11/18/2024

Lo raro es vivir, Carmen Martín Gaite: una novela en azul



¿Qué hablar o decir de Carmen Martín Gaite cuando hay una cantidad ingente de información sobre ella y cualquier aspecto de su obra literaria? No obstante, soy osado y con toda humildad me atrevo a hablar de su libro Lo raro es vivir.

Una novela que, a ojos de un lector, sin una bibliografía lectora a sus espaldas, puede parecer insulsa o, mejor dicho, incomprendida. Y es aquí cuando entra en juego la "Teoría del autor", de si es necesario conocer datos de su vida o del resto de obras, o se debe mantener al margen. 

Gaite sabe lo que hace y lo que quiere transmitir al lector —no todos los escritores lo consiguen— y domina a la perfección el lenguaje y lo utiliza a su capricho. (Más de una vez recomiendo a mis alumnos que quieren aprender a escribir, que hagan algo tan simple como copiar. Un dictado como los de antes, pero copiado por sí mismo. Se llevará más de una sorpresa al ver la entonación, puntuación, y pausas por citar algún aspecto del lenguaje escrito. Aquí me refiero a Carmen Martín Gaite, pero cualquier buen autor puede valer). Nos encontramos con Águeda, una archivera, que baja al submundo (¿Infierno? ¿Dante?) para intentar salir de él de una forma coherente y todo mediante un juego. Elementos usados por la autora con la finalidad de mantener al lector atento a su lectura. Idas y venidas de la mente al sentido común; de personajes secundarios que mantienen apuntalada a la protagonista para que no caiga la narración, sin ser consciente ella del papel que están jugando en su vida en ese momento.

Madrid. El de la Movida es otro personaje más. La autora recorre sus calles, comercios, bares. Un viaje que la protagonista necesita para encontrarse a sí misma. El conflicto de la madre (tan presente en la narrativa de la generación de los cincuenta) aquí no iba a ser menos y adopta una postura que el lector no espera. Su familia despunta aires nuevos acordes con los tiempos que están llegando y sobre todo ese ambiente liberal que se respiraba en el Madrid de los años ochenta. Vida personal y sociedad van de la mano en la historia. Dos intentos de dar sentido a la vida, porque en el fondo –o no tanto– ya lo dice la autora y no hay que quitarle razón: lo raro es vivir. Cuesta más vivir que morir. 

El azul es el color que predomina en la novela: habitación,, vestido, cuadro... Es como si la autora intentase construir un cuento de hadas, pero donde muestra que la realidad es otra por mucho que lo refleje en un final. Porque aquí radica la grandeza de toda su narrativa. Cierra la historia, pero ¿dónde subyace la duda de si me está contando lo que creo o no es tal lo que cuenta? 

Una novela redonda. Capítulos circulares que no dejan ningún cabo suelto; así como la trama que le otorga un cierre perfecto.Son pocas las novelas que en el panorama español de los últimos veinticinco años lo consiguen. No hay ninguna queja a la novela, en todo caso a la autora, aunque sabemos que ella no tuvo la culpa: el irse demasiado pronto. El Premio Cervantes estaba al caer, estoy convencido. Gaite siempre es y será Gaite y sus letras nunca defraudan.

© Miguel Urda Ruiz

Imagen y texto

11/12/2024

Casa de verano con piscina, Herman Koch: una dosis, cínica, de medicina



El autor, Herman Koch parte de cómo el protagonista, Marc Schlosser, un acaudalado médico belga ejerce la profesión de la medicina, pero mostrando la realidad, es decir, eso que alguna vez hemos pensado todos de nuestro médico de familia y que pocas veces somos capaces de hablar, porque si hay algo sagrado en todo el elenco que por una u otra cuestión tiene cabida en una familia, es el médico. 

