9/03/2012

Cuando llegué, mamá ya estaba alli



Estaba masturbándome, con una película porno de la televisión local, cuando me llegó un sms a mi móvil. La curiosidad pudo más que mi excitación sexual. El texto era conciso “le comunicamos que Cecilia Martínez Pimentel ha fallecido a las 23 horas y 58 minutos. Póngase en contacto con nosotros al siguiente número para los trámites necesarios”.

Por fin, mamá había muerto.

Mostré mi inmensa alegría con un profundo suspiro, a pesar de que con lo ocurrido me bajase la erección por completo y me hubiese fastidiado mi paja nocturna.

Llamé al teléfono indicado. Asentí a todo lo que me dijo la voz, como si aquella conversación fuese ajena a mí. Cuando colgué me di cuenta de que no sentía pena, no había llorado, ni tenía ganas de llorar.

Me duché sin prisas, me vestí con el pantalón y la camisa negra que tenía preparados para la ocasión. A pesar de ser principios de junio la noche era bastante calurosa.

En el ascensor me di cuenta que ahora comenzaba una nueva vida. Mi propia vida. Anduve unos cuantos pasos por la calle cuando decidí volver a casa, necesitaba mostrar mi alegría de alguna forma en esta situación y sólo era posible hacerlo interiormente. Me acordé de los calzoncillos rojos de fin de año. No los encontré en el cajón de la ropa interior, ni de los calcetines ni en el de las camisetas, no estaba por ningún lado; rebusqué en el cesto de la ropa sucia, ahí estaban, casi en el fondo. No recuerdo cuando fue la última vez que me los puse. Los olí, estaban sucios pero los calzoncillos de un día no desprenden mucho olor. Me quité los pantalones y la ropa interior, también negra, me coloqué los slips rojos y de nuevo los pantalones. Era una forma de engañar al luto.

El taxista no tuvo mucho problema de tráfico en la madrugada para llevarme al tanatorio. Cuando llegué, mamá ya estaba allí. Siempre era la primera en todo, incluso hasta en la muerte. Mamá tenía el mismo rostro agrio de siempre, solamente se la veía un poco más delgada tras el cristal. Me acordé de los calzoncillos rojos, y en ese momento me entró un golpe de culpabilidad: estaba delante de mamá con unos calzoncillos sucios, y sin sentir un ápice de dolor.

Pensé que debía comunicarle su fallecimiento a alguien, pero ¿a quién llamar?, ¿a quién debía decirle que mamá había muerto? No tenía a nadie, sólo la tía Puri en el pueblo, pero eran las 4:47 horas, por lo que preferí esperar a una hora prudente, pero para la muerte ninguna hora es buena. También llamaría a mi compañera de trabajo, aunque igual le fastidiaba el domingo.

Debía de estar triste, mostrar pena, pero no podía, siempre he sido muy mal actor.

Al entierro vino más gente de la que yo esperaba. Todos los compañeros de trabajo más cercanos. La vecina, (que me llamó a primera hora de la mañana pues según me dijo me vio salir con el gesto muy preocupado en la madrugada), y varias más cuyo nombre desconozco o me es difícil recordar en estos momentos.

¿Cuántos besos al aire habré dado y recibido en estas horas?, ¿y abrazos?, ¿y palabras de consuelo? Yo solo tenía en mente una cosa, el olor que podría desprender mis calzoncillos rojos y cada vez que daba o recibía un beso lo pensaba; el abrazo implicaba un acercamiento aun mayor, lo que producía más posibilidades de que detectaran un olor extraño en mí.

Durante todo el día no sentí pena por mamá. Me preocupaba el olor de mis calconzillos. Era la primera vez que hacía algo y mamá no podía opinar, ni meterse conmigo, ni echármelo en cara.

No probé bocado desde que cene la noche anterior. Alguien me trajo un termo con caldo, estaba bueno, era un caldo casero como el de toda la vida. Pensé que los fabricantes de caldo en tetrabrik deberían investigar mucho más para conseguir acercar un poco más sus productos al tradicional. Me regañé a mí mismo, como podía estar pensando en cosas en así en lugar de pensar en la muerte de mamá.

