A lo largo de esta semana iré volcando aquí un diario-experimento-creativo-literario que estoy intentando desarrollar. He adaptado el tamaño de las entradas a la rapidez que exige el lector internauta. De las opiniones o comentarios que vosotros me deis optaré por un camino u otro para seguir trabajando en estos textos.
Miguel
LUNES 10
Pienso en lo que hago con cierta frecuencia y me digo que no soy culpable. He llegado hasta donde estoy motivado por los hechos intrínsecos de mi relación de pareja. Dicen que un matrimonio lo forman dos personas, pero hoy por hoy no estoy muy seguro de que sea así. ¿Es una relación la convivencia de dos personas? donde no existe la mínima expresión de cariño por parte de un miembro, donde el silencio es perpetuo...
Recurro al sexo de pago porque ella -no considero apropiado aplicar aquí el término de “mi mujer”- no me deja satisfacer mis necesidades primarias (y tantas otras cosas que un matrimonio debe compartir). Quizás puedo parecer un poco machista al hablar así, pero llegó un momento donde el sexo con ella no era nada. Primero se fue espaciando en el tiempo; después, las excusas, llevo prácticamente un año sin tocarla. Fue en un momento de calentón súbito lo que me condujo a recurrir al servicio de putas. Al ver una imagen sugerente de una chica en la publicidad de un periódico, mi polla notó algo que la hizo removerse y crecer un poquito bajo mis pantalones. ¡Cuánto tiempo llevaba a base de pajas, en la ducha, en el sofá, viendo las películas porno del canal de pago! Llamé enseguida, sin pensarlo, porque creo que si lo hubiese pensado no lo habría hecho.
—Cincuenta euros un completo. — Me dijo una dulce voz al otro lado de la línea. Si lo desea, la chica puede desplazarse a su hotel o donde usted diga, pero corre por su cuenta el traslado.
–No, no, voy yo. ¿Me da la dirección, por favor?
No quedaba lejos de donde me encontraba; unas tres paradas de metro.
La primera vez dio paso a una segunda; la segunda a una tercera, convirtiendo esta visita en una rutina condicionada a la satisfacción básica de mis instintos sexuales. Bien sabe Dios que no me gusta lo que hago, que me provoca un rechazo total, pero hay momentos donde ya no puedo más.
Pienso en ella cuando estoy encima de un cuerpo que finge placer. ¿Por qué es así? ¿Por qué anda siempre en silencio total? ¿Por qué no quiere hablar? ¿Ella no tiene necesidades sexuales? ¿Cómo las mitiga? ¿Por qué me hace sentir culpable de algo que ella me ha obligado a hacer?
–No, no, voy yo. ¿Me da la dirección, por favor?
No quedaba lejos de donde me encontraba; unas tres paradas de metro.
La primera vez dio paso a una segunda; la segunda a una tercera, convirtiendo esta visita en una rutina condicionada a la satisfacción básica de mis instintos sexuales. Bien sabe Dios que no me gusta lo que hago, que me provoca un rechazo total, pero hay momentos donde ya no puedo más.
Pienso en ella cuando estoy encima de un cuerpo que finge placer. ¿Por qué es así? ¿Por qué anda siempre en silencio total? ¿Por qué no quiere hablar? ¿Ella no tiene necesidades sexuales? ¿Cómo las mitiga? ¿Por qué me hace sentir culpable de algo que ella me ha obligado a hacer?
©Miguel Urda