En los primeros capítulos nos encontramos como nos descubre aspectos de la medicina básica, la más cercana al enfermo, también hay restricciones, con la finalidad de no desviarlo al especialista y así no agrandar la lista de espera y sobre todo la visión de un médico ante el paciente. Sus comentarios son demasiados positivos y llegas a preguntarte cuáles serán los derroteros de la novela. El hecho de tener a un actor como paciente (¿cliente?) que va a rodar una serie de romanos y con un gran presupuesto cambia la trayectoria de la novela. Muy bien enlazado, lleva al médico a unas vacaciones en la playa con su mujer e hijas que lo sacan de la monotonía. Pero ya se sabe que si hay algo que rompe el equilibrio familiar son las vacaciones de verano. El autor belga despliega una narrativa que, por momentos, te hace quejarte, pues querías seguir viendo el cinismo del médico, en lugar de unas vacaciones. Pero nada es lo que parece y los días de asueto cambian de tonalidad, igual que lo hace el mar o el cielo según la hora. 

La novela, en su última parte, provoca un giro que logra olvidar el enfado y retoma el interés para dar sentido a la historia. Pues no todo es lo que parece y lo es, aunque no se ha visto o mirado (en este caso me valen las dos acepciones) la situación como deberían verse, sino como uno desea. Puede parecer una novela de detectives, pero caseros. Sin grandes perspicacias o tecnologías, solo el sentido común y unas pruebas básicas, que seguro que la próxima vez que vayamos a ver al médico de familia lo miremos con otros ojos. 

Por mucho que Marguerite Yourcenar dijese por boca del emperador: que ante el médico uno no tiene ningún poder, nosotros sí lo tenemos: el de seguir leyendo.


© Miguel Urda Ruiz

Texto y fotografía

11/06/2024

Construir lectores, Vicente Luis Mora: una cuestión compartida






Se dice que el libro pierde fuelle con el avance o imposición de las tecnologías; que cada año disminuye el número de lectores y así podría seguir enumerando factores o causas que anuncian su final. Pero ocurrió también lo mismo con el teatro, con la radio o con el cine cuando surgieron nuevos elementos de comunicación que podían apartar a sus acólitos. Con el libro no iba a ser menos y se lleva hablando de su final, con un nivel acentuado desde mediados de los años ochenta, pero Luis Vicente Mora, en su último libro Construir lectores, apuesta, por lo contrario: no se extinguirá si hay un público que lo exija y siga manteniendo la pasión por la lectura. 

Editado en un formato, casi de tamaño breviario, nos habla de lo que significa el libro y sobre todo la función que canaliza desde los albores de la humanidad o de la escritura, para ser más exactos, la de transmitir conocimiento. En el caso de la novela, pues le agregamos que nos entretiene, nos hace crear un mundo propio (cosa que no consigue una serie de televisión dado que nos lo da todo hecho sin dejarnos un atisbo a pensar), y además, nos aporta conocimiento, entre otras cosas. 

Vicente Luis Mora apela al sentido común, tanto de los docentes (algunos) que a la hora de impartir literatura no demuestran profesionalidad (no me atrevo a decir "amor") por los textos que están enseñando, así como al entorno familiar: si los padres leen llegará un momento que los hijos también lo hagan. Hay lectores que se han construido al adquirir una colección de libros; es decir, el lector puede formarse y/o crearse aunque a lo que apela es al cómo darle sentido a esa instrucción. 

La tecnología está instalada en nuestras vidas, lo cual lleva a una falta de concentración de la lectura o de lo que estás haciendo, pero no es algo nuevo, Flaubert o incluso Teresa de Jesús ya aludían a ello, y lo deja bien patente el autor cordobés en un narración muy detallada. Apunta al libro, como objeto físico (y casi de culto), de ahí que surjan ediciones especiales: numeradas; de coleccionista o de autor, por ejemplo. Ambos elementos pueden convivir, y de hecho lo hacen. Dicen las encuestas del Ministerio de Educación que los formatos electrónicos de lectura no terminan de despegar en nuestro país y por algo será. 

