3/23/2009

Enseñanzas...

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No persigas el sufrimiento pasado. Todo, bueno o malo, es pasado y ya se ha ido.

No anticipes sufrimientos futuros. No importa que sufrimiento padezcas ahora.

No te abandones a él, sino que desarrolla el coraje una y otra vez.


Enseñanzas de Dakini
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Demasiado listo.

Para Mercedes -quién en un momento de debilidad fue mi alma confesora-.
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Su primer hurto lo cometió en el colegio, cuando apenas contaba con seis años de edad. Al robo de lápices y gomas de borrar, siguió el de bicicletas en las calles anexas a las chabolas donde vivía. A los once años ya sabía cómo arrancar un coche, se lo había enseñado su profesor particular, “el mañas”. Con los quince años, en el reformatorio, trabó amistad con Lucas, más conocido por “el más”, debido a su avaricia.
De este colega aprendió a saber robar. Le enseñó que no todas las víctimas eran iguales. Era preferible hacer un gran robo, que no muchos y estar más pringao. Con “el más” hizo sus prácticas y ambos formaron una gran pareja de ladrones. Uno era la parte teórica y el otro la práctica. Y de esta forma fueron elaborando un amplio currículum de atracos.
A los 21 años y de una forma muy limpia, dejaron sin alhajas una famosa joyería de la gran ciudad. Esto les permitió vivir de forma sosegada algún tiempo. Pero la tranquilidad y el reposo les provocaban angustia. El cuerpo les pedía actividad. Idearon la forma de atracar un banco. Y se pusieron a ello. Todos los boletines informativos de la radio, las noticias de televisión y titulares de prensa dieron cuenta de la magnitud del atraco. Sin embargo el olvidó de una herramienta dentro de la caja fuerte puso a la policía detrás de los dos, quienes dio con ellos y esperó hasta tenerlos bien seguro. En un intento de escapada “el más” cayó herido de muerte y su compañero fue considerado culpable en el juicio y enviado a prisión durante quince años.
El abogado defensor le fue sincero en su explicación: “Si dices dónde está el botín, tu condena podrá ser rebajada”
Dio un NO, como una respuesta. El tiempo pasa, pero cuando salga todo el dinero será solo mío, pensaba él. Con tanto dinero podre hacer realidad mis sueños, comprarme un ferrary, tendré a todas las tías que yo quiera al alcance de mi mano, tendré tantas cosas que me harán olvidar rápidamente el tiempo que estoy pasando entre rejas y yo se que quince años, son muchos años, pero siempre hay reducción de condena y con un poco de suerte dentro de cinco estoy en libertad bajo fianza.
“Pero pasa el tiempo. Un año, dos años… Ya llevo tres años encerrado en estas paredes”. El cuarto año le pasó de forma muy lenta, el quinto año lo vivió de forma inquieta pues las noticias del exterior que le llegaban era que el país estaba sufriendo muchos cambios, y uno de ellos era el cambio de moneda lo cual podía dar al trastoque todos sus sueños. No salio en libertad provisional. Por fin en el mes de marzo del sexto año volvió a ver la luz de cielo sin unos barrotes de hierro por delante.
No salía loco de la cárcel por pisar la calle, salía loco por el dinero. Todo el botín del atraco al gran banco seguía escondido donde él lo guardó. Intacto. Billete tras billete; fajo tras fajo. Mucho dinero, demasiado dinero para invertirlo en una espera de seis años que de nada le sirvió. Quiso volverse loco. Ver que todo era un sueño. Que tanto dinero no servía para nada. El país había devaluado la moneda anterior para dar paso a una nueva.

Miguel


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3/22/2009

Parte del ayer

Para C.J.M.G -quién forma parte el ayer-
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Hubo un momento en mi vida donde me asenté en el recuerdo del ayer, quizás queriendo no dar paso al presente y ahora que ya no te tengo, que formas parte del pasado, el tiempo me ha puesto la nitidez frente a los ojos.
No fue fácil aceptar que nunca te importe, porqué como dice la canción “querer es muy complicado, no es quedarse a un lado, es dejarse la vida detrás de cada esquina. Es dar sin nada a cambio” ¿Cuánto arriesgastes por mi? Intenté negarme a vivir esclavo de mis heridas provocadas de mi amor hacia ti, pero estas eran tan dolorosas, que me impidan dar paso alguno y sobre todo al comprobar que cuanto estabas cerca de mí me encontraba vacío y solo. No me arrepiento de haberme entregado a ti en cuerpo y alma, porque sentir es lo que cuenta, si matas la ilusión, el amor para que queremos el corazón, aunque hubo días que el corazón se ablandaba, se sentía vulnerable a tú recuerdo, pues por muy leve que este fuese siempre causa heridas en nuestra memoria. ¡Qué duro es caminar por las calles, por la vida, solo, sin saber a donde ir, dando vueltas e intentado engañar al amor! El tiempo todo lo cura, pero ¿Cuánto tiempo hubo de transcurrir para olvidarte? ¿para no sentir tu recuerdo?
Lo que en un principio clasifique como un error, me ha servido para dar cerrojo al ayer, a tu recuerdo, para encontrar un alivio en el pensamiento y una apertura al hoy, al presente, aunque este aun no ha comenzado, pero ya voy viendo claros despuntes de que quiere tener voz propia en mi vida.
Ya formas parte del ayer.
Miguel