Tía Puri no ha podido venir. Sus 82 años se lo han impedido. Me ha sido muy difícil comunicarle la noticia de mamá, cada vez está más sorda. Creo que tampoco ha sentido la muerte de mamá.

Después de comer vino mi jefe con su joven y nueva esposa. El olor a vino que desprendía podía camuflarse con el olor que podían desprender mis calzoncillos. Aparentaba más pena que yo a pesar de no conocer a mamá. Es un buen actor.

El final del velatorio ha sido muy rápido. Parecía una obra de teatro, el cura, el sepulturero, las flores como decorado... todos hacían su papel a la perfección en la función de las siete de la tarde.

Volví solo a casa. Mi compañera quiso llevarme pero le dije que no, que necesitaba la soledad de ese instante. En realidad desde ese momento es cuando estaba completamente solo en la vida.

Nada más llegar me quité la camisa, los pantalones y los calcetines. Me resistía a quitarme los calzoncillos, siento que el rojo es la llave de la puerta de mi nueva vida.


Miguel Urda

8/27/2012

Dudas. Crisis. Evolución.





Hablo con mi amiga V. y está en crisis; hablo con mi amigo R. y está en crisis; hablo con mi amigo K. y está en crisis. Todo lo que me rodea está en crisis. Me queda por preguntarme: ¿Yo estoy en crisis? La primera cuestión me viene asociada con este tema y la situación actual que estamos viviendo: ¿Estamos en crisis por la crisis actual o esta crisis es inherente a la situación económica que vive el país?

He hablado con ellos el mismo día de forma separada y casi todos coincidimos en un mismo punto: le tenemos miedo al futuro, aunque creo que la palabra miedo soporta mucho lastre tomando como mejor definición la de respeto a lo que nos conlleva el futuro. La duda de lo que nos espera nos provoca incertidumbre, miedos, respeto..., y muchas veces paraliza cualquier tipo de acción, pero ¿no es necesario sentir alguno de esos síntomas para poder evolucionar? Aunque no siempre la palabra futuro va asociada con evolucionar. Se evoluciona cuando se quiere, se tiene intención, cuando se desea.

Las conversaciones con mis amigos me obligan a plantearme y reflexionar si yo también estoy en crisis y a su vez sobre las cuatro juntas, es decir las de mis amigos y la mía. ¿Qué nos lleva a entrar en crisis? Cada uno tiene un situación personal diferente y podemos decir que estaríamos acomodados si no hubiese algo en nuestro interior que nos llevase a preguntarnos algo más.

No quiero entrar a cuestionar o hablar sobre las crisis de mis colegas en este caso y, como esto es primera persona, prefiero hablar de la mía.

A estas alturas de la reflexión, doy por hecho que estoy en crisis. ¿Cómo defino que es mi crisis? ¿Existe alguna tipología para definir las crisis, los tipos de crisis personales? Es en estos momentos cuando echo de menos no tener esa cantidad de amigos ingentes para acudir a uno que sea psicólogo o definidor de cosas y preguntarle esto, así que me quedo con la duda sobre el tipo de crisis que tengo y opto por decir que mi crisis no es definitoria, que no estoy en la crisis de los cuarenta, ni en la crisis de que tengo más barriga o en la crisis de que quiero un todoterreno para demostrar mi valentía ante el vecino de enfrente o conductor dominguero, sino que estoy en crisis porque quiero evolucionar, porque soy culo inquieto, porque no estoy cómodo en la comodidad del día a día que tengo desde hace un lustro.

En un mes y medio más o menos mi vida cambiará (aún es pronto para decir algo sobre los cambios que se aproximán, pero en su momento se dirán). Yo soy quien ha buscado el cambio y no le tengo miedo a ese cambio, sino todo lo contrario: voy con ilusión. Durante mucho tiempo había pensado que los giros de 360º otorgaban un giro por completo a tu vida, pero la experiencia me demostró que no es así, que te hace llegar al mismo punto de partida. Los cambios mejores son los de 180º, los que te dejan en la mitad, o incluso los de 350º me atrevería a decir, pero nunca volver al mismo punto de inicio.