Es una cuestión social de doble sentido, el hecho de instruir a nuevos lectores: los poderes públicos y la familia. No obstante, pienso que la persona que está destinada para ser un lector llegará por sus propios medios y cuando sea el momento; obligar a algo no significa obtener resultados positivos o deseados. Sí que hay que abrir un panorama diferente y atractivo para mostrar lo que conlleva el simple hecho de leer, ya que hay momentos donde, sin llegar a conocer el mundo del libro, se prejuzga de aburrido. Nada más alejado de esta opinión, según los lectores. 

Comencé el texto hablando sobre la crisis del teatro, cine, música, es decir, la cultura en general. El libro no iba a ser menos. Solo queda pensar que estar en crisis sale rentable. Por un momento pensemos que no hay crisis. ¿De qué nos quejaríamos?


© Miguel Urda Ruiz

Texto e imagen

10/31/2024

Nubes flotantes, Hayashi Fumiko: el intento de vivir


¿Qué ocurre cuando la posguerra es peor que la guerra? ¿Cómo se sobrevive a ello? En estas dos preguntas puede sintetizarse la línea que vertebra la novela de Hayshi Fumiko: el intento de sobrevivir —que no vivir, que ya sería demasiado pedir— en el Japón tras la derrota de la Segunda Guerra Mundial y humillado por Estados Unidos, aunque la verdadera derrota fue la pérdida de una tradición ancestral. Dos protagonistas del escalafón más básico de la sociedad como son una mecanógrafa (Yukiko) y un profesor (Tomioka)que participan de los hechos que van aconteciendo en su país sin saber por qué ocurren o asimilarlos en la medida de lo posible. 

La novela presenta una lectura algo “insulsa” si no se tiene un conocimiento sobre lo que que aconteció en el país nipón tras finalizar la guerra, pero eso no quiere decir que no pueda leerse. De hecho, viene acompañada por una detallada Introducción de Kayoko Takagi que nos sitúa en el contexto de la época y el porqué la forma de actuar de sus personajes que consiguen dar una hegemonía a la narración, lo cual te hace comprobar que no hay punto innecesario en el desarrollo de la historia. La autora fue una mujer arriesgada para la época, donde el papel predominante lo tenía el varón. La escritora no deja ningún aspecto social sin tocar: los barrios del placer, las debilidades del hombre, la ilusiones de la mujer, el crimen o asesinato que según el punto de vista o necesidad puede resultar hasta positivo para la sociedad, la religión siempre tan oportuna en momentos de crisis y cuyo fin es obtener un lucro del necesitado; el cambio de valores que acarrea la victoria y muestra a la sociedad japonesa  intentando adaptarse, introduciendo elementos hasta entonces desconocidos como podía ser el jazz o el cabaret por citar alguno.  

Hay una serie de personajes y elementos a lo largo de la novela con un cometido especial cada uno: el americano, por ejemplo, supone un atisbo de esperanza para la protagonista, pues, al ir con él imagina que obtendrá una calidad de vida algo más óptima; como la mujer es reclutada por el país para satisfacer a los hombres sin tener en cuenta su condición, solo es un elemento a usar.

El título remite a los barrios de placer. Tradición que estuvo vigente durante siglos hasta 1957 que fueron eliminados, pero a su vez permite jugar con las sensaciones que extrapola: la vida es una nube y a veces solo hay que subirse a ella. Percibir como un país que nunca había sufrido una derrota se lame las heridas y debe de asumir los cambios que se están produciendo. La tradición es eso, tradición y aceptar que la guerra trae un nuevo modelo de vida cosa que los protagonistas no se plantean si deben aceptar o no, pues están sumergidos en sobrevivir. 

Cada país que haya pasado una guerra tiene una novela principal que relata los sinsabores que vienen con su final. En España fue Nada de Carmen Laforet donde Andrea muestra la desilusión de un país. En Japón es Nubes Flotantes de Hayashi Fumiko, con una espléndida traducción de Kayogo Takagi y publicada en Satori.

Una vez que se consigue adentrar en la novela solo se sale al llegar a la palabra fin, pero no sin haber aprendido que Japón como cualquier país tiene muchas aristas ocultas en la sociedad por muy atractivo que resulte. 


