3/13/2011

Intenciones -2ª parte-


Estaba pensando en echarme atrás al no poder pagarle a la chica, cuando sonó el portero automático. Al abrir la puerta me encontré con una descomunal mulata. Hola, papito, me llamo Blanca Luz, pero mis íntimos pueden llamarme Lucecita, porque soy como la lucecita que devuelve la vida. Yo creía que se la pagaba antes del servicio pues así había visto hacerlo en las películas, pero ella me dijo que no me preocupase, que después. Que veía en mi cara que más que sexo necesitaba desahogarme, hablar; y así nos sentamos en el tresillo y sin saber muy bien cómo ni porque me encontré hablándole de mis intentos de suicidios, del abandono de mi mujer, de la perdida de mi trabajo, … vamos papito mira la vida de otro color, me dijo con voz melosa. Fue a la cocina para traer algo de picar, lo único que había comestible eran infusiones de la etapa espiritual de mi mujer. Hizo una que a mí me supo a rayos, aunque debo reconocer que me tranquilizó y me pareció que lo que yo tanto anhelaba y que había olvidado por completo ante la presencia de Blanca Luz estaba llegando, iba camino de la muerte, estaba entrando como en un sopor, una tranquilidad, parecía estar flotando entre nubes de algodón hacia el más allá.

Cuando desperté un completo vacío, no existencial sino de mi casa, me daba vueltas. No había nada, ni sillas, ni mesa, (la televisión se la llevó mi ex mujer) nada, lo que se dice absolutamente nada. Habían dejado el piso completamente desnudo, recorrí las habitaciones, la cocina, nada no había ni cama, ni ropero, ni mueble alguno. Los truenos que había en mi cabeza me impedían girarla por completo, pero sí, no estaba soñando, mi casa –mejor dicho la casa del banco- estaba desnuda, solo quedaban las cuatro paredes. Lucecita o Blanca Luz se había llevado todo, absolutamente todo, también mi cartera y mi teléfono móvil.

Pero no me vine abajo, sino todo lo contrario, Blanca Luz me había abierto los ojos, debía mirar las cosas desde una perspectiva diferente. Al carajo el suicidio, delante de mí se presentaba un futuro lleno de vida. Decidí buscar a Lucecita y darle las gracias por todo, incluso por desvalijarme la casa. Empezaría desde cero, con nuevas energías, es más le propondría a ella que comenzase también una nueva vida junto a mí. Sí eso era, a ella la sacaría de las tinieblas de la prostitución y ambos seriamos felices. ¡La alegría desbordaba mi vida!

Salí a la calle dispuesto a dar inicio a esta nueva etapa, la felicidad me colmaba, inundaba todo mi ser, atrás había quedado una etapa negativa, nefasta. De pronto escuché como gritaban mi nombre desde la otra cera, era una voz conocida, parecía la voz de mi ex mujer, vi unos gestos con la mano a lo lejos, intenté huir de ella, cruce la carretera sin mirar, sentí un golpe y mi cuerpo volando por los aires. Comencé a recorrer el verdadero camino hacia el mundo al que yo tanto me resistía marchar.


© Miguel Urda

3/07/2011

Intenciones -1ª parte-


Mi primer intento de suicidio fue a consecuencia de mi ex mujer. La muy zorra me dejó de la noche a la mañana sin decirme nada, y hay ciertas cosas que son comprensibles, como que el amor se acabe, pues cuando el amor se acaba se acaba y no hay que darles más vueltas de hoja, pero que a los cincuenta años y con dos hijos diga que ha encontrado su verdadero amor y que este verdadero amor sea mi hermana que a su vez abandonó al marido y a los tres hijos para irse a vivir juntas, es algo que escapa a cualquier lógica posible. Por si fuese poco, me despidieron de mi cargo de director parcial de supervisión de ventas de clientes flotantes. Claro que nunca quise ser mal pensado y creer que me echaron porque el dueño de la empresa era el padre de mi ex mujer y entre él y yo nunca hubo un buen entendimiento.