Releo los párrafos escritos y veo que en casi todos hay interrogantes. ¿Son los interrogantes sinónimos o producto de las crisis? ¿Nos ayudan a salir de la crisis personal? ¿Conseguimos encontrar respuesta para todos? ¿Qué pasa cuando una persona no se cuestiona nada? ¿Está muerta? Hay muertos en vida. He visto personas que no tenían ganas de vivir por y para nada y a otros, sin embargo, que la vida se le hacía corta. La vida es dura, incluso me atrevería a decir que jodida -perdón por la palabra- y cada vez parece que vamos subiendo escalones de complejidad y dificultad para nuestros futuros. ¿Cómo será la vida de nuestros futuros?

Hay un estudio de la Universidad de Chicago que dice que todo ser humano pasa por un promedio de cinco depresiones a lo largo de su vida. ¿Por qué un ser humano entra en depresión? ¿Depresión es igual a crisis? Son conceptos que parecen ir cogidos de la mano, pero que a mí me provocan un gran desazón y a la vez nuevos interrogantes. ¿Es la depresión una enfermedad que representa el avance de la sociedad? ¿Tendrán nuestros futuros descendientes crisis? ¿Sufrirán depresión? ¿Estaré realmente en crisis?...

© Miguel Urda

Imagen de Google

8/06/2012

La biblioteca


Quien me lee sabe que los microrelatos no es lo mio. No obstante no me quedo en el intento.



Hasta hace casi un mes, las discusiones con su hija adolescente eran constantes, motivadas por su desinterés hacia los estudios. De nada había servido los gritos, los castigos… La niña se había ido dando cuenta por sí misma y ahora sólo vivía para los estudios. Prefería hacerlo en la biblioteca. Allí, alegaba, había más tranquilidad, conseguía la concentración necesaria e incluso, dado la cercanía de los exámenes de selectividad, habían ampliado el horario y abría incluso los fines de semana.

Don Alfonso, el padre de la criatura, comentó con su compañero de trabajo el cambio de actitud de su hija respecto a los estudios, a lo cual esté le respondió que a su hijo le había pasado lo mismo.

Los padres no cabían en sí de gozo. Más vale tarde que nunca, se decían cada vez que veían partir a su hija hacia la biblioteca con los libros en la mano. Sólo les cambió el gesto cuando los informativos de las tres de la tarde dieron como noticia la clausura del bar “La Biblioteca” en su ciudad, por venta de estupefacientes y bebidas alcohólicas a menores.

Miguel Urda

7/21/2012

Intimidad

Aquí os dejo una recomendación de lectura para  estos días de intenso calor. No admito escusa alguna: buen libro, buen precio -7.00 Euros- ¿hay mejor forma de invertir el dinero? 







¿Cuándo se da cuenta una pareja de que ha finalizado el amor? ¿Qué sucede cuando se acaba el amor? Nos postramos ante esa cómoda incomodidad o luchamos para cambiar el estado en el que nos encontramos. Esta es la idea básicamente que recoge esta tremenda y desgarradora novela del escritor Hanif Kureishi, de origen paquistaní, pero nacido y crecido en Londres.

La primera palabra que me viene a la cabeza para clasificar el libro es INTENSIDAD, con mayúsculas. Intensidad en los pensamientos del personaje, intensidad en los hechos, intensidad en la dureza de los escuetos y justos diálogos. Intensidad que no termina hasta llegar a la palabra fin. Estoy hablando de una novela con un carácter totalmente provocador y reflexivo.

El argumento es muy simple: un autor de guiones de cine, en plena crisis de los cuarenta, decide separarse de su mujer. Cuenta lo que será su última noche con ella y sus hijos, lo que le ha llevado a ello y lo que le espera en el futuro.

Partiendo de un esquema tradicional de personajes –Jay, el autor; Susan, su mujer; Nina, la amante, y Victor, amigo de Jay-, nos cuenta qué le ha llevado a tomar esta decisión en una reflexión que comienza en la noche y termina por la mañana. Nos hace preguntas como: ¿qué se lleva uno cuando no piensa volver? ¿Quién podía culparme por tener miedo de los latidos del sentimiento?...

