3/18/2024

Ante el dolor de los demás, Susan Sontag: La fotografía como espectáculo

 




¿Qué se siente ante el dolor? ¿Qué se siente ante un dolor ajeno reflejado en una fotografía? ¿Qué se siente cuando nos habituamos a contemplar el dolor? Estos interrogantes pueden ser la premisa bajo la cual Susan Sontag escribe el ensayo Ante el dolor de los demás. Mostrar el sentir del dolor humano a través de la imagen y su significado o repercusión en la sociedad.

Escrito en el año 2003, bajo el rescoldo que supuso a nivel informativo el atentado de las Torres Gemelas en New York, Susan Sontag aborda sin ningún tipo de pudor lo que supone el hecho de que estemos acostumbrados a ver el sufrimiento en los medios de comunicación. Internet no tenía el alcance avasallador y opresivo que tiene hoy en día, pero el avance de las tecnologías y la asistencia como espectador abducido por cualquier red social hace replantearse o quizás escudriñar de nuevo, todos los enfoques que supuso dicha publicación y Sontag lo constata aportando su visión sobre lo que supone el mostrar sin pudor de los demás en los medios de comunicación, que en el fondo son grandes empresas económicas, para conseguir y ofrecer la mayor tajada del espectáculo y tener la sociedad "adormilada".

La autora apela al lenguaje de la fotografía desde su origen y que debe ser uno solo. Una imagen cuenta la historia con su propia idiosincrasia sin tener que agregarle un título o un pie. Habla de la guerra y lo que supone para las diferentes partes el uso de la fotografía. Para vencedores y vencidos. Todos usan como arma arrojadiza o comunicativa. Cómo ella lo deja entrever para que sea el lector quién lo responda. A su vez habla de su manipulación, de si es ético o no; de cómo veríamos una guerra sin fotografías o si la veríamos más cruenta de lo que ya es por sí misma. ¿Debe de educar la fotografía? ¿Tiene que mostrar la realidad como es o solo una parte? ¿Qué parte mostrar? Los buenos enseñan a los malos para que vean como son los malos y viceversa, los malos enseñan a los buenos para que miren lo que hacen. Todo ello bajo la exposición continua del dolor, es decir, habituar al lector/espectador a ver el dolor de forma continua.

En su forma estilística está escrito como si fuese un diafragma fotográfico, comienza hablando de las primeras cámaras y fotografías a finales del siglo XIX hasta llegar al cierre del objetivo que lo deposita en una foto cuando es convertida en arte por un museo en las postrimerías del siglo XX

Susan Sontag dejó mil heridas abiertas en forma de preguntas para la sociedad. ¿Cómo debe ser el espectador ante el dolor? ¿Es pasivo? ¿Debe consternarse? ¿Debe pasar de largo? ¿Debe actuar? No hay respuestas certeras. Cada sociedad tiene su propio espectáculo, solo que llega un momento donde todo se convierte en tan habitual que ni el dolor propio, ni el dolor de los demás aporta nada nuevo a la historia de la fotografía, ni por lo tanto a la sociedad. Queda preguntarse qué diría la autora hoy en día, cuando estamos acabando el primer cuarto del siglo XXI e Internet rige por completo nuestras vidas.

© Miguel Urda Ruiz

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3/01/2023

El vértigo, Evgenia Ginzburg: El tejido de un régimen



La iconografía de la literatura ha mostrado que el infierno es de color rojo y cálido, pero Evgenia Ginzburg, en su novela El vértigo, se encarga de demostrar todo lo contrario: que es blanco y gélido, demasiado gélido. En algo más de ochocientas cincuenta páginas, cuenta sus vicisitudes al ser declarada culpable de traición por los miembros de su partido, el comunista.