 © Miguel Urda Ruiz

Texto y fotografía


10/25/2024

El año del pensamiento mágico, Joan Didion: la vida no pregunta




Al terminar la lectura de esta novela de J. Didion, deja la duda sobre si el momento en que llega la hora de morir se puede considerar alguna vez "justo”. La respuesta está clara en una primera visión: nunca es el momento apropiado para morir, pero sabemos que tiene que ocurrir y en la mayoría de los casos no estamos preparados para enfrentarnos a ello y a la situación que viene después. 

En el transcurso de un año la autora norteamericana vive el ingreso de su hija en un hospital con una enfermedad de larga duración y la muerte de su marido unos cuantos días después. Lo cuenta en una narración fácil, con una construcción del presente y del ayer muy bien imbricadas. Muerte, enfermedad y vida son las palabras que definen El año del pensamiento mágico y que forman el sustrato del día a día, porque todo está presente en el vivir, solo que a veces no somos conscientes de ello o no queremos mirar, para no ver la cruda realidad. Lanza a su vez reflexiones o preguntas indirectas sobre el hecho de morir y la enfermedad.

La narrativa de Didion es incisiva en los aspectos que quiere resaltar: cómo volver a la vida; cómo se afronta un duelo o como es el momento de darte cuenta de que estás viuda y al llegar a casa no hay nadie a quién contar lo que ha pasado en tu día, tus miedos, tus dudas... y cuando las pertenencias —¿la vida?— de tu marido están en una bolsa de plástico que te entregan los profesionales de la muerte.

Asimilar que el nuevo estatus social es el de viuda con su aceptación o no, porque los caprichos de la vida son así, no te pregunta si te viene bien ahora o más tarde, te da un sopapo y solo tienes que aprender de nuevo. A pesar de ello aboga por una cuestión que muchas veces no se aprecia, como es el poner en valor una vida en común. Cuarenta años de matrimonio es todo éxito y ello lo recalca con miras a momentos felices o no, porque al fin y al cabo es una vida compartida.


No es el primer libro o novela que habla sobre el hecho de afrontar la muerte. Joyce Carol Oates lo trata de forma muy directa en su novela Memorias de una viuda y las similitudes entre ambas obras son bastantes, casi idénticas me atrevo a decir. De cómo la vida en un instante se altera y además provoca un cambio de estatus en los documentos –de casada a viuda– y en la sociedad en sí; el duelo; los amigos; el negocio de la muerte y que todo va en función de la rentabilidad que puede proporcionar el difunto. Incluso la duración del matrimonio de ambas autoras es prácticamente la misma. No obstante, son dos novelas y estilos diferentes, pero a tener en cuenta, pues, hablar cuando la muerte toca de cerca suele ser un tema tabú y ambas autoras dejan al descubierto la intimidad que provoca la muerte del esposo. 

© Miguel Urda Ruiz

Texto y fotografía



10/19/2024

Modos de ver, John Berger: la mirada para aprender a mirar



Tres premisas vertebran este ensayo: la mirada sobre la mujer, aspectos de la pintura al óleo y la publicidad. Y aunque John Berger está como autor en la cubierta él solo es un partícipe más, junto a los otros cuatro autores. Publicado en el año 1972 al día de hoy en pleno siglo XXI, el libro desprende una pátina obsoleta o añeja, pero como cualquier reliquia hay que ver su aportación al presente y el pensamiento de un momento concreto de la historia respecto a la forma de ver. 

Cómo se veía a la mujer en el último cuarto de siglo pasado es uno de los aspectos principales que desarrolla el libro. Así como el papel ha desempeñado a lo largo de la historia y sobre todo su valoración, teniendo en cuenta la evolución del mundo femenino a partir de que la publicidad supo que tenía un valor en ciernes y lo utiliza para sacarle todo el jugo posible! 

