunca hemos traspasado esta frontera, pero creo que ha sido por no haber oportunidad, ahora la cosa es diferente, hay proyectos en remojo para realizar entre los dos. Mery -yo fui el primero en llamarte así, ¿te acuerdas?- volvió a trabajar en la cafetería que ahora es restaurante y cada jueves voy a comer. Lo primero es darle un beso y después ver que hay de menú. Por eso no puedo ser objetivo y ponerme a hablar de una manos así como así, son una manos de una mujer trabajadora, donde puede observarse cicatrices de quemaduras y cortes, la uña del dedo meñique es un indicador de que tiene las demás cortas e intenta mantenerlas cuidadas. Todo va supeditado a la comodidad para desarrollar un trabajo entre fogones.

¿Dónde están las manos apoyadas? Las manos están en una posición laxa, cómodas, como refugio de una conversación con un interlocutor interesante en un mostrador, sin sostener nada en la mano para no distraer la atención de ese momento ¿Por qué está bajo un pañuelo blanco? Posiblemente sea el pañuelo para cobijarse de un frío otoñal o primaveral antes de entrar en el local y ¿por qué blanco? El blanco es sinónimo de pureza. ¿Son puras las manos de Mery? Sin dudarlo me atrevo a decir que sí, pues las manos son reflejo de una persona y Mery tiene una mirada limpia y unas manos de mujer muy trabajadora.
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© Foto, María Ureña
© Texto, Miguel Urda