En esta reflexión, Jay hace un repaso por su historia sentimental, reconoce que ha sido infiel a su mujer, considera la infidelidad como un signo evolutivo del hombre y sabe en quién apoyarse para constatar sus opiniones y en quién buscar el equilibrio cuando quiere escuchar la voz que le dice: “lo que estás haciendo no está bien”.

Su carácter inquieto le lleva a esa búsqueda permanente de cambios, de nuevas situaciones, nuevas personas... Cambios ante la estaticidad. Pero ¿qué ocurre cuando hay dos hijos por medio? La cosa ya tiene un diferente matiz. No le importa irse y que la mujer sufra, porque es consciente de que ella sufrirá; pero ¿y los hijos? ¿Qué ocurre cuando un hombre está en la crisis de los cuarenta? ¿Por qué se plantea cosas diferentes que a los veinte? …

Narrado en primera persona, vemos cómo va cuestionando sus pensamientos, sus hechos, sus actos... y a la vez nos muestra a una mujer que le conoce, que sabe cómo es e incluso le pregunta si la va a abandonar. ¿Qué mujer se pregunta esto? ¿Cuándo tiene claro que el marido ya no la quiere? ¿Qué indicios ve para plantearse tal cuestión?

He disfrutado mucho con esta novela. Me he emocionado, me he cabreado, me he sentido identificado, ha suscitado polémica en mí y en mi circulo más cercano...

La recomiendo definitivamente. Una buena novela que no dejará indiferente.



© Miguel Urda

7/02/2012

Sugerencias



Estimado Señor Presidente del Gobierno:


Visto el amor oportunista y desmesurado que algunos ciudadanos han mostrado sobre nuestra bandera en estos últimos días, le escribo la siguiente carta para sugerirle aplicar algunas medidas que contribuirán a paliar la intensa crisis económica a la que estamos sometidos.

Deberá implantarse un chip a todos aquellos aficionados al deporte rey, el cual se activará en el momento de dar comienzo el partido de futbol e inmediatamente detectará al aficionado de toda la vida que pase lo que pase con su equipo será fiel a él y al aficionado oportunista.

A este segundo grupo el chip (aunque no lo crean hay intensos y exhaustivos estudios de prestigiosas universidades sobre el grado de iniciación a la pasión futbolística) le aplicará una serie de medidas económicas especiales entre las que destacarían las siguientes:

-A todos aquellos ciudadanos que dejan las calles vacías para postrarse delante de la televisión y vociferar, sufrir, llorar, etc. con la roja, se les obsequiaría con un recorte especial de las vacaciones anuales. Sí, sí, tendrían los treinta días de vacaciones recogidos por ley, pero de forma desinteresada cederían veinticinco días al Estado Español a través de colaboraciones con Hospitales, ONG, etc., y ¿sabe lo que es mejor Señor Presidente? no se quejarán porque…SON PATRIOTAS.

-A los ciudadanos que momentos después de haber finalizado el partido inundan las calles -que instantes antes lloraban la perdida de público- con silbidos, gritos, tocando el claxon de los coches, y que han olvidado la inmensa crisis económica que esta sufriendo el país ignorando por completo que el litro de gasolina esta a casi doscientas cincuenta pesetas (1,40 Euros) agitando la bandera de España y gritando OE, OE, OE, OE, OE…, a aquellos españoles que funden las bombillas apagando y enciendo la luz para mostrar la exacerbada alegría que les ha provocado nuestra selección de fútbol ( y que han olvidado la enérgica y reciente protesta que hicieron por el exorbitado incremento en el recibo de la luz) se les recompensará su labor nacional haciéndoles participes de una atribución especial a las arcas del Estado, por ejemplo, si su Declaración de Hacienda sale a devolver, pues ellos gustosamente ceden su parte al Estado y en caso que no tengan que hacer declaración pues se le incrementará el IVA en unos cuatro o cinco puntos más , y ellos estarán tan conforme que no reclamarán nada porque, Señor Presidente, ELLOS SON ESPAÑOLES.

- Aquellos ciudadanos que engalan sus terrazas, coches, bicicletas… con la bandera de España (comprada en los chinos e incrementando la balanza económica de dicho país) como agradecimiento especial a este patriotismo se les puede colocar en la primeras posiciones de las listas, claro de las listas del Ministerio de Defensa, lo que significa que en caso de que haya algún día guerra o litigio con algún país, ellos estarán los primeros para defender los colores de su bandera, no obstante, Señor Presidente, no olvidemos que ellos SON FIELES DEFENSORES DE LA BANDERA Y DEPORTE NACIONAL.

