6/26/2014

Diario de una novela. Joaquín Sabina.



Por cuestiones personales llevo unos cuantos días sin poder tocar la novela, es decir, ponerme en el ordenador a teclear, revisar, mirar hacia donde voy... aunque inconscientemente siempre he tenido ese martilleo en la cabeza: la novela, la novela, la novela... Hoy, por fin, he podido sentarme a escribir con total dedicación. Ha sido difícil retomar el hilo. Aunque tengo en la cabeza cada línea, cada párrafo, cada capítulo, he vuelto a leer todo para que comprobar que el hilo conductor es el correcto. He visto mil cosas que quería suprimir, rectificar, ampliar... pero este no es el momento de hacerlo, eso vendrá en el tiempo dedicado a la reescritura y corrección. Conseguir que los dedos no se fuesen a otro lado ha requerido de esfuerzo y que la cabeza estuviese en lo que tenía que estar. Conforme escribo estas líneas me viene a la mente la canción de Joaquin Sabina 19 días y 500 noches. ¿Cuántos días son necesarios para coger el hábito de escribir y cuántos para perderlo? Sabina es sabio. Muy sabio, pero no puedo dejar de escribir.
© Miguel Urda. Texto
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6/20/2014

Diario de una novela. Plazos.


¿Cuántos días me quedan para terminar la novela? ¿Cómo la llevo? La fecha tope para la entrega del proyecto es el día 14 de julio. Estamos a veinte de junio, lo cual quiere decir que aún me queda algo de tiempo para terminarla. Pero no he seguido el ritmo que me marqué al principio de este diario. Ni llevo los folios escritos que me gustaría tener. Me queda mucho trabajo por delante. He reestructurado el plan de escritura y tengo diez intensos días para terminar el primer borrador de la novela. No me falta mucho por terminarla, pero no estoy conforme con lo que he escrito. Cuando leo para retomar el hilo me digo que no tiene calidad, que no tiene consistencia, que no tiene fuerza y me entran ganas de mandar todo a la papelera de reciclaje; pero no puedo hacerlo, tengo que entregar la novela el 14 de julio, así que escribo con una inercia obligada.
La primera quincena de julio la voy a dedicar a reescribir, a tachar y sobre todo a suprimir. No le tengo miedo a suprimir, es más, creo que así quedará lo bueno, lo que tiene tirón y una historia con cierta solidez narrativa . Es muy probable que de lo que tengo escrito quede la mitad. No tengo miedo de ello, solo tengo miedo de que llegue la fecha tope y no haya podido terminarla.

© Miguel Urda. Texto
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6/17/2014

Diario de una novela. Capítulos.


¿Cuántos capítulos llevo escritos? ¿De cuántos capítulos debe constar una novela? ¿Tienen que ser cortos o largos? Evidentemente todas estas preguntas tienen una respuesta personalizada. ¿De cuántos capítulos consta mi novela? En un principio tenía planificados unos quince, de entre diez y quince folios -siempre hablo de la primera versión-, pero la realidad es otra y me están saliendo capítulos más cortos, de un promedio de cinco folios, por lo tanto el resultado final de capítulos va a oscilar entre veinte y veinticinco.
Escribir un capítulo es como escribir un relato independiente, pero sin que llegue a serlo, es decir, en cada capítulo debe haber un planteamiento, un nudo y un desenlace, y a la vez debe tener la semilla que provoque una serie de dudas e interrogantes para que genere el interés en el lector y continúe con su lectura. ¿Cómo debe escribirse un capítulo? En los talleres de escritura siempre te llenan de teoría sobre lo que debes hacer y no hacer, así como de los elementos de que debe constar un relato -en este caso capítulo-: no debe faltar una metáfora, un punto de giro en el argumento, una evolución en el personaje... Y yo estoy de acuerdo con la teoría, pero la teoría está hecha para no respetarla, pues de la misma manera que para cocinar una paella esta debe contener ciertos ingredientes indispensables, pero ¿qué pasa cuando falta uno o se cambian las judías verdes por los guisantes? La paella sigue siendo paella. Pues en la escritura ocurre igual. Me gusta saltarme las normas sobre lo que debe contener y no contener un texto, como por ejemplo agregarle dos puntos de inflexión, una metáfora de situación en el titulo, o agregar un epilogo de dos lineas para cerrar el texto. La creación es algo personal, de cada uno. Los talleres están para aprender unos conocimientos básicos pero después es uno mismo, en su posterior desarrollo, quién los utiliza para, como y cuando quiere.
© Miguel Urda. Texto
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6/07/2014

Diario de una novela. Hopper.