Existía la idea de que el estar afiliado al partido te exime de cualquier atisbo de sospecha y culpabilidad de atentar contra el poder. Ella es una persona ejemplar con todos los requisitos que exige el régimen para considerarla como tal: profesora especializada en el marxismo, periodista, madre de dos hijos, esposa y ama de casa. El hecho de ser amiga y tener como compañero de profesión a un periodista algo "supuestamente" incómodo para el poder político la pone en la mira de los ojos del aparato represor y la declaran culpable de traición. Da igual el papel que desempeñes o crees desempeñar para "ellos", para el poder, siempre "puedes" ser culpable. Narra con total exquisitez todos los pasos que acarrea el proceso desde el momento en que la detienen hasta el juicio dejando al descubierto el elenco de personajes que mueve los hilos del régimen estalinista. Víctimas, verdugos, inocentes, culpables, sospechosos, jueces, fiscales, funcionarios. Todos al servicio de un capricho político. Una vez que acepta o, mejor dicho, asume que es culpable de algo que no ha hecho impregna la novela de un sentimiento de culpabilidad del cual no se desprende de él en ningún momento. Subyace en toda ella la vergüenza de conocer las armas de represión y tortura del partido al que está afiliada en lugar de sentir el deseo de venganza al vivir las leyes injustas del propio poder en carne propia.A través de sus páginas sabemos cómo son las celdas de castigo, los barracones donde viven hacinados, el traslado hasta Siberia, cómo sobrevivir a temperaturas infrahumanas, la nostalgia por la familia, la casi resignación de que la única salida será la muerte y la picaresca existente para conseguir cualquier cosa. 

Y hasta aquí bien, porque la novela más que que parecer un novela de testimonio o de aventuras –para sobrevivir–, de suerte o desgracia tiene más validez como valor antropológico o sociológico, al dejar al descubierto los interiores de la maquinaria ideológica del régimen estalinista y sus medios de represión, de tortura así como la forma de vivir de los presos y como se las ingenian para poder sobrevivir. La voz de Ginzburg cansa y en cierta medida uno desea acabarla. Un buen comienzo de novela mostrando la sociedad rusa de 1937 y tiene –o cree tener– el respaldo del enemigo, al ser un miembro del partido comunista. La autora recurre a la pena, una pena justificada y que no hay que alejarse de ella pues es perfectamente entendible, pero narra cómo sobrevive a todas las vicisitudes gracias a la poesía y cómo tiene un fragmento o un poema para cada desdicha que le ocurre. Lo cual está muy bien para un momento corto de tiempo, pero estar recurriendo a ello durante dieciocho años, viviendo en condiciones infrahumanas y a una temperatura de -30 º de promedio anual parece excesivo. Otro factor al que recurre es la suerte y que levanta sospechas al lector respecto a su credibilidad o veracidad de los hechos. Alude a diversos hechos o que se libra de ciertos castigos por mor de la suerte. 

Es una novela que se coge con ganas, sin tener en cuenta el número de página, pero queda muy lejos de Ribakov, Solzhenitsyn o Grossman que mostraron los hechos con su dureza y naturalidad sin caer en el sentimiento fácil de la pena o compasión. Insisto, sírvase la historia de Evgenia Ginzburg como valor antropológico para tener presente que los hechos del pasado pueden volver a repetirse y todo puede volver a ser real en cualquier momento produciendo un vértigo insostenible.


     ©  Miguel Urda Ruiz

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1/26/2023

La biblioteca de la piscina, Alan Hollinghurst: una narración elitista



La biblioteca de la piscina es una novela que, sin tener una relevancia destacada en los anaqueles de las librerías o en prensa, siempre ha obtenido el beneplácito por parte de los lectores que no se dejan llevar por las listas de los más vendidos (o comerciales) desde el año de su publicación en 1988. Es la primera novela publicada del autor inglés, que narra la vida de un joven homosexual promiscuo y adinerado, de veinticinco años donde su vida cambia al encontrarse con el anciano Lord Nantwich en modo flirteo en unos urinarios públicos. Un lugar poco recomendable para un miembro de la aristocracia.