3/11/2009

Nunca más

Este cuento lo escribí como regalo de cumpleaños, en el año 1995, para la ESTRELLA que mas brilla en el firmamento de mi vida.
(Gracias, verdu, por tus consejos... gramaticales)
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Despertó. Intento abrir los ojos, pero no pudo. Volvió a intentarlo de nuevo. Solo se abrieron mínimamente, pues tuvo que volver a cerrarlos ante la incomodidad que le producía la tenue luz solar. Lo primero que pudo comprobar al intentar despertarse algo más fue una pastosidad seca en la boca que le impedía articular palabra, así como tragar. De nuevo probó a abrir los ojos. Fue un intento en vano. La cabeza le pesaba. El cuerpo no respondía, nada respondía a sus órdenes cerebrales. Había sido una noche tormentosa.

Saco un pie de la cama y, al hacer el movimiento, notó que había alguien a su lado. Ni la más remota idea de quién era. Al incorporarse, los ojos se abrieron, la visión era borrosa; la luz del día le impedía ver correctamente. ¿Dónde estaba? Ni idea. Se sentó en la cama. Apoyó los codos en sus rodillas y la barbilla en sus manos. Tragó saliva pastosa. Suspiró. Sufrió un leve mareo al intentar ponerse de pie, la cabeza seguía sin querer responder. El cuerpo que estaba a su lado cambió de posición. Buscó una orientación hacia el baño, la vejiga estaba a punto de reventar y sentía la imperiosa necesidad de vaciarla. Tanteando, encontró lo que supuso que sería el baño. Se sacó su miembro, comenzó a vaciarlo; su castigado cuerpo empezó a notar un alivio, y gran del chorro cayó fuera de su recipiente. Tardó en vaciarlo. Se agachó para beber agua del grifo del lavabo. Sintió una molestia al contacto de los dientes con el frío grifo. Apenas alivió su sequedad pastosa. Necesitaba algo más contundente. De regreso a la habitación, encontró la cocina. Entró. Sus ojos se desviaron hacia la nevera, la abrió, no había nada para beber que fuese de su agrado. Solo había zumos, leche y alguna que otra verdura. La cerveza y el alcohol no tenían presencia. Volvió al cuarto. ¿Quién era el cuerpo que había en la cama?, ¿cómo había llegado allí?, ¿dónde estaba?, ¿qué había pasado la noche anterior? No recordaba nada después de salir de la discoteca. Una difusa imagen de una chica morena y... confusión, mucha confusión.

Un cigarro, necesitaba un cigarro para ponerse a pensar. Su chupa de cuero, ¿dónde estaba? Empezó a buscarla. Encontró las botas, los pantalones, unas mallas –que supuso que serían de la chica-, una camiseta de manga larga -la de manga corta la tenía puesta-. La chupa ¿dónde estaba? Siguió buscando, encontró otra camiseta; por fin, la chupa. Tanteó por los bolsillos en busca de su paquete de cigarros. Sacó uno. Ahora, el puto mechero. ¿Dónde estaba el mechero? Ah, sí, en otro bolsillo. Se sentó en el sofá. Colocó los pies en la mesa, el cigarro le dominaba. Acabó el cigarro, el primer gran placer del día. Encendió un segundo cigarro. Y un tercero. El cuerpo se agitó en la cama. Le hizo volver al presente. ¿Dónde estaba? Buscó con la mirada un signo conocido en la habitación que le indicara dónde se encontraba. Era una habitación con claridad, a pesar de tener las cortinas cerradas. El mobiliario era abundante y barato: libros, Compact Discs, un televisor, un reproductor de video, un póster de una barra de labios en la pared y mucho desorden. La cama, en total caos. Las sábanas y la chica se perdían en él. Una noche horrible. Siempre se repetía lo mismo: NUNCA MÁS volveré a beber en semejante cantidad. NUNCA MÁS volveré a tomar nada. NUNCA MÁS... pero ese NUNCA MÁS era momentáneo. Cuando llegaba la noche del viernes y sábado, todas las promesas de la mañana o tarde resacosa se habían esfumado.

