Imagen cedida por Oscar Cañero.
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Gracias, Oscar, por tu generosidad.
Me han dicho que cuando
llegue a él sabré cómo es, pero tengo miedo; dudo que lo reconozca
cuando me encuentre frente a frente.
Llevo corriendo varios
días. No es un capricho mío, sino una necesidad. Para mí es todo
un reto.
Me han dicho que, a
medida que me vaya acercando, me llegará un olor fuerte, un poco
agrio, pero si está enfurecido es posible que antes escuche su
sonido.
Partí de la ciudad hace
muchos días, y perdí la cuenta. Ahora pienso que está más lejos
de lo que había calculado, aunque para mí cualquier distancia es
grande y dificultosa.
Me han dicho que no debo
temerle, sino ser respetuoso con él; que, cuando llegue, él saldrá
a recibirme y mojará mis pies.
No
es una promesa, no puedo definir lo que siento, solamente mi animo
de superación y una pizca de curiosidad. Me han hablado
tanto de él que necesito saber cómo es; necesito palparlo, olerlo,
sentirlo…
Me han dicho que estará
frío y que, debido al invierno, habrá poca gente. Cada vez
presiento que estoy más cerca.
¿Qué pasará si, cuando
esté delante de él, no me gusta?
Me han dicho que voy por
buen camino, lo he preguntado a alguien que me adelantó. “Después
de la montaña lo podrás ver” . Se han ofrecido a llevarme, pero
yo he desistido.
No me hago a la idea de
que no me guste. Tiene que gustarme.
Me han dicho que es
aquello de color azul. He preguntado si está furioso; se han echado
a reír. Aún me queda un buen trecho por correr.
La montaña. Está detrás
de la montaña. ¿Debe de darme miedo? Ya comienzo a bajar la
montaña. No escucho ningún ruido de furia ni huele a sal. ¿Se
habrá ido?
Me han dicho que es una
de las principales fuentes de riqueza del mundo y que la estamos
esquilmando. No sé qué es esquilmar y no he querido preguntarlo,
pero no me parece una bonita palabra.
Estoy cansado, muy
cansado. ¿Y si no tengo fuerzas para llegar a él? Necesito llegar a
él.
Me han dicho que también
es muy traicionero, que debo estar muy atento a sus mareas.
La cuesta abajo se me ha
hecho pesada. He vuelto a preguntar, tengo que cruzar una carretera,
andar un trozo por la arena y ya estoy en él. Me he puesto
nervioso.
Me han dicho que fue el
origen de todo. ¿También lo fue de mi vida?, ¿de mi oscuridad?
Ya voy andando por la
arena. El viento se mezclado un olor fuerte y un ruido extraño.
Ahora camino muy despacio.
Me han dicho que lo mejor
para sentirlo por primera vez es quitarme los zapatos y calcetines,
remangarme los pantalones y andar despacito por él, dejando que
acaricie los tobillos.
Hago lo que me
han dicho muy deprisa. La arena esta fría, esto no me lo habían
dicho. Comienzo a caminar nervioso. Noto cada vez más frialdad bajo
la planta de mis pies. Algo llega corriendo y me los moja
completamente, salpicando un poco los pantalones. ¿Será el mar?
Me agacho y la toco. La pruebo, está salada. Estoy ante lo que dicen
que es el mar.
©
Miguel Urda