Decidí suicidarme de la forma más fácil posible que localicé por Internet, cortándome la venas de las muñecas en la bañera. Me dispuse a llenarla de agua caliente y cuando apenas llevaba un palmo de agua la bombona de butano se acabó. Cerré el grifó, pues por mucho que fuese a acabar mi vida quería hacerlo de una forma digna y no muerto por congelación en pleno invierno. Opté por buscar otro medio de suicidio, me colgaría de la lámpara del techo. Mientras buscaba una cuerda que sostuviese mi peso, sonó el teléfono móvil. Era del banco, tenía la cuenta corriente en números rojos. Me puse a rebatirles que eso no podía ser, cómo era posible, les había puesto toda mi confianza y mis ahorros en sus manos, y ahora me hacían esto, habían despilfarrado todo mi dinero. Al final quedé que en un rato pasaría por la entidad bancaria para encontrar una solución a este pequeño problema o malentendido, porque seguro que era un malentendido. Aunque bien pensado me daba igual que mi cuenta corriente estuviese en números rojos, verdes o azules, yo tenía pensado suicidarme y no habría nadie que me detuviese, pero no era lo mismo irse de este mundo con todo bien atado que dejando flecos sueltos así que con tal que los del banco no se salieran con la suya decidí acudir a verlos, con la idea fundamental de incordiarles un poco.

Cuando regresé a casa y miré la hora, ya era casi las tres de la tarde, y me di cuenta de lo cansado que estaba. Desde las diez horas que comencé con mi suicidio fallido hasta ahora no había tenido un momento de respiro. Pero lo importante era lo importante. Nadie iba a quitarme la idea de suicidarme, por mucho que el banco me pusiese una denuncia por alteración del orden público, estuviesen a punto de desahuciarme de mi casa o la innombrable de mi ex mujer me hubiese demandado por no pagar la pensión alimenticia para los niños, así que me dispuse a retomar mi idea de suicidio de nuevo, pero el cansancio pudo conmigo y me quede dormido en el sofá.

Una vez repuesto con una breve siesta, de dos horas y media, retomé mi suicidio y decidí ponerme manos a la obra. Mientras ataba la cuerda a la lámpara y sin una razón aparente, mi miembro viril decidió ponerse estado erecto, una erección que solo recordaba de tiempos mozos, aunque enseguida me vino a la memoria que cuando te suicidas el pene entraba en dicho estado, seguro que estaba preparándose para ello, pero a mí me quedaba aún un rato para dar por concluida mi tarea por lo que decidí que lo mejor era masturbarme, así que me fui a la cama, me baje los pantalones junto con los calzoncillos y comencé a darle a la manivela. Me encontraba en pleno éxtasis onanista cuando caí en la cuenta que llevaba mucho tiempo sin hacer el amor. ¿Qué tal si llamaba a una puta? De esas que se anunciaban en el periódico, así acabaría mi estancia en esta vida de una forma relajada y digna. La idea casi se me desvanece cuando cogí el periódico y comprobé los precios de los anuncios de la sección de relax. No obstante, llamé a un anuncio que ofrecía un completo por treinta euros. Ni idea de lo que era un completo, porque a mis cincuenta años recién cumplidos nunca había recurrido a los servicios de sexo de pago, pero la cuestión era irse a gusto de esta vida. Al segundo tono una voz dulce habló: El paraíso terrenal, ¿dígame? En apenas cuatro palabras me sugirió una chica de suaves curvas, experta en su trabajo que le haría disfrutar y llegar al paraíso en dos suspiros. Y en efecto, el precio era treinta euros un completo. Me olvidé preguntarle de que era un completo. Al colgar el teléfono, después de darle mi dirección, cogí mi cartera y mis sospechas eran ciertas, apenas tenía un billete de cinco euros y unos céntimos.
Continuará


© Miguel Urda

3/02/2011

¿Por qué?