Un ruido lo sacó de su ensoñación, era el timbre de la puerta. Se había quedado dormido delante del televisor esperando a que su amigo Luis viniese a recogerlo para emprender juntos lo que sería un largo y marchoso fin de semana.

«Ya voy, ya voy», gritó mientras se dirigía hacia la puerta.

Miguel


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3/04/2009

Escuche...

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Escuche un ruido en el silencio y de pronto me di cuenta que el ayer está olvidado, aunque el hoy no ha comenzado aún.

Miguel
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La respuesta...

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... La respuesta la habían ido formando mis pasos y sólo tenía que seguir andando para saber que me había dejado atrás a mi mismo, que ya no era la persona que había sido...

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2/18/2009

MORAGA DE JUVENTUD -Parte II-

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Moraga de Juventud
- 2ª Parte-
...en el grupito que íbamos a la playa, venia la chica del chiringuito –aún no sabía su nombre-. Ella me miró igual que yo la miré a ella. No intercambiamos palabra hasta que estuvimos sentados juntos delante del fuego. Aunque en un principio estuvimos sentados enfrente, al poco, ella se levantó, fue a por una bebida y, al regresar, sin preguntar si el sitio estaba libre y si podía sentarse, se sentó junto a mí. Me dijo que me conocía del chiringuito y a esto siguió un intercambio de nombres. Durante casi tres horas estuvimos juntos, y aquellas palabras fueron el comienzo de algo muy bonito. Siguió una conversación que iba desgranando el cocimiento de uno y de otro: edad, ciudad donde vivíamos, días que estaríamos de vacaciones… Las palabras salían sin esfuerzo alguno por parte de los dos y llegó un momento en el que parecíamos no pertenecer a la moraga, como sí el fuego se hubiera producido para los dos, como si no existiera más gente, como si la música procedente de la guitarra desafinada sonara para nosotros únicamente. Se me acabó mi bebida, e hice ademán de levantarme para ir a por más, pero ella me dijo que aun tenía el vaso casi lleno y que podiamos compartirlo. Cuando me acerco el vaso, roce sus dedos un instante. El momento me pareció una eternidad: el roce de unos dedos suaves y fríos a pesar de la calidez de la noche. Bebí observado por ella, le sonreí al hacer el gesto de devolverle su vaso. Volvió a repetirse el movimiento, esta vez de forma más lenta e intencionada. Sentí sus dedos sobre los míos al coger el vaso, el cual pasó rápidamente a la otra mano de ella mientras, que con la derecha, agarraba mi torpe mano para entrelazarla con la suya. Noté como su fría mano daba serenidad a mi temblor, que denotaba inexperiencia en este terreno. Parecía no existir nada ni nadie en ese momento, solo su mano agarrada a la mía. Nuestras miradas se encontraron, ella intentaba aplacar mi nerviosismo. Solo me dijo: “no digas nada”. Acerco su cabeza a la mía y posó sus labios sobre los míos. Sin tener experiencia, sin saber hay conocimientos innatos que salen a la primera lección pues mis labios se adaptaron perfectamente a los suyos. Buscaron forma, sentido; notaron calidez, vida, temor y ganas de más. Ese beso provocó un desconcierto en mí, pero no dudé en repetir la sensación. Mis labios buscaron los suyos. Los encontré sin demasiado esfuerzo a pesar de ser un hecho totalmente nuevo para mí. Encontré una sonrisa cómplice como respuesta. Le dije que ella había sido la primera chica a la que había besado. Desde ese momento, estuvimos todo el tiempo que la noche nos otorgaba juntos, agarrados de la mano e intercalando besos; unas veces yo tomaba la iniciativa y otras, ella. ¡Qué rápido se aprenden las cosas bonitas! Pero ella no podía estar toda la noche en la playa, sus padres le habían puesto hora de llegada a casa. Cuando me dijo “tengo que irme”, yo decidí acompañarla. Nos pusimos las chanclas de goma, la toalla al hombro y comenzamos a andar dejando atrás una hoguera y un grupito de gente que parecía pertenecer a la noche.
El verano es el despertar de muchos sentimientos, fui sin saber lo que es el amor y regrese con la sensación de haber despertado un sentimiento nuevo: el sentimiento del amor, de mi primer amor.
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