Por supuesto, Señor Presidente, que me queda una duda al ver tanta euforia desatada en la calle. ¿Qué habría pasado si nuestra selección española no hubiese llegado a donde está? ¿O si es derrotada en el último partido? Seguro que podrán escucharse conversaciones como: Estoy convencido que el arbitro jugaba a favor del equipo contrario y no pito la falta o fuera de juego; el terreno y las condiciones climáticas no eran las adecuadas para nuestro equipo lo cual nos hacía rebajar la concentración… y miles de excusas más para no aceptar que nuestro equipo perdió. Y por lo tanto, a todo aquel oportunista que exprese un sentimiento negativo por la pérdida de nuestro equipo –no hay que olvidar que en los momentos de euforia exclaman: ¡cómo hemos jugado! ¡Qué goleada le hemos metido!... – se le castigará con la obligación de asistir durante un lustro cada domingo a disfrutar de la visión de un partido de futbol de la segunda división china y no rechistarán porque ellos son APASIONADOS DEL DEPORTE REY.
Estas son algunas de las sugerencias que se me ocurren, Señor Presidente. Estoy convencido de que su gabinete de Inteligencia sabrá como ponerlo en práctica e incluso añadirle nuevas funciones.

Pensando en el buen funcionamiento de España, un afectuosísimo saludo.



R.  Zapatero


© Miguel Urda

6/01/2012

Demasiado tarde






- Buenas noches. Perdón por el retraso.
La mujer mira la voz que acaba de hablar. No dice nada.
La luz pobre de una farola los acompaña.
- Soy yo. Perdón por el retraso.
La mujer sigue sin decir nada.
- Lo siento, -vuelve a insistir la voz de la gabardina, bajo el foco de una luz mortecina-. Mucho trabajo.
- De verdad eres tú -dice la mujer con voz incrédula.
- Sí, soy yo.
- Me encuentras por casualidad. Llegas tarde, demasiado tarde. Ya no te esperaba.
- Una vez más le pido disculpas. No ha sido mi intención. Quería venir hace mucho tiempo pero...
- Pero que... Me cansé de esperar -replica la mujer.
- Hizo bien es esperar algo más de tiempo. Siempre cumplo mi palabra.
- Una palabra que llega cuando no la necesito.
- Se equivoca, Señora, siempre me necesitan, siempre. Si le cuento los sitios tan inverosímiles desde donde me llaman se quedaría asombrada.
- Ahora para que la quiero ya. Sabe que estoy en la recta final de mis días. ¿Para que quiero ser feliz ahora?
- Porque yo llego en el momento que yo consideró necesario y oportuno. Siempre hay tiempo de ser feliz.



© Miguel Urda






Imagen cedida por Oscar Cañero.
http://fabricantedeimagenes.blogspot.com.es/

5/17/2012

La reina de mi vida.


Pero cómo me haces esto! Qué llevo una semana detrás de ella, que si un café, que si un ramo de flores, un sms cada hora. Por fin consigo convencerla para cenar y tú vas y me haces esto.

Eres muy egoísta. ¿Lo sabías? No piensas en mí ni un minuto, que digo minuto, ni un segundo. Tú a tu libre antojo, como siempre has ido.

¡Coño! Que me desvivo en atenciones contigo. ¿O no es verdad?

Compré un espejo que coloqué a tu altura para poder verte mejor a la hora de nuestras charlas. Cada quince días le doy un repaso a la espesa melena que tienes a tu alrededor. Me gasto una fortuna en ti, no te cubro con cualquier cosa, -tu bien sabes que la cajita de seis globitos de textura súper suave son de importación y me cuesta cincuenta euros-. Nunca reparo en calidad para ti. Te visto con ropa toda de marca y algodón cien por cien para que tú estés bien cómoda. Cuando llega tu hora de evacuar me siento para que no te esfuerces demasiado y no te canses. Dime tú si no te trato bien. Y, no lo entiendo de verdad, ¡cómo me haces esto!