Que el pasado vuelve cuando se le antoja es algo que todos conocemos y no hay duda alguna sobre ello; que unas veces pasa de con la simple intención de mostrarse y otras viene para quedarse es algo que también sabemos, pero hay que fastidiarse cuando uno lleva intentado atar el ayer cuatro años, se cree que lo tiene todo bien encuadrado, cada pieza encajada y todo superado, de pronto viene y aparece con intenciones no muy buenas. Durante todo este tiempo he aprendido, he aceptado y colocado en mi vida todo lo que ha venido y me ha provocado muchos quebraderos de cabeza, noches en vela,… Cuando parece que tengo todo ordenado y en su sitio, aparece el maldito pasado e intenta desestabilizar el equilibrio –imperfecto unas veces, perfecto otras- con el que intento construir mi vida.

¿Por qué? ¿Por qué viene de nuevo? Y todo de golpe y sin pedir permiso, entrometiéndose de nuevo en mí día a día. Ahora estoy preparado para afrontarlo, quizás porque en su momento todo fue tan precipitado que provocaron tantas heridas que no han dejado nada para que sangren ahora. Puedo decir que tengo puesto el antivirus hacia el ataque destructivo del pasado que quiere derrumbarme. No me ha afectado el haber recibido un email de mi último amor –y cobarde-; no me ha afectado que una antigua amistad haya resurgido como si nada hubiese pasado después de tres años de silencio –aunque este hecho lo tengo en cuarentena, por sí las moscas-; no me afectado que me encontrase con dos amigos de la infancia –en días alternos- y nos detuviésemos a hablar a consecuencia del Facebook (antes cuando nos veíamos esbozábamos un hola o una sonrisa o una inclinación de cabeza); … ya no me afecta el pasado, solo me provoca curiosidad.

Cuando pienso en los hechos acontecidos estos últimos días sobre el resurgir del pasado creo que todo esto sucede por algo en concreto. Quizás para ponerme a prueba y ver si soy resistente a las heridas que el tiempo decide cuando están curadas o no. Y ahora, yo acepto que venga el pasado, porque como ya he dicho viene sin púas, sin espinas para hacer daño o sin dobleces, porque estoy con la lección aprendida y la vista puesta en el futuro, quedándome tres, tres únicos cabos sueltos para cerrar el pasado.

Solamente me llama la atención que todo haya venido junto y por eso me pregunto: ¿Por qué?


© Miguel Urda

2/28/2011

La increible Huelga de los hombrecillos que fabrican la nieve -2ª parte-


La tercera reunión tuvo lugar la víspera de Navidad y a ella acudieron los principales mandatarios de los países más importantes del Mundo. Dada la importancia de la reunión, el lugar se mantuvo secreto y los medios de comunicación hacían elucubraciones sobre dónde se estaba celebrando; que si habían creado una nube especial para el encuentro, que si en una cápsula isobárica camuflada en un océano indeterminado, que si habían habilitado un volcán insonorizado para ello, que si el Papa les había dejado unos aposentos invisibles del Vaticano… Todo eran especulaciones. Pero la cuestión era que el día de Navidad se acercaba y no había caído aún ningún copo de nieve.


Un poco antes del veinticuatro de diciembre, por fin hubo un comunicado oficial firmado por ambas partes. Habían llegado a un acuerdo: la nieve seguiría siendo insípida, sin colorantes y conservantes, garantizando la exclusión a aperturas de nuevos mercados de sabor olor u experimento alguno; la calidad de la nieve continuaría siendo la establecida desde tiempos inmemoriales y no se rebajarían los niveles de producción tal y como se les habían propuesto en la última sesión de la Cumbre Asimétrica de Nuevas Producciones Climáticas.