Hollinghurst hace un extenso recorrido por el siglo XX, desde la sociedad del Imperio Británico y deteniéndose especialmente en las colonias donde estaba destinado Lord Natwich, hasta los años ochenta, un periodo en que el SIDA comenzaba a causar sus estragos entre la población homosexual. El autor deja al descubierto la excesiva opulencia de la aristocracia: sus clubs, su forma de ver la vida, como vive un homosexual dentro de ellos, así como el cargo que ostenta le permite usarlo para conseguir privilegios.

La prosa de Hollinghurst es detallada, minimalista, salvaje, brutal, elegante, sexual y hasta elitista me atrevería a decir, lo cual enlaza con la tradicional narrativa más exquisita de la novela inglesa, es decir, está a la altura de Austen, Wolf, Forster e incluso Wilde, icono de la cultura gay por excelencia. Y por lo tanto tiene el requisito esencial que el tiempo exige para calificar una obra maestra en mayúsculas: calidad.

El título extraña a primera vista, pero tiene diferentes lecturas y cometidos en la acción: el nombre con que los alumnos de la escuela privada llaman a los prefectos, bibliotecarios; como la piscina alude a los vestuarios tan visitados por los homosexuales, así como a los restos de una piscina romana situada en el sótano de la casa del aristócrata Natwich y que cobra sentido cuando se llega al final de la novela, pues sorprende que existe una conjugación exquisita entre narración, argumento y título.

Esta obra derrocha una calidad narrativa por los cuatro costados y a pesar, de que la editorial Anagrama prescinde de la etiqueta de novela gay u homosexual y apuesta por una calidad continuada (toda la obra del autor se ha publicado en ella) se sigue manteniendo esa barrera estereotipada sobre novelas de este colectivo y cierto reparo para adentrarse en sus páginas. En el mundo homosexual es una novela de cabecera, pero fuera de ese ámbito son muy pocos los lectores que se atreven con ella y no la toman como opción para una compra o lectura directa, si no que tiene que llegar por parte de alguien esa recomendación. Sin embargo, saben rendirse a ella cuando la acaban.

Allan Hollinghurst no es un autor muy prolífico, es de narrativa lenta y en toda su obra hay aspectos de la hierática e intocable aristocracia británica que no dejan indiferente. No extrañaría que algún día sonará su nombre como Premio Nobel. Sería algo completamente acertado y dejaría constatado que una buena prosa no es cuestión de géneros o temáticas si no de saber escribir.

© Miguel Urda Ruiz

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5/23/2022

Diario de un gueto, Janusz Korczak: sin la fórmula tradicional




Si hay algo que la literatura, o en concreto, los estudios de género literario exigen es la forma del texto, es decir, qué requisitos debe tener y contener para que sea considerada como tal. En este caso la pregunta a realizar es pertinente ¿qué debe contener un diario? Diario del gueto es un diario atípico, sin seguir de la fórmula tradicional establecida de querido diario y la fecha a continuación, sino que es un desarrollo argumentativo del mundo de la infancia, de los orfanatos, de la sociedad, de una ciudad –Varsovia– que vive momentos difíciles ante el avance imparable de la ideología nazi, sin seguir la línea establecida por la tradición canónica de los diarios y sin estar exento de una calidad narrativa.

Janusz Korczak, seudónimo literario del médico y educador judío Henryk Goldszmit, nacido en 1878 en Varsovia y muerto en 1942 en el campo de concentración de Treblinka. Su diario comprende desde mayo hasta el 4 de agosto de 1942. Nos encontramos con las vicisitudes que pasa un director de un orfanato para sobrevivir. Sobrevivir en todos los aspectos como ente o institución cultural así como los integrantes: niños (huérfanos, desvalidos, enfermos) y personal laboral. A través de sus páginas muestra cómo el dolor, el desaire racial, la falta de dinero, las injusticias, etc., de una sociedad cuyo eje vertebral es la imposición de una ideología política. Una prosa cargada de dureza y de temas a los que la sociedad no está acostumbrada a escuchar o en este caso leer: personas contratadas para dejar morir a los niños de hambre y conocidas como Las fabricantes de angelitos; condiciones de vida del orfanato y sobre todo de los niños: congelaciones, llagas, frío, desnutrición; el habituarse a encontrar cadáveres en la calle En un momento dado, miran el cadáver y reculan unos pasos sin interrumpir su juego. Sin embargo, Korczak confía en el ser humano, lo demuestra a través de dos hechos nimios: como es el pago de un billete de autobús de un niño mientras todos los demás viajeros no habían pagado su correspondiente billete; y como un párvulo puso su ración de comida diaria a un niño recién fallecido. La única justificación que tuvo es que es su ración.