Sí, sí, de acuerdo. Te he metido en cada agujerito que... pero no es cuestión de echar los reproches en cara ahora cuando más te necesito. ¿Sabes cómo vas a dejar mi moral y lo que es peor mi reputación? Podías haberme dicho algo antes e incuso podíamos haber negociado los momentos donde tú tienes que actuar.

¡Coño que me queda una semana para cumplir los cuarenta años! ¡Cómo me haces esto! No es justo, tú lo sabes. ¿Te has parado a pensar lo que dirán de mí si no doy la talla? Si, si te lo digo a ti, que estas flácida total. ¡Eres una caprichosa! cuando te da la gana vas y te levantas pero en cierta manera la culpa es mía por mimarte demasiado. ¿No te acuerdas el apuro que me hiciste pasar en el concesionario de coches? Tu allí dejándote notar bajo el pantalón de lino blanco. Que te apetecía, te apetecía mostrarte. Claro, porque tú no vistes la cara que puso la vendedora. Creo que depravado fue la opinión más suave que tuvo de mí.

Qué me dices del día que fuimos a la playa nudista; con mi hermano, la mujer y los niños te dio por mostrar tu descomunal tamaño todo el tiempo y no me dejastes levantarme de la toalla. No te vayas a creer que eso se me ha olvidado.

Yo no entiendo por que se te ocurre crecer así sin motivo aparente cuando se te antoja. No hay un dios que te baje y para que estés contenta ¿yo que te hago?, cumplo tus deseos porque para ti quiero lo mejor. Este dónde este busco un sitio para aliviarte. No te entiendo de verdad. ¿Cómo me haces esto?

"¡Qué estas cansada de tanto ajetreo!" Muy bonito, pero tú no tienes otra cosa que hacer, solo tienes dos funciones y sabes claramente cuales son, así que no hay protesta alguna que valga. Tú a cumplir como Dios manda las leyes naturales o sino me veré obligado a tomar medidas muy drásticas contigo y entre ellas pasa por tenerte levantada más tiempo del que tu quieras. Sí, sí. Me refiero a lo de la pastillita azul, esa que tu tanto odias.

Así me gusta, que vayas subiendo, sigue, sigue, ¡si es que cuando quieres!, una regañina, unas caricias y como aumentas de tamaño. Eres era la reina de mi vida.


© Miguel Urda

5/01/2012

Me han dicho







Imagen cedida por Oscar Cañero.
http://fabricantedeimagenes.blogspot.com.es/
Gracias, Oscar, por tu generosidad.




Me han dicho que cuando llegue a él sabré cómo es, pero tengo miedo; dudo que lo reconozca cuando me encuentre frente a frente.

Llevo corriendo varios días. No es un capricho mío, sino una necesidad. Para mí es todo un reto.

Me han dicho que, a medida que me vaya acercando, me llegará un olor fuerte, un poco agrio, pero si está enfurecido es posible que antes escuche su sonido.

Partí de la ciudad hace muchos días, y perdí la cuenta. Ahora pienso que está más lejos de lo que había calculado, aunque para mí cualquier distancia es grande y dificultosa.

Me han dicho que no debo temerle, sino ser respetuoso con él; que, cuando llegue, él saldrá a recibirme y mojará mis pies.

No es una promesa, no puedo definir lo que siento, solamente mi animo de superación y una pizca de curiosidad. Me han hablado tanto de él que necesito saber cómo es; necesito palparlo, olerlo, sentirlo…

Me han dicho que estará frío y que, debido al invierno, habrá poca gente. Cada vez presiento que estoy más cerca.

¿Qué pasará si, cuando esté delante de él, no me gusta?

Me han dicho que voy por buen camino, lo he preguntado a alguien que me adelantó. “Después de la montaña lo podrás ver” . Se han ofrecido a llevarme, pero yo he desistido.

No me hago a la idea de que no me guste. Tiene que gustarme.

Me han dicho que es aquello de color azul. He preguntado si está furioso; se han echado a reír. Aún me queda un buen trecho por correr.