Como clausula especial venía que el día de año nuevo los hombrecillos que fabrican la nieve provocaría una nevada especial donde irán reflejadas copos con los colores del arcoíris, declarando los políticos este tema como "Asunto Reservado de Estado “.
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© Miguel Urda

2/16/2011

La increible huelga de los hombrecillos que fabrican la nieve -1ª Parte-


¿Cómo era posible? Jamás en la historia de la vida había ocurrido algo así “los hombrecillos que fabrican los copos de nieve se habían declarado en huelga”. La noticia corrió rápidamente por todo el Universo. El sol, en el cambio de turno, se lo dijo a la luna; la luna se lo chismorreó a las estrellas provocando una acalorada discusión entre ellas ante la incredulidad de la noticia; estas lo transmitieron a la lluvia la lluvia al arcoíris y así fue extendiéndose la noticia. Los únicos que no se enteraron fueron los políticos.

A los hombrecillos no les fue fácil tomar la decisión de llegar a ese punto y sobre todo que tipo de huelga hacer. Unos decían hacer huelga a la japonesa y producir un importante excedente provocando que el hemisferio norte tuviese nieve permanente durante todo el año y de forma muy intensa y otros se decantaban por hacer una huelga de brazos caídos. Ganó esta última opción.

Y así llego diciembre. Los políticos empezaron a darse cuenta del problema al escuchar quejas de la población del hemisferio norte que miraban el cielo y veían que estando en los inicios del mes navideño aún no había caído un copo de nieve. Se pusieron manos a la obra, viendo que la reclamación de los fabricantes de nieve iba en serio, solicitaron una reunión con ellos.

Hubo un primer encuentro con políticos de tercera clase y los hombrecillos, en un lugar indeterminado de la tierra. La reunión fue infructuosa, provocando el consiguiente enfado de los hombrecillos que amenazaron con ayudar al cambio climático, con inundar de nieve el desierto del Sáhara, la Selva Amazónica, el desierto australiano…

A la segunda reunión, a escasos días de la Navidad, acudieron políticos de segunda categoría y los hombrecillos de nuevo volvieron a mosquearse al no ser aceptada su propuesta. Amenazaron con romper los moldes para fabricar la nieve, no siendo conscientes los políticos del desastre que eso conllevaría en la naturaleza con las consiguientes repercusiones para el ser humano.
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CONTINUARÁ

© Miguel Urda

1/23/2011

Me reafirmo


Cuando escribo estas líneas llevo escayolada mi pierna derecha cuarenta y cuatro días, desde la ingle hasta el tobillo a causa de una caída y que me ha provocado una fractura de rotula. Si hay algo que he tenido durante todo este tiempo de inmovilidad absoluta es tiempo para pensar.

Dado que la escasa familia que tengo se encuentra fuera del lugar donde vivo, en estos momentos he estado apoyado por la familia que yo me he ido forjando por mi mismo a lo largo de la vida, MIS AMIGOS. Han permanecido pendiente de mí en todo momento, y a cualquier hora de la mañana o de la noche y para todo, lo cual dado lo independiente y autónomo que yo soy me ha hecho recapacitar bastante sobre el contexto que esta apoyada mi vida, reafirmarme en lo que yo tengo tal claro pensado para mi futuro y los traspiés que la vida te puede ofrecer en el momento más inesperado.

En octubre vino un amigo de Alicante a pasar unos días a casa y desayunando en la terraza salió el tema de conversación de los suicidios. Le comenté que dada mi situación personal yo tenía puesta mi fecha de caducidad, a lo cual este se echó las manos a la cabeza, puso el grito en el cielo y me pidió que justificase o argumentase mi decisión. Nunca me la aprobó y quedó el resto de los días de su estancia esa charla flotando en el aire. Y es así, yo tengo tomada esa decisión. Suicidarse no es tan complicado, le dije a mi amigo. Solamente hay que tener valor y las cosa muy claras.

Como he dicho al comienzo de estas líneas lo que peor he llevado ha sido el estar supeditado para todo a alguien y eso es lo que temo cuando llegue a una edad donde no pueda valerme por mi mismo. Lo que más miedo o pavor me provoca es ver como voy perdiendo mis facultades físicas y mentales, por este orden. Tengo pensado cuando llegue a una cierta edad hacer una especie de ITV periódica de mi cuerpo y según el desgaste que vaya sufriendo mi persona así iré alargando o acortando dicho momento

Hay mil formas de suicidio pero la que yo tengo pensada es limpia y el sufrimiento o agonía es mínima. Sólo hace falta tener valor y estoy seguro, me reafirmo, que en el momento que yo vea que mis facultades van mermando yo pongo fin a mi vida. Es como decir que la vida de uno tiene fecha de caducidad. Eso sí, salvo que ocurre alguna desgracia natural esto es a largo plazo, aún tengo que dar mucha, mucha guerra.


© Miguel Urda

1/12/2011

De color rosa -2ª Parte-

− ¿Y cree que él me quiere a mi? –le preguntó Estrella, con voz firme
La adivinadora movió tres cartas, mientras asentía con la cabeza.
−Niña, -exclamó con una voz sorprendida y con un deje andaluz. −Lo tienes loquito por tus huesos, lo dicen estas dos cartas “el mundo” y “el loco”. Tú eres su mundo entero solo tiene pensamiento para ti y lo disho, lo tienes loco, loco, loco. Esta carta nunca falla. “El loco” es la locura del amor, bonita.
−Si, pero yo… -comenzó a decir Estrella
−No hay peros que valga, bonita. El amor es así, loco y él esta loco por tus huesos.
−Pero yo creo que él no me quiere, creo que esta con otra− dijo Estrella
−Con otra, con otra –exclamó la adivina. −Todas pensáis lo mismo, cuando el esta loquito por ti. Y si no míralo, aquí lo tienes en esta carta “el emperador” Es el rey de tu vida y tu la reina de su vida. Me he dado cuenta nada mas verte entrar, pero una es muy profesional y no debe dejarse guiar por los sentimientos.
− ¿Y ve algún embarazo? –preguntó Estrella
−Embarazo ninguno, bonita. Mira esta carta –le dijo a Estrella señalando con la larga uña pintada de color rojo intenso del dedo índice. −Es “la rueda de la fortuna” ¿Sabes lo que eso significa?
No le dio tiempo a responder a Estrella, cuando la adivina comenzó a hablar de nuevo:
−La rueda de la fortuna, ¡ay! Cuanta gente que ha pasado por esta sala hubiese deseado que le saliese esta carta. La fortuna esta en tu vida en forma de amor. Ese chico del que me has hablado te va a llevar al altar. Y vas a ser “mu feliz” –dijo la adivina.
− ¿Esta segura de que no ve ningún embarazo? –volvió a preguntarle Estrella.
−Acaso dudas de mi profesionalidad –le dijo Luna.
Comenzó a señalarle todas las cartas.
−Ninguna carta habla de embarazo. ¿Lo ves? −le dijo poniendo la uña afilada y de un color rojo intenso sobre cada carta.
−Sabe usted, es que mi novio y yo reñimos hace tres días. Y no me ha llamado. Usted cree que…- dijo Estrella
−Esas pequeñas peleas de amor confirman que el amor es solido. Son pequeñas marejadillas que hay que pasar a veces. Pero lo vuestro es mu seguro, me lo dice mi interior- dijo la adivina en un tono andaluz algo descontrolado.
−Entonces, usted cree que él… -comenzó a preguntar de nuevo Estrella.
−Bonita, comienzas a ofenderme con tanta duda. Te recuerdo que ya era vidente antes de nacer −dijo la vidente mostrando un tono con algo de ofensa.
Estrella no dijo nada, solamente la miró.
-Si, perdón, pero es a que veces…
−A veces, a veces… −Le interrumpió la adivinadora. −El amor es así, no hay nada escrito en él. Solo las líneas que vosotros queráis escribir.
Estrella no dijo nada.
Se hizo un silencio en la habitación. El sonido de un claxon se escuchó desde la calle.
−Será mejor que me vaya, señora –comenzó a decir Estrella. −Creo que ya es suficiente por hoy.
−Mi tarifa es de cien Euros, pero como tú me has caído bien y eres una muchacha con suerte te lo dejo en veinte euros.
Estrella dio un respingo en su asiento al escuchar el precio. Cogió su bolso abrió el monedero y sacó el único billete que tenía uno de diez euros, y rebusco unas monedas.
−Sólo tengo diecisiete euros –Le dijo con voz apagada, acercándole el dinero.
−No importa, bonita. El dinero es dinero. Déjalo ahí –Dijo la adivina en un tono airado.
Estrella se levantó de la silla y salió a la calle sin despedirse.


Cuando llegó a casa, sacó del bolso lo que había comprado en la farmacia y fue el baño. Cuando salió hizo una llamada más al teléfono móvil de Marcos, pudo escuchar como la voz automática le decía que el teléfono se encontraba apagado o fuera de cobertura. Volvió al baño. Cogió el predictor y vio que había cambiado a color rosa. Tras un momento de quietud pensativa se quitó el anillo de compromiso del dedo y lo arrojó por el inodoro, apretando seguidamente el botón de la cisterna.


©Miguel Urda

1/03/2011

De color rosa -Primera parte-


Estrella salió de la farmacia, metiendo en el bolso lo que había comprado en ella y comenzó a caminar calle abajo. Se detuvo unos pasos más adelante ante un cartel amarillo que había en la acera de enfrente, por donde iba caminando. Miró a derecha e izquierda y cruzó la carretera. En el cartel, ante el que se había parado, podía leerse en letras mayúsculas y en color rosa “CONOZCA SU FUTURO” y en la línea inferior en color negro “conozca de usted hasta lo que no quiera saber”. Ella hizo un gesto con la cabeza, esbozó una sonrisa y retomó el caminar. A los pocos metros se detuvo y retrocedio los pasos que había dado. Volvió a estar frente al escaparate. Miró hacia la puerta, había un cartel que decía “entre sin llamar, le espera su futuro”.
Empujó la puerta y entró sin titubeo alguno. El habitáculo a donde le traspaso la puerta de entrada era oscuro y abrió los ojos un poco más.
−Buenos días señorita –dijo una voz femenina y carrasposa, casi oculta en la oscuridad.
Estrella dio un pequeño respingo de susto y asombro.
− ¿La he asustado? –dijo la voz carrasposa.
−Un poco, no me la esperaba, además esta todo tan oscuro –dijo Estrella
−Mi nombre es Luna. Y desde el vientre de mi madre soy adivina. Antes de nacer supe que mi madre moriría en el parto. Así fue. ¿Qué te trae por aquí, bonita? –habló la adivina intentando controlar un deje andaluz.
−Yo me llamo Estrella. He visto el cartel en la puerta y quería saber cuanto cuesta… –Preguntó con una voz algo temblona.
−Depende, bonita, de lo que quiera saber. Aunque la sabiduría no tiene precio. Yo cobro porque tengo que alimentarme. Pero el saber es gratis.
−Pero no se si tengo dinero, acabó de estar en la farmacia y…
−Para ti baratito, hija, tienes cara de buena gente e inocentona. Para ti baratito −le volvió a repetir la adivina.
−Es que no se si tengo dinero suficiente, porque…
−No te preocupes por el dinero. Ya que estas aquí dentro no te vas a ir sin saber algo de tu futuro. Tu cara dice mucho, bonita. Esta llena de inocencia y juventud –le interrumpió la adivina. Siéntate aquí en esta mesa.
La adivina fue hacia la puerta y echó el cerrojo.
−Siéntate en esa mesa−le volvió a repetir
−Pero es que yo… −intenta decir Estrella
−Nada tú calla y déjate llevar, bonita –le dijo la adivina, mientras abría una pequeña caja de madera y extraía un pañuelo que protegía las cartas del Tarot.
−Pero si en realidad no quiero saber nada… solo –comienza a decir Estrella
−Calla, no te das cuenta, bonita− dijo la adivinadora −No lo ves: tú Estrella y yo Luna. Somos dos partes del firmamento, del universo. Tenemos compenetración.
Mientras hablaba barajaba las cartas.
−Corta la baraja, con mucho cuidado, respira hondo y piensa lo que quieres saber, aunque a mi no me hace falta que me digas lo que quieres saber. Yo lo sé –dijo la echadora de cartas.
Estrella suspiró y cortó la baraja en tres partes.
−En tres partes has cortado, ¡eh bonita! ¡Qué dividida tienes tu vida! –le dijo la adivina. ¿Quieres que te adivine antes el pasado para que tengas seguridad en mí y así creas lo que te voy a predecir?
−No, yo solo quería saber… –empezó a decir Estrella
−Si, como casi todas -interrumpió la adivina. −Queréis saber como va a ir en el amor. En tu carita se nota que estas deseando enamorarte. No hace falta echar las cartas para saberlo.
Comenzó a extender el manojo de cartas por la mesa en forma de V.
−Bonitas cartas, preciosa, bonitas cartas –Habló la adivinadora en voz alta.
−Mira, aquí tienes la carta principal, la que rige tu vida “el ahorcado”, esta en el centro del presente y del pasado y esta boca abajo. La suerte esta contigo, bonita –le dijo Luna.
Estrella se movió un poco en la silla.
− ¿Y seguro que el ahorcado es una carta buena? –Preguntó con voz incrédula.
−De las mejores y tú la tienes justo en el centro de tu vida. Todo te sonríe –Volvió a decirle la adivina.
− ¿Y que me ve en amores? –Le preguntó Estrella, con un hilito de voz.
−En amores es donde mejor te va a ir –le dijo levantando dos cartas, una de la parte derecha y otra de la izquierda. −Mira aquí tienes “la emperatriz” que simboliza el amor. ¿Ves como brilla este pájaro que tiene ella entre sus manos? −le dijo señalándole la carta es el resplandor del amor. Y tú lo tienes reluciente. Te va a llegar muy pronto. Es más me atrevo a decirte que está a la vuelta de la esquina.
−Pero, yo es que estoy saliendo con un chico, Marcos, y llevamos saliendo un año. –dijo Estrella con voz algo alterada.
−Ya lo veía yo sin necesidad de cartas pero una es muy profesional y no puede dejarse llevar por los sentimientos. Tú estas “mu enamorá” te enamoraste enseguida del primer hombre que te dijo tres tonterías, porque tú eres de las que se entregan por completo al amor. Me lo dice mis vibraciones interiores y esta carta lo que hace es confirmarlo. Tu amor brilla como los chorros del oro del castillo de la emperatriz, que por eso esta al otro lado “la torre” carta que confirma la solidez del amor.
CONTINUARÁ


© Miguel Urda

12/28/2010

Andrea no está loca


El ser humano es jodidamente individual. Nunca tenemosmás certezas que las de nuestros sentimientos.Hay mil caras posibles a mostrar cuando la tristeza te invade, y no las mil muestran dolor. Somos islas que apenas tienden puentes de comunicación sana, transparentes, sin ambages”.


Andrea no está loca.
Salvador Navarro



Quien me conoce sabe que mis gustos literarios no van al compás del mercado literario actual. Y cuando Salvador Navarro me invitó a la presentación de su última novela, le pregunté por la anterior a esta, Andrea no está loca, si era posible conseguir un ejemplar de ella, pues estaba interesado en leerla. Él mismo tuvo la generosidad de acercármela hasta Málaga, y pasó a engrosar la estantería de libros pendientes de leer.


Pero los hechos de las últimas tres semanas (una fractura de rótula, y el tener que estar escayolado desde la ingle hasta el dedo gordo, con la consiguiente inmovilidad, durante seis semanas) me ha hecho ponerme al día en libros y películas atrasadas –aunque predomina lo primero- y ayer me puse a ello, no sin algún temor y duda, pues aunque conozco la escritura de Salvador a través de su blog, es muy diferente escribir y expresarse para un libro y en concreto una novela de carácter intimista. No sabía lo que podía encontrarme en las páginas de Andrea. Aun así, me introduje en sus páginas o lo correcto sería decir la novela me atrapó a las pocas hojas.


Y siguiendo mi pauta de hacer recomendación os comento algo de está para incitaros a comprarla y leerla.


La acción transcurre en una ciudad tan cosmopolita como New York, que nos lo muestra en una doble perspectiva, la de un turista (Fran) y la de una persona que lleva viviendo unos años allí (Andrea), lo que conlleva que a los ojos del lector nos descubra sitios y lugares que no están reflejados en las guías de viajes. Nos presenta todas las cosas que hemos visto en las películas pero con un matiz certero, de verdad, a una ciudad grande, individualista, mezclada de razas, un metro antiguo y sucio, un puente ruidoso y que incluso a pesar de su modernidad no esta preparada para un apagón.


Aunque presenta una estructura muy simple a primera vista esconde un gran trabajo por parte del autor, donde bajo un reencuentro de dos personas, y en el periodo de tiempo de diez días, deja entrever hilos del pasado que están pendientes de atar. Todo gira en torno a los dos personajes principales (muy bien construidos), Andrea y Fran, y a cuyo alrededor desfilan unos personajes secundarios que de forma delicada y cuidada van aumentando la intensidad de la narración y encajando piezas del pasado, del presente y del futuro. Novela ágil de leer, sencilla y sobre todo interesante que anima a seguir leyendo hasta acabar en la última página.


Uno de los riegos que lleva el conocer al autor de cualquier novela es buscarle hechos o coincidencias con el personaje y en la presentación de No te supe perder, Salvador dijo algo que no comparto con él. “No hay nada autobiográfico en mis novelas” y quizás porque llevo mucho tiempo leyendo su blog tengo una opinión formada de él, de su forma de escribir y pensar, y que reafirmé en la cena posterior al acto. Discrepo, Salva. En Fran veo hechos tuyos, pensamientos tuyos transpolados al personaje masculino e incluso obras literarias que han dejado huella en ti (y en mi también. ¡Ay, esa calle de la amargura!) y que incitas al lector a que se sumerja en ella. Pero como decía Carmen Martín Gaite “para qué escribir mi autobiografía si todas mis novelas están plagadas de mí”. No obstante, Salvador, gracias por esta novela, por descubrirme New York de una nueva forma y hacerme sentir con tu prosa.


© Miguel Urda

12/13/2010

El baile


A pesar de no haber leído –por el momento- toda la obra de Iréne Némirovsky, me atrevo a afirmar que el libro que voy a recomendar es su joya literaria: El baile, manuscrito que estuvo olvidado durante décadas hasta que fue publicado en el año 2004.

En el libro, la autora nos muestra a una familia Judía, los Kamp, que por un golpe de suerte se convierten en ricos; pero, claro, el dinero no lo otorga todo: les falta el reconocimiento de la elite social parisina de los años veinte. Para ello, organizan un baile donde invitan a la crema y nata de la ciudad. Una pequeña travesura de la protagonista, la hija adolescente, dará al traste con todo ello, pero pone al descubierto la hipocresía de una sociedad, las dificultades que conlleva la relación padres-hijos y a través de la madre nos muestra a un pobre personaje de vodevil, aunque es lo más curioso de toda la historia, así como el detrimento de la unidad familiar por conseguir un renombre.

Todo ello está narrado con una maestría genial, personajes perfectamente definidos, trama amena que dibuja una sonrisa permanente en el lector, pues todos podemos ponerles una cara conocida y familiar a los miembros de la familia Kamp.

Cuando queremos darnos cuenta, el relato ha finalizado más pronto de los que hubiésemos querido. Es un libro fácil de leer y de pocas páginas, pero suficiente para disfrutar de un buen rato de lectura.

© Miguel Urda