El libro además de mostrar los infortunios de un colectivo, nos muestra la estructura social a través de notas a pie de página que complementan o explican la narrativa del autor por medio de los traductores. Pasamos por diferentes orfanatos, miembros de la sociedad con poder y sin él, por personas que de forma directa o indirecta afectan a la dirección del orfanato de Janus, para así tener una idea concreta de la formación de los estamentos sociales de la ciudad.

Traducido del polaco al español por Jerzy Sławomirski y Anna Rubió Rodon la edición de Seix Barral (2018) es la primera que se publica en España, y además de los textos de Korczak incluye una serie de fotos y un epílogo, del historiador y profesor experto en literatura polaca, Jacek Leociak, que profundiza en la semblante de Janusz Korczak lo cual permite construirse una imagen más firme del médico/escritor, que a pesar de su trágico final (junto a sus doscientos niños, tuvo al viajar en dirección a Treblinka) fue coherente con su ideología y la benevolencia que sostiene el mundo infantil.

Diario de un gueto es una obra que aporta detalles mínimos, de forma independientes pero que a su vez unidos aportan el sostén de una gran capa social y de los grandes acontecimientos que se viven para lograr un entendiendo más conexo del difícil momento histórico que les tocó vivir.


© Texto y foto 

Miguel Urda Ruiz






5/08/2022

El lunes nos querrán, Najat El Hachmi: una libertad apresurada

 





Dejar atrás un mundo anclado en la tradición cultural vertebrada por la religión, para encontrar la felicidad. Así podría resumirse el argumento de la novela El lunes nos querrán de Najat El Hachmi ganadora del premio del año Nadal en el año 2021. Una historia que permite al lector imbuirse en lo que significa vivir bajo los estigmas del patriarcado al ser hijo de inmigrantes, cuando se está disconforme con ese estilo de vida y se quiere ser libre.

Con la intención de mostrar un amor, y bajo el paradigma de confesión/carta la autora recorre la vida cotidiana de los magrebíes que han trasladado sus costumbres a un país, supuestamente, más avanzado social y culturalmente. Aspectos como la sumisión de la madre (mujer), la veneración (el obedecer y silencio) hacia el hombre, las comidas, las relaciones familiares, los vecinos, el que dirán, el salvaguardar la apariencia, los matrimonios concertados, el uso del velo, etc., queda patente en la novela. Bajo el punto de vista de la protagonista se refleja la dureza de la vida del inmigrante y el intento de seguir con el arraigo de su cultura en el extrarradio de una ciudad como es Barcelona. Es hacer un viaje continuo al interior de sí mismo y al exterior de las costumbres que refleja dos mundos, dos culturas, dos micro vidas que se delimitan a raíz de las vías de un tren que delimitan el extrarradio con la ciudad y la ciudad con el extrarradio y dónde el deseo de pertenecer a la matriz urbana mayor es esencial para seguir viviendo y donde los ojos de la gran urbe hacen la vista por no mirar las postillas de la sociedad arrojadas al extrarradio.