La montaña. Está detrás de la montaña. ¿Debe de darme miedo? Ya comienzo a bajar la montaña. No escucho ningún ruido de furia ni huele a sal. ¿Se habrá ido?

Me han dicho que es una de las principales fuentes de riqueza del mundo y que la estamos esquilmando. No sé qué es esquilmar y no he querido preguntarlo, pero no me parece una bonita palabra.

Estoy cansado, muy cansado. ¿Y si no tengo fuerzas para llegar a él? Necesito llegar a él.

Me han dicho que también es muy traicionero, que debo estar muy atento a sus mareas.

La cuesta abajo se me ha hecho pesada. He vuelto a preguntar, tengo que cruzar una carretera, andar un trozo por la arena y ya estoy en él. Me he puesto nervioso.

Me han dicho que fue el origen de todo. ¿También lo fue de mi vida?, ¿de mi oscuridad?

Ya voy andando por la arena. El viento se mezclado un olor fuerte y un ruido extraño. Ahora camino muy despacio.

Me han dicho que lo mejor para sentirlo por primera vez es quitarme los zapatos y calcetines, remangarme los pantalones y andar despacito por él, dejando que acaricie los tobillos.

Hago lo que me han dicho muy deprisa. La arena esta fría, esto no me lo habían dicho. Comienzo a caminar nervioso. Noto cada vez más frialdad bajo la planta de mis pies. Algo llega corriendo y me los moja completamente, salpicando un poco los pantalones. ¿Será el mar? Me agacho y la toco. La pruebo, está salada. Estoy ante lo que dicen que es el mar.

© Miguel Urda

4/23/2012

La fantastica e increible huelga de los hombrecillos que fabrican la nieve




¿Cómo era posible? Jamás en la historia de la vida había ocurrido algo así “los hombrecillos que fabrican los copos de nieve se habían declarado en huelga”. La noticia corrió rápidamente por todo el Universo. El sol, en el cambio de turno, se lo dijo a la luna; la luna se lo chismorreó a las estrellas provocando una acalorada discusión entre ellas ante la incredulidad de la noticia; estas lo transmitieron a la lluvia la lluvia al arcoíris y así fue extendiéndose la noticia. Los únicos que no se enteraron fueron los políticos.

A los hombrecillos no les fue fácil tomar la decisión de llegar a ese punto y sobre todo que tipo de huelga hacer. Unos decían hacer huelga a la japonesa y producir un importante excedente provocando que el hemisferio norte tuviese nieve permanente durante todo el año y de forma muy intensa y otros se decantaban por hacer una huelga de brazos caídos. Ganó esta última opción.

Y así llego diciembre. Los políticos empezaron a darse cuenta del problema al escuchar quejas de la población del hemisferio norte que miraban el cielo y veían que estando en los inicios del mes navideño aún no había caído un copo de nieve. Se pusieron manos a la obra, viendo que la reclamación de los fabricantes de nieve iba en serio, solicitaron una reunión con ellos.

Hubo un primer encuentro con políticos de tercera clase y los hombrecillos, en un lugar indeterminado de la tierra. La reunión fue infructuosa, provocando el consiguiente enfado de los hombrecillos que amenazaron con ayudar al cambio climático, con inundar de nieve el desierto del Sáhara, la Selva Amazónica, el desierto australiano…

A la segunda reunión, a escasos días de la Navidad, acudieron políticos de segunda categoría y los hombrecillos de nuevo volvieron a mosquearse al no ser aceptada su propuesta. Amenazaron con romper los moldes para fabricar la nieve, no siendo conscientes los políticos del desastre que eso conllevaría en la naturaleza con las consiguientes repercusiones para el ser humano.


La tercera reunión tuvo lugar la víspera de Navidad y a ella acudieron los principales mandatarios de los países más importantes del Mundo. Dada la importancia de la reunión, el lugar se mantuvo secreto y los medios de comunicación hacían elucubraciones sobre dónde se estaba celebrando; que si habían creado una nube especial para el encuentro, que si en una cápsula isobárica camuflada en un océano indeterminado, que si habían habilitado un volcán insonorizado para ello, que si el Papa les había dejado unos aposentos invisibles del Vaticano… Todo eran especulaciones. Pero la cuestión era que el día de Navidad se acercaba y no había caído aún ningún copo de nieve.