Ayer en clase nos han preguntado cómo nos imaginamos nuestro libro publicado. Ha habido respuestas de todo tipo, y es algo en lo que no había pensando hasta el momento. Sí sé qué editorial me gustaría que me lo publicase, pero ello no significa que me lo publique, bien porque no tenga calidad, bien porque no esté dentro de su línea editorial, bien porque.... A partir de ahí he ido formulándome preguntas sobre la cuestión, sobre el tema. ¿Cuántas páginas tendrá mi libro? Sé que hay una fórmula matemática que te multiplica o divide el número de palabras por el número de folios y te dice el número de páginas impresas de las que puede constar tu libro, pero no la recuerdo y no voy a perder el tiempo en ello. Tampoco me preocupa ahora mismo ni el tipo de letra, de papel, el tamaño. Lo único que me ha preocupado ha sido la portada. ¿Cómo debe ser la portada de una novela? Me levanto del ordenador y me voy a mi biblioteca y escogo varias novelas al azar, cada una de una editorial diferente. Las pongo sobre la mesa y las miro. Las hay de todo tipo: con fotos de familia, de paisajes, collages, cuadros impresionistas, abstractos, naif; mezclas de fotografías con dibujos y photoshop...Todas son diferentes pero a la vez todas tienen algo en común: hablan del libro.
Lo que sí tengo claro es que la portada de mi novela tiene que ser sencilla y atraer al ojo dubitativo que está buscando -o pasando el tiempo- entre las mesas de novedades de las librerías1. Tengo unn amigo dibujante-fotógrafo de mucha confianza y estoy seguro de que sabrá recoger mis ideas sobre lo que quiero que sea. De lo que estoy completamente seguro es de que no quiero una cubierta con un cuadro. Cada vez que veo una novela cuya cubierta es un cuadro de Hopper directamente la descarto de una posible compra. Es increíble el daño que se le está haciendo a este autor con tanto abuso de sus cuadros: Hopper para ilustrar una novela de a escritora de turno y que realmente no sabe lo que es una novela; Hopper para ilustrar que la presentadora de tele-astro, tele-cocina express o tele... no-sé-que ha publicado un libro; Hopper para ilustrar la reedicion de unos relatos ambientados en Estados Unidos. Por favor, seamos originales. Dejemos a Hopper con su función de mostrar la soledad de los personajes de un país, de una ciudad, de una habitación; dejemos a Hopper para contemplarlo e indagar en su pintura; dejemos a Hopper libre de responsabilidades sobre ilustrar otra obra de arte que no sea la suya. Pongamos la máquina de la mente a pensar para crear nuestras portadas, nuestra forma de ver lo que nos rodea, nuestra propia opinión de la vida que yo, mientras tanto no paro de darle vueltas a la cabeza cómo será la cubierta de mi novela.
© Miguel Urda. Texto
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1Permitame, lector, que no diga el porqué de esta frase. La explicaré en su momento.

6/01/2014

Diario de una novela. En el punto de mira.


Ayer estuve en la presentación de una novela. El autor, conocido; el libro, con una pinta suculenta –para hincarle los dientes cuando lleguen los días de relax en verano–; y el local, atiborrado de gente. Consigo un hueco de pie, casi al final de la sala. No me importa, no soy de los que gritan o hacen gestos a unos y a otros para hacerse notar y dejar caer sonrisas hipócritas sobre lo mucho que te gusta el autor. Hace calor y la presentación comienza con unos diez minutos de retraso. La mesa preside la sala y eleva del público al escritor, acompañado a su derecha por el editor y por otro escritor de la misma editorial a la izquierda. Comienzan a echar flores sobre la novela el editor y el escritor invitado, casi treinta minutos de alabanzas ininterrumpidas. Por fin tiene la palabra el autor de la novela. Comienza a soltar palabras y en ese momento me echo a temblar.Pienso en mi novela, en la novela que estoy escribiendo, la que no me deja dormir con tranquilidad, la que me acusa cada vez que miro al calendario cuyo punto y final queda lejos. Pienso en ella y en el día que tenga que presentarla. No quiero pensar en eso, pero soy consciente de que si estoy escribiendo es para que algún día se publique y de que antes de que llegue ese momento hay muchos pasos previos, como es la corrección final, la corrección gramatical, la búsqueda de editorial, que te den el sí... pero me pongo en el día X, en el día que tenga que estar sentado en el centro, como padre de la criatura que se presenta. ¿Qué pasará ese día? ¿Acudirá mucha o poca gente? ¿De quién estaré acompañado? Veo que el autor da agradecimientos a su familia, a su alumnos... Me entran escalofríos. El público. Ser el centro de atención durante ¿cuánto tiempo? Todas las miradas estarán puestas en mí. Debo ser sincero y decir que no me veo ahí, en una mesa similar a la de la última cena, acompañado de dos "cómplices". Miro al autor y veo que está cómodo y que las alabanzas de flores sobre uno y otro siguen. ¿Haré yo lo mismo? La gente aplaude. Yo de forma mecánica me pongo a hacerlo también. Estoy sudando. Busco la forma de escabullirme.
© Miguel Urda. Texto

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