Pero mucho antes de la publicidad, la mujer se retrataba al óleo. Lo cual significaba que alguien debía mirarla (aparte del pintor) es decir, posa para ser contemplada. O en todo caso ¿cómo debe ser el espectador que se ponga delante del cuadro? 

El ensayo formula diversas preguntas al lector, –¿Hay un espectador ideal? — sobre el mundo del arte y de la publicidad, que llegado un momento van de la mano. El arte pasa a ser minoritario, cuando la publicidad se corona en la cúspide de la sociedad del siglo XX, una sociedad de consumo. La pintura reflejaba aspectos cotidianos de la vida privada y de la sociedad (elementos que se plasman, situaciones, relaciones...) sobre todo a partir del auge de la burguesía que fueron sus principales destinatarios. La publicidad, sin embargo, es todo lo contrario, se trata de un instrumento que deja al descubierto una amalgama de productos ante el individuo, con la intención de que compre esos elementos que publicita, y el mensaje de que será más feliz o conseguirá un propósito concreto, gracias a ellos. 

En el libro hay una serie de cuadros y fotografías sin palabras o títulos que recogen todo lo expuesto en los capítulos, que obligan al lector a que sea él mismo quién saque su propia interpretación. Pues no hay que olvidar que una buena fotografía habla por sí misma, sin necesitar un pie de página o título. Cada gesto tiene sus propias reglas o hábitos de comportamiento. La sociedad, desde sus orígenes, mira de forma diferente los mismos hechos, solo que les cambia el nombre. 

Es un libro publicado por GG ediciones, cuyo formato e interior desagrada en un principio dada la escasa calidad: alineaciones a la izquierda, fotos en blanco y negro o letra Arial –que como es sabido por toda editorial que merezca ser llamada como tal, cansa cuando se lee de forma continuada—, pero incluye el nombre de John Berger y eso hace que sea un señuelo muy atractivo. No obstante, el libro te acerca a tener una aproximación más detallada sobre la forma de ver y/o mirar aspectos de la pintura y de la sociedad y hasta se le perdona esa falta de interés en la edición.

© Miguel Urda Ruiz

Texto y Fotografía



10/13/2024

Amigos y amantes, Iris Murdoch: la perfección de la técnica


¿Se puede ser amigos y amantes? o ¿amantes y amigos –que no es lo mismo? ¿Cómo alcanzar una conjugación idónea entre el amor y la amistad? Es de lo que trata la novela de Irirs Murdoch en un primer plano. Pero la historia no es eso, es mucho más. Es una disección de las costumbres morales vigentes en los años de la posguerra, fecha en que se desarrolla la acción. Y en cierta medida la autora aglutina, y podría decirse que homenajea, en la historia una serie de géneros literarios o narrativos en auge en dicha época.. La historia comienza con un crimen (Agatha Christie), el paso del tiempo y la homosexualidad (Dorian Grey) la vida de la aristocracia (Evely Waugh) una historia de amor idilica entre dos personas totalmente dispares (Daphne Du Marier) y una mirada a los clásicos, dónde se permite la licencia de llamar inculto a un personaje por no saber lo que significa.

Murdoch juega con los personajes como si fuesen fichas de un puzzle para que al final todo sea perfecto, como una historia de amor dónde todo debe acabar bien o se supone que la vida tiene que tener un final feliz. Muestra a los personajes tal y como son en la vida diaria, con cambios de pensamientos y actitud dependiendo el momento y la persona con la que interaccionan. En un principio la novela desprende un olor moralista, donde todo tiene que quedar dentro de casa y en el exterior hay que colocarse la máscara o etiqueta que la sociedad que exige en ese momento y provoca, que la novela esté demasiado endulzada, en ciertas partes al ver la bondad que los personajes desprenden. Pero nada es lo que aparenta ser de ahí la grandeza de la novela. Todo y todos simula algo que no es lo que parece.