Bien estructurada con capítulos cortos y una narrativa ágil, nos encontramos con dos partes bien diferenciadas en la novela. En la primera construye el presente a través de la ilusión de una chica de diecisiete años. Su deseo de salir de una sociedad anquilosada, de ser una chica normal -léase una chica sin tener tabúes culturales arcaicos– donde puede ir al instituto e incluso a la universidad, enamorarse y ser feliz. Elementos que en la cultura musulmana están al margen o prohibidos para una mujer. Una segunda parte donde la realidad ya ha pasado por el filtro de la ilusión y el resultado es lo que hay y no queda más remedio que vivirlo o aceptarlo. Luchar contra el destino no siempre se puede o no siempre hay un resultado óptimo. A pesar de ello, esos capítulos breves y ágiles son el mayor obstáculo de la novela. La acción transcurre tan deprisa que la autora no se detiene en escenas que requieren más atención para así entrar un poco más en el palpitar de los sentimientos que perviven bajo una consigna religiosa. Incluso hay personajes como La parabólica, por ejemplo, que pide una historia propia; o Javier, construido superficialmente con la intención de reflejar un amor no permitido y que en la historia es desaprovechado.

No es hasta el final cuando queda patente la intención de la autora al dejar al descubierto la idealización de la protagonista del amor. No todo el amor reflejado en la literatura es idílico ni en la vida real lo es. No obstante, los esquejes de conocer la literatura que suelta por toda la novela son innecesarios y parece que quiere decir que ha leído a Bovary, Becquer o Karenina.. Hay muchas formas de utilizar la literatura, para no transmitir la sensación de querer decir que la conoce.

Najat nos aproxima al centro de dos micromundos dentro de dos culturas tan distintas, pero a la vez tan cercanas y que están obligadas a entenderse por la necesidad recíproca de cada una. La novela permite identificarse con la claustrofobia social de una religión, la ansia por tener una vida propia y la ilusión por traspasar las vías de un tren para buscar una libertad, solo que a veces no siempre tiene las características que se había soñado.


© Miguel Urda Ruiz

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7/02/2021

Medallones, Zofia Nalkowska: La realidad del dolor




En la literatura del Holocausto hay eje referencial que es Primo Levi y su trilogía Si es esto es un hombre, pero es precisamente una mujer Zofia Nalkowska, (1884-1954) nacida en Varsovia, quién muestra el dolor de la barbarie cuando se acopla a la rutina del día a día. Apenas hay información sobre la autora en nuestro país. Con una obra literaria considerable sólo hay dos narraciones publicadas en español: el libro de relato Medallones y la novela Invierno en los alpes, que recoge una perspectiva de la sociedad europea en 1925 mediante los huéspedes de un hotel en los Alpes suizos.

¿Qué ocurre cuando el dolor y horror social se convierte en algo cotidiano? Cuando incluso los causantes de ello se asombran, Hasta un alemán se espantó al verlo. Esta frase pertenece al libro aquí reseñado y recoge la síntesis de lo que hay dentro de él. Un dolor que viene promovido y acompañado por ideas políticas y religiosas.

Medallones fue publicado por primera vez en 1946 y traducido al español en el año 2009 por la editorial minúscula.Contiene ocho relatos cortos, de no más de cinco páginas cada uno, pero que no por ello están ausente de intensidad narrativa. La escritora participó en la comisión encargada de investigar los crímenes nazis en Polonia, lo cual sirvió como base documental para los relatos. Con un estilo, en apariencia simple, la autora va desgranando el engranaje del terror y su aplicación a los miembros de la sociedad que consideran no válidos. Por sus páginas pasamos por una fábrica de jabón, por un cementerio donde lo más atípico es que alguien muera de forma natural, por una rotura de rodilla, por las ruinas de un palacio.

Son relatos que parecen inocentes y que consiguen hacernos partícipes de ese dolor cotidiano que impregna el miedo político y todo ello sin cuestionarnos nada, porque en el momento que nos ponemos a leer, sabemos que aquello ocurrió. Que la realidad está impregnada de barbarie. Qué el hombre y su ideología es posible de eso y más y por mucho tiempo que pase quedará una huella imposible de borrar.

La guerra es un enemigo ideológico promovida por el hombre; la literatura de Zofia Nalkowska recoge la injustificación de porqué una guerra. Medallones es un libro de relatos breves, que no pueden leerse de un tirón. Hay que reposarlo, sentirlo, vivirlo y si es necesario llorar. 

El gran peligro de la literatura es que a veces nos olvidamos que es verdad.


                                                                                                    ©Imagen y texto, Miguel Urda Ruiz