Un poco antes del veinticuatro de diciembre, por fin hubo un comunicado oficial firmado por ambas partes. Habían llegado a un acuerdo: la nieve seguiría siendo insípida, sin colorantes y conservantes, garantizando la exclusión a aperturas de nuevos mercados de sabor olor u experimento alguno; la calidad de la nieve continuaría siendo la establecida desde tiempos inmemoriales y no se rebajarían los niveles de producción tal y como se les habían propuesto en la última sesión de la Cumbre Asimétrica de Nuevas Producciones Climáticas.


Como clausula especial venía que el día de año nuevo caería una nevada especial donde irán reflejadas copos con los colores del arcoíris.

La sociedad lo vivió como la bienvenida al nuevo año.

La medios e información lo calificaron como hecho meteorológico inclasificable.

Solo los hombrecillos que fabrican la nieve sabían el quid de la cuestión.



© Miguel Urda

4/02/2012

Un Marlon Brandon Muy particular -2ª parte-





Cuando usted venía a casa, frecuencia que fue aumentado con excusas banales conforme yo iba creciendo y adentrándome en la adolescencia, yo corría a meterme al cuarto que compartía con mi hermano alegando que tenía que estudiar, pero usted bien que se las inventaba para que yo saliese a saludarla, tanto a la llegada como a la partida y a darle dos besos.
¿Qué edad tendría usted por entonces?
Un día se lo pregunté a mi madre, la cual me contestó que había cinco años de diferencia entre Doña Paquita y ella.
- ¿Y cuántos años tiene usted, madre? –le pregunté.
- Doña Paquita cumplió en el mes de las flores cuarenta años, pero ya la ves, hijo, está como una flor ceniza, viuda, sin hijos y con una mirada de mujer marchita.
Desde que mi madre me la definió así, usted cobró una atención especial para mí. Aunque seguía rehuyéndola, pero cuando usted me acosaba, me fijaba en todos sus detalles. Lo primero que pude comprobar eran sus ojos. Intenté buscar lo que mi madre había dicho, pero yo no vi nada, solo unos ojos marrones. Tardé mucho tiempo en comprender la tristeza de sus ojos.
Me consta que yo fui importante para usted, pero usted no lo fue para mí. Guardé el secreto para siempre, su secreto. No era mío aunque, más tarde me di cuenta de que al callarme, me hice su cómplice. Fue la única pregunta que le hice en aquella primera visita que me hizo a la residencia de estudiantes:
-¿Qué cree usted que diría mi madre si supiese que me obligó a acostarme con usted?
Con su elegancia innata no respondió, dirigió su mirada a una orla con la fotografía de la promoción del año anterior a la mía. Y me preguntó:
- Ya te queda poco para acabar la carrera, ¿no?

Creí que había me liberado de usted cuando marché a la ciudad a estudiar la carrera; pero cuando menos lo esperaba, me encontraba con la ausencia de sus besos, de su delicada y suave ropa interior blanca, de su piel nívea. Usted siempre fue muy astuta, Doña Paquita, nunca permitió algo más, solamente momentos. Consiguió aplacar mi rebeldía, fue atrapándome despacito, enseñándome el sexo paso a paso incluso, aprendiendo los dos a la vez. Nunca he sido capaz de explicarle a mi mujer el por que aborrezco la mantequilla. ¿Se acuerda? Usted había visto la noche anterior “El último Tango en París” y quiso que yo fuese su Marlon Brando particular. Se creó una rutina mensual, una visita a la capital, una pensión discreta y muchos momentos de jadeos.

Todo cambio el día en que usted se enteró de que yo tenía novia formal. Ese día no permitió que yo acariciase su piel ni quiso oír ningún susurro, nada .No quiso atenerse a razones, me dijo que la había engañado, que había jugado con ella. Que la había defraudado. Sería mejor dejarlo. A partir de ese momento, se cancelaron las visitas a la ciudad.

Solo la vi una vez más, en el entierro de mi padre, ella, astuta como siempre, se las ingenio para esquivarme y evitar darme el pésame.

Desde lejos, pude comprobar que el tiempo había corrido muy deprisa por ella.



© Miguel Urda