Sin embargo, en la novela hay partes de flaqueza y uno puede pensar que la autora se equivocó o no supo darle el tono adecuado, pero al ver el pedigrí de las ediciones se comprueba que la traducción, y por lo tanto, edición que existe es la que se publicó en 1970, de la mano de Esther Tusquets en Lumen. A pesar de que la censura estaba ya dando sus últimos coletazos, las tijeras las utilizó aquí y se nota, pero eso no quita que deje de ser una gran novela y en cierta medida oscurecida por El mar el mar, que fue la obra que catapultó a la fama a la autora irlandesa. Desde aquí una llamada de atención a las editoriales. Urge una edición revisada de Iris Murdoch.

© Miguel Urda Ruiz, Texto

Fotografía, Internet

10/07/2024

Almendra, Won-pyung Sohn: cómo aceptar una vida




Estamos habituados a leer narrativa oriental cuajada de metáforas, de símbolos, de personajes extraños que muchas veces resultan poco creíbles. En Almendra nos encontramos los elementos esenciales de un país asiático, pero llevado a la máxima simplicidad, sin que resulte monótono, aburrido o exento de interés, es decir, una narrativa transparente y que sorprende dada su procedencia, Corea del Sur. 

La novela narra la ausencia de sentimientos del protagonista, Yunjae, que está catalogada cómo enfermedad bajo el nombre de alexitimia. Pero qué ocurre cuando al joven le van sucediendo acontecimientos uno tras u otro y permanece impasible, dado que no puede sentir. Es ahí dónde radica el quid de la narración, en exponer los sentimientos de las personas que son incapaces apreciarlos, pero que debe vivir o adentrarse en la vida, pues ocurren una concatenación de hechos en la novela que le dejan desprovisto del caparazón que le protegía. 

La autora refleja que hay una serie de tradiciones autóctonas que hay que cumplir, pero lanza su mirada a occidente aceptando la convivencia oriental-occidente, como por ejemplo, la Navidad, las hamburguesas o Broke Shields —icono de mujer en los años 80 en Estados Unidos y Europa–. También apela a la condición humana y la supremacía del fuerte sobre el débil, aunque llega un momento de la historia, sin que haya un intercambio de papeles notorios lo que hace que el lector se pregunte ¿quién es el fuerte o quién es el débil? El título remite a la comparación del tamaño de las amígdalas del cerebro del protagonista con el de una almendra, pero que sea pequeña no significa que sea despreciable, sino que es un continuo aprendizaje para el joven y así avanzar en el desarrollo de algo común al ser humano. Y descubrir que a pesar de que no haya sentimientos no hay emotividad más grande que ser consciente de ellos. Así como aceptar el conocimiento de uno mismo.

Una gama de personajes acordes a la inverosimilitud de la novela, porque en un momento dado puede parecer que todo es absurdo, inventado o poco creíble, pero la autora consigue crear verosimilitud en los personajes que rodean a Yunjae y que logre conseguir darle sentido a su vida cuando le obligan a actuar, por lo que todo quede perfectamente encajado. El personaje debe aceptar y asumir que vivir es así, con sentimientos o sin ellos e ir descubriendo por sí mismo todo lo que conlleva.


© Miguel Urda Ruiz

Texto y fotografía



10/01/2024

Elegía para un americano, Siri Hustvedt: exceso de información





Leí hace algunos años la novela, El verano sin hombres, de Siri Hustvedt y no conseguí entrar en la narrativa de la autora. Por cuestiones que no vienen aquí al caso he tenido que leer Elegía para un americano de esta escritora y conforme me adentraba en la historia me venía la anterior novela. Y no, hay algo que no termina de convencerme.

Gran parte de la narrativa de Estados Unidos se nutre de las duras condiciones que sufrieron las primeras generaciones de inmigrantes que construyeron el país, así como los exiliados provenientes de Europa motivados por ambas Guerras Mundiales. Inicia la trama, muy bien construida, a través de una carta del padre que encuentran los hijos entre sus pertenencias al morir este y nos lleva a un intercambio de presente-pasado (Guerra Mundial), pero falla en la credibilidad de los personajes. Hay momentos donde parecen demasiado resabiados. El exceso de información no conduce a nada bueno. Decir que un personaje está escribiendo un poema basado en T.S. Eliot, que leyó una tesis sobre el 11 de septiembre, que vivió el atentado en primera persona o que has leído a Proust, pues, no aporta nada a la historia, todo lo contrario me aparta de ello. Me sobran páginas e información. El conocimiento tiene que ir dosificado en su justa medida y ahí radica la cuestión para encontrar la dosis idónea. Porque no es demostrar que sabes demasiado, sino adecuar el conocimiento al desarrollo de los personajes de forma coherente.

La novela tiene un principio que engancha, sin embargo, decae a las pocas páginas al ser todo  previsible. El título me parece muy acertado para la trama de la historia, dado que cuando un país está en guerra todos sus habitantes son necesarios y los poderes públicos los alaban y aplauden, pero cuando ya no los necesita los reciben con una elegía. La radiografía que hace de los personajes de New York con sus relaciones y su forma de ver la vida resulta a veces densa, a pesar de que refleje la mentalidad neoyorquina posterior a al atentado de las Torres Gemelas; así como las relaciones familiares, donde siempre hay rencillas ocultas o no y la forma de asimilar los acontecimientos, pues va justificando los hechos y el porqué de cada relación.

Considero a Siri Hustvedt como una escritora valiente, al firmar sus obras con nombre propio y no asirse al apellido de su cónyuge que tiene un peso —y además consolidado— mayor que ella en el mundo de la literatura por lo que siempre su nombre y calidad está expuesta a una crítica comparativa y exhaustiva. No obstante, tiene su público fiel entre el que no me encuentro yo.

© Miguel Urda Ruiz

Texto y fotografía


9/25/2024

Baumgartner, Paul Auster: la ética de una despedida



Cuando terminé de leer Baumgartner constaté lo que un principio intuía: es la despedida de un escritor por la puerta grande. 

Con un argumento acorde a su extensa trayectoria narrativa no encontramos que no hay nada nuevo, pero a su vez todo es diferente y nos lleva a la ilusión de leer una novela suya como si fuese la primera vez. Auster es un maestro en manejar el azar, cruzar personajes, hechos cotidianos o semblanzas y aquí no iba a ser menos. La historia de un profesor de filosofía a punto de jubilarse cuya vida cambia en unos instantes y todo se derrumba. Es ahí donde radica la cuestión, cómo es capaz de mostrar que la vida son etapas y hay que abrir otra cuando se acaba una. 

Paul Auster es un narrador que facilita la lectura de sus novelas, cuyas páginas devora uno sin muchas veces ser consciente de ello. Nos traslada al pasado y al presente del protagonista con un intercambio de personajes que nos deja con ganas de más. Se acerca el final de una vida y Auster no era indiferente a la enfermedad y supo elaborar una despedida acorde a su narrativa reflejada en un amor con doble vertiente: el amor por la esposa del protagonista y por su profesión de escritor y profesor; los achaques de la vejez, la ilusión por un nuevo comienzo e incluso la búsqueda de una identidad como es el origen de su apellido. Es difícil no inmiscuirse, e imaginar si las vidas del autor y el personaje serían paralelas, pero cuando acaba la historia, surge la sensación de que podría aparecer la palabra continuará. 

Al poco tiempo de publicarse la novela en algunos suplementos culturales se dijo que las historias intercaladas eran para hacer bulto y tener más páginas. No lo voy a discutir ni a negar, aunque tampoco afirmar. Sí que las historias intercaladas tienen su propio peso dentro del argumento general, y que si se suprimieran, la novela seguiría teniendo sentido, pero me inquieta una duda donde pienso que la historia se me ha quedado corta y considero que es el esbozo de algo que podría haber sido más extenso, sin embargo, las circunstancias son lo que son y no lo pudo desarrollar. 

No será la mejor novela del escritor neoyorkino, ni tampoco la peor. Simplemente es Paul Auster. Disfrútenla.

© Miguel Urda Ruiz

